Educación

María Lacalle: «el testimonio es el vehículo más directo para transmitir valores»

Frente al mercantilismo educativo, la UFV apuesta por una educación que forme personas completas, con la ética, el acompañamiento y el testimonio del profesor como claves para crear "nuevos mapas de esperanza".

Teresa Aguado Peña·12 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 5 minutos
María Lacalle Noriega

María Lacalle Noriega ©UFV

En la Carta Apostólica “Diseñar nuevos mapas de esperanza”, el Papa León XIV invita a que las escuelas y universidades se conviertan en auténticos “laboratorios de esperanza” en donde se priorice la dignidad frente la eficacia o el mercantilismo educativo.

Propone así una educación que ponga a la persona en el centro, promoviendo el diálogo entre fe y razón, y la colaboración de toda la comunidad educativa —profesores, familias, estudiantes y sociedad civil— en una tarea coral. Subraya, además, la responsabilidad del educador, cuyo testimonio personal vale tanto como su enseñanza, y la necesidad de formar integralmente a los futuros profesionales con la mente, el corazón y las manos.

En este contexto, conversamos con María Lacalle Noriega, vicerrectora de Profesorado y Modelo Formativo y directora del Instituto Razón Abierta de la Universidad Francisco de Vitoria, para conocer cómo una universidad católica puede responder hoy a este llamado del Papa y convertirse en un verdadero espacio de transformación humana y social.

La Carta Apostólica “Diseñar nuevos mapas de esperanza” propone que la escuela católica sea un “laboratorio de esperanza” frente al mercantilismo educativo. ¿Cómo interpreta usted este llamado del Papa en el contexto de las universidades católicas? 

–En el contexto actual, uno de los principales peligros que enfrenta la universidad reside en la tendencia a concebir su función como meramente técnica y enfocada únicamente en la capacitación profesional. Es cierto que una gran mayoría de los estudiantes no busca otra cosa, y que muchas empresas reclaman precisamente ese tipo de formación. Esta dinámica ha llevado a que algunas instituciones universitarias adopten ese enfoque reduccionista, respondiendo a las exigencias del mercado y, hay que reconocerlo, obteniendo buenos resultados económicos.  

Sin embargo, la misión de la universidad va mucho más allá de la mera capacitación profesional pues abarca a toda la persona, y busca “que la profesionalidad esté impregnada de ética, y que la ética no sea una palabra abstracta, sino una práctica ordinaria”, como dice el Papa León.  Cuando la universidad cumple con su verdadera vocación y logra formar y transformar a sus alumnos, estos no solo se convierten en mejores personas, sino también en mejores profesionales. De este modo, la universidad realiza una aportación valiosa al bien común y contribuye activamente a la construcción de una sociedad más justa y mejor convirtiéndose, así, en un auténtico “laboratorio de esperanza”.

El Papa resalta que “los educadores están llamados a un testimonio que vale tanto como su enseñanza”. ¿Cómo puede una universidad católica implicar más a su profesorado en la tarea evangelizadora?

–El contexto educativo actual está marcado por el predominio del relativismo en la mayoría de nuestros alumnos, por lo que la eficacia de los argumentos y razonamientos teóricos es muy limitada. Los discursos racionales, por sí solos, pocas veces logran convencer, e incluso se encuentran con una gran dificultad para captar el interés de los alumnos. Frente a esta realidad, el testimonio personal se erige como un vehículo mucho más directo y potente de transmisión de valores y convicciones.

El ejemplo auténtico y coherente del profesor tiene una capacidad de impacto que supera ampliamente la fuerza de los argumentos teóricos. Cuando el docente no solo expone y defiende racionalmente una determinada concepción de la vida, sino que además vive de acuerdo con esos principios y lo demuestra en su día a día, su influencia se multiplica. De esta manera, el convencimiento que genera es doble: por un lado, a través del razonamiento lógico y, por otro, mediante la credibilidad y coherencia de su propio testimonio vital.

Esta combinación de argumentación y testimonio resulta fundamental en la formación integral de los alumnos y en la labor evangelizadora de la universidad católica, ya que facilita la comprensión intelectual de los valores propuestos y muestra su viabilidad y sentido en la vida real. Así, el profesor se convierte en un verdadero referente, capaz de inspirar y guiar a los estudiantes tanto desde la palabra como desde el ejemplo.

¿Cómo se fomentan las humanidades en la UFV? 

–En la Universidad Francisco de Vitoria, todos los alumnos de grado participan en un plan transversal de formación humanística, independientemente de la titulación que estén cursando. Y es importante destacar que las asignaturas de humanidades ocupan un lugar central en el modelo formativo de la universidad; no son un complemento, sino el núcleo fundamental sobre el que se articula la formación integral de los alumnos.

