San Pío y San Leopoldo, ‘ministros de la Misericordia’
Las urnas que contienen los restos mortales de San Pío de Pietrelcina y San Leopoldo Mandić han sido trasladadas a Roma con ocasión del Jubileo; medio millón de fieles les han rendido homenaje. Entretanto, hay novedades en la reforma de la Curia Romana y del Sínodo.
Alrededor de medio millón de personas han llenado Roma a rebosar durante una semana, para lo que ha sido definido como el primer gran evento jubilar, a saber, la traslación desde sus respectivas tierras de los restos mortales de San Pío de Pietrelcina y de San Leopoldo Mandić, los dos frailes capuchinos que han transcurrido prácticamente todas su vida sacerdotal en el confesonario y por eso han sido elegidos por el Papa Francisco como ejemplos de los “ministros de la Misericordia” en este año jubilar.
Los fieles congregados, en su mayor parte devotos de estos dos santos, provenían de todo el mundo, y los han venerado primero en la basílica de San Lorenzo Extramuros, donde han permanecido dos días, y después en la basílica de San Salvatore in Lauro, iglesias ambas integradas en el recorrido jubilar. La oración ha sido constante y se ha prolongado durante todas las horas del día, signo de “una espiritualidad tan participada y espontánea que ha impresionado a toda la ciudad”, ha declarado Mons. Rino Fisichella.
Muy impresionante ha sido también la multitudinaria procesión de las urnas con las reliquias de los dos “santos de la Misericordia” hacia la basílica de San Pedro, donde han permanecido varios días más para la veneración de los fieles, antes de retornar a los respectivos lugares de origen.
Grupos de oración del Padre Pío
Aprovechando esta etapa jubilar romana, una numerosa representación de los miembros de los llamados “Grupos de oración del Padre Pío” –movimiento espiritual laical ligado al Santo y difundido por todo el mundo– han sido recibidos en audiencia en la plaza de San Pedro por el Papa Francisco. Con ellos se encontraban también los dependientes de la Casa Alivio del Sufrimiento, el hospital fundado por el propio fraile e inaugurado en 1956. Estas dos obras, nacidas en paralelo, fueron queridas “en favor de los enfermos, de sus familiares, de los ancianos, de los necesitados en general”, como “lugar de oración y de ciencia donde el género humano se reúna en Cristo Crucificado como un solo rebaño con un solo pastor”, dijo el Padre Pío el día de su inauguración.
Estuvieron presentes en la audiencia los fieles de la archidiócesis de Manfredonia-Vieste-San Giovanni Rotondo, en cuyo territorio al sur de Italia se encuentran el monasterio que acogió al fraile de Pietrelcina, el hospital Casa Alivio del Sufrimiento y el santuario erigido después de la muerte y que conserva sus reliquias, meta de constantes y numerosas peregrinaciones.
En esta ocasión, Francisco ha trazado un perfil del Padre Pío como “servidor de la misericordia”, que ha practicado “a veces hasta el agotamiento, ‘el apostolado de la escucha’”. A través del ministerio de la Confesión, el fraile capuchino se ha convertido en “una caricia viviente del Padre, que sana la heridas del pecado y refresca el corazón con la paz”.
Por estar “siempre unido a la fuente: se aferraba continuamente a Jesús Crucificado”, ha sabido transformarse en un “gran río de misericordia, que ha regado muchos corazones desiertos”.
Los mismos grupos de oración fundados por San Pío se han convertido en “oasis de vida en muchas partes del mundo”: “la oración, de hecho, es una auténtica misión, que trae el fuego del amor a toda la humanidad”.
Dirigiéndose luego a los dependientes de la Casa Alivio del Sufrimiento, que ahora cumple sesenta años, les ha invitado, además de a “tratar la enfermedad”, a “cuidar del enfermo”.
Con los frailes menores capuchinos
En esos mismos días, el Papa Francisco ha celebrado en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro una Santa Misa con los frailes menores capuchinos de todo el mundo, reunidos con ocasión de la traslación de las reliquias de sus intercesores.
En la homilía, el Pontífice ha centrado sus palabras en la importancia del Sacramento de la confesión, del perdón y de la capacidad de concederlo, que nace de una profunda vida de oración, donde cada uno se descubre como necesitado también él de perdón. “Cuando alguien se olvida de la necesidad que tiene de perdón, lentamente se olvida de Dios, se olvida de pedir perdón y no sabe perdonar”, ha explicado Francisco. En cambio, “la persona que viene [al confesonario], viene a buscar consuelo, perdón y paz en su alma”. Por eso, es muy importante “que encuentre a un padre que lo abraza, que le dice: ‘Dios te quiere mucho’ y ¡que se lo haga sentir!”, precisamente como testimonian San Pío y San Leopoldo, que en las muchas horas pasadas sentados en el confesonario han hecho “el oficio de Jesús, que perdona dando la vida”.
Reforma de la Curia Romana
Igualmente en el mes de febrero ha tenido lugar la décimo tercera reunión del Consejo de Cardenales en presencia del Santo Padre, y entre los temas afrontados han estado, como es habitual, los aspectos inherentes a la reorganización de los dicasterios de la Curia romana, además de las informaciones sobre cómo avanzan las estructuras creadas ex novo por Francisco, desde la tutela de los menores hasta las reformas en el campo económico y en el proceso canónico sobre la validez del matrimonio.
En particular, han sido aprobadas las propuestas finales para la creación de dos nuevos dicasterios, el referente a “Laicos, familia y vida” y el de “Justicia, paz y migraciones”, y han sido puestas en las manos del Santo Padre para que decida sobre ellas. Ha habido luego un nuevo intercambio de consideraciones sobre la Secretaría de Estado y sobre la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos. El cardenal estadounidense Sean Patrick O’Malley ha informado sobre la actividad de la Comisión para la tutela de los menores, que preside, mientras que en relación con las cuestiones jurídico-disciplinares que afectan a las competencias de los dicasterios de la Curia, se han remitido a un estudio más profundo. Se escuchó también al cardenal Georg Pell, que ha informado sobre el estado y la actuación de las reformas en el ámbito económico. Finalmente, se entregó a los cardenales del Consejo la documentación sobre el llamado “vademécum” preparado por el Tribunal de la Rota romana para la actuación de la reforma del proceso canónico sobre la validez del matrimonio.
