Evangelización

¿Cómo nació Ayuda a la Iglesia Necesitada?: una entrevista a su fundador

En diciembre de 1987, se publicó una entrevista a P. Werenfried van Straaten, el fundador de la Ayuda a la Iglesia Necesitada, para la revista Palabra (nº 270). Publicamos la entrevista con motivo del 60 aniversario de Omnes.

José Miguel Pero-Sanz Elorz·1 de enero de 2025·Tiempo de lectura: 7 minutos
Fundador de Ayuda a la Iglesia Necesitada

P. Werenfried van Straaten ©CNS cortesía de AIN

En la Navidad de 1947, sin saberlo él mismo, el premostratense flamenco P. Werenfried van Straaten —secretario entonces del Abad de Tongerlo (Bélgica)— iniciaba lo que a partir de 1969 vendría a llamarse Ayuda a la Iglesia Necesitada.

En los cuarenta años que ahora se cumplen, la AIN —Pío Sodalicio desde 1964 y Asociación pública universal de Derecho Pontificio desde 1982— ha distribuido más de 1.500 millones de dólares USA en lugares donde la Iglesia está perseguida o en dificultades: la Iglesia «de las catacumbas» en países regidos por los comunistas tiene preferencia; pero en 1959 comenzó su ayuda en Asia, y poco después en Iberoamérica y África.

Unos 600.000 donantes proporcionan actualmente alrededor de 50 millones de dólares anuales para la construcción de iglesias; adquisición de biblias y libros religiosos; medios de subsistencia y motorización para sacerdotes necesitados; ayuda a comunidades de contemplativas; asistencia en campos de refugiados, etc.

El alma de todo ello sigue siendo el P. Werenfried, el Padre Tocino como le llaman en Alemania, quien el próximo 17 de enero cumplirá 75 años. Con motivo de ambos aniversarios ha concedido a PALABRA una entrevista en la que explica la génesis, vida, actualidad y perspectivas de su iniciativa.

Alguien ha dicho que el P. Werenfried es «una fuerza de la naturaleza»: estructura de atleta, que combate la tendencia a la obesidad; cabellos revueltos, frente alta, cejas enmarañadas, ojos vivos y sonrisa entre pícara y bonachona. Responde con precisión, como quien está acostumbrado a proponerse un objetivo y caminar derecho —sin desviarse por caminos colaterales— hacia él.

¿Por qué dicen que la AIN nació en una fecha concreta: el 25 de diciembre de 1947?

–Porque fue en aquel mes de diciembre cuando, con motivo de la Natividad, escribí un artículo en la pequeña revista que publicaba nuestra Abadía, con el título «No hay lugar en la posada», en el cual pedía ayuda para los alemanes vencidos y solicitaba también la reconciliación con el enemigo abatido. La respuesta a aquella llamada desbordó todas las previsiones, y fue así cómo comenzó una aventura de caridad y amor que ha llegado hasta nuestros días y abarca a los cinco continentes.

En Alemania le llaman «Padre Tocino». ¿A qué se debe este sobrenombre?

–En una de mis predicaciones para ayudar a la supervivencia de los refugiados de la diáspora alemana, pedí que cada una de las familias que me escuchaban, sacrificaran una loncha de tocino de la provisión familiar y la llevaran a la parroquia, que yo pasaría el sábado siguiente a recoger sus donativos. La operación tocino acababa de nacer. Miles de toneladas de este alimento afluyeron a la Abadía y desde allí salían camino de Alemania. Esto me valió el apodo de «Padre Tocino».

¿Pensó Vd. desde el principio en que su iniciativa llegaría a ser lo que es hoy?

–En ningún momento. En aquel diciembre de 1947 hice a los cristianos un sencillo llamamiento de amor al prójimo, que he venido manteniendo hasta nuestros días. Si ello ha dado lugar al desarrollo que nuestra Obra tiene en la actualidad, se lo debemos todo a Dios, porque es solamente Él el que suscita en el corazón de nuestros bienhechores el amor hacia la Iglesia necesitada.


PRIMEROS PASOS

¿Qué apoyos encontró en las primeras fases de su obra?

–El primero y principal fue el P. Stalmans, superior en aquel entonces de la Abadía de Tongerlo, de la que procedo. El de la Jerarquía local y por supuesto el apoyo y respaldo de los Santos Padres hasta nuestro Juan Pablo Il.

¿Cuáles fueron los siguientes pasos?

–Después de iniciar la ayuda a los refugiados, las acciones se fueron sucediendo paulatinamente: adopción de sacerdotes, motorización, capillas rodantes, construcción de iglesias en la diáspora alemana, basta que en 1952 se inicia la Ayuda a la Iglesia Necesitada.


