Evangelización

Abel de Jesús: “Artistas, cargad con la belleza y traedla al campamento de los hombres”

El teólogo Abel de Jesús inauguró el primer curso de Arteología promovido por la Fundación Vía del Arte, un espacio formativo que busca tender un puente entre la creación artística y la experiencia espiritual.

Sonia Losada·25 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
artistas

Abél de Jesús impartiendo la sesión del curso.

Bajo el lema “Artistas, cargad con la belleza y traedla al campamento de los hombres”, Abel de Jesús invitó a los asistentes a contemplar el arte como una vía de revelación, donde la belleza se convierte en camino hacia lo divino.

El curso, estructurado en cuatro módulos —Ars Credendi (la fe), Ars Celebrandi (la liturgia), Ars Vivendi (la moral) y Ars Orandi (la oración)—, propone redescubrir las artes fundamentales del cristiano a través del lenguaje estético. El primer trimestre, conducido por Abel de Jesús, aborda temas como la creación y la tribulación, la expectativa y la revelación, la figura de Cristo como el hombre eterno, la caridad como amor, y el árbol de la vida en medio de la plaza.

Heraldos de Dios

Durante la primera sesión, celebrada en el taller del escultor Javier Viver, Abel de Jesús planteó una reflexión sobre el papel del artista en el mundo contemporáneo. Para él, el artista es un heraldo de Dios: alguien capaz de percibir la profundidad de lo real y transmitirla a los hombres mediante la belleza. “El artista es el hombre cargando la Belleza y llevándola al campamento de los hombres”, afirmó.

El teólogo explicó esta idea recurriendo a una imagen poderosa tomada de la “Ilíada”: la escena en la que Aquiles rescata el cuerpo sin vida de su amigo Patroclo, muerto por Héctor. Aquiles, vencido por el dolor y el amor, carga el cuerpo de su compañero y lo lleva de vuelta al campamento de los griegos. Para Abel, esta escena simboliza la tarea del artista: cargar con la belleza herida del mundo, rescatarla del campo de batalla del dolor y del caos, y traerla de regreso al corazón de la humanidad. El arte, entonces, no es un adorno, sino un acto de redención.

El artista, añadió, es aquel que vence la tentación del materialismo y logra conectar con la vida divina. Su obra, entonces, no es solo fruto del talento, sino eco de una experiencia trascendente. “Uno escucha «El Cascanueces» de Chaikovski —decía Abel— y dice: aquí está Dios”.

Heridos por la Belleza

La experiencia de la belleza, según el teólogo, no está exenta de sufrimiento. “El hombre está herido por lo eterno”, afirmó, recordando que todo ser humano lleva en sí una nostalgia del absoluto. Esa herida nos empuja hacia la búsqueda de lo divino, pero también nos confronta con nuestra finitud. “La experiencia de Dios es dolorosa —añadió—. Santa Teresa decía: muero porque no muero. Ese anhelo místico se reconcilia finalmente con lo cotidiano”.

La mística, decía Abel, es lo que Dios pone en el alma; la ascesis, lo que el hombre ofrece para disponerse a Dios. Sin embargo, advertía que la experiencia de lo divino no es manipulable: “La Belleza es indisponible. No sabes cuándo vas a experimentar un síndrome de Stendhal. Y cuando ocurre, te quedas sin aliento. Se abre una herida: la del pecado original”.

La búsqueda de lo último

En una de las reflexiones más profundas de la sesión, Abel de Jesús se preguntó: “¿Quién es Dios?” Su respuesta apuntó al deseo humano de totalidad: “Creemos en un solo Dios porque nuestro anhelo nos proyecta hacia una realidad última. No nos consolamos con lo penúltimo, sino con lo último”.

Citó a Ortega y Gasset: “Si la amada se va, la ciudad queda vacía.” Así explicó que el amor auténtico busca la unidad con lo amado. Cuando ese amor se orienta hacia Dios, el alma se eleva; cuando se queda en lo terrenal, se hunde. “No es que Dios sea insuficiente —aclaró—, sino que nuestras experiencias de Él son ideológicas o superficiales”.

Abel instó a los artistas a desprenderse de las estructuras humanas que a menudo sustituyen a Dios, a vivir su propia “noche oscura del alma”, en palabras de San Juan de la Cruz, y a buscar “más adentro, en la espesura”. Solo allí, decía, se purifican las alegrías y las tristezas que no vienen de Dios.

La creación como acto de amor

“La creación es un acto de amor hacia otro”, explicó Abel. El amor, como el arte, implica una tensión entre la unidad y la alteridad. “Ser distinto, pero tender a la unidad: ese es el drama del amor.” El teólogo relacionó esta dinámica con la Trinidad: el Padre que ama, el Hijo que es amado, y el Espíritu Santo que es el movimiento del amor. “El amor se realiza en la alteridad y solo así puede crear”.

Desde esa mirada, la creación del mundo es expresión de un amor que desborda. En el paraíso, el hombre vivía reconciliado con su cuerpo y con la naturaleza. Todo era armonía. El pecado, sin embargo, introdujo la ruptura: la criatura bella se volvió perecedera, herida. Aun así, la belleza conserva su poder de atracción, aunque siempre nos remite a algo que la trasciende. “Todo lo que no está enraizado en Dios se vuelve insuficiente”, recordaba el teólogo.

Sin Dios, la belleza se torna infierno

Abel también advirtió sobre el peligro de una belleza desligada de lo divino. “Sin Dios, la belleza se convierte en infierno”, afirmó, recordando los intentos del siglo XX por sustituir la religión por ideologías totalitarias. “Hitler tenía una idea de belleza fascista, y todo lo que no se ajustaba a ella le resultaba intolerable. Cuando se elimina a Dios, la belleza deja de iluminar y pasa a devorar”.

Citó los casos de Nietzsche y Freud como ejemplos de la desesperación moderna. “Cuando uno se aleja de Dios —dijo—, necesita llenar el vacío con otras cosas.” Hoy, ese vacío se disfraza de hiperconexión, redes sociales o consumismo, cuando lo que el alma necesita son “lámparas de Verdad que den luz y calor a las cavernas del sentido”.

El artista como malabarista del deseo

“El artista —concluyó Abel— debe ser un malabarista del deseo que conduzca al hombre hacia lo eterno, hacia el amor incondicionado de Dios creador.” Esa misión, insistió, no es opcional: exige entrega total, riesgo y fidelidad a la verdad interior. Su tarea no es entretener, sino despertar.


La formación continúa. Si quieres sumarte a la próxima sesión del curso –Expectativa y Revelación, impartida por Abel de Jesús- puedes ver la información aquí

El autorSonia Losada

Periodista y poeta.

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