Sinodalidad y descentralización
El Consejo había comenzado con el estudio de algunos temas del discurso pronunciado por el Pontífice el pasado 17 de octubre, durante la conmemoración del quincuagésimo aniversario del Sínodo de los Obispos, cuando habló de la “sinodalidad” y de la “necesidad de proceder a una saludable descentralización”. Todas estas indicaciones constituyen una referencia importante para la reforma de la Curia, y que en esos mismos días han sido también el eje central de un seminario de estudio organizado por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.
En el simposio han participado numerosos docentes de eclesiología y derecho canónico provenientes de universidades y facultades eclesiásticas de todo el mundo, que han coincidido en desear una “mayor escucha e implicación” del Pueblo de Dios en el Sínodo, según se informó en un comunicado. Tal implicación debe ocurrir tanto en la fase preparatoria, previendo “establemente” una consultación a los fieles como sucedió con el cuestionario enviado a las parroquias con ocasión del sínodo extraordinario de 2014, como ofreciendo mayor espacio a la intervención de los auditores durante el desarrollo de la asamblea, aún sin concederles derecho de voto. Los fieles se verían asimismo implicados en la fase sucesiva de la “actuación”, donde deberían ocuparse de “traducir en las diversas situaciones socio-culturales las decisiones asumidas a nivel central”.
Estas indicaciones podrían confluir en “una revisión de la normativa sobre el Sínodo de los Obispos” y de las tareas del Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos”, “en el cual se pueda proyectar en cierto modo el carácter permanente del organismo sinodal”, como sucede con las Iglesias católicas de Oriente “para una evolución del Sínodo que pase de ‘evento’ a ‘proceso’”.
Benedicto XV: el Papa de la paz, ante la Gran Guerra
Hace un siglo Europa se encontraba inmersa en plena I Guerra Mundial. ¿Cómo reaccionó entonces la Santa Sede ante el estallido de ese conflicto? ¿Fracasó Benedicto XV, elegido papa al mes de iniciadas las hostilidades, en su intento de alcanzar la paz, o más bien habría que considerarle el auténtico vencedor moral de la contienda?
Pablo Zaldívar Miquelarena·7 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 12minutos
Estamos conmemorando, en este periodo de tiempo que abarca los años 2014 a 2018, el centenario de la I Guerra Mundial, llamada en su momento la Gran Guerra o Guerra Europea, denominación que luego pareció inapropiada al entrar en el conflicto naciones de otros continentes, tales como Estados Unidos y numerosos países asiáticos o latinoamericanos. Aquella trágica contienda se desencadenó –casi de forma inesperada– por la coincidencia de una serie de factores de diversa índole, que prendieron en el contexto de aquel momento histórico. Pero ¿cuál era la estructura geopolítica y estratégica de Europa?
Sistema de equilibrios
En 1914, la seguridad de Europa reposaba sobre un frágil entramado de alianzas defensivas, trazado por el canciller alemán Otto von Bismarck. Era la llamada “paz armada”, fruto de la hegemonía del Imperio alemán, surgido después de la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana de 1870. En el mapa geopolítico del continente se alzaban dos bloques antagónicos: la Triple Entente, formada por Francia, Inglaterra y Rusia; y la Triple Alianza, o Tríplice, que ligaba a los Imperios centrales, Alemania y Austria-Hungría, y a Italia. Este sistema de equilibrios era solamente garantía de una paz precaria, pues requería un rearme continuo a fin de estar preparados para una guerra que se consideraba posible en cualquier momento.
Con todo, esta sensación de desconfianza pre-bélica, alimentada por los sectores nacionalistas y por los estados mayores de las grandes potencias, no llegaba a empañar el ansia de paz y de goce de progreso material que caracterizó a aquellos años de finales del XIX y principios del XX, conocidos como la “belle époque”. Se vivía en la “inconsciencia” de la realidad, pues Europa estaba experimentando una transformación socio-política con la industrialización, el movimiento obrero y el nacionalismo. Prueba de este estado de ánimo mayoritario es el comentario que, pocos meses antes de que estallara el conflicto, hizo el embajador de Francia en Berlín, Jules Cambon: “La mayoría de los franceses y de los alemanes desea vivir en paz, pero en los dos países hay una minoría que solo sueña con batallas, conquistas y revancha. Ahí está el peligro, junto al que debemos vivir como al lado de un barril de pólvora, que puede hacer explosión a la menor imprudencia”.
Y la chispa saltó el 28 de junio de 1914, en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, donde el heredero del imperio austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando, fue asesinado junto con su esposa por un terrorista eslavo. El gobierno de Viena culpó a Serbia –nación eslava y ortodoxa– de haber planeado este atentado para herir al Imperio germánico y católico de los Habsburgo, y le declaró la guerra el 28 de julio.
Aunque se pensó inicialmente que las hostilidades iban a tener un carácter limitado, lo cierto es que el vigente sistema de alianzas se puso en funcionamiento: Berlín tuvo que apoyar a Viena, mientras Rusia, protectora de la ortodoxia y del eslavismo, entró en guerra contra los Imperios centrales. En la Europa occidental, no se hizo esperar la declaración de guerra de Alemania a Francia. Por otro lado, la invasión de Bélgica por el ejército alemán, violando la neutralidad de ese país, provocó la inmediata respuesta de Londres. Así, antes de terminar el mes de agosto, las potencias de la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia) habían entrado en guerra contra Alemania y Austria-Hungría, a las que luego se adherirá el Imperio Otomano, secular adversario de los rusos. Solamente Italia, pese a formar parte de la Tríplice, permaneció de momento neutral, lo que no agradó en Viena y en Berlín.
Pío X… y Benedicto XV
¿Cómo reaccionó la Santa Sede ante esta convulsión? San Pío X había seguido con preocupación y dolor la cadena de acontecimientos que determinaron el estallido del conflicto. “Yo bendigo la paz, no la guerra”, exclamó cuando el emperador de Austria le rogó que bendijera a sus ejércitos. Le llenaba de amargura ver a las naciones católicas enfrentadas a muerte. Su salud había ido declinando al paso de estos sucesos. Abrumado por las trágicas consecuencias que preveía, falleció el 21 de agosto.
