Ecología integral

¿Por qué el Papa critica los “sueldazos” de algunos directivos?

Las declaraciones han sido publicadas en Crux, la cabecera en la que trabaja Elise Allen, que ha realizado la primera gran entrevista que concede León XIV.

Javier García Herrería·16 de septiembre de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
sueldazos

©engin akyurt

Los sueldos desorbitados de los directivos y deportistas de élite han sido un tema recurrente en el debate público. Las recientes declaraciones del Papa León XIV, en su primera entrevista oficial, reactivan el interés por esta cuestión.

Preguntado sobre la polarización en nuestras sociedades, León XIV afirmó: «Considero muy significativo la creciente brecha entre los niveles de ingresos de la clase trabajadora y el dinero que reciben los más ricos. Por ejemplo, directores ejecutivos que hace 60 años podrían haber ganado entre cuatro y seis veces más que lo que reciben los trabajadores, la última cifra que vi es 600 veces más que lo que recibe el trabajador promedio. Ayer se supo que Elon Musk será el primer billonario del mundo. ¿Qué significa eso y de qué se trata? Si eso es lo único que todavía tiene valor, entonces estamos en serios problemas…».  

León XIV no realiza una condena explícita al capitalismo o al liberalismo, pero sí subraya cómo las desigualdades gigantes son problemáticas. No parece que el Papa pretenda criticar el éxito personal, pero sí cuestionar los valores que la sociedad prioriza.

¿Por qué la Iglesia se inmiscuye en el debate de los sueldos?

La Iglesia católica puede opinar sobre los salarios desproporcionados no por una intromisión en asuntos puramente económicos, sino por una cuestión de principios morales. La Doctrina Social de la Iglesia sostiene que el capitalismo y el liberalismo no pueden ser sistemas sin límites. Uno de los principios fundamentales de esta doctrina es el destino universal de los bienes humanos.

Este principio, que se remonta a los Padres de la Iglesia, establece que la tierra y sus recursos están destinados a ser utilizados por toda la humanidad. Por eso, mientras un gran número de seres humanos tenga graves carencias materiales, resulta problemática la excesiva acumulación de riqueza por parte de otros.

Aunque la Iglesia reconoce y defiende el derecho a la propiedad privada como un medio para garantizar la autonomía y el desarrollo personal, este derecho no es absoluto. En un mundo donde la desigualdad se ha disparado, la Iglesia considera que la acumulación desmedida de riqueza por parte de una minoría va en contra del destino universal de los bienes.

La desigualdad global: datos que validan la crítica

La crítica de la Iglesia se apoya en datos que evidencian la creciente desigualdad económica. Como señalan unánimemente los informes de numerosas organizaciones (UNESCO, OSXFAM, Credit Suisse), el 1% más rico del mundo posee una cantidad de riqueza que supera la de la mayoría de la población mundial. Por ejemplo, el 10% más rico de la población mundial acapara el 76% de la riqueza total, mientras que el 50% más pobre solo posee el 2% de la riqueza global.

Esta disparidad no es solo un problema estadístico, sino una injusticia moral que tiene graves consecuencias sociales y cívicas. El problema de nuestro sistema económico no es que permita que haya gente muy rica, sino que esto sucede mientras millones de personas luchan por acceder a lo más básico para una vida digna. La Iglesia no busca la abolición de la propiedad privada ni una igualdad económica entre todos los seres humanos, sino una economía que facilite un mínimo de dignidad material a todas las personas.

El eco de la crítica de Michael Sandel

Las palabras del Papa resuenan con las ideas del filósofo estadounidense Michael Sandel, Premio Princesa de Asturias y famoso exprofesor de Harvard, que ha sido uno de los críticos más famosos de la desigualdad salarial. Si el único indicador de valor es la acumulación de riqueza, se desestima la importancia de la solidaridad y el bien común. Al desvincular el valor del trabajo de su contribución real a la sociedad, se erosiona la dignidad de aquellos trabajos que, aunque esenciales, están mal remunerados.

Sandel argumenta que la idea de que el éxito se basa únicamente en el esfuerzo individual es una falacia. La suerte, el entorno social y las circunstancias de nacimiento juegan un papel crucial, y sin embargo, la sociedad meritocrática tiende a ignorar estos factores. Los datos muestran que el ascensor social no funciona y, por tanto, uno no es tan responsable de su éxito (o fracaso), como el sueño americano trata de hacernos creer. 

Para Sandel, los salarios astronómicos de los directivos y deportistas son el producto de una sociedad que confunde el valor de mercado con el valor moral. Esta distinción es crucial: un gestor de fondos de inversión puede generar una fortuna, pero ¿su contribución es realmente más valiosa para la sociedad que la de un maestro o una enfermera? La crítica de Sandel, al igual que la parece realizar el Papa en sus declaraciones, no busca anular el éxito, sino redefinir lo que debe ser valorado por la sociedad.

En un mundo donde la desigualdad crece y la polarización social crece, las palabras de León XIV invitan a una revisión de nuestros valores. Al cuestionar la desproporción salarial, León XIV plantea el debate sobre la sociedad estamos construyendo y a quién se está recompensando realmente.

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