Jean Ramazani Mukwanga nació en Sama (República Democrática del Congo) el 2 de octubre de 1992. Viene de una familia de nueve hijos y recibió la ordenación sacerdotal el 5 de junio de 2022. Estudia Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, y actualmente está en el tercer año de la carrera. A día de hoy está en el Colegio Sacerdotal Tiberino.
¿Cómo descubrió su vocación al sacerdocio?
—Descubrí mi vocación justo después de mi bautismo, a los 12 años, es decir, en 2005. Me bautizaron de adulto, porque mis padres aún no habían contraído matrimonio religioso. En aquella época, en la diócesis de Kindu, no se podía bautizar a un niño si sus padres no estaban casados religiosamente. Justo después del bautismo, me uní al grupo de monaguillos y, al cabo de un mes, empecé a servir en el altar durante la Misa. Al sentarme junto a los sacerdotes y servir en Misa, sentí un gran deseo de ser sacerdote. Ese fue el mayor punto de inflexión en la historia de mi vocación, y después de un año me inscribí en el grupo vocacional, así que en 2006 y 2007 entré en el Seminario menor.
¿Cuál fue la reacción de su familia y amigos cuando les dijo que quería ser sacerdote?
—Al principio, mis padres no querían oírme decir que iba a ser sacerdote. Ante su actitud, me enfadé y no quise ni comer ni hablar con ellos durante tres días. Cuando vieron mi reacción, aceptaron que fuera al seminario menor. En cuanto a mis amigos, algunos estaban contentos, otros no querían que me hiciera sacerdote.
¿Cómo describiría a la Iglesia de su país?
—La República Democrática del Congo es uno de los países africanos con mayor población cristiana. Alrededor del 80-90 % de la población se declara cristiana, dividida principalmente entre católicos romanos (~50 %), protestantes (Église du Christ au Congo – ECC) (~20 %), iglesias renovadoras (pentecostales, evangélicas, etc.) (~10-15 %), y otros grupos cristianos (como los Testigos de Jehová, ortodoxos, etc.).
¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta la Iglesia en su país?
—Hay varios. La falta de recursos, pues hay pocos medios financieros para sostener las parroquias, las escuelas y las obras sociales; La inseguridad y conflictos, ya que en algunas regiones (sobre todo en el este), la violencia dificulta el trabajo pastoral. También la pobreza generalizada, la Iglesia a menudo tiene que suplir las carencias del Estado (educación, sanidad, etc.). Por otro lado, la escasez de sacerdotes y religiosos, sobre todo en las zonas rurales, donde algunas comunidades no tienen un acompañamiento espiritual regular. Está también la corrupción y las presiones políticas, ya que al denunciar las injusticias, la Iglesia sufre a veces amenazas. Por último, están los retos en la formación, hay una gran necesidad de reforzar la formación de los laicos, catequistas y futuros sacerdotes.
¿Cómo ve el futuro de la Iglesia en su país?
—El futuro de la Iglesia en la República Democrática del Congo está lleno de esperanza, a pesar de los numerosos desafíos. Su futuro depende de una juventud cristiana comprometida, de vocaciones crecientes, de la cercanía a los pobres, de una formación sólida y de la valentía profética frente a la injusticia.
¿Qué es lo que más aprecia de su formación en Roma?
—Lo que más aprecio de mi formación en Roma es el cuidado con el que la Pontificia Universidad de la Santa Cruz me enseña, no sólo intelectualmente, sino también espiritual y humanamente.
¿Cómo es hoy tu vocación de sacerdote? ¿Cómo te ayuda en tu trabajo pastoral tu formación a través de la Fundación CARF?
—Mi vocación como sacerdote es hoy una llamada a servir al pueblo de Dios con humildad, alegría y esperanza. Gracias a la Fundación CARF, he recibido una sólida formación intelectual, espiritual y humana en un ambiente eclesial universal. Y esto puede ayudarme a servir mejor a la Iglesia en mi país, con competencia, amor y fidelidad. Estoy agradecido por esta oportunidad, que me hace un trabajador más preparado en la mies del Señor.