El 3 de septiembre era elegido su sucesor, el cardenal Giacomo della Chiesa, arzobispo de Bolonia, quien tomó el nombre de Benedicto XV. El nuevo Papa era un genovés que había aprendido la diplomacia junto al cardenal Rampolla, el gran Secretario de Estado de León XIII. Giacomo della Chiesa, sólidamente formado en las aulas universitarias civiles y eclesiásticas, había acompañado a Rampolla cuando este fue nuncio en Madrid, entre 1885 y 1887. Durante su estancia en Madrid, tuvo la oportunidad de trabajar en el arbitraje que España y Alemania pidieron a León XIII para dirimir la disputa sobre la propiedad de las Islas Carolinas. Luego, ocupó importantes puestos en la Curia romana antes de ser nombrado arzobispo de Bolonia. Era un diplomático avezado y un buen conocedor de la política europea.
Imparcialidad
Recién elegido, Benedicto XV apeló con urgencia a un cese inmediato de las hostilidades y expresó su rechazo al “espectáculo monstruoso” de una guerra fratricida, causante de que una parte de Europa estuviera “regada por sangre cristiana”. Y ya desde aquel momento, estableció la posición de la Santa Sede: imparcialidad.
Es decir, la Santa Sede no se sitúa al margen de la tragedia bélica como una potencia neutral, sino que se considera moralmente implicada debido a la paternidad universal del Papa. Pero implicada en un sentido propio, en la medida, dice el Pontífice, “en que… hemos recibido de Jesucristo, Buen Pastor, el deber de abrazar con amor paternal a todas las ovejas y corderos de su rebaño”. La crueldad de la lucha avivó el apasionamiento nacionalista: los franceses y belgas se sintieron decepcionados al no escuchar del Papa una condena explícita de Alemania por la invasión de Bélgica o el bombardeo de la catedral de Reims. En realidad, el Papa había condenado públicamente “todas las violaciones del derecho dondequiera se hayan cometido”, en alusión indirecta, pero clara, a la campaña alemana en el frente occidental, y estuvo en contacto estrecho con el cardenal Mercier, Primado de Bélgica; pero ello no pareció suficiente a quienes deseaban que la Santa Sede tomase partido. Por su parte, el gabinete imperial de Viena se mostró dolido por no contar con un respaldo explícito del Papa ante lo que consideraba una conspiración eslava, protegida por Rusia y alentada por Francia e Inglaterra, para terminar con el imperio católico de Austria-Hungría.
En su primera encíclica, publicada en noviembre de 1914 con el título de Ad Beatissimi, el Papa analiza la trágica situación europea desde el plano sobrenatural de la teología de la historia. Su interpretación de tintes escatológicos –pues veía en la guerra un castigo divino–, o sus alusiones a la “refinada crueldad” del moderno armamento no podían sonar bien en los oídos de un nacionalismo exacerbado por un odio que se venía represando durante décadas. Tampoco su queja ante la vista de los países cristianos enfrentados: “¿Quién diría que los que así se combaten tienen un mismo origen? ¿Quién les reconocería como hermanos, hijos de un mismo Padre, que está en los cielos?”. Tampoco duda en definir como causa principal de esta guerra la negación del sentido cristiano de la vida: olvido de la caridad, desprecio de la autoridad, e injusticia de las luchas sociales, deslegitimadas cuando se recurre a la violencia. Y como raíz de todo ello, subraya el Papa, la codicia de los bienes temporales generada por el materialismo. El Papa, se ha escrito, “veía en la guerra el efecto monstruoso de la crisis moral de la Europa moderna”.
Convencido de que el objetivo más urgente era detener la lucha armada, el Pontífice apelaba a la responsabilidad de los gobiernos: “Que nos escuchen, rogamos, aquellos en cuyas manos están los destinos de los pueblos. Otros medios existen, y otros procedimientos para reivindicar los propios derechos… Acudan a ellos, depuestas en tanto las armas”.
Intenso esfuerzo humanitario
Cuando se acercaba la Navidad de 1914, la perspectiva de un conflicto largo iba tomando fuerza. El Papa propuso entonces una tregua en los combates, por tiempo breve y determinado, durante los días navideños. La idea, acogida en principio por Londres, Berlín y Viena, fue rechazada por París y San Petersburgo con diversos pretextos. Benedicto XV manifestaría su dolor en el Consistorio de cardenales, lamentando que hubiese fracasado “la esperanza que habíamos concebido de consolar a tantas madres y esposas por la certeza de que, durante algunas horas consagradas a la memoria de la Divina Natividad, sus seres queridos no caerían bajo el plomo enemigo”.
Los esfuerzos diplomáticos de la Santa Sede se desarrollaban en paralelo a una eficiente y extensa labor humanitaria. Un equipo coordinado con la Cruz Roja operaba en Roma y en Suiza a las órdenes de monseñor Tedeschini, con el ingente cometido de informar sobre el paradero de los prisioneros de guerra. Al finalizar la contienda, se habían tramitado 600.000 peticiones de información y 40.000 peticiones de repatriación de prisioneros enfermos, y se habían transmitido 50.000 cartas de correspondencia entre los prisioneros y sus familias. También logró el Papa la liberación de prisioneros que habían quedado inhábiles para combatir, y transmitió al emperador Guillermo II numerosas peticiones de conmutación de penas de muerte contra civiles, dictadas por los tribunales alemanes en la Bélgica ocupada.
Asimismo, la Santa Sede obtuvo, con la colaboración del gobierno helvético, que 26.000 prisioneros de guerra y 3.000 detenidos civiles fueran autorizados a pasar la convalecencia en hospitales y sanatorios suizos. Benedicto XV cuidó especialmente de aliviar los sufrimientos de los niños y asistir a la población civil de los países en guerra. Las operaciones de ayuda alimentaria organizadas por la Santa Sede se sucedían sin distinción de razas, religión o bando: Lituania, Montenegro, Polonia, los refugiados rusos, Siria y Líbano recibieron, entre otras naciones y comunidades, protección papal.
