La liturgia acoge hoy a san Lorenzo de Brindisi, que ingresó en la Orden de los Capuchinos y estudió en Padua. Fue una persona superdotada a quien Dios concedió cualidades intelectuales extraordinarias, según el santoral franciscano. Infatigable y elocuente predicador por varias naciones de Europa, profesor de sus hermanos, escritor erudito, ocupó, además, numerosos cargos en su Orden, incluido el de Ministro general.
Por su gran don, siendo diácono, se le encargó predicar los 40 días de Cuaresma en la catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y fueron muchas las conversiones.
A los dieciséis años ingresó en los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que sería una vida dura y austera. El joven le preguntó: “Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?”. “Sí, lo habrá”, respondió el superior. “Pues eso me basta. Al mirar a Cristo crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a Él cualquier padecimiento”. Recibió el nombre de Lorenzo con el hábito religioso.
Sencillo y humilde
El Martirologio romano resume: “San Lorenzo de Brindisi, presbítero y doctor de la Iglesia, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por varias naciones de Europa”.
“De carácter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos que intentaban dominar Europa, la reconciliación de príncipes enfrentados y el gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio de 1619”. El Papa León XIII le canonizó en 1881, y san Juan XXIII le dio el título de ‘Doctor Apostólico’ en 1959, por su conocimiento profundo de la Palabra de Dios.