A los 19 años, la vida de Quique Mira dio un giro inesperado. Tras dedicar muchos años al mundo de la noche y alejado de la fe, conoció al padre Javier, un sacerdote destinado en Barcelona, un sacerdote cuya mirada y cercanía despertaron en él una inquietud interior. “La forma en que se preocupó por mí me sorprendió muchísimo”, recuerda. Aquel encuentro lo llevó, casi por casualidad, a un curso de Semana Santa en Madrid, donde tuvo una experiencia decisiva de conversión: “Recuerdo estar en el suelo, llorando ante un crucifijo, dándome cuenta de que había algo real en ese amor».
Desde entonces comenzó un proceso de búsqueda de respuestas y acompañamiento espiritual que transformó su vida. Tres años después de aquella conversión, Quique decidió compartir su experiencia de fe a través de las redes sociales, lo que más tarde daría lugar a Aute, un proyecto que busca ser un puente entre los jóvenes y la Iglesia, utilizando los medios digitales para anunciar el Evangelio con autenticidad y cercanía.
Hoy, junto a un equipo de más de 50 personas, impulsa también Kaleo, el primer evento presencial de Aute que se celebra este sábado 8 de noviembre, donde cientos de jóvenes vivirán una experiencia inmersiva para descubrir que son llamados y amados por Dios.
¿Cómo surgió la idea de crear este proyecto y qué necesidad concreta viste en los jóvenes de hoy que te llevó a impulsarlo?
–Yo empecé a crear contenido hace cinco años por un deseo en el corazón de anunciar al joven lo que a mí me había cambiado la vida. Venía de un ambiente muy distinto y después de mi conversión, estuve tres años muy escondido de la vida pública, redes, etc., enamorándome de la fe, enamorándome del señor, enamorándome de la Iglesia.
Empecé a entender que esto tenía mucho que ver con mi vida y me fui empapando cada vez más. Al cabo de tres años tuve clarísimo en mi corazón que debía crear contenido para compartir mi experiencia de Cristo a los demás. Mi testimonio creció mucho en redes sociales, recibí un bombardeo de mensajes de gente diciendo «yo no conocía al señor, no conocía la fe y al ver tu contenido he recibido una respuesta a un problema que me estaba angustiando. He entendido que hay un Dios que me ama».
Bueno, brutal. Yo entonces me dedicaba al mundo de la empresa, pero dirigía un departamento de marketing en Barcelona, una compañía en Barcelona. Y como mi cuenta empezó a crecer mucho, hubo un punto que me invitaron a Estados Unidos a dar un curso de liderazgo y fue ahí cuando, hablando con los jóvenes a los que yo impartía el curso, me topé con una crisis de identidad brutal.
Conocí a un joven sometido y bombardeado por tantísimos inputs superficiales que me decía tío, yo no sé quién soy y no sé qué hago aquí y no sé qué sentido tiene mi vida». Volví a España muy tocado. Le dije a mi mujer, que en aquel entonces era mi novia, «Mery, hay que hacer algo».
Sentí que había que meter más recursos, más estructura, más equipo para comunicarle al joven de una forma más profesional y más clara el Evangelio, que es lo que me ha cambiado la vida. Y ahí empezó Aute. Inicialmente era un instrumento para compartir el mensaje de Cristo a los jóvenes. Ya luego empezamos a montar la aplicación para conectar al joven con la Iglesia.
¿De qué formas concretas Aute acerca la palabra de Dios a los jóvenes?
–Principalmente lo hacemos todo por medios digitales. Nuestra cuenta oficial de Instagram es donde subimos todo el contenido, todos los vídeos, que es un poco el lugar donde el espectador, donde la audiencia, recibe el Evangelio.
Pero luego, la idea es que cada persona que ha sido tocada por el Evangelio, descargue huella y ahí, según tu ubicación, encuentres un lugar para vivir la fe. Al final, Aute no ofrece un camino directamente en la fe. Nosotros somos un instrumento, un equipo de 50 personas, con esta misión de anunciar el Evangelio y que luego cada joven encuentre su sitio en la Iglesia.