De manera particular se ocupó el Pontífice de la suerte de los armenios, cuya persecución y exterminio bajo el poder otomano le indujeron a interceder ante el Sultán de Turquía. Terminada la guerra, el Papa defendió las aspiraciones nacionales de los armenios, y en tal sentido escribió al presidente Wilson. Los esfuerzos de Benedicto XV fueron recordados recientemente por el Papa Francisco, con motivo del centenario de lo que el actual Pontífice ha calificado de “primer genocidio del siglo XX”. La gratitud de los pueblos de Oriente ha quedado manifiesta en la estatua de bronce que representa a Benedicto XV y se alza delante de la catedral católica de Estambul. El monumento fue costeado por las comunidades religiosas de Oriente Medio (musulmanes, judíos, ortodoxos y protestantes).
Incomprensión
La labor diplomática y humanitaria del Papa fue reconocida sin discusión en la escena internacional. Así lo declaraba el canciller alemán von Bülow: “Benedicto XV trabajaba por la paz con sabiduría y firmeza”.
Sin embargo, la entrada de Italia en la guerra al lado de los aliados occidentales, en mayo de 1915, alejó la esperanza de que la contienda se abreviara. La situación de la Santa Sede era especialmente delicada: el Papa carecía de soberanía territorial desde la toma de Roma en 1870 y la pérdida de los Estados Pontificios. A pesar de las amplias garantías recibidas, en cualquier momento podía quedar rehén de un gobierno italiano revolucionario. Ante la beligerancia de Italia, Benedicto XV adoptó una política de máximo cuidado para evitar que la jerarquía y los católicos italianos se dejasen llevar de apasionamientos nacionalistas, comprometiendo así la imparcialidad de la Santa Sede. No dudó en recordar, incluso a algunos pastores de la Iglesia, que por encima de los intereses nacionales, prima el interés de la Iglesia y de la Humanidad: “Los lirismos, incluso los patrióticos, no deben ser secundados”; y les exhortó a observar “una reserva digna o una adhesión reservada”.
Esta prudente actitud no fue comprendida tampoco, pues algunos sectores tacharon al Pontífice de derrotista, a pesar de que el Vaticano cooperó con el gobierno italiano para paliar las terribles consecuencias de la lucha en el frente ítalo-austríaco del Isonzo. El Papa, por otro lado, no respaldaba conductas que incumplieran los deberes cívicos de la defensa nacional. Así, obligó a los seminaristas a respetar sus deberes militares y no permitió la anticipación de ordenaciones sacerdotales antes de la edad canónica (25 años) para eludir el reclutamiento.
Impulsos a la paz
En julio de 1915, con motivo del primer aniversario del comienzo de la guerra, Benedicto XV dirige un solemne llamamiento a los pueblos beligerantes y a sus gobiernos. El lenguaje y el tono reflejan su visión de una Europa ensangrentada: “En el Nombre santísimo de Dios, por la Sangre preciosa de Jesús… os conjuramos a vosotros, a quienes la Divina Providencia ha puesto en el gobierno de las naciones beligerantes, a poner un término a esta horrible carnicería que deshonra a Europa”. Y señala valientemente otro aspecto de la guerra, la riqueza de los contendientes, que les permite continuar la lucha con armamento cada vez más sofisticado: “¡Pero a qué precio! Que respondan los millares de existencias jóvenes que se extinguen cada día sobre los campos de batalla…”. Como remedio a la inutilidad del odio y la violencia, Benedicto XV propone negociar la paz “en condiciones razonables” y afirma que “el equilibrio del mundo, la tranquilidad… de las naciones reposan sobre la benevolencia mutua y sobre el respeto de los derechos y dignidad del otro…”.
La exhortación fue recibida con incomprensiones por ambas partes, pues ninguna deseaba negociar, sabedoras de que ello implicaría ceder en reivindicaciones y renunciar al aplastamiento del adversario. Benedicto XV, pese a todo, se mantuvo firme en trabajar por una paz “sin vencedores ni vencidos”. El apoyo personal que recibía del nuevo emperador austríaco, el beato Carlos I, y de su esposa, la emperatriz Zita de Borbón-Parma, fue de escasa utilidad, ya que Alemania había resuelto ir hasta el final. Los ofrecimientos de Berlín de examinar una posible negociación revestían poca credibilidad a ojos de los aliados, por cuanto no se precisaban medidas concretas, y la primera condición “sine qua non” para Londres y París era la evacuación de Bélgica.
Al principiar 1917, Estados Unidos tomó la decisión de entrar en la guerra junto a los aliados. Ello, unido a la revolución rusa y a la nueva guerra submarina emprendida por el estado mayor alemán, hizo ver al Papa que el alcance de la paz se alejaba aún más. Con todo, se podían percibir algunos síntomas de “fatiga bélica” que Benedicto XV decidió aprovechar. Y a estos efectos, consciente de que no había tiempo que perder, encomendó a monseñor Eugenio Pacelli (el futuro Pío XII), nuncio en el reino de Baviera, una aproximación al emperador Guillermo y al gobierno de Berlín.
Una propuesta concreta
Pacelli actuó con rapidez y persuasión, y logró la aquiescencia inicial del canciller alemán, Bethmann-Hollweg, a unos puntos esenciales que incluían la limitación de armamentos, la independencia de Bélgica y el arreglo de disputas en tribunales internacionales. Pacelli urgía a la Santa Sede a dar un paso adelante presentando propuestas concretas sobre las que negociar. Insistía también en la necesidad de impedir que la cúpula militar en Berlín lograse convencer al emperador de que la única solución era la de llevar la lucha armada hasta el final, confiando todavía en una victoria.
El Papa fue de la misma opinión que Pacelli, y el 1 de agosto hizo llegar a los gobernantes de las naciones beligerantes una Nota que recogía puntos concretos, tales como el desarme, el arbitraje, la libertad de navegación de los mares, la restitución de los territorios ocupados, que eran básicos para negociar una paz justa y duradera, así como para detener definitivamente la “matanza inútil” que sufría Europa. Benedicto XV propugna un nuevo orden internacional fundado sobre principios morales. Como afirma Pollard, “era la primera vez en el curso de la guerra que una persona o una potencia habían formulado un esquema práctico y detallado para negociar la paz”.
