Hijo mayor del tercer duque de Gandía, san Francisco de Borja (1510-172) había nacido en el palacio que la familia tenía en Valencia. En 1529 casó con la portuguesa Leonor de Castro, primera dama de compañía de la emperatriz Isabel. Borja, a sus 20 años, recibió el honor de ser nombrado por el emperador marqués de Lombay, y de ser puesto al frente de la casa imperial.
En los 10 años que siguieron, Francisco y Leonor tuvieron ocho hijos y vivieron con gran cercanía al emperador Carlos y a la reina Isabel. Hasta que la emperatriz falleció inesperadamente el 1 de mayo de 1539, explica la web jesuita. Esa muerte fue decisiva para su conversión cuando acompañó el cortejo fúnebre hasta su enterramiento en la capilla real de Granada.
Cuando abrieron el ataúd, no deseó ya servir a ningún señor que se pudiera morir, y comenzó a dedicarse a la oración y la penitencia. La famosa frase que dijo, fue: “Nunca volveré a servir a señor que se me pueda morir”. Luego, tras morir su esposa Leonor en marzo de 1546, decidió dedicar el resto de su vida al servicio de Dios. Conocía a los jesuitas, había fundado un colegio en Gandía y era amigo personal de Pedro Fabro, sacerdote cofundador de la Compañía.
Algunos hechos de su vida
San Ignacio le dio la bienvenida y san Francisco de Borja emitió sus votos como jesuita el 1 de febrero de 1548. Obtuvo el doctorado en teología, fue ordenado sacerdote y celebró su primera Misa en la capilla de la casa solariega de Loyola. El P. Borja fue general de la Compañía durante siete años, revisó sus reglas y extendió las misiones de la India y las Américas. Y cuidó el crecimiento de la Orden religiosa, con gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen.
El Martirologio romano dice: “Memoria de san Francisco de Borja, presbítero que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús. Pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración (1572)”.