San Alberto nació en Alemania alrededor del año 1200. Desde joven fue a estudiar a Padua, Bolonia y Venecia. Estudió Teología en Colonia, pero su espíritu filosófico crítico y sistemático tuvo que enfrentarse a cuestiones teológicas difíciles, señala el santoral vaticano.
En Italia, Alberto se hizo dominico, y recibió el hábito del beato Jordán de Sajonia, sucesor inmediato de santo Domingo. Éste le envió primero a Colonia y luego a París, donde durante algunos años ocupó la cátedra de Teología. Allí conoció a santo Tomás de Aquino, al que llevó consigo cuando la Orden le destinó a Colonia para fundar allí un Centro de estudios teológicos. El estudio y la enseñanza, con el amor al Señor, eran sus pasiones.
Integración de filosofía aristotélica y verdades reveladas
En Colonia, se ganó el apodo de “Magno”. Estudió y enseñó las obras de Aristóteles, de modo que hizo accesible el aristotelismo dentro del pensamiento cristiano, mostrando que no era incompatible con la Teología. Sentó así las bases para que otros, de modo especial santo Tomás de Aquino, desarrollaran una síntesis más profunda, con su metafísica.
En 1256, san Alberto fue enviado a Roma, y luego, de modo inesperado, el Papa le nombró obispo de Ratisbona. En 1274 fue invitado por Gregorio X a participar en el segundo Concilio de Lyon, y en su camino de regreso le dieron la noticia de la muerte de Tomás. Fue un duro golpe para san Alberto, que comentó: “La luz de la Iglesia se ha apagado”. Fue canonizado en 1931 por Pío XI, quien también le proclamó Doctor de la Iglesia.
San Juan Pablo II ante su tumba en Colonia
Es conocida la oración de san Juan Pablo II, arrodillado ante su tumba en Colonia, en 1980, que pueden leer aquí. El santo Papa polaco presentó a san Alberto Magno como un símbolo de la conciliación entre la ciencia (o la razón) y la fe, asunto que luego desarrollaría su sucesor, Benedicto XVI.