El objetivo principal de este itinerario es lograr una formación completa que combine la excelencia profesional con una formación integral sólida. Se busca que los alumnos desarrollen tanto sus capacidades técnicas como su dimensión humana, que aprendan a pensar con rigor, a situarse críticamente ante la realidad y a asumir con responsabilidad las riendas de su propia vida.

Las distintas asignaturas del itinerario de humanidades están diseñadas para invitar al alumno a formularse preguntas sobre la persona, la verdad, el bien y el sentido, en definitiva, por los interrogantes más profundos de la persona y de la sociedad. Esta reflexión se lleva a cabo a través de una pedagogía experiencial que vincula la reflexión humanística con el grado que están estudiando y con su propia vida. Los profesores tienen una función esencial en este proceso: su tarea principal consiste en despertar en los alumnos esas preguntas para, después, ofrecerles criterios que les permitan buscar y descubrir por sí mismos las respuestas, haciéndolas parte de su propio crecimiento personal y profesional.

¿Cómo hacen en la UFV para acompañar a los alumnos personalmente?

–En la UFV contamos con un modelo formativo que orienta y sustenta todo nuestro quehacer docente. Y hemos comprobado con alegría que el Papa resalta y da importancia a algunas cuestiones que para nosotros son también esenciales, como la comunidad, la búsqueda de la verdad, la relación, el diálogo entre razón y fe, la educación entendida como una tarea de amor y el papel del profesor como auténtico maestro. Todos estos elementos están presentes en el modelo formativo de la UFV, cuya base es una visión de la persona como ser en relación y cuyo eje central reside en la relación entre profesor y alumno. 

Conocedores de la potencia educativa de la relación, vivimos en el campus una cultura del acompañamiento que se materializa, por una parte, en una atención personalizada por parte del profesorado, y, por otra, en un itinerario de mentorías que recorren todos los alumnos. Un equipo de más de 300 mentores acompaña a nuestros estudiantes durante todo su proceso formativo, ayudándoles a conectar la reflexión humanista con su propia experiencia vital mediante preguntas significativas. De esta manera, acompañamos sus preguntas, escuchamos sus inquietudes, caminamos junto a ellos en busca de la verdad, y crecemos juntos. 

En un tiempo dominado por la tecnología y la inteligencia artificial, ¿Cómo puede la universidad católica formar profesionales que mantengan esa humanidad frente a la digitalización?  

–La educación es la clave que nos permitirá aprovechar todo lo bueno que nos aportan la tecnología y la inteligencia artificial sin perder humanidad. Y me atrevo a decir que, dentro de la educación universitaria, la formación humanística es imprescindible para dar sentido y autenticidad a todo en los entornos digitales y globales en los que vivimos. 

Creemos que es preciso abordar la cuestión en toda su amplitud, evitando el riesgo de formular la pregunta por la tecnología en la educación de manera excesivamente simple, como si fuera una cuestión meramente instrumental: ¿con qué educamos? Considerar que se trata simplemente de elegir esta o aquella herramienta nos llevaría a un reduccionismo ciertamente arriesgado. Por eso consideramos necesario ir más allá de la utilidad inmediata de las herramientas tecnológicas y abordar la cuestión con una mirada amplia, incluyendo la “reflexión teológica y filosófica”, como afirma el Papa León, o desde una “razón abierta” según la propuesta de Benedicto XVI que hemos adoptado en la UFV. Esto implica valorar cómo la tecnología y la manera de usarla puede afectar a las personas, a sus relaciones y a su manera de estar en el mundo, a su comprensión de la realidad, así como al bien común y al futuro de la humanidad. Así podremos llegar a planteamientos prudentes y sensatos que permitan aprovechar todo lo bueno de la tecnología y a evitar sus riesgos.

¿Qué objetivos tiene la UFV para los próximos años? 

–Nuestro objetivo principal es consolidar nuestro modelo formativo, que lleva por título Formar para transformar. Estamos convencidos de que la formación universitaria puede transformar vidas y sociedades enteras. Nuestro compromiso es formar personas que buscan la verdad y el bien, líderes capaces de afrontar los grandes retos del mundo con visión humanista, innovación y responsabilidad. Queremos ser un espacio donde la ciencia y la fe dialogan, donde la excelencia académica se une al compromiso social, y donde cada alumno, y también cada profesor, descubre el sentido de su existencia y la necesidad de comprometerse para transformar la sociedad. Aspiramos a poner todo de nuestra parte para “diseñar nuevos mapas de esperanza”, como nos pide el Papa León XIV.

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