Fray Serapio Scott nació en torno al año 1178 en las islas británicas, pariente de la monarquía escocesa. Aunque se desconocen datos de su infancia y juventud, enseguida se sitúa al lado del rey Ricardo Corazón de León en la tercera cruzada, combatiendo en favor de la fe y de la liberación de la tierra de Jesús, escribe la Orden de la Merced en su web. Entonces favoreció a los cautivos que iban liberando en Palestina, y sufrió él también prisión y cárcel.
San Serapio participó en las batallas contra el islam en España, en Las Navas de Tolosa en 1212. Pocos años más tarde, conoció a san Pedro Nolasco en Daroca e ingresó en la Orden mercedaria.
Impulsado por la caridad hacia los cautivos llevó a cabo diversas redenciones. Una de las que se le atribuyen la realizó acompañado de san Ramón Nonato en 1229, rescatando a más de 150 cautivos. En la redención de 1240 que llevó a cabo con fray Berenguer de Bañeres en Argel se quedó como rehén. La tradición presenta a san Pedro Nolasco pidiendo ayuda para el redentor. Pero el rescate no llegó a tiempo y fue crucificado en la cruz como san Andrés.
San Nicolás Tavelic y compañeros, mártires en Jerusalén
Nicolás Tavelic, Deodato de Rodez, Estaban de Cuneo y Pedro de Narbona, sacerdotes franciscanos, murieron mártires en Jerusalén el 14 de noviembre de 1391. Procedían de distintas provincias franciscanas, como Croacia, Aquitania, Génova y Provenza, y coincidieron en la Custodia de Tierra Santa, confiada por la Santa Sede a la Orden franciscana.
Tras consultas, oración y estudio, expusieron la fe cristiana ante el Cadí de Jerusalén, pero fueron invitados a convertirse al Islam. Al no hacerlo, los frailes fueron ejecutados. Les canonizó en 1970 San Pablo VI.
San José Pîgnatelli trabajó por la restauración
A José Pignatelli SJ, (Zaragoza 1737- Roma, 1811), se le venera “por haber dado orientación y apoyo a los jesuitas durante los durísimos años en que la Compañía de Jesús estuvo suprimida”, narra la web jesuita. De familia noble, destacó por su vida espiritual y fue ordenado sacerdote la semana anterior a Navidad de 1762. Pasó los cuatro años y medio siguientes en Zaragoza enseñando gramática a los niños, visitando la cárcel y atendiendo a presos y condenados a muerte.
Durante la expulsión de los jesuitas de España en 1767, mostró fortaleza y caridad, ayudando a sus hermanos desterrados. Tras la supresión de la Compañía por el Papa Clemente XIV, trabajó incansablemente por su restauración, y fue símbolo de fidelidad y esperanza. Murió en Roma en 1811, con un debilitamiento progresivo de su salud, tres años antes de que la Compañía fuera restablecida por Pío VII. Fue canonizado por Pío XII en 1954.




