Mónica Santamarina es la presidenta general de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas y de su Observatorio Mundial de las Mujeres. Su experiencia profesional permite que pueda ver muy de cerca la realidad de muchas mujeres en el mundo, también dentro de la Iglesia. Por ello, en esta entrevista analiza los avances realizados durante el Pontificado de Francisco para una mayor inclusión de las mujeres. Al mismo tiempo, propone medidas que ayuden a seguir mejorando en este aspecto.
¿Cómo considera que el Papa Francisco ha abordado el papel de la mujer en la Iglesia en comparación con sus predecesores? ¿Cuáles han sido los avances más significativos durante su pontificado?
– Tanto san Juan Pablo II, como Benedicto XVI, especialmente el primero, hablaron y promovieron a través de su magisterio el relevante papel de la mujer en la Iglesia y la importancia de que fuera asumido plenamente. Pero definitivamente ha sido el Papa Francisco quien lo ha abordado con mucho más fuerza, claridad y apertura, dándole al tema mayor relevancia.
Lo primero a señalar es la importancia que ha tenido la constitución apostólica “Praedicate Evangelium” (2022), donde se especifica que todos pueden dirigir un Dicasterio, lo cual incluye a los laicos y laicas, que pueden ser nombrados para llevar a cabo funciones de gobierno y responsabilidad de la Curia romana. A partir de aquí es cuando empezamos a ver realmente una presencia mayor de laicos y mujeres en puestos de responsabilidad en la Iglesia.
Además de lo anterior, lo que le ha dado aún mayor fuerza al discurso del Santo Padre ha sido:
- Su convencimiento pleno y evidente de todo lo que la mujer puede y debe aportar a la Iglesia, incluyendo su liderazgo y participación en la toma de decisiones, según su propia vocación, carismas y ministerios y con los límites claros de lo que corresponde exclusivamente al sacerdocio.
- El testimonio que ha dado al poner a las mujeres en puestos claves de los Dicasterios y otros organismos de la Curia Romana.
- La inclusión de las mujeres en la última Asamblea Sinodal, muchas de ellas con voz y voto.
El Papa Francisco ha hablado sobre la importancia de una mayor participación femenina en la toma de decisiones dentro de la Iglesia. ¿Cómo evalúa los avances concretos en este aspecto, especialmente en lo que respecta a los cargos de liderazgo y responsabilidad?
– Fiel a su discurso y a su convencimiento de la capacidad y corresponsabilidad de las mujeres en una Iglesia sinodal misionera, el Papa Francisco empezó con poner a mujeres en algunos de los puestos más importantes en diversos dicasterios y otros organismos de Iglesia confiados históricamente a los hombres.
Así tenemos hoy a 3 mujeres como integrantes del Dicasterio de Obispos, entre ellas a la pasada Presidenta General de nuestra organización, la Dra. María Lía Zervino. Tenemos a Nathalie Becquart, Subsecretaria del Secretariado General del Sínodo de los Obispos, cuya labor ha sido y es indispensable para la reforma sinodal de la Iglesia.
Están también, entre otras, sor Alessandra Smerilli, Secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y la Dra. Linda Ghisoni y la Prof. Gabriella Gambino, Subsecretarias del Dicasterio de Laicos, Familia y Vida. Todas ellas y muchas otras, sin duda han realizado una gran labor y han demostrado la gran capacidad de las mujeres.
Finalmente, después de todo un camino, el Papa anunciaba, en enero, el nombramiento de la primera mujer como Prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica: Sr Simona Brambilla. Todo esto impensable hace poco tiempo.
¿Qué medidas considera que aún deben tomarse para asegurar una mayor inclusión de las mujeres en estos espacios?
– El problema es que esta convicción del Papa Francisco, ya incluso elevada a Magisterio de la Iglesia después de la Asamblea Sinodal, no es compartida ni por todos los obispos, sacerdotes, religiosos, ni por los mismos laicos, hombres y mujeres.
Falta superar el clericalismo aún presente en el mundo entero y sustituirlo por una cultura de diálogo y confianza en donde todos los integrantes del Pueblo de Dios podamos reconocer las virtudes, carismas, vocación, ministerios y potencialidades unos de otros. Una cultura en donde todos estemos convencidos de que, desde el papel que nos corresponde, todos somos corresponsables del presente y futuro de la Iglesia y que sólo caminando de la mano y aportando cada uno los carismas que el Espíritu Santo nos ha dado, podremos construir una Iglesia más fiel a su misión, más creíble y más cercana a todos, especialmente a los más vulnerables.
Para ello hay algunas medidas que se me ocurren:
- Retomar el estudio de algunos de los puntos fundamentales de “Preadicate Evangelium” y hacer más asequibles y dar a conocer a todos, a través de las parroquias, asociaciones, grupos, universidades, etc., los resultados del Documento Final del Sínodo de la Sinodalidad, Magisterio de la Iglesia, en donde se abordan estos temas. Este documento contiene ya indicaciones muy concretas que son una guía para la misión de las Iglesias, en los diversos continentes y en los diferentes contextos.
