Evangelización

Guadalupe: el corazón de México

Las apariciones de la Virgen en el Tepeyac a Juan Diego en 1531 transformaron la fe y la identidad religiosa de México, dando origen a la Virgen de Guadalupe y su significado para pueblos indígenas y europeos.

Gerardo Ferrara·10 de diciembre de 2025·Tiempo de lectura: 5 minutos
Guadalupe

Santa María de Guadalupe se le aparece a Juan Bernardino ©Wikipedia

El 12 de diciembre se celebra una fecha muy importante para México y todo el continente americano: las apariciones marianas de Guadalupe (1531).

Incluso hay un dicho: un mexicano puede no ser cristiano, pero sin duda es guadalupano. Intentemos entender por qué.

El contexto

Antes de la llegada de los españoles, los mexicas, también conocidos como aztecas, habían dominado a unas trescientas tribus y pueblos de la región mesoamericana. Los españoles quedaron impresionados por sus grandes ciudades, sus acueductos, sus sistemas de canalización de aguas y su organización política, pero sobre todo por la precisión con la que los mexicas observaban y registraban los movimientos celestes.

Este conocimiento tan preciso de la astronomía estaba relacionado con su concepción religiosa del cosmos. Para ellos, todo era sagrado y el equilibrio del universo se basaba en una serie de rituales fundamentales, entre los que se incluían los sacrificios humanos.

En el variado panteón mexica figuraban deidades como Huitzilopochtli, Quetzalcóatl, Coatlicue y otras.

Huitzilopochtli era la deidad principal: vinculado al sol y a la guerra, se le representaba como un ser feroz. Los mexicas creían que, para que el sol saliera cada mañana, era necesario alimentar a Huitzilopochtli con la sangre y las vísceras de las víctimas de los sacrificios humanos, para que el dios no devorara el sol.

La madre de Huitzilopochtli (y madre «colectiva») era Coatlicue, que en náhuatl significa «vestida de serpientes». En el imaginario nahua (término que define a todos los pueblos que hablan la lengua náhuatl, entre ellos los mexicas), la serpiente es símbolo de fertilidad y Coatlicue era una deidad ambivalente: madre de la tierra y de los seres vivos por un lado, destructora por otro.

Huitzilopochtli tenía su templo Mayor donde ahora se encuentra la catedral de Ciudad de México, en el Zócalo. Su madre Coatlicue, en cambio, probablemente lo tenía en una colina llamada Tepeyac.

Con la caída de Tenochtitlán en 1521, obra no solo de los españoles, sino también de otros pueblos nahuas opuestos a los mexicas y aliados con los europeos para derrotar a sus dominadores, se abrió para los mexicas un período que, en náhuatl, se denomina nepantla: «estar en medio». De hecho, se sentían «suspendidos», sin raíces y sin sus puntos de referencia culturales y religiosos. Con los templos derribados y la imposibilidad de perpetuar los sacrificios humanos, también se detenía, para ellos, la posibilidad de que el mundo siguiera adelante.

La llegada de los españoles fue interpretada como el fin del Quinto Sol. Los mexicas creían, de hecho, que la historia del universo se dividía en cinco Soles (Tonatiuh), cada uno de los cuales estaba destinado a terminar con una catástrofe. Los «hombres de piel clara venidos del este» coincidían con el regreso del dios Quetzalcóatl, y sus armas, sus caballos, las epidemias y la caída de Tenochtitlán marcaban precisamente el fin de la era del Quinto Sol, es decir, de su orden sagrado, político y cósmico.

Sin embargo, el sol seguía saliendo.

Llega la Madre

En aquella época dramática, Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un nahua convertido al cristianismo, de origen noble pero pobre, caminaba al amanecer por las laderas del cerro Tepeyac, el mismo donde antaño se veneraba a la diosa madre nahua Coatlicue (o, en cualquier caso, una divinidad femenina llamada Tonantzin, «nuestra querida madre», que podría ser un título atribuido a Coatlicue), oyó una dulce voz de mujer que le llamaba en náhuatl, utilizando un registro poético y ritual (el náhuatl es una lengua extremadamente compleja con diferentes registros coloquiales entre los hablantes, según la clase social o el grado de afectividad o parentesco).

La mujer lo llamó Juandiegotzin (como decir: Juandieguito) y le dirigió apelativos como noicnocahuatzin, noconetzin («mi amado, mi pequeño hijo»), formas lingüísticas delicadas, típicamente mexicas, que hoy encontramos en el español mexicano (hijito, etc.).

Juan Diego no entendió inmediatamente de quién se trataba, porque los rasgos mestizos de esa figura femenina no se correspondían con la imagen de la Virgen que le habían mostrado los misioneros españoles. Lo comprendió cuando la mujer, vestida a la manera de una princesa nahua, se le presentó como la siempre Virgen María, Madre del Dios verdadero.

