Margarita Lotti, llamada con el diminutivo “Rita”, fue hija de padres campesinos y ganaderos, que se esforzaron en darle una buena formación escolar y religiosa en Casia, con instrucción a cargo de los agustinos. Ahí maduró su devoción por San Agustín, San Juan Bautista y san Nicolás de Tolentino, que Rita eligió como sus santos protectores.
En un clima de rivalidades, con amor y comprensión la relación de Rita y su marido mejoró y fue bendecida con dos hijos varones. Sin embargo, su esposo fue asesinado. Rita perdonó a los que le mataron. En paralelo, una enfermedad provocó la muerte de sus hijos. Ya sola, Rita intensificó su oración y a los 36 años pidió ser admitida entre las monjas agustinas del monasterio de Santa María Magdalena de Casia.
Santa Rita: santa de las rosas
Sin embargo, su solicitud fue rechazada: las religiosas pensaron que se podía poner en peligro la seguridad de su comunidad. Pero al fin fue admitida, y Rita fue una religiosa humilde, con celo en la oración y en los trabajos que le son encomendados. Sus virtudes se conocían fuera del convento.
Inmersa en la contemplación de Cristo, Rita pidió participar en su Pasión, y en 1432, absorta en la oración, se encuentra sobre la frente la herida de la corona de espinas del Crucificado. El estigma persistió hasta su muerte, durante 15 años. Se le llama la santa de las rosas porque estando en cama antes de su muerte, pidió a una prima que le trajera dos higos y una rosa del huerto de la casa paterna. Era enero. La mujer pensó que deliraba. Sin embargo, encontró estupefacta los higos y la rosa, y los llevó a Casia.
Rita murió la noche del 21 al 22 de mayo de 1447. Señala la web vaticana que, a causa del olor de santidad, inmediatamente después de su muerte, el cuerpo nunca fue sepultado. Hoy día es custodiado por una urna de cristal. Los testimonios de gracias y milagros que suceden por su intercesión son muy numerosos.