Portazo al arreglo pacífico
Las reacciones de los aliados fueron muy poco alentadoras: desde el rechazo de Francia e Italia, a la tibieza británica. Sin embargo, la última palabra la tuvo el Presidente americano, Wilson, quien dio el portazo definitivo a los intentos papales de negociar un arreglo pacífico, sin vencedores ni vencidos, que permitiera el cese de la lucha y la restauración del statu quo anterior como paso previo a una solución acordada de las diferencias.
Claramente, los aliados no querían ninguna salida que no fuera la derrota de Alemania y del imperio de los Habsburgo. Por parte de Berlín y Viena, las respuestas respectivas expresaban simpatía por la iniciativa, pero sin comprometerse. Al final prevaleció la firme postura del alto mando militar alemán, confiado aún en una victoria sobre un frente occidental exhausto. Los generales prusianos no quisieron darse cuenta de que la intervención de los Estados Unidos había inclinado la balanza inexorablemente. El Papa vio entonces con claridad que sus esfuerzos habían fracasado. Fue entonces cuando confesaría que había pasado por uno de los momentos más amargos de su vida. En todo caso, la Nota papal de 1917 influyó en los negociadores de la Paz de París de 1919. Hay similitudes patentes entre las propuestas de Benedicto XV y los famosos 14 Puntos que Wilson presentó en París para inspirar la construcción del nuevo orden internacional.
¿Fracaso?
¿Fracasó el Papado en su intento de buscar la paz para Europa? Es cierto que Benedicto fue “el profeta no escuchado”, y que sus llamamientos a la conciencia de los poderosos para detener lo que llamó “una matanza inútil” fueron no solo desoídos, sino que muchos los calificaron de derrotistas e imposibles de obedecer. Pero, pese a las “semillas de discordia” que encerraba el Tratado de Paz (y que trajeron la II Guerra Mundial), lo cual el Papa había advertido a los vencedores de 1919, el nuevo orden internacional fue fruto de una nueva visión de la convivencia entre los pueblos.
En efecto, se reconocía, por primera vez, “la primacía del derecho sobre la fuerza”, de acuerdo con la enseñanza de Benedicto XV, cuya voz fue la única en denunciar desde el principio el mal de la guerra y cuya labor de caridad incansable no distinguió entre fronteras, credos y nacionalidades. A este nuevo concepto de la diplomacia moderna aludía el Beato Pablo VI al definirla como “el arte de crear y mantener el orden internacional, esto es, la paz”.
Y a este cambio de perspectiva el Papado, una vez más en la Historia, había cooperado con sabiduría y coraje. Con razón bien fundada, se ha llamado a Benedicto XV “el único vencedor moral de la Guerra”.
Otros protagonistas
San Pío X, papa El Papa san Pío X siguió con preocupación y dolor los acontecimientos que determinaron el estallido del conflicto. “Yo bendigo la paz, no la guerra”, exclamó cuando el emperador de Austria le rogó que bendijera sus ejércitos. Le llenaba de amargura ver a naciones católicas enfrentadas a muerte. Abrumado por las trágicas consecuencias que preveía, falleció el 21 de agosto.
Federico Tedeschini, cardenal Un equipo coordinado con la Cruz Roja operaba en Roma y Suiza a las órdenes del entonces monseñor Federico Tedeschini. Al final de la contienda había tramitado 600.000 peticiones de información y 40.000 peticiones de repatriación de prisioneros, se logró la liberación de los que habían quedado inhábiles para combatir y 29.000 fueron autorizados a pasar la convalecencia en hospitales suizos.
Thomas Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos Benedicto XV influyó en los negociadores de la Paz de París de 1919. Hay similitudes patentes entre las propuestas de Benedicto XV y los famosos 14 Puntos que el presidente norteamericano Wilson presentó en París para inspirar la construcción del nuevo orden internacional.
El autorPablo Zaldívar Miquelarena
Diplomático, ex-embajador de España en Etiopía y Eslovenia, y autor de la reciente monografía “Benedicto XV. Un pontificado marcado por la Gran Guerra”
JMJ 2016 en Cracovia: tras la senda de san Juan Pablo II en Polonia
El 26 de julio comienza en Cracovia la Jornada Mundial de la Juventud. Miles de jóvenes de todo el mundo compartirán unos días de oración y celebración de la fe cristiana junto al Papa Francisco. Repasamos algunos de los lugares que el peregrino podrá recorrer en esos días.
Ignacy Soler·7 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 12minutos
Es bueno que el joven peregrino que quiera participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebrará en Cracovia en julio tenga una idea básica de lo que es la JMJ: una experiencia conjunta de oración, encuentro personal con Cristo, explosión de fiesta y alegría en la comunicación de la fe cristiana en unión con el sucesor de Pedro que tiene como misión confirmarnos en nuestra fe. El peregrino encontrará en la JMJ la ocasión para conocer el país y profundizar en su fe.
El bautismo de Polonia
La JMJ no es un espectáculo de fuegos de artificio, sino que busca profundizar en la responsabilidad del bautismo. Por este motivo no es casualidad que se encuadre en la celebración del 1050 aniversario del bautismo de Polonia en la persona de su primer rey, Mieszko I, en el año 966.
La JMJ da comienzo el lunes 26 de julio con una misa solemne celebrada por el cardenal Stanisław Dziwisz en las Błonia (campo) de Cracovia, una gran explanada en el centro de la ciudad donde san Juan Pablo II celebró la Santa Misa en casi todos los viajes apostólicos a su patria. También allí tendrá lugar el primer saludo al Papa Francisco y el Via Crucis en la tarde noche del viernes 29. Los jóvenes se trasladarán desde las Błonia hasta la localidad de Brzeg, en los contornos de Cracovia, muy cerca de Wieliczka. Allí, el sábado por la tarde y noche, se tendrá la vela con el Papa, y el domingo la santa Misa de clausura de la JMJ.
Dulces típicos en una calle del barrio judío de Kazimierz, en Cracovia.