Las apariciones

Para una reconstrucción detallada de los hechos, invito a leer el Nican Mopohua, la crónica redactada en náhuatl alrededor de 1550 por Antonio Valeriano.

Aquí solo daremos un resumen cronológico de las cinco apariciones:

  • 9 de diciembre de 1531 (primera). La Virgen se aparece a Juan Diego en el cerro del Tepeyac y le pide que le diga al obispo que le construya una iglesia.
  • 9 de diciembre (segunda). Juan Diego vuelve a ver a la Virgen tras la negativa del obispo; ella le anima a insistir.
  • 10 de diciembre (tercera). El obispo pide una señal y la Virgen se la promete al vidente.
  • 12 de diciembre (cuarta). La Virgen hace que Juan Diego recoja unas rosas de Castilla que han florecido milagrosamente y luego imprime su imagen en el manto del vidente (tilma).
  • 12 de diciembre (quinta). La Virgen se aparece por última vez a Juan Diego y le promete protegerlo, anunciándole que su tío Juan Bernardino, que estaba enfermo, se ha curado. También se aparece al tío, presentándose por primera y única vez con el título con el que es famosa («de Guadalupe»).

Las palabras pronunciadas por la Señora del Cielo

La mujer de las apariciones dijo, en náhuatl (Nican Mopohua, n. 26-28), entre otras cosas:

«Nicuicahua in noisotlaxōchīuh, nicān nicān niquīz;
Nehuatl in teteoh īnantzin, in tloque nahuaque,
in īpalnemoāni, in teyocoyani;
nicān nimitstlatlauhca, nimitstlatlauhtiliz:
nicān niquimati in notech monequi in notech nehua;
nicān nimitzmotlaloa,
ca ni in monantzin,
in monantzin nochtehuān,
in monantzin in tlalticpactlacatl,
in monantzin in nochi in intlācah».

Lo que significa

«Yo soy la Madre de Teteoh (el Dios verdadero de los teōtl, es decir, la Divinidad de la que todas las demás son emanación),
de Tloque Nahuaque (Aquel que posee todo lo que existe),
de Ipalnemoani (Aquel por quien viven los hombres),
de Teyocoyani (Aquel que crea a las personas).
Yo soy vuestra Madre,
la Madre de todos vosotros que vivís en esta tierra,
y la Madre de todos los hombres y pueblos que me invocarán, me amarán y confiarán en mí».

Sin embargo, sus palabras más famosas son las siguientes:

«Escucha, hijo mío, el más pequeño, el más pequeño de mis hijos:
no se turbe tu corazón, no temas.
¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?
¿No estás bajo mi sombra y mi protección?
¿No soy yo la fuente de tu alegría?
¿Qué más necesitas?».

En el Tepeyac se le apareció a un mexica una Madre muy diferente de Coatlicue, que antes era venerada allí. Esta nueva madre era dulce y respetuosa, como la que se le apareció a Bernadette en 1858, y hablaba el idioma de la vidente, de una manera tan amable que Bernadette contó que la Señora le había hablado «como una persona habla a otra persona» (la pobre no estaba acostumbrada a que la trataran así).

La Guadalupana se proclamó no solo madre del Dios verdadero y perfecto, sino también de Juan Diego y de todos los hombres y pueblos que la invocaran y a los que estaría dispuesta a escuchar, consolar, proteger y guiar.

Guadalupe

¿Por qué la Virgen que se le apareció a Juan Diego se conoce como «de Guadalupe»?

Hay que precisar dos cosas: la Señora nunca utilizó esta expresión con él; la Virgen de Guadalupe «original» se encuentra en Extremadura (España) y está vinculada a la Reconquista y a las expediciones hacia el Nuevo Mundo, hasta tal punto que Colón y muchos conquistadores de esa región (Cortés, Pizarro) eran devotos de ella y llevaron su nombre a América.

Si hoy conocemos a la Virgen del Tepeyac con este título es quizás debido a una distorsión fonética, relacionada también con una interpretación europea. El 12 de diciembre de 1531, de hecho, también el tío de Juan Diego, Juan Bernardino, que se encontraba enfermo en casa, tuvo una aparición de la Virgen, que se le presentó diciendo:

«Nican nicā Tepēuh ican nicā Tequantlazopeuh»
«Soy la que nace / aparece en la colina, la que aplasta a la serpiente».

Probablemente, entonces, cuando tanto Juan Diego como su tío relataron el episodio, los españoles que no hablaban náhuatl entendieron Tequantlazopeuh como si fuera De Guadalupe. O los indígenas, conociendo la veneración de los europeos por la Virgen de Guadalupe, asociaron ese título a la que se había definido como Tequantlazopeuh.

Sin embargo, el significado era muy claro tanto para los indígenas como para los europeos: para unos, esa Madre aplastaba a la serpiente, superando y sustituyendo a la divinidad venerada en esa colina; para otros, vencía al mal y cumplía la profecía del Génesis 3,15.

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