La libertad religiosa no es sólo una preocupación para los fieles, es un derecho humano fundamental que fortalece el tejido mismo de la sociedad democrática. En una época de creciente polarización, en la que a menudo chocan creencias e ideologías, la capacidad de practicar o rechazar libremente la religión sigue siendo una piedra angular de la dignidad humana y la armonía social.
Tanto para los creyentes como para los no creyentes, la libertad religiosa está profundamente entrelazada con otros derechos esenciales, como la libertad de expresión y la libertad de asociación. Estos derechos no existen aislados, sino que se refuerzan mutuamente. Cuando se socava uno de ellos, el efecto dominó debilita el marco más amplio de las libertades civiles. Por eso, las medidas represivas de los gobiernos contra la expresión religiosa, ya sea mediante la censura, el encarcelamiento o la violencia, son algo más que simples ataques a la fe. Señalan una peligrosa erosión de los derechos humanos.
Mientras el mundo moderno se enfrenta a cuestiones de identidad, gobernanza y coexistencia, el papel de la libertad religiosa debe seguir ocupando un lugar destacado en el discurso cultural y político. No es sólo un privilegio para los devotos, sino una condición necesaria para la justicia, la paz y el florecimiento humano.
¿Cómo definimos la libertad religiosa?
La libertad religiosa y lo que implica desde una perspectiva jurídica se articula en la Sección 1, Artículo 9 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, que establece que “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por el culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia».
Para profundizar en esta definición. Debemos entender que la libertad religiosa consta de dos aspectos fundamentales, la “libertad de” y la “libertad para”. La primera se refiere a que los individuos están libres de coacción para practicar o no la religión en contra de sus convicciones. Ni los gobiernos, ni las sociedades, ni los individuos pueden obligar a las personas a actuar en contra de su conciencia. Simultáneamente, la segunda se refiere a una orientación positiva para que los individuos busquen y actúen de acuerdo con las verdades religiosas que siguen.
Puesto que los humanos somos seres sociales y vivimos en sociedad, es función de la sociedad en su conjunto y de los gobiernos fomentar la práctica de la religión. La libertad religiosa implica que las familias, las comunidades y las instituciones tienen la libertad y la responsabilidad de ayudar a las personas a llevar a cabo sus convicciones religiosas.
El deber
Fundamentalmente, la libertad implica deber. La libertad de expresión conlleva el deber de proteger el buen nombre de alguien, la libertad de iniciativas económicas conlleva el deber de contribuir económicamente al bien común, del mismo modo, la libertad de practicar tu religión conlleva el deber de salvaguardar la libertad de otra persona de adorar a Dios según sus convicciones íntimas.
El ejercicio de la verdadera religión debe salvaguardar siempre la dignidad innata de la persona humana y promover el bien común. Esta es la prueba de validez de las prácticas religiosas: ¿Promueve el respeto a la dignidad innata de cada persona humana? Por tanto, al responder a esto, racionalizamos moralmente que prácticas como el infanticidio, la poligamia, la esclavitud, el maltrato psicológico, hacer la guerra, las conversiones forzadas y otras, no pueden formar parte del derecho a practicar la religión, aunque se hagan en nombre de Dios. ¿Por qué? Porque dañan nuestra dignidad humana intrínseca y perjudican el bien común.
Nuestro derecho humano inherente a la libertad religiosa exige que la sociedad se abstenga de interferir indebidamente en las prácticas religiosas de las personas y establezca un entorno propicio para una expresión religiosa saludable. Una sociedad libre es aquella en la que las personas pueden buscar activamente la verdad religiosa y vivirla en público y en privado. La libertad religiosa es un derecho humano universal, no una reivindicación especial de privilegio por parte de una confesión o la posesión de una fe frente a otras. Dicho todo esto, ¿por qué la libertad religiosa debe tener importancia en nuestra sociedad?
La libertad religiosa fomenta los valores familiares y la dignidad humana
La libertad religiosa permite a las personas vivir fructíferamente la veneración que quieren dar a Dios. El respeto a Dios implica el respeto a cada persona como hijo de Dios, que reconoce la dignidad intrínseca de las personas. Este reconocimiento es la salvaguardia y la base de todos los derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida, a la educación, a la iniciativa económica, etcétera.
Esta comprensión esencial de los derechos y responsabilidades de cada persona suele desarrollarse a una edad temprana, principalmente en el seno de la familia. ¿Cómo? Bajo el cuidado de sus padres, los niños aprenden la importancia de promover el bien de la familia dentro de su propia familia; aprenden el valor del amor, el respeto y la fidelidad. Al mismo tiempo, se les enseña que el amor se extiende a las personas más allá de sus familias, este amor social se manifiesta ayudando a los necesitados, defendiendo los derechos de los oprimidos y promoviendo el acceso a los derechos universales.
