El patronazgo de la vista de santa Lucía, joven virgen y mártir nacida en Siracusa (Sicilia), deriva de lux (“luz”), símbolo cristiano por excelencia, y su nombre se menciona en la Plegaria Eucarística I del Canon de la Misa junto a Felicidad y Perpetua, Águeda, (Lucía), Inés, Cecilia, Anastasia”…
Lucía provenía de una familia noble de tradición cristiana o al menos favorable a la fe. Su padre murió cuando ella era aún niña, por lo que quedó bajo el cuidado de su madre, Eutiquia. La tradición cuenta que Lucía ofreció su virginidad a Cristo, entregándose a la oración y a la caridad.
Su martirio se sitúa en la persecución de Diocleciano, alrededor del año 304. Según los relatos hagiográficos, un joven pagano que pretendía casarse con ella la denunció a las autoridades cuando descubrió su decisión. Lucía fue arrestada y se le exigió renunciar a su fe, pero se mantuvo firme. Finalmente fue decapitada. Pueden ver aquí con más amplitud rasgos biográficos
El viaje a Catania y la curación de su madre
Antes, en el año 301, cuenta el santoral vaticano, Lucía y su madre se dirigieron en peregrinación a Catania, para visitar el sepulcro de Santa Águeda, joven mártir de Catania, y pedirle la curación de Eutiquia, que tenía hemorragias y no mejoraba. Al llegar a las laderas del Etna, participaron en la celebración eucarística, y oyeron el episodio del Evangelio de la hemorroísa.
Lucía pidió a su madre que tocara con confianza el sepulcro, y quedaría curada (Pasión de Santa Lucía). Fueron madre e hija a la sepultura de santa Águeda, quien en sueños dijo a Lucía: “Tu fe ha sido de gran ayuda para tu madre, ella está ya curada”. Santa Águeda le dijo que la ciudad de Siracusa sería preservada por ella, “porque ha agradado a Nuestro Señor Jesucristo que hayas conservado tu virginidad”. Al volver en sí, Lucía narró la visión a su madre, y le reveló su propósito de renunciar a un esposo terreno.
Pueden ver aquí rasgos biográficos y de la devoción popular a Santa Lucía.