Un capítulo importante de sus actuaciones fueron, y supongo que seguirán siendo, los países del Este de Europa: ¿Qué tipo de operaciones realizan ahí?

–La ayuda a los países del Este Europeo está destinada principalmente a la construcción y restauración de iglesias, ayuda a los seminaristas, ayuda a las religiosas, edición de libros religiosos y de oración, mantenimiento de sacerdotes (especialmente ancianos), etc.

¿Tuvo alguna relación con el Cardenal Wojtyla?

–Naturalmente. Él ha sido testigo de las ayudas que nuestra Obra ha enviado a la Iglesia de Polonia. Concretamente en la diócesis de Cracovia, de la que él procede, apoyamos la financiación de la construcción de la iglesia de Nowa Huta.

NUEVOS HORIZONTES

Tengo entendido que, con posterioridad, han ampliado el horizonte de sus ayudas. ¿En qué direcciones?

–Por expresa petición del Papa Juan XXIII, a raíz del Concilio Vaticano Il, en el que fui Consultor, comenzamos nuestra ayuda a la Iglesia amenazada y necesitada en los países del Tercer Mundo.

¿Cómo se entiende que un monje premostratense haya llegado a ser uno de los grandes «managers» de Occidente?

–No se puede entender si no se tiene fe. Yo soy simplemente un instrumento de Dios. Él se vale de mí para que el amor fraterno entre los cristianos no desaparezca.

¿No es usted también fundador de unas monjas?

–Así es: en 1966, y junto con la Madre Hadewych, religiosa belga de la Orden del Santo Sepulcro, fundamos en Bukavu (Zaire) el Instituto de las Hijas de la Resurrección. En 21 años de existencia, el Instituto cuenta ya con más de 100 hermanas profesas y un alto número de novicias y postulantes.
Como sacerdote y religioso, el objetivo de nuestra actividad pastoral es el de formar santos, hombres y mujeres, que vivan verdaderamente para Dios y para el prójimo siguiendo al pie de la letra los dos grandes mandamientos.

«ONU DE LA CARIDAD»

¿Qué tipo de personas les ayudan?

–Tanto el equipo de mis colaboradores en los 13 secretariados de la Obra, como los 600.000 bienhechores que tenemos en todo el mundo, está formado por personas de todo tipo y condición: sacerdotes, religiosos-as, laicos, humildes y poderosos, todos formamos una gran familia que se ha dado en llamar las «Naciones Unidas de la Caridad».

¿Le importaría ilustrarnos su labor con algún caso concreto, con alguna anécdota ilustrativa?

–Yo creo que podría enumerar diez mil ejemplos. Cada año nos llegan 8.000 solicitudes de ayuda, y nosotros ayudamos en aproximadamente 6.000 casos. Algunas solicitudes no entran en nuestro campo de ayuda pastoral, y nosotros debemos remitirlas a otras organizaciones. Ustedes piden ejemplos concretos. Tomemos la construcción de iglesias. Recientemente pasó un Obispo de Iberoamérica y nos solicitó ayuda para una gran catedral en honor a la Madre de Dios. Yo reflexioné y le indiqué que sería mejor que construyera una iglesia modesta y con el dinero ahorrado, que construyera un centro de catequesis. Así se alegraría mucho más la Madre de Dios. Eso fue lo que hizo, y nosotros le dimos un subsidio, que de otra forma con seguridad le habríamos negado. Un Obispo de la India me escribió que si quisiera construir una porqueriza, entonces algunos organismos católicos le financiarían un verdadero palacio. Pero si deseara obtener dinero para una construcción para el Señor, solamente se podría dirigir a «Ayuda a la Iglesia Necesitada».


MOMENTOS DIFÍCILES

Y dificultades ¿no han encontrado?

–Dificultades ha habido siempre más que suficientes. Entretanto, he comprobado que era más fácil vencer a los contrarios fuera de la Iglesia que dentro de ella.

Concretamente a raíz del Concilio Vaticano II, usted parecía ser un personaje molesto para algunos. ¿Qué tenían contra usted?

–Después del Concilio Vaticano II nuestra Obra era un estorbo, sobre todo para la diplomacia del Vaticano y otras fuerzas en la Iglesia, que malentendieron el «aggiornamento» del Santo Padre, como si fuera posible establecer compromisos con los regímenes ateístas. Querían acabar con nuestra Obra y casi lo consiguieron.

¿Cómo se resolvió todo ello?


–Los Cardenales y los Obispos de la Iglesia perseguida se colocaron enérgicamente a nuestro lado e intervinieron a nuestro favor ante el Santo Padre. El Papa Pablo VI discutió conmigo largo tiempo sobre ello y me confirmó la necesidad de nuestro trabajo. Él asignó a nuestra Obra el status oficial de un «Pium Sodalitium» y la colocó bajo su protección personal.


