Vocaciones

María Magdalena Santa Cruz: Entre “Diosidencias” 

La chilena María Magdalena Santa Cruz encarna una fe sumamente alegre, que mantiene gracias al apoyo incondicional de su marido y un amplio círculo de amigas que la asisten constantemente en su inagotable labor. 

Juan Carlos Vasconez·20 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos

María Magdalena Santa Cruz lleva la religión en su nombre y en su apellido, una “diosidencia” constante, como ella lo llama. Chilena, casada con Patricio hace 28 años, con cuatro hijos, la fe y el trato con los santos han marcado profundamente su vida. Su historia, siempre vivida en un ambiente de alegría, está también marcada por un camino que no siempre fue fácil.

Su nombre, que tanto le gusta, no es casual: “dice mucho de mí”, asegura. Si bien se lo pusieron sus padres, con el tiempo, su nombre y su vocación “se sellaron”, ligándola de alguna forma a María Magdalena, la santa que amó profundamente a Jesús y estuvo presente tanto en el Calvario como en la Resurrección.

Luchar contra las dificultades

Junto a su marido, Magdalena es supernumeraria del Opus Dei desde antes de casarse. Esta formación que los dos han recibido ha marcado “la mirada de cómo enfrentamos las dificultades y problemas”. Ellos se definen como una pareja “bien simple y de este planeta”. Como en muchas parejas que funcionan bien, la dinámica entre ambos es un juego de equilibrios: Patricio es un hombre de “paciencia infinita”, mientras ella se confiesa “apasionada, inquieta y movediza”.

Magdalena no tiene reparo en reconocer sus limitaciones con una franqueza refrescante. Padece una hemiparesia en el lado derecho, una condición que le hizo caminar y hablar tarde y que ha hecho “un poco más difícil todo”. A esto se suma una notoria tendencia a los despistes y la torpeza. Ella misma se cataloga como “bien limitada” y de tener un “déficit”. Todo se lo toma con buen humor. Es famosa en su familia por sus percances vehiculares, como “rayar el auto o chocar estacionando”.

Sin embargo, en su vida, la ayuda de los demás es clave para salir adelante. Su marido siempre la apoya en sus “ocurrencias” y mantiene la calma cuando ella se equivoca. Del mismo modo, cuenta con el apoyo incondicional de sus amigas, un grupo extenso que, por petición expresa, nombro al completo: Orietta, Jesica, Carola, Fran U, Fran B, Fran V (desde el cielo), Cote, Magu, Anita, Peca, Angélica J, Luz, Carola M, Angelita y Colomba. Ellas la han guiado “y nunca me soltaron”, y, por necesidad, “me tienen que tener paciencia”. A pesar de estas limitaciones, su entusiasmo y pasión son inagotables.

Devoción a santa Mónica

En el plano personal, su amor por la familia la ha llevado a tener una profunda devoción a santa Mónica, la patrona de las madres que oran por sus hijos. Debido a que uno de sus hijos no ha hecho el sacramento de la Confirmación, Magdalena se ha puesto manos a la obra: para pedir a Dios por él, ha organizado un grupo de jóvenes universitarios que preparan para la Confirmación a jóvenes de colegios donde no es importante la asignatura de religión. Las clases las tienen en las instalaciones de una parroquia cercana a su casa.

Su fe está tejida con estas realidades cotidianas. Recuerda a su abuela Marta, quien le enseñó a rezar el Rosario todos los días. 

El trabajo de unir 

Aunque sus inicios académicos fueron difíciles, con el tiempo logró estar “entre los 10 mejores promedios (eso sí ya en el último año de secundaria)”. Su primera carrera, Geografía, fue una prueba de carácter, pues la obligaba a subir “cerros empinados”,un esfuerzo que muchas veces tuvo que sortear gracias a que “mis compañeros me subieron”.

Después de muchos trabajos terminó centrando su atención en los más necesitados, en concreto en los barrios carenciados, se dedicó a trabajar en la periferia y “juntar a los mundos: unir, unir, unir”. Es un llamado que a veces la mantiene alejada de los de “barrio alto”, donde su trabajo “siempre ha durado poco”.

Actualmente, ha vuelto a su destino natural: Bajos de Mena, en la comuna de Puente Alto. Un ambiente difícil. Allí, se enfrenta a una realidad dura donde los jóvenes solo tienen dos posibilidades: “estudiar o la droga. Así de drástico”. En este entorno, ella está “soñando y ayudando en varios proyectos de formación para mis chiquillos, sus mamás, sus familias y mis profes que son lo máximo”.

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