El Papa León XIV recibió en el Vaticano a una peregrinación de monaguillos procedentes de Francia. Durante el encuentro, el Pontífice sorprendió por la claridad de su mensaje: les animó a estar atentos a la posibilidad de que Dios les llame al sacerdocio, sin miedo a plantearse la vocación desde la infancia.
El gesto resulta significativo en un contexto en el que el laicismo de ciertos sectores presiona para apartar la religión de la vida escolar, llegando incluso a presentar la transmisión de la fe a los hijos como un supuesto “abuso de conciencia”. En paralelo, desde hace décadas crece entre algunos cristianos la tendencia a retrasar el bautismo para que sus hijos decidan de adultos, y no son pocos los padres creyentes que evitan proponer a sus niños y adolescentes una vida cristiana exigente.
Tener vida de oración desde jóvenes
Pareciera que con ir a misa los domingos y confesarse de cuando en cuando uno ya estuviera llevando una vida cristiana estupenda. Sin embargo, el Papa invitó a los asistentes a dedicar “tiempo a hablar con Jesús en lo más profundo de su corazón y a amarlo cada vez más. Su único deseo es formar parte de su vida, iluminarla desde dentro, convertirse en su mejor y más fiel amigo. La vida se vuelve hermosa y feliz con Jesús. Pero Él espera su respuesta. Llama a la puerta y espera para entrar: «Mira, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa y cenaré con él y él conmigo» ( Apocalipsis 3, 20).
Las palabras del Papa mostraron gran entusiasmo al añadir: ¡Estar «cerca» de Jesús, Él, el Hijo de Dios, y entrar en su amistad! ¡Qué destino tan inesperado! ¡Qué felicidad! ¡Qué consuelo! ¡Qué esperanza para el futuro!”.
Sólo Jesucristo salva
Tras explicar que Dios nos ama a cada uno animó a los jóvenes a tener trato e intimidad con él, subrayó que Jesucristo es el único que puede salvarnos, “porque solo Él tiene el poder de hacerlo —Él es Dios Todopoderoso— y porque nos ama”. La prueba de que Dios nos amó es que murió en la cruz por cada uno. “Y la Iglesia, de generación en generación, preserva cuidadosamente la memoria de la muerte y resurrección del Señor, de la que da testimonio, como su tesoro más preciado. La preserva y la transmite celebrando la Eucaristía, a la que ustedes tienen la alegría y el honor de servir. La Eucaristía es el tesoro de la Iglesia, el tesoro de los tesoros”
A León XIV no pareció preocuparle el entusiasmo propio de la edad o la falta de madurez de sus oyentes para plantearse las grandes cuestiones vocacionales: “También espero que estén atentos al llamado que Jesús les dirige para seguirlo más de cerca en el sacerdocio. Hablo a sus conciencias de jóvenes entusiastas y generosos, y les diré algo que deben escuchar, aunque les preocupe un poco: la falta de sacerdotes en Francia, en el mundo, ¡es una gran vergüenza! ¡Una vergüenza para la Iglesia!”.
Antes de despedirse, el Papa animó a los jóvenes a descubrir la grandeza de la vocación sacerdotal: “Que, poco a poco, domingo tras domingo, descubran la belleza, la felicidad y la necesidad de tal vocación. ¡Qué vida tan maravillosa es la del sacerdote que, en el centro de cada uno de sus días, encuentra a Jesús de una manera tan excepcional y lo entrega al mundo!”.