


Un conductor de Uber me dejó temblando con su relato: “Llevé a un pasajero que no dejaba de suspirar. Desde que le entregó un celular a su hija de 12 años, la relación con ella se complicó. Una tarde fue a tocar la puerta de su hija; al otro lado oía música, pero ninguna respuesta. Golpeó más fuerte, varias veces, el nerviosismo lo devoraba y forzó la puerta. No había nadie. La música provenía del notebook. Desconcertado, el papá se acercó a la pantalla y vio que estaba abierta la pestaña de Instagram. Se sentó para mirar los mensajes directos. Un tipo había estado conversando con su hija, durante varios meses. Él la adulaba, le enviaba fotos y le pedía otras. Eróticas. Al final de la conversación, ese sujeto la invitaba a una cita secreta en su casa. Ahí estaba la dirección, y la aceptación de su pequeña, enviada hacía cosa de una hora. Ese padre se levantó transpirando y salió disparado a buscarla. Gracias a Dios, la recuperó”.
¿En qué extrañas paradojas nos hemos metido? Los padres se preocupan de que sus hijos coman verduras y no pasen frío en la noche, o contratan poderosos seguros de salud para el caso de que pesquen una neumonía. Pero en cuanto el niño entra a su habitación, lo abandonan en el far west, la intemperie, la exposición ante los peores depredadores de nuestra especie.
¿Hay alguien que esté combatiendo esto? Laila Mickelwait es una activista norteamericana que lleva décadas luchando contra la industria de la pornografía. Con más de dos millones de seguidores, ella exige el cierre de Pornhub y la responsabilidad de sus dueños. ¿La razón? Esa plataforma hospeda y monetiza pornografía vengativa, cámaras espía, sumisión femenina.
En los últimos años, Mickelwait ha alcanzado importantes logros. Lo cuenta, de manera trepidante, en el libro Take Down. Inside the Fight to Shut Down Pornhub for Child Abuse, Rape and Sex Trafficking (Penguin Random House, 2024). A fines del año 2020, consiguió que Pornhub eliminara el 80 % de sus contenidos no verificados. Dos años después, Visa, Mastercard y Discover suspendieron sus servicios de pago online tanto para suscripciones como para transacciones de publicidad. Ahora Laila colabora con varios juicios civiles y penales contra Aylo”(la empresa controladora más importante del rubro). Su argumento es demoledor: la pornografía no es “entretenimiento para adultos”, sino una “escena del crimen”.
Qué ganas de devolver la infancia a nuestros niños: que se ensucien más y arriesguen a hacerse heridas en las rodillas. A cambio, no los dejaremos solos frente a las pantallas.
Abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Licenciado en Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) y Doctor en Teología de la Universidad de Navarra (España).