Solo en la capital de la República Democrática del Congo, Kinshasa, con cerca de 20 millones de personas, hay más de 30.000 niños malviviendo en las calles. Se estima que un 80 % de ellos fueron abandonados por acusaciones de brujería. El documental Kobotama Lisusu (Los renacidos), pone el foco en dos hermanos acusados de brujos, Fils y Ruth, y en su historia de superación y esperanza, para convertirse en algo más que unos huérfanos de la calle.
El film se estrenará en Madrid el 27 de noviembre, dirigido por Álvaro Hernández Blanco, “firme creyente en el poder del cine documental para catalizar ciertos cambios, para concienciar”, asegura. Para situarse, basta un dato: entre 50.000 y 70.000 niños en República Democrática del Congo han sido acusados de hechizos y brujería, según UNICEF y Save the Children.
De la mano de Amigos de Monkole
Alvaro Hernández lo hace “de la mano de Amigos de Monkole, que desde sus inicios ha ayudado a tanta gente en el Congo”, más de 150.000 personas, principalmente niños y mujeres en situación de vulnerabilidad. En efecto, esta fundación ha puesto en marcha un Programa de Becas para escolarizar, en una primera fase, a 50 niños de dos orfanatos en Kinshasa.
“En realidad estás proponiendo a la gente colaborar en la solución, o sea, tiene sentido. Son iniciativas para escolarizar a niños. Por una cantidad módica le puedes pagar un curso escolar a un chaval huérfano”, explica Álvaro Hernández en una conversación con Omnes.

Crees en el poder del cine documental…
– Sí. Poder contar estas historias, contextualizar, ahondar en la riqueza de la problemática del sitio, transmitir un poco esas diferencias culturales, esa idiosincrasia tan exótica en este caso. Al final te ayuda a entender todo mejor desde dentro, y a querer colaborar un poco en el cambio. Trato de hacer documentales de la mano de gente que conoce muy bien el terreno y las posibles soluciones a muchos de esos problemas.
¿Cómo has conectado con ese país, R.D. del Congo, y te has sensibilizado con el tema del documental?
– Me contacta Gabriel González Andrío, que trabaja en la Fundación Amigos de Monkole, a raíz de otro documental que había hecho yo sobre el tema de las migraciones. Gabriel, productor ejecutivo del documental, da importancia al valor de contar las historias desde dentro para poder transmitir un mensaje acerca de una causa. Cuando dejas que los protagonistas hablen de esos temas los empiezas a entender y a sentir que también son importantes.
Gabriel me propone un viaje con esta fundación Amigos de Monkole, para hacer propias algunas de las historias que ellos están acostumbrados a encontrar en la región que ellos trabajan. Y viajamos a la R.D. del Congo en Semana Santa de este año.
El fenómeno de los niños abandonados en la calle…
En concreto, quisimos poner la lupa en este fenómeno de los niños abandonados en la calle, muchísimas veces tristemente por acusaciones de brujería. Son niños que crecen en la pobreza, sin techo, en orfandad. Y gracias a Amigos de Monkole, una minoría de ellos salen adelante. Y gracias en general a la caridad, porque estos niños están absolutamente desahuciados, y algunos tienen más suerte, pues encuentran otras vías para salir adelante, unos orfanatos, una educación…. Esto es un poco lo que queremos reflejar en este documental.
También hay imágenes muy bonitas del Domingo de Ramos, que muestran cómo se viven estas fiestas de manera tan distinta, dan el broche final al documental, es una de mis escenas favoritas.
Los protagonistas son dos hermanos congoleños…
– Estuvimos siguiendo de cerca a dos hermanos, Fils y Ruth, que nos contaron de dónde venían y a dónde se dirigían. El documental se titula ‘Kobotama Lisusu’, que significa algo así como ‘Los renacidos’ en lingala, un idioma principal que se habla en Kinshasa (R.D. del Congo), aparte del francés.
Fils y Ruth fueron maltratados y expulsados de su hogar cuando eran niños, acusados de ser brujos. Solo en Kinshasa, donde viven cerca de 20 millones de personas, hay más de 30.000 niños malviviendo en las calles. Se estima que un 80 % de ellos fueron expulsados y abandonados por acusaciones de brujería.
¿Esas acusaciones vienen de fuera, o de dentro de la familia?
– Vienen de dentro de la familia, eso es lo más duro. Que unas creencias tan nocivas y tan insidiosas puedan llevar a que un padre o una madre se convenzan por cosas tontas, como que tienen granos, u otras, por poca salubridad, para echar más gasolina al fuego… Y que puedan llegar a decir: tú estás maldito…
A veces son factores absolutamente externos a ellos, como que al padre le va mal en el trabajo. Y se las ingenian para hacer del pobre chaval inocente un chivo expiatorio. Y esto es algo que se ve muchísimo. En el documental no contamos explícitamente algunos de los casos más espeluznantes que escuchamos, de niños a los que matan directamente, en fin…
Parece que en el país hay muchos niños sin familia, sin padres que les atiendan, y orfanatos. ¿Es así?
– Si. Es un problema multifactorial, que hace, por ejemplo, que Mama Coco sea el orfanato más grande, o uno de los más grandes de la República Democrática del Congo, que tenga tantos chavales.
Yo no sé decir si hay muchos que son huérfanos de guerra, otros por el motivo que he explicado de la brujería… Son temas sensibles que uno no quiere tampoco indagar demasiado. Al ver las imágenes se aprecia que son chavales con algún tipo de minusvalía. No es descabellado asumir que a la mayoría de esos chavales les han abandonado por este motivo.
Luego están los conflictos armados.
– A ver, hay problemas de toda índole.
¿Y cuál es vuestro enfoque?
– El espíritu con el que hemos afrontado el trabajo es contar historias de esperanza y de superación. Urge reivindicar esas historias. O sea, cuando ves a alguien como Ruth y Fils salir adelante pese a todo. Y quedar con buena gente que les echan una mano, que les hacen creer en ellos mismos. Que les dan las herramientas y los caminos, y los recursos para convertirse en algo más que unos huérfanos de la calle.
Creo que aunque sea una historia aislada, conviene celebrarla, y conviene amplificarla. Para que deje de ser una historia aislada. Al final, ésa es la parte de inspiración que pretendemos con esto.
Y luego está una parte más a nivel práctico. Efectivamente estamos proponiendo la vía para poder colaborar en esta causa, es por un buen fin. Por algo así como cien euros, o doscientos, le pagas un curso entero a un chaval, y no es mucho realmente.
Una última cuestión, ¿habéis podido rodar con libertad?
– Es delicado el tema de hacer documentales, y más en un sitio como el Congo, donde puede haber una mirada de sospecha hacia el hombre blanco, y no sin motivo. No es fácil sacar recursos y grabar a gente que no fueran los protagonistas. Grabar en la calle de Kinshasa es casi impensable. Pero aunque no hemos tenido toda la libertad, creo que con todo sí hemos logrado imágenes bastante impactantes.
Concluimos la conversación hablando de Amigos de Monkole, que cuenta con una docena de proyectos en este país africano, muchos de ellos a través del hospital materno infantil Monkole, en Kinshasa.
La educación, fundamental
“Estamos convencidos de que la educación es fundamental para el desarrollo de un país y garantía de igualdad de oportunidades para todos los niños”, ha manifestado Enrique Barrio, presidente de Amigos de Monkole, que tiene su sede en Madrid. Se puede colaborar con estos proyectos a través del Bizum 03997. El documental se estrenará en los cines del Palacio de la Prensa de Madrid (c/ Gran Vía) el jueves 27 de noviembre a las 20:45 horas.