ORGANIZACIÓN

Desde un punto de vista jurídico ¿qué tipo de personalidad tiene la AIN?

–Canónicamente somos desde 1984 una Organización Pública y Universal, establecida por la Santa Sede, subordinada tanto al reglamento canónico, como a los propios Estatutos aprobados por la Santa Sede. De Derecho Civil somos una organización de utilidad pública, que pone sus medios a disposición, directa y exclusivamente, de fines benéficos.

¿Cómo está organizada?

–A.I.N. está formada por 13 secretariados nacionales que dependen de la Sede Central que radica en Königstein (Alemania Federal). En esta Sede, además del Departamento Internacional de Información, está la Comisión de Proyectos y Asignación de Ayudas que se encarga de estudiar todas las peticiones que se reciben, y el Departamento Financiero que emite las órdenes de pago de las peticiones aceptadas.

¿Cuál ha sido su último presupuesto anual y cómo se ha repartido porcentualmente por sectores?

–En el año 1986 se recaudaron 41.473.189 dólares que se repartieron, porcentualmente, de la forma siguiente: Iglesia perseguida 39,4 %; Iglesia amenazada 54,7 % y refugiados 5,9 %.

Con algunos organismos benéficos las personas tienen dudas acerca del destino de sus limosnas. Sospechan que, en cierto grado, puedan financiar guerrillas o iniciativas pastorales de dudosa rectitud doctrinal. ¿Qué tipo de cautelas toma la AlN para garantizar a sus bienhechores de que no pasará nada de esto?

–Para que una petición sea tomada en cuenta, debe ir acompañada por el respaldo oficial del Obispo de la diócesis de donde proceda la misma, o por el Superior religioso del que depende el peticionario. Las ayudas se envían también por el mismo camino.

TRABAJAMOS SIN PARAR

Usted ahora sólo es el Asistente espiritual. ¿Qué significa eso?

–Sí, en el año 1981 cesé en mi cargo de Moderador General de la Obra y me he limitado al cargo de Asistente Espiritual. Esta es mi tarea en la Obra, ser el pastor para esos cientos de miles que para nosotros no sólo son una posibilidad de ayuda para los otros, sino que también buscan inspiración para sus propias preocupaciones espirituales. El Asistente Espiritual tiene, según los Estatutos, la tarea de vigilar que la Orgnización sea fiel a la doctrina de la Iglesia y que la actividad conjunta de la Obra sirva a las finalidades previamente determinadas. A finales del año 1988, con 75 años, pienso en dejar también este cargo en otras manos. Como Fundador de la Obra tengo, según los Estatutos, el derecho a participar en todas las Asambleas, tomar la palabra en cualquier momento y, dado el caso, apelar a decisiones. Esta apelación sólo puede ser rebatida por el Consejo General, y esto con una mayoría de dos tercios. Así queda asegurado que la Obra, por lo menos mientras viva, siga trabajando en la línea del espíritu del Fundador.

¿Le importaría describirnos una jornada suya de trabajo?

–Un día normal de trabajo sería así: me levanto a las 6h., celebro la Santa Misa, desayuno y a las 8h. estoy en la oficina. Allí trabajo hasta las 10h.en la edición española del «Boletín» para Navidad. A las 10h. viene un periodista para una entrevista sobre el Aniversario. Esto dura hasta las 11h. Después viene un Obispo de Asia y más tarde una religiosa de Perú. A las 12h. empiezo a responder las cartas de los bienhechores basta las 13h. (hago unas diez); después almuerzo en mi mesa de trabajo mi comida de régimen, debo adelgazar, me acuesto una media hora y después sigo con las cartas. Más tarde discuto con mis colaboradores sobre una película acerca de la Obra, informo a los propagandistas franceses sobre las nuevas líneas espirituales en el salón de conferencias, hablo por teléfono con innumerables personas, ceno con un sacerdote de Polonia por la noche. Trabajo en la oficina hasta alrededor de las 23h. en un sermón a María. Pocas veces me acuesto antes de medianoche.

En enero cumple Vd. 75 años. ¿Cómo se garantiza la continuidad de su empresa en el futuro?

–Mientras viva y conserve mi integridad física y espiritual, mantendré la autoridad que me dan los Estatutos, y más tarde, bueno, si Dios quiere a nuestra Obra, entonces se ocupará de conseguir buenos colaboradores, y yo, por mi parte, le ayudaré en la búsqueda.

El autorJosé Miguel Pero-Sanz Elorz

Eclesiástico, periodista y escritor bilbaíno (1939), doctor en Filosofía y sacerdote del Opus Dei.

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