Evangelización

5 consejos de Jacques Philippe para mantener la esperanza

Jacques Philippe explicó, en la Universidad de Navarra, cómo cultivar la esperanza en tiempos donde todo parece ir en contra del cristiano.

Teresa Aguado Peña·20 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Jacques Philippe

Jacques Philippe ©Universidad de Navarra

El famoso sacerdote y escritor francés Jacques Philippe habló en la Universidad de Navarra sobre la esperanza: «la virtud más importante que debemos cultivar». Santa Catalina de Siena decía que el ser humano es limitado en sus fuerzas y en su inteligencia pero hay algo ilimitado en él: su deseo. Todos anhelamos ser felices y tenemos inscrito en nuestro alma un deseo de plenitud que Dios ha puesto en nosotros.

Jacques Philippe explicó cómo crecer en la esperanza significa acoger al Espíritu Santo y desear lo que Dios desea para nosotros, que es siempre un designio más grande de lo que esperamos. Así, propone «dejarle nuestro deseo, que lo purifique y lo lleve a cumplimiento. Debemos amar lo que Dios nos tiene preparado y no quedaremos defraudados, porque Dios es fiel».

Es cierto que ser cristiano hoy en día significa combatir contra muchos males. Pero Jacques Philippe anima a «esperar contra toda esperanza». Ante el aparente triunfo del aborto y la eutanasia, el escritor apunta que son sólo fracasos provisionales. Churchill decía «hemos perdido una batalla pero no la guerra». Debemos recordar que un día habrá una victoria definitiva, «porque la guerra es de Cristo. La historia humana no termina en oscuridad sino en la gloria de Cristo. Todos seremos transfigurados. Así, la principal misión de todo cristiano es mantener viva la llama de la esperanza».

Jacques comentó que el corazón humano tiende a encogerse, a ver lo negativo. Pero el don de la esperanza dilata nuestra inteligencia, nuestra mirada y nuestras aspiraciones, recobrando así la alegría de amar. Aunque es un don, también nosotros podemos cultivarla. Jacques dio cinco consejos para este fin:

1.Pedirla en la oración

Dios puede alimentar nuestra esperanza, si se la pedimos. «Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se lo pidan!» (Mt 7:11). Jacques invitó a la perseverancia en la oración: «pedid y se os dará» (Mt 7:7). Así San Juan de la Cruz decía «De Dios obtenemos tanto como esperamos».

Cuando al final del día uno hace examen de conciencia puede pensar «he fallado en todas las virtudes». Nos podemos ver pobres, incapaces de hacer cosas buenas. «Ahí es cuando uno debe decir: ‘en mi arco me queda aún una flecha: la esperanza en la misericordia de Dios». Así, antes de dormir, Jacques invita a rezar la siguiente oración: «Señor, no puedo glorificarte por mi paciencia, mi generosidad o mi santidad de vida, pero aún me queda una forma de darte gloria: confío en tu misericordia». Confiar sin límites en su amor y su perdón nos salva de la tristeza y el desánimo.

2. Alimentarse de la Palabra de Dios

Jacques hablaba de un peligro: «nos centramos mucho en nuestras impresiones y no tanto en la Palabra de Dios». «El cielo y la tierra pasarán, mas tu palabra no pasará» (Mt 34:25). Intitó a que cada uno se pregunte «¿Qué lugar ocupa la escritura en mi vida?»

El escritor afirmó que las Escrituras están llenas de textos hermosos sobre la esperanza. Mencionó Hebreos 6, 18: » es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma». Explicó así que la esperanza es el ancla del alma segura y firme a la que debemos sujetarnos.

3. Compartir la fe y la esperanza con otros

«No podemos vivir la fe solos. Debemos pertenecer a familias espirituales, ya sea la familia, la parroquia o grupos de oración» aseveró Jacques. Compartiendo la fe y los anhelos nos animamos unos a otros con nuestros testimonios. «Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18:20). Con Dios en medio, la fe se fortalece y la esperanza se hace más alegre.

Jacques Philippe contaba cómo la prensa habla del horror por el que pasa la Iglesia en Francia, «pero yo veo a los cristianos compartiendo su fe y están felices. No hay esa capa de plomo que describen los periodistas».

Habló de la importancia de estar contentos por se cristianos: «una de las mayores tentaciones del demonio es privar a los cristianos del orgullo de su fe, de la alegría de ser cristianos. Necesitamos así comunidades fervientes en la oración, la alabanza y la Palabra de Dios».

4. Acercarse a los que sufren

«Mirar el sufrimiento es algo paradójico» decía. Cuando un cristiano es sensible al sufrimiento, su tendencia natural es dar ánimos al que sufre y tratar de darle esperanzas. «Cuando practicas la caridad, se renueva la esperanza» repitió. Animaba así, en comunión con Dilexi te, a acercarse a los pobres, a los pequeños, reconociendo en ellos a Cristo.

«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5:3). Con esta cita explicó que precisamente la pobreza es una gracia que nos obliga a practicar la esperanza. Por ello, no debemos temer nuestras pobrezas, debilidades ni sufrimientos. Porque a través de ellos aguardamos con perseverancia la salvación de Dios.

5. Proclamar el Evangelio

Cuando proclamamos el Evangelio, sentimos una alegría profunda, pero Jacques Philippe nos recuerda que esa alegría no debe basarse en nuestros méritos, talentos o logros humanos, sino en la esperanza firme de lo que Dios ha prometido. Cuando Jesús envió a los discípulos a anunciar el Evangelio les dijo «no os alegréis de que podáis someter a los espíritus, sino alegraos de que vuestros nombres están escritos en el Cielo» (Lc 10:20). La verdadera alegría cristiana nace de esta certeza: la salvación eterna nos asegura un futuro pleno en la presencia de Dios, y vivir el Evangelio se convierte en un ejercicio constante de esperanza, que nos permite mirar más allá de las dificultades del presente y encontrar paz y gozo en la promesa de la vida eterna.

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