Familia

Cómo encontrar sentido a la pérdida de un hijo en el embarazo

Padres que han perdido a sus hijos antes de nacer cuentan cómo enfrentaron el dolor, defendieron la dignidad de sus pequeños y encontraron un sentido y frutos inesperados en su duelo.

Teresa Aguado Peña·15 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
Perder un hijo en el embarazo

José Manuel y Olatz, padres de tres hijos en el Cielo ©Cortesía del autor

«No hay latido» es la frase más temida de una madre al hacerse una ecografía. «Todo pasa muy rápido. De la noche a la mañana de pronto no estás embarazada. Pasas por muchos duelos. Y caes en la tentación de ocultarlo y que nadie se entere» cuenta Olatz, madre de 3 hijos en el Cielo e instagramer. Muchas madres pasan por esta misma experiencia y deciden acatar las normas de los médicos, callar y guardar ese dolor para ellas.

La funeraria En Vela, para bebés fallecidos antes o al poco de nacer, organizó una mesa redonda dando voz a este duelo. Distintas parejas compartieron su testimonio, defendiendo la vida desde el momento de la concepción así como la dignidad y el sentido de la corta vida de sus hijos: «Cuando nosotros pensamos que Dios soñó a cada uno de nuestros hijos para la vida, es cuando nos damos cuenta de que la dignidad no depende del tiempo que pasamos en este mundo» dice José Manuel, marido de Olatz.

En embarazos de no más de 14 semanas, las dos opciones que se dan son el legrado (aspiración uterina) o a través de un tratamiento farmacológico con misoprostol, unas pastillas para dar a luz en casa, experimentando fuertes dolores. Y la pregunta que muchos padres se hacen: ¿Y qué hago con el cuerpo de mi hijo? «El protocolo existente asume que, al darlo a luz en tu casa, vas a tirar el bebé al váter» afirma José Manuel.

Diana, una madre de Zaragoza, comprendió la importancia de enterrar a su hijo. «En Zaragoza no sabían nada del tema. Tuve que estudiarme la normativa y estuve 12 días de trámites administrativos hasta que pude enterrar a mi hijo». Estuvo a punto de tirar la toalla pero un cura la animó a seguir: «Quizás tu hijo sea un Moisés que tiene que abrir este camino en Zaragoza». Para Diana también es un signo de dignidad poner nombre a su hijo, por lo que tuvo que enfrentarse con la funeraria que quería poner «restos abortivos de Diana Herrera» en la lápida.

Los padres coincidían en que, en muchas ocasiones, se les trataba como locos. Incluso llegaban a planteárselo. Al perder a un hijo tan prematuro, se enfrentan a una incomprensión social por llorar la pérdida de un hijo que para la mayoría no existe. José Manuel explica que lo natural es dar a su hijo el lugar que merece: llorarle, ponerle nombre y enterrarlo: «vivirlo de otra manera sería antinatural».

Cómo llevar el dolor de la pérdida

Manuel cuenta que todo invita a intentar minimizar el dolor, huir de él: «Pero es un error. El dolor está ahí. Entonces es el momento de ser como la Virgen María. La Virgen no huyó del dolor sino que lloró a Cristo a los pies de la cruz. Y ella sabía que ese dolor tenía un sentido, que era la salvación del mundo». Explica así que aunque los planes de Dios sean incomprensibles, dan frutos que muchas veces uno no ve.

A pesar del dolor que supone, estos padres hablan con agradecimiento y muestran los frutos de tener un hijo, aunque no haya nacido: «El dolor te ordena, te transforma. Cuando pasa algo así, de pronto todo se para. Te desenmascara. Y te preguntas ¿Cuáles son mis prioridades?» cuenta Manuel. Todos coinciden en que una experiencia así une a la familia y cambia la perspectiva: «Este dolor no acaba con nosotros. Nos une y nos hace mirar hacia algo que está por encima de nosotros» dice Olatz.

Para José Manuel y Olatz la fe «lo ha sido todo» en la pérdida de sus tres hijos: «atravesar la muerte de un hijo ha sido entrar en contacto directamente con el Cielo. Porque hemos conocido a un Dios que ha hecho algo mejor que evitar el sufrimiento, que es vencerlo, darle un sentido y una esperanza». Para Olatz, tener tres hijos en el Cielo es un aliciente más para buscar la santidad y llegar allí para encontrarse con ellos.

El mensaje que dan estos padres a las familias que pasan por lo mismo es: «Que no caigan en la trampa de minimizar la pérdida: cada hijo tiene su valor y su lugar, y aunque el sufrimiento pueda ser intenso en el corto plazo, merece todo nuestro espacio, nuestro tiempo y nuestras oraciones. Este duelo no es un proyecto fallido: es la pérdida de un hijo que ha partido al Cielo, y reconocer su dignidad es fundamental para poder acompañar y honrar esa memoria».

Finalmente, Olatz recalca la importancia de entender el hijo como un don. «Dios nos permite ser cocreadores con Él. Un hijo es un milagro. No lo reduzcamos a una necesidad, un derecho o una carga, sino a un don y un regalo que se pide y que puede llegar si estamos abiertos a ello. Pero siempre desde la certeza de que son un don y que no podemos apropiarnos de ese don, que no es del matrimonio, sino que es de Dios».

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