¿Cuál es la clave para transmitir el mensaje de Cristo a través del mundo digital?
–Ser auténtico. Creo que el joven pide a gritos autenticidad. Estamos cansados de vidas que son mentira, que cuentan la verdad a medias. Tanto idealismo anula la verdad. Cuando un joven percibe la autenticidad en alguien que comparte tanto sus buenos como sus malos días, y que habla desde el corazón, lo reconoce de inmediato. Lo que es verdadero es bello y llega, y es atractivo.
Creo que la clave para evangelizar en el mundo digital es ser auténtico, decir «oye, soy un joven normal, con tus mismos deseos, inquietudes, con mi trabajo, con mi relación de noviazgo, pero en el centro de mi vida está algo más grande que es Cristo, que es el Señor».
El lema de Kaleo es “has sido llamado por tu nombre”, ¿Qué significa para ti esa frase y cómo esperas que la vivan los jóvenes?
–Lo que el evento pretende, y un poco el motivo por el cual lo pensamos, es una experiencia inmersiva en la que el joven se va a sentir llamado por Dios.
Hay una experiencia donde se dice «desconecta y despreocúpate ahora de todo lo que te ata en el mundo y conecta con el Señor». Para mí eso es lo fundamental. Yo en mi día a día no podría estar donde estoy y haciendo lo que hago si no fuera porque he sido llamado por el Señor.
En mi vida hubiera imaginado esto. Yo tenía una proyección laboral, una carrera profesional, otras aspiraciones en la vida, y desde que me encontré con el Señor, que ahí fui llamado, toda mi actividad, todas mis relaciones, todo ha cambiado. Todo ha sido transformado hacia bien, hacia mucho mejor.
Queremos trasladar esa experiencia en un formato de un evento de siete horas, con ponencias, un momento de adoración, de música en directo, para que el joven vea que es amado por Dios y que esto tiene que ver con su vida y no solo con unos pocos.
¿Qué frutos esperas de Kaleo? ¿Qué esperas que ocurra después del evento?
–Que cada uno vuelva a casa con un corazón enamorado y dispuesto a servir al Señor. Esperamos recibir a un joven que va haciendo, que sobrevive.
Que salgan diciendo «hoy trabajo, mañana también, tengo mi novia, mejor o peor, pero la vida es apasionante y tengo un llamado a servir con mis dones, a amar. He sido creado para esto, no puedo conformarme con lo que el mundo me pone adelante, con sobrevivir». Todo el evento está planteado con un hilo conductor que lo que va proponiendo al joven «eres llamado, eres amado y luego eres enviado».
La última etapa del evento es una ponencia del envío, de decir «vuelve a tu realidad, vuelve a tu familia, vuelve a tu relación, vuelve a tu trabajo y que realmente lo que aquí has visto, que es este amor de Dios, lo puedas llevar a tu casa, a tu realidad».
¿Cómo sabes cuándo empezar a hablar de Dios?
–Es un proceso. Yo no empecé a hablar de Dios públicamente hasta los tres años desde mi conversión. Necesité primero, de forma interior, entender lo que me estaba pasando, responder preguntas, dejarme acompañar y asimilar.
Luego vas entendiendo tu historia. Entonces ves tu entorno de antes y dices «tengo que decirle a mis amigos con los que salía jueves, viernes y sábado a reventarme que hay una vida mejor, que está bien salir de fiesta pero que ahí no está la vida, que no podemos poner ahí la vida y la esperanza, que es como yo vivía hasta los 19 años».
Primero tiene que haber un recorrido de conocer, enamorarte y entender lo que significa el amor de Dios en tu vida y el poder que eso tiene. Y luego te ves en la necesidad de decir «esto no me ha sido entregado para quedármelo para mí, sino para que lo comparta con mi entorno».