Más de cien mil peregrinos inscritos en la JMJ han expresado su deseo de visitar el santuario de Jasna Góra en Częstochowa, a 150 kilómetros de Cracovia. Sin lugar a dudas la Czarna Madonna (Virgen Negra) de Częstochowa, con su imagen icono de la Señora de ojos misericordiosos, fue el lugar más visitado por Karol Wojtyła. Allí está el corazón y el centro de la espiritualidad polaca. Es un lugar casi obligatorio para el peregrino mariano de la JMJ. Además de Częstochowa, hay otros lugares de interés en relación con el Papa polaco.
El Santuario de la Divina Misericordia
Łagiewniki es un distrito de Cracovia situado al sur de la ciudad. Es un lugar obligado para todos lo que vayan a la JMJ porque allí está situado el Santuario de la Divina Misericordia, donde vivió y murió santa Faustina Kowalska. En el año de la misericordia parece especialmente indicada la visita de este lugar. El diario de Faustina Kowalska fue un texto especialmente querido por Karol Wojtyła. Siguiendo una indicación precisa escrita en ese diario, estableció Juan Pablo II el domingo de la Misericordia.
Durante la segunda guerra mundial, el joven Karol Wojtyła trabajó en la fábrica de productos químicos Solvay, en el barrio de Borek Fałęcki, muy cerca de Łagiewniki. Como sacerdote y obispo estuvo muchas veces en Łagiewniki. Como Papa, san Juan Pablo II visitó dos veces el santuario de la Divina Misericordia. La primera vez fue el 7 de junio de 1997, durante su sexto viaje a Polonia. Entonces dijo que venía a este santuario movido por una imperiosa necesidad de su corazón: “Desde este lugar salió el anuncio de la misericordia de Dios que el mismo Jesucristo quiso entregar a nuestra generación a través de la beata Faustina. Es un mensaje claro e inteligible para todos. Cada hombre puede venir aquí, mirar al cuadro de Cristo misericordioso, a su Corazón que irradia gracias, y escuchar lo que oyó Faustina: ‘No tengas miedo de nada, Yo estoy siempre contigo’ (Diario, 613)”.
Interior del santuario de la Divina Misericordia en Łagiewniki.
En su última peregrinación a Polonia, en agosto de 2002, consagró el nuevo templo de la Misericordia erigido en basílica menor. Las dimensiones de la nueva edificación permiten la acogida de miles de peregrinos. La antigua iglesia, o capilla, aunque de capacidad reducida, sigue siendo el centro del Santuario: allí se encuentra el cuadro original de Jesús Misericordioso, pintado según las indicaciones de santa Faustina, y las reliquias de ésta. Desde este lugar, el Papa Juan Pablo consagró el mundo a la Divina Misericordia el 19 de agosto de 2002.
El santuario de san Juan Pablo II
Desde el Santuario de la Divina Misericordia se puede acceder andando, en diez minutos, al santuario de Juan Pablo II, dentro del Centro Juan Pablo II “No tengáis miedo”. Es un complejo de parques y edificios que tienen como finalidad el estudio de la vida y obras del Papa polaco, junto con la difusión de su devoción. Todos los edificios construidos son un ejemplo de que la arquitectura polaca religiosa puede ser hermosa.
La iglesia santuario posee con una cripta en cuyo altar se encuentra un relicario con sangre del santo y una serie de capillas de gran interés. Por ejemplo, en la capilla sacerdotal tenemos una replica de la capilla de san Leonardo, donde Karol Wojtyła celebró su primera misa solemne, y también se encuentra la losa original que cubrió la tumba de Juan Pablo II en las grutas vaticanas antes de que fuera proclamado beato y depositaran sus reliquias en la basílica de San Pedro.
El santuario de la Divina Misericordia en Częstochowa, el de la cruz Mogiła, el campo de concentración de Auschwiz y otros lugares vinculados a santa Faustina Kowalska y a san Juan Pablo II tendrán un peso especial en el desarrollo de la JMJ.
La iglesia principal está decorada con grandes mosaicos, llenos de luz y color, de innegable valor artístico y simbólico. Son obra del padre Marko Ivan Rupnik SJ, autor que ha realizado otras obras importantes, como la decoración de la cripta de san Giovanni Rotondo. En una de las capillas, la de la Virgen de Fátima, podemos ver la sotana que llevaba Juan Pablo II el día en que sufrió un atentado, el 13 de mayo de 1981, cuando presidía la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro. Las manchas de sangre impregnan el tejido blanco en muchas zonas.
Kalwaria Zebrzydowska
Kalwaria Zebrzydowska es un santuario mariano fundado a comienzos del siglo XVII por el noble Mikolaj Zebrzydowski, según el modelo de la iglesia de la Crucifixión, en Jerusalén. Su fundador quiso recordar el misterio de la pasión y muerte de Cristo junto a los misterios dolorosos de María, por lo que las diferentes capillas están como entrelazadas uniendo la pasión de Cristo a la de su Madre. Está regido por los padres bernardinos, y todo el complejo pertenece al Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Quien haya visto la película “De un país lejano” (dirigida en 1981 por el polaco Krzysztof Zanussi), en la que se relata la vida de Karol Wojtyła desde el año 1926 hasta su nombramiento como Papa, recordará cómo empieza. Karol Wojtyła de niño participa en el Vía Crucis durante la Semana Santa en Kalwaria Zebrzydowska, a 15 kilómetros de Wadowice. Al acabar, va con su padre a comer en la posada del peregrino, donde ven al joven actor que escenificaba al Señor que está bebiendo una cerveza. Eso se le quedó muy grabado. Lo mismo que las palabras de su padre al morir su madre. Le señaló a la Virgen Kalwariska y le dijo: “desde ahora Ella será tu Madre”.