La dignidad natural de cada ser humano no es una acomodación hecha al azar por la sociedad o los gobiernos, la dignidad humana es inherente exactamente porque es innata y un núcleo interior del ser humano. Esta comprensión del valor de cada persona se aprende principalmente en una familia afectuosa y estable, que transmite la convicción de que es un don de Dios, no de ninguna institución humana. La verdadera religión lo hace automáticamente, y la influencia que ejerce en padres e hijos forma una cultura de respeto, que influye en los valores de cada persona en una sociedad, esto a su vez, repercute positivamente en la actividad social, incluida la política, que finalmente ayuda a dar forma a la sociedad en general.
La libertad religiosa promueve la armonía social
En una sociedad secular, puede ser fácil pasar por alto lo que la religión aporta a la comunidad, y para las personas que no son religiosas puede ser difícil apreciar por qué la fe es tan importante para los individuos. La libertad de practicar la propia religión también incluye la libertad de los creyentes de vivir sus creencias en los servicios y actos de caridad que prestan a la comunidad en general.
Las personas y organizaciones motivadas por su fe y sus profundas convicciones religiosas cuidan de las personas abandonadas en la sociedad, llaman la atención sobre las injusticias sociales que deben abordarse y trabajan en situaciones peligrosas para lograr la paz. Por tanto, al igual que ocurre con otros derechos fundamentales, la libertad religiosa debe estar en el corazón de las diversas sociedades democráticas, no en los márgenes.
Cuando las personas son libres de practicar su religión sin miedo a la persecución o la discriminación, pueden expresar plenamente sus creencias y vivir de acuerdo con ellas. Esto, a su vez, contribuye a fomentar un sentimiento de autoestima y dignidad.
Además, la libertad religiosa fomenta el respeto por los demás y la paz, porque contribuye al desarrollo de una sociedad que valora las diferencias individuales.
Cuando personas de distintas creencias religiosas trabajan juntas por el bien común es una señal positiva de que las dificultades y las diferencias pueden superarse por el bien de todos. Este ambiente de respeto mutuo basado en creencias compartidas ayuda a promover la cohesión social y la estabilidad dentro de una sociedad en crecimiento. En apoyo de esta afirmación hay un estudio que señala que la libertad religiosa tiene efectos positivos en la gobernanza democrática y la libertad de expresión de una nación, al tiempo que reduce la probabilidad de guerras civiles y conflictos armados.
La libertad religiosa fomenta el crecimiento económico
Hay investigaciones que sugieren que la libertad religiosa puede estar correlacionada con el desarrollo económico. Por ejemplo, un estudio publicado por el Interdisciplinary Journal of Research on Religion, encontró que los países con mayores niveles de libertad religiosa tienden a tener mayores niveles de desarrollo económico. Los autores del estudio sugieren que la libertad religiosa puede crear un entorno propicio para el espíritu empresarial y el crecimiento de las empresas, promover la paz social y la estabilidad empresarial, reducir la corrupción estatal, fomentar la creatividad e impulsar el progreso tecnológico.
Otros estudios también han hallado una correlación positiva entre libertad religiosa y desarrollo económico. Un estudio publicado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts en 2020 examinó pruebas de más de 150 países y descubrió que un aumento de la libertad religiosa se asocia con una mayor probabilidad de que un individuo prospere en la sociedad junto con un mayor estado de bienestar general. También señaló que la supresión de la libertad religiosa obstaculizaría el espíritu empresarial, la innovación y el bienestar social.
No obstante, cabe señalar que la relación entre la libertad religiosa y el desarrollo económico es compleja y polifacética, y que también depende del capital social de un país, de las instituciones gubernamentales y de muchos otros factores que también pueden contribuir al desarrollo económico.
Salvaguarda de la dignidad
En resumen, los derechos humanos son universales, ya que la dignidad inherente a la persona es una verdad humana objetiva, basada en la moral y la filosofía, que no depende de la raza, etnia, edad o sexualidad de la persona. Permite a las personas creer y practicar la religión de su elección, o no tener religión alguna.
En su conjunto, la libertad religiosa salvaguarda nuestra dignidad inherente y reafirma el valor presente en vivir las propias convicciones como seres humanos, su interdependencia con otros derechos humanos solidifica su lugar en una sociedad democrática próspera y, al mismo tiempo, tiene el potencial de ser una fuente de paz intercomunitaria al tiempo que ofrece la posibilidad de aumentar el crecimiento económico, reducir los conflictos comunitarios y promover el bien común. En particular, profundiza la posibilidad de esperanza y paz en un mundo que lucha con optimismo por tales valores.
Fundador de “Catholicism Coffee”