Ecología integral

Consejos para la vida espiritual de personas con TDAH 

Las personas con TDAH pueden desarrollar una vida espiritual sana entendiendo las particularidades de su modo de ser e integrándolas con paz en sus prácticas espirituales.

Javier García Herrería·17 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
TDAH 

Vivir la fe con un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no parece un desafío especialmente difícil, pero sí es bueno saber tener en cuenta algunas consideraciones que pueden ayudar a desarrollar una vida espiritual sana. 

Algunos síntomas del TDAH como la inconstancia, la impulsividad, la dificultad para concentrarse o mantener rutinas parecen enemigos de la oración y del recogimiento interior. Sin embargo, los creyentes con TDAH pueden descubrir que sus limitaciones pueden ser también una vía singular de encuentro con Dios. 

El doctor Carlos Chiclana ha elaborado una guía gratuita en PDF con recomendaciones para personas con TDAH. Este recurso online está diseñado específicamente para ellos, empleando un diseño gráfico que facilita enormemente su lectura.

La obra recoge consejos como los que se exponen a continuación:

Un camino de aceptación y confianza

Las personas con TDAH pueden descubrir que su propio modo de ser —inquieto, cambiante, sensible— puede reflejar algo del dinamismo del Espíritu Santo. El camino espiritual no consiste en eliminar la distracción, sino en aprender a amar a Dios desde la distracción.

Al final, se trata de volver a las palabras del testimonio inicial: “Me siento en un banco de la iglesia y le digo al Señor: aquí estoy, qué bien estamos, ¿no?”.  Quizás ahí, en ese abandono sencillo, está el corazón de toda vida espiritual.

Tiempos más cortos

La oración no necesita durar una hora para ser profunda. En el caso del TDAH, mejor orar poco y bien, que mucho y mal. Fracciones de 10 o 15 minutos, repartidas a lo largo del día, pueden ser mucho más fecundas. Lo importante es ser fiel, no perfecto.

Tratarse amablemente

La primera regla es la compasión con uno mismo. “No te puedes ver como un ser enfermo”, explica uno de los testimonios. El TDAH no es un defecto moral, sino una forma distinta de percibir, sentir y reaccionar. Desde la fe, se trata de mirarse con los ojos de Dios, que “no ha podido crearme imperfecto, porque Él es perfecto”.

Quien vive con TDAH debe aprender a agradecer más que a lamentar, a descubrir la gracia escondida en cada intento fallido. Cambiar la autocrítica por gratitud es ya un acto de humildad profunda. “Un día me di cuenta de que hay más motivos para dar gracias que para pedir perdón, y eso me ayudó a enfocar la lucha en positivo”.

Desarrollar conciencia de las propias dificultades

La autoconciencia no es resignación, sino un ejercicio de lucidez espiritual. Saber que la inconstancia, la desorganización o la impulsividad no son pecado, sino parte de la propia condición, permite dejar de castigarse y empezar a crecer.

“Ser diagnosticado fue una herramienta de comprensión —afirma otra persona—. Me ayudó a dejar de culpabilizarme y a entender por qué me costaba tanto mantener hábitos o concentrarme en la oración.” 

El consejo es claro: identificar, aceptar y redirigir. Ser conscientes de los patrones permite volver a centrar la atención y evitar la “bola de nieve” de frustración y culpa.

Hacer de las dificultades tema de oración

Las distracciones, el cansancio o la ansiedad no deben excluirse del diálogo con Dios, sino convertirse en materia de oración. “Converso con el Señor sobre cómo me encuentro e intento ver las cosas con sus ojos”, escribe alguien con TDAH. Orar no es alcanzar la calma perfecta, sino presentarse ante Dios tal como uno está.

A veces, escuchar música espiritual, rezar con un audio o anotar pensamientos puede ayudar a sostener el diálogo interior. Lo importante no es el método, sino mantener el corazón abierto.

Momentos de reflexión y recomienzo

El TDAH tiende a dispersar la atención y a romper rutinas, por eso es clave introducir pequeños “puntos de control”: cinco minutos al final del día para revisar cómo ha ido la jornada, qué se ha cumplido y qué se puede recomenzar.

Esa costumbre, tan sencilla, permite vivir el perdón diario y la esperanza. No importa cuántas veces uno se distraiga, sino que siempre puede volver a prestar atención, sin frustración: “Con intentar vivir el aquí y el ahora, ya tengo mucho ganado”.

Apoyarse en tareas concretas durante la oración

Las personas con TDAH rezan mejor cuando la oración se vuelve activa: escribir una carta a Jesús o a la Virgen, dibujar lo que se medita, leer biografías de santos, escuchar música que ayude a conectar con lo divino. Son herramientas que canalizan la energía y la emotividad, y que convierten la creatividad en oración.

Orden y rutina

El orden externo puede sostener la paz interior. Por eso, establecer rutinas realistas es vital: levantarse temprano, asistir a misa, hacer algo de ejercicio, comer a horas regulares.

El orden no es rigidez, sino un soporte que libera la mente del caos. “Me intento poner metas realistas —dice un testimonio— y centrarme en que todo esfuerzo sea por amor, no por sentir que progreso.”

Apoyo en otras personas

Nadie puede sostener su vida espiritual en solitario. La comunidad, la dirección espiritual o el acompañamiento psicológico y pastoral son anclas fundamentales. Hablar con un sacerdote, participar en una comunidad o rezar con otros ayuda a mantener el rumbo cuando el cansancio o la desmotivación aparecen. “La dirección espiritual me ayuda mucho con la culpa y la preocupación”, confiesa uno de los participantes.

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