El 18 de agosto del 2002, Juan Pablo II se despidió de María en este Santuario con una conmovedora oración en silencio. Fue el único viaje apostólico en el que no estuvo en Częstochowa. Después de más de una hora de activo silencio tomó la palabra: “Vengo hoy a este santuario como peregrino, como venía cuando era niño y en edad juvenil. ¡Cuántas veces he experimentado que la Madre del Hijo de Dios dirige sus ojos misericordiosos a las preocupaciones del hombre afligido y le obtiene la gracia de resolver problemas difíciles, y él, pobre de fuerzas, se asombra por la fuerza y la sabiduría de la Providencia divina! Cuando visité este santuario en 1979, os pedí que orarais por mí mientras viva y después de mi muerte. Hoy os doy las gracias a vosotros y a todos los peregrinos de Kalwaria por estas oraciones, por el apoyo espiritual que recibo continuamente. Y sigo pidiéndoos: no dejéis de orar –lo repito una vez más– mientras viva y después de mi muerte. Y yo, como siempre, os pagaré vuestra benevolencia encomendándoos a todos a Cristo misericordioso y a su Madre”.
Wadowice. Iglesia y casa
Wadowice, es el pueblo natal del Papa polaco. También es lugar obligado de visita para seguir sus pasos. Conocer a una persona es ir a sus raíces, conocer el ambiente donde nació y donde vivió su infancia. El 16 de junio del año 1999 tuvo un encuentro con un grupo de fieles en la plaza de la iglesia, y allí abrió su corazón, refiriéndose a sus recuerdos, sin leer ningún texto escrito, al hilo de su gran memoria.
Un grupo de fieles celebra la canonización de Juan Pablo II en el exterior de la iglesia parroquial de Wadowice.
La muy cuidada iglesia parroquial de la Presentación de Santa María está renovada, pero tiene el aire de los años jóvenes de Wojtyła. En ella podemos ver la pila bautismal donde el pequeño Karol fue bautizado, así como el acta de bautismo. También se puede visitar una capilla dedicada a Juan Pablo II y el renovado museo de la casa donde vivió la familia Wojtyła. Desde la ventana de la cocina de la Casa-museo se puede ver un reloj de sol en la pared de la iglesia que Lolek veía cada día al salir de su casa, y que lleva una expresión en polaco: “Czas ucieka wieczność czeka” (el tiempo pasa, la eternidad espera).
Santuario de la cruz Mogiła
En los confines de Nowa Huta se encuentra la localidad de Mogiła, con el monasterio cisterciense de la Santa Cruz, erigido en el siglo XIII. El Cristo crucificado de Mogiła goza desde hace siglos de una gran devoción popular. Allí acudió muchas veces Karol Wojtyła atraído por su gran amor a la Cruz. En este santuario pronunció su última homilía como ordinario de Cracovia el 17 de septiembre de 1978 con ocasión de la solemnidad de la exaltación de la Santa Cruz. Decía: “De modo particular vengo a este lugar para encomendar a Nuestro Señor y a su santa Madre al nuevo Papa, elegido hace unas semanas, el sucesor de Pedro, el Papa Juan Pablo I”.
Ya como Papa regresó a este santuario de la Cruz el 9 de junio de 1979, y en aquella ocasión utilizó por primera vez la expresión “nueva evangelización”: “Nuestro padres en épocas pasadas elevaban la cruz en diferentes lugares de la tierra polaca como signo de que había llegado allí el Evangelio, que se empezaba la evangelización, que continuaba sin pausa. Con esta idea se levantó también la primera cruz en Mogiła […]. Ahora, en los umbrales del nuevo milenio, hemos recibido una nueva señal: para unos tiempos nuevos y unas nuevas circunstancias viene de nuevo el Evangelio. Ha comenzado una nueva evangelización, una segunda, que es la misma que la primera”.
La cruz de la JMJ que transportan los jóvenes entre sus manos de un país a otro es el signo de la transmisión de la fe cristiana. La cruz girando alrededor del orbe da sentido a la historia de los días.
Auschwitz
Este campo de concentración y de exterminio nazi me parece también un lugar de visita obligada. Me he encontrado con muchos polacos que nunca han estado en este lugar, ni piensan hacerlo. Lo entiendo. Pero en mi opinión todos deberíamos conocerlo, ya que no tenemos ningún vestigio tan dramático y tan espeluznante de la locura y del horror de las guerras del siglo XX como Auschwitz.
En Auschwitz, nombre alemán de la ciudad polaca Oświęcim (ninguna de las dos palabras son fáciles de pronunciar para el hispanoparlante), había tres campos de concentración. Se han conservado los dos primeros. “Auschwitz 1” es un museo donde se visitan los cuarteles construidos en ladrillo de buena factura y de fabricación austríaca de finales del siglo XIX (cabe recordar que esa parte de Polonia, la Galitzia, pertenecía en aquella época al imperio Austro-Húngaro). El segundo campo es Auschwitz-Birkenau. Edificado durante la guerra, se encuentra a cuatro kilómetros de distancia del primero. A uno y otro hay que ir. En un y otro estuvieron san Juan Pablo II (el 7 de junio de 1979) y Benedicto XVI (el 28 de mayo de 2006). Ambos Papas pasaron también por la puerta con la inscripción: Arbeit macht frei, que suena a burla blasfema sobre la dignidad del hombre y del trabajo.
Acceso al campo de concentración de Auschwitz.
Los dos Papas –uno polaco y otro alemán– valoraron su visita a Auschwitz casi con las mismas palabras: “No podía no venir a este lugar”. Unas palabras que expresan la obligación de hacer justicia a la memoria de las víctimas del exterminio nazi. Los dos Papas rezaron en la celda en donde murió mártir san Maximiliano Kolbe. En numerosas ocasiones me he acercado desde Cracovia a Auschwitz-Birkenau para pasear al atardecer por las grandes explanadas del campo, atravesadas por raíles, y hacer la oración con los textos de la homilía que Juan Pablo II pronunció en aquel mismo lugar: “‘Ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe’ (1 Jn 5, 4). En este lugar del terrible estrago, que supuso la muerte para cuatro millones de hombres de diversas naciones, el padre Maximiliano, ofreciéndose voluntariamente a sí mismo a la muerte, en el búnker del hambre, por un hermano, consiguió una victoria espiritual similar a la del mismo Cristo. Este hermano vive todavía hoy en esta tierra polaca. Pero el padre Maximiliano Kolbe, ¿fue el único? Ciertamente, él consiguió una victoria que tuvo repercusión inmediata sobre sus compañeros de prisión y que tiene repercusión aún hoy en la Iglesia y en el mundo. Pero seguramente se consiguieron otras muchas victorias. Pienso, por ejemplo, en la muerte, en el horno crematorio del campo de concentración, de la carmelita sor Benedicta de la Cruz (conocida en el mundo como Edith Stein) alumna ilustre de Husserl que se ha convertido en honra de la filosofía alemana contemporánea y que descendía de una familia hebrea habitante en Wroclaw”.
