


“Donde la belleza echó raíces”. Ese es el lema que abre el recorrido por la Villa Pontificia de Castel Gandolfo, donde el Papa León XIV pasa buena parte del mes de julio y acude cada semana (los martes, habitual día de descanso para los pontífices). A comienzos de septiembre inauguró el Borgo Laudato Si’, una iniciativa impulsada por su predecesor Francisco que alberga un centro de desarrollo y formación en ecología integral.
Los visitantes encuentran un verdadero oasis escondido a unos 40 minutos en tren de Roma. Es una buena opción para escapar de las calles abarrotadas de la Ciudad Eterna y contemplar la combinación de la belleza de la naturaleza y de la arquitectura romana. El lugar fue abierto al público en 2014, momento en que el Papa Francisco ya no utilizaba la residencia pontificia, pues no acostumbraba a tomarse vacaciones.
La villa posee un pasado grandioso: el lugar donde hoy se encuentra Castel Gandolfo estaba en la antigua ciudad de Alba Longa, cuna legendaria de Rómulo y Remo. Sirvió como lugar de descanso para la nobleza romana. El emperador Domiciano (81–96 d.C.) tenía aquí una inmensa villa de campo, con pabellones, jardines y acueductos, cuyos restos aún hoy pueden verse en la visita guiada. El emperador Adriano (117–138 d.C.) también utilizó la villa hasta que inauguró Villa Adriana, en Tívoli, otro refugio en los alrededores de Roma.
Fue el Papa Urbano VIII Barberini (1623–1644) quien transformó el castillo en residencia papal de verano, confiando el proyecto a Gian Lorenzo Bernini. Desde entonces, se convirtió en el “palacio de verano de los papas”. Durante la Segunda Guerra Mundial, la propiedad acogió a refugiados de todos los orígenes, incluidos judíos. Hoy, el complejo pontificio abarca 55 hectáreas.
La visita
La visita guiada (a pie o en microbús eléctrico) recorre los Jardines Barberini, construidos sobre la antigua villa de Domiciano. Son enormes (30 hectáreas) y de gran valor histórico y botánico, pues contienen ruinas romanas, como restos del teatro, criptopórticos y estructuras imperiales. Destaca un corredor que servía como “jardín de invierno” del emperador, con 300 metros de longitud: hoy se conservan 120 metros, y todavía se puede apreciar la estructura.
El visitante es introducido en la historia detrás de los árboles plantados, con referencias bíblicas: cipreses altos, como símbolo de la lucha hacia el Cielo y de la inmortalidad; olivos, que en el Nuevo Testamento es la planta real para Cristo que entra en Jerusalén, simbolizando al propio Cristo y a la Iglesia; e incluso una encina de 800 años, evocando el mismo tipo de árbol con el que fue hecha la cruz de Jesús. La mayoría de los árboles poseen hojas perennes, representando la estabilidad y la eternidad.
Durante el recorrido, también es posible ver fuentes barrocas, caminos geométricos típicos del jardín italiano renacentista y áreas agrícolas (huertos, frutales, viñedos) que aún hoy producen aceite y vino utilizados en ceremonias del Vaticano.
En este lugar, resulta fácil aplicar las palabras del Papa León, que definió el jardín como una “catedral natural”. “Casi retomando implícitamente el relato del Génesis, Jesús destaca el lugar especial reservado, en el acto creativo, al ser humano: la criatura más bella, hecha a imagen y semejanza de Dios. Pero a este privilegio está asociada una gran responsabilidad: la de cuidar de todas las demás criaturas, respetando el designio del Creador”.
Borgo Laudato Si’: la semilla del cambio
El Papa Francisco, al crear el Borgo Laudato Si’ en su residencia de Castel Gandolfo, quiso dar que este fuera guiado por los principios de la encíclica Laudato Si', publicada en mayo de 2015. El proyecto se desarrolla en torno a tres ejes: educación en ecología integral, economía circular y generativa, y sostenibilidad medioambiental.
El Borgo une dos almas: el Centro de Alta Formación Laudato Si’, corazón educativo del proyecto, y un sistema agrícola basado en los mismos principios.
Ahora, además de la belleza natural, la villa se convierte en un gran centro de capacitación destinado a actividades de formación dirigidas a estudiantes, profesionales y comunidades vulnerables. Cada año, el complejo recibirá hasta 2.000 estudiantes de todo el mundo, incluidos jóvenes con discapacidad, enviados por las diócesis.
En la inauguración del espacio el pasado día 5, el Papa León recorrió toda la propiedad en un carrito de golf eléctrico y saludó a los responsables de la administración del Borgo y a las familias de los empleados y estudiantes. El encuentro dejó imágenes que conquistaron al mundo, como el momento en que se detuvo para alimentar a algunos peces o cuando le presentaron un ternerito.
El Papa recordó que Cristo invitó a los discípulos a mirar “las aves del cielo” y a observar “cómo crecen los lirios del campo”. El Pontífice remarcó cómo la flora y la fauna son con frecuencia protagonistas de las parábolas evangélicas, pero, en este caso, la invitación sirve para “comprender el designio original del Creador”.
“Todo fue sabiamente ordenado, desde el inicio, para que todas las criaturas contribuyeran a la realización del Reino de Dios. Cada criatura tiene un papel importante y específico en su proyecto, y cada una es ‘cosa buena’, como subraya el Libro del Génesis”añadió.