Santa Áurea de Córdoba nació en Sevilla en una familia acomodada. La mayor parte eran mahometanos, pero su madre, Artemia, era cristiana. Ella la educó en la fe cristiana y en los Evangelios. Era hermana de los mártires Adolfo y Juan, y se retiró al monasterio de Cuteclara después de la muerte de sus hermanos. Allí vivió en paz hasta que fue denunciada por su fe. En una de las persecuciones bajo los musulmanes, fue llevada ante el juez y negó la fe cristiana.
Pero se arrepintió, se presentó al mismo magistrado y, repetido el juicio, se mantuvo firme en la fe, por lo que fue decapitada. Conocemos su vida y su martirio por el testimonio de san Eulogio de Córdoba. El Martirologio Romano confirma que la primera vez estuvo asustada ante el juez, pero luego se mantuvo firme (año 856). Es recordada por su valentía y su fe inquebrantable en tiempos de persecución.
Santa Macrina, San Epafras
Conmemora hoy también la liturgia católica a santa Macrina, nacida en Cesarea de Capadocia (actual Turquía), hacia el año 330. Era hermana mayor de los santos Basilio Magno y Gregorio de Nisa, padres capadocios, y de Pedro de Sebaste, obispo. Juntos formaron una familia de santos con una profunda influencia en la doctrina y la espiritualidad cristiana.
San Epafras figura asimismo en el santoral de hoy. Era de Colosas y fue discípulo del apóstol san Pablo, quien durante su estancia en Éfeso, le convirtió al cristianismo. El Apóstol le menciona en las cartas a los Colosenses y a Filemón, en las que le llama “nuestro querido compañero y fiel ministro de Cristo”, “mi compañero de cautiverio”. Evangelizó Colosas y otras ciudades.