La festividad de hoy recuerda no sólo la construcción material de los templos erigidos sobre sus sepulcros, sino, sobre todo, la dedicación. Es decir, la consagración de los edificios a Dios y al culto divino, por la que se convierten en lugares santos. Y también la realidad espiritual que representan para la fe católica: la continuidad apostólica y la unidad de la Iglesia edificada sobre el testimonio martirial de san Pedro y san Pablo.
La basílica de San Pedro marca el lugar donde, según la tradición, el primer Papa sufrió el martirio. Su dedicación original data del siglo IV, bajo el emperador Constantino. La basílica actual, reconstruida entre los siglos XVI y XVII, es símbolo visible del ministerio petrino, al cual Cristo confió la misión de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32).
La Iglesia ve en este templo, cuya construcción duró 170 años, bajo 20 Pontífices, un signo de la unidad en torno al Sucesor de Pedro. “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”, le dijo Jesús (Mt. 16, 18-19).
San Pablo Extramuros
La basílica de San Pablo Extramuros, levantada sobre la tumba del apóstol de los gentiles, se fundó también en el siglo IV, y posteriormente fue reconstruida tras el incendio de 1823, que destruyó casi todo. Tuvo lugar una reconstrucción monumental que terminó en 1854. Se conservan vestigios como el claustro y el arco triunfal. Hoy es un importante centro de peregrinación y una de las cuatro basílicas papales (las otras tres son San Pedro, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor).
La última gran celebración en la basílica de San Pablo Extramuros, que está situada a 11 kilómetros de la basílica de san Pedro, tuvo lugar recientemente, con la histórica participación en un servicio de oración ecuménica del rey Carlos III de Gran Bretaña, y la reina Camila.