- Compartir buenas prácticas e historias de éxito de mujeres que, a los distintos niveles, tienen puestos de liderazgo en la Iglesia, donde trabajando de la mano del Obispo, sacerdotes y demás fieles, han tenido grandes logros para el bien de la Iglesia.
- Trabajar mucho en seminarios y con jóvenes y niños, hombres y mujeres jóvenes, en las escuelas y en las familias, para seguir cambiando poco a poco esa cultura clericalista con ciertos visos de machismo…
- Promover la educación para el diálogo, la escucha, y el discernimiento iluminado por la oración (un estilo sinodal) en cada oportunidad que se tenga y evitar al máximo enfrentamientos estériles violentos, verbales, escritos o de cualquier otra naturaleza, que lo único que logran es alejar más las posiciones.
- La Iglesia deberá definir pronto y claramente puntos de debate como son el diaconado de las mujeres, la posible escucha a todo el pueblo de Dios en la postulación de los obispos y otros temas que se están estudiando ahora en los 10 grupos de estudio creados por el Papa Francisco.
- Hay que trabajar mucho en la formación teológica y pastoral de las mujeres, sobre todo de las mujeres laicas, para que podamos asumir, sin miedo, las responsabilidades que nos corresponden.
En cuanto a la formación teológica y pastoral, ¿cómo evalúa la situación actual de las mujeres en el ámbito académico eclesial? ¿Qué retos enfrentan para acceder a posiciones de mayor influencia en este campo?
– Hay que trabajar mucho todavía en la formación teológica y pastoral de las mujeres, especialmente de las mujeres laicas. Tradicionalmente las mejores becas y oportunidades de estudio se le han dado a los sacerdotes y religiosos hombres.
Creo que los retos más importantes son:
- Que las becas y lugares en las universidades y escuelas de teología y pastoral se den por igual a hombres y mujeres, tomando en cuenta, sobre todo, su capacidad.
- Hay que concientizar a obispos, superiores y líderes de diócesis, parroquias, organismos y organizaciones católicas a sus diferentes niveles, de que invertir tiempo y recursos económicos en las mujeres, religiosas y laicas, es una excelente inversión, si se considera “el gran retorno que pueden tener dichas inversiones”.
- Que se abran a las mujeres campos que les han sido vedados y para los cuales tienen gran experiencia y dotes, como el presidir los Tribunales Eclesiásticos donde se ventilan temas familiares.
- Que se busque formar conjuntamente a hombres y mujeres, laicos y religiosos, para que puedan compartir unos con otros sus experiencias y necesidades particulares y prepararse mejor para prestar sus servicios a todo el pueblo de Dios.
El Papa Francisco ha impulsado la sinodalidad, que promueve la participación activa de todos los miembros de la Iglesia. ¿Cómo cree que esta cultura podría transformar el papel de las mujeres en la Iglesia a nivel global y local?
– El documento contiene ya indicaciones muy concretas que son una guía para la misión de las Iglesias, en los diversos continentes y en los diferentes contextos. Ahora nos corresponde a todos: obispos, sacerdotes, religiosos, consagrados y laicos, unidos en la diversidad, trabajar para hacer vida el sínodo; para hacer asequible a todos el contenido del documento final y cambiar la cultura y la vida del Pueblo de Dios en nuestras respectivas realidades. Y en todo esto las mujeres tenemos un papel muy importante que desempeñar, tanto en nuestras propias organizaciones, parroquias y comunidades, como a nivel diocesano, nacional e internacional.
El objetivo es claro: caminar hacia la renovación espiritual y la reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera; una Iglesia en donde todos, incluyendo por supuesto a las mujeres, desde nuestra propia vocación, carisma y ministerio, nos escuchemos unos a otros y aprendamos a discernir juntos, guiados por la luz del Espíritu Santo, los mejores caminos para llevar el amor de Dios a los demás; una Iglesia misionera que sepa salir al encuentro de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente de los más necesitados, tomando en cuenta las circunstancias de cada lugar; una Iglesia en donde las mujeres y los laicos, debidamente formados, podamos participar en la toma de decisiones y asumir el liderazgo y la corresponsabilidad que nos corresponde a los diferentes niveles.
Termino diciendo que en la UMOFC somos grandes promotoras de la sinodalidad; de hecho abrimos hace más de una año una Escuela de Sinodalidad a través de la cual hemos ya formado más de 250 facilitadores, la mayoría de ellos mujeres, provenientes de 49 países y hemos tenido conversaciones en el espíritu a nivel global donde han participado cerca de 700 mujeres de 78 países.
En este año jubilar, estamos decididas a continuar con esperanza el camino sinodal y a seguir formando misioneras y misioneros de la sinodalidad, para que en nuestras propias familias, organizaciones, comunidades, parroquias y diócesis, la Iglesia se vaya transformando.