San Daniel Comboni, sacerdote y misionero italiano, dedicó su vida a la evangelización de África Central, fundando los institutos Misioneros Combonianos. Es conocido por su “Plan para la regeneración de África”, que proponía que los africanos evangelizaran su propio continente (“salvar África por medio de África”), respetando su cultura.
Comboni, vocación misionera en África
El italiano Daniel Comboni nació el 15 de marzo de 1831. En 1854 se ordenó sacerdote, y tres años más tarde, en 1857, zarpó de Trieste (Italia) con la expedición del Instituto Mazza hacia el África Central. Es su primer viaje a África, continente al que realizará siete viajes más.
El 15 de septiembre de 1864, ante la tumba de San Pedro en Roma, concibió su ‘Plan para la Regeneración de Àfrica’. En junio de 1870 preparó un documento para presentar a los Padres conciliares del Vaticano I, ‘Postulatum pro Nigris Africae Centralis’. Un importante grupo de obispos firmó la carta, aprobada el 18 de julio por el Papa Pío IX.
Comboni denunció las condiciones de vida de los africanos. Ya en su primer viaje de 1857 experimentó las dificultades de la misión en África y afianzó su vocación misionera y africana. San Daniel Comboni murió en Jartum (Sudán), víctima de las fiebres, el 10 de octubre de 1881, con 50 años. Fue canonizado en 2003 por san Juan Pablo II. El Sagrado Corazón de Jesús es la fuente de la espiritualidad comboniana.
Tomás de Villanueva, agustino, arzobispo de Valencia
Santo Tomás de Villanueva (1486-1555), fraile agustino y arzobispo de Valencia, mantuvo una profunda sensibilidad hacia los pobres. Nació en Fuenllana (Ciudad Real, España), se formó en Alcalá de Henares y se ordenó sacerdote agustino en 1518. Fue confesor y predicador de Carlos V. Tras ser nombrado, contra su voluntad, arzobispo de Valencia, revitalizó la diócesis, fundó un seminario y organizó una vasta red de asistencia social.
El obispo agustino de Valencia transmitió su formación universitaria en la predicación y en escritos ascéticos y místicos. Sus fuentes preferidas eran la Biblia, los Padres de la Iglesia (con atención especial a San Agustín) y los autores espirituales de la época. Sus restos mortales se conservan en la catedral de Valencia.