Y el Papa Benedicto XVI, en el mismo escenario que su predecesor pero 27 años más tarde, gritó dramáticamente: “En un lugar como este se queda uno sin palabras. En el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?”. Justo después de que Benedicto XVI pronunciara esas palabras, un arco iris lleno de color se dibujó en el cielo. Todos lo pudimos ver. Era como una respuesta divina, visible, clara, silenciosa…
Cracovia
A algunos peregrinos se les puede hacer algo pesado la omnipresencia de Juan Pablo II en muchos ámbitos de la vida religiosa y social de Polonia. Esa gran presencia es algo natural, sí. Pero también es cierto que lo bueno hay que darlo en pequeñas dosis, ya que repetido de forma rutinaria cansa y molesta. Por eso hay que recordar que en Cracovia, lo mismo que en todo el país, hay una gran variedad de lugares y espacios dignos de visitar que no están en relación estrecha con el Papa polaco. Hay otros muchos santos relacionados con esta ciudad que es obligado citar, empezando por el obispo mártir san Estanislao y terminando por santa Faustina y su mensaje de la Misericordia: las reinas Kinga y Jadwiga Andegaweńska, los frailes Alberto Chmielowski, Simon de Lipnicy o a Rafael Kalinowski; los profesores de la Universidad Jaguelónica Juan Kanty y Mons. José Sebastian Pelchar; y la sirvienta Aniela Salawa. Sin embargo, debido a lo que Juan Pablo II ha significado para Polonia y para la historia reciente de la Iglesia, los lugares vinculados a su biografía son los que más destacan.
En Cracovia es digno de admirar su casco viejo, en especial la plaza del mercado, la colina de Wawel con la catedral y el castillo, y el barrio judío de Kazimierz. Hay muchos sitios que están en relación con la vida de Karol Wojtyła: la casa de la calle Tyniecka 10, donde vivió durante su primer año de universidad y la guerra, y donde murió su padre; la iglesia parroquial de san Florián, donde empezó sus métodos juveniles pastorales y que dio como fruto su libro “Amor y responsabilidad”; o la calle de los Canónigos, donde vivió en dos de sus casas –ahora museos– desde el 1953 hasta el 1964. Destaquemos cuatro lugares que merece la pena visitar:
1) El palacio del Obispo. Se encuentra en la calle Franciszkańska 3, pues enfrente está el convento de los franciscanos. En ese palacio Karol Wotyła entró de seminarista durante la guerra. En su capilla fue ordenado sacerdote –él sólo– por el cardenal Sapieha. Ya como obispo titular de Cracovia (entre 1964 y 1978) todos los días de 9.00 a 11.00 trabajaba en ese lugar sacro mirando al Sagrario. Habló muchas veces desde la ventana central de ese palacio en las serenatas nocturnas para jóvenes organizadas durante sus viajes apostólicos a Cracovia.
2) La catedral de Wawel. Esta catedral es un resumen de la historia de Polonia. Allí se encuentran, en su altar central, las reliquias de san Estanislao. Allí también se coronaban los reyes. En sus criptas se encuentran enterrados los prohombres de la vida religiosa, política y cultural de Polonia. En la capilla más antigua, la cripta románica de San Leonardo, Karol Wojtyła celebró el 2 de noviembre del año 1946 su primera –sus tres primeras– misas solemnes. Con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales quiso volver a celebrar la santa Misa en esa capilla. Su acción de gracias duró dos horas. Era el 9 de junio de 1997.
Exterior de la catedral de Wawel (Cracovia), de gran importancia para Polonia.
3) La iglesia de Santa María. Esta iglesia, situada en la plaza del mercado, ofrece la mejor obra artística y religiosa de todo el patrimonio polaco: el retablo de la Asunción de Santa María. Es obra del escultor Wit Stwosz que en 1477 se trasladó con su familia de Núremberg a Cracovia. En esta ciudad trabajó y realizó esta obra maestra. Solamente los costos (todo el presupuesto de la ciudad de un año) dan idea de la grandeza del proyecto. El retablo se articula entorno a una trilogía mariana que ayuda a rezar. En una primera escena vemos a María dormida en torno a los apóstoles. A continuación, María en cuerpo y alma es elevada al cielo. Finalmente, la Virgen es coronada por la Trinidad. Durante sus primero años de sacerdote, Juan Pablo II solía confesar en esta iglesia. Aún hoy se puede ver el confesionario. La doctora Wanda Półtawska recuerda en su libro de memorias “Diario de una amistad” la ocasión en que acudió a esta iglesia de Santa María para confesarse. Durante la confesión, el joven sacerdote Wojtyła le dijo: “¡Ven a la Santa Misa de la mañana, y ven cada día!”. Esas palabras fueron para ella como un “trallazo”: “No le pedí que fuera el director espiritual de mi alma, no le dije nada de eso. Todo salió con naturalidad cuando al final me dijo lo que antes ningún sacerdote me había dicho: ¡Ven a la Santa Misa de la mañana, y ven cada día! Más de una vez he pensado que a decir verdad cada confesor debería dar ese consejo tan sencillo”.
4) La universidad Jaguelónica. Es la universidad más antigua de Polonia. Fundada en el año 1360 por el rey Casimiro III el Grande, fue renovada e impulsada por el rey Jagellon y su esposa santa Jadwiga (Eduviges). Karol fue estudiante de esa Universidad y recibió el doctorado honoris causa en 1983.
Francisco y Kiril, en La Habana, un encuentro y una declaración históricos
El encuentro entre el Papa Francisco y el Patriarca de Moscú Kiril ha abierto una nueva vía en las relaciones entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas. Mons. Romà Casanova, obispo de Vic, analiza el encuentro.
Romà Casanova·7 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 5minutos
El Concilio Vaticano II en el decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, afirma: “Este sagrado Concilio espera que, derrocado el muro que separa la Iglesia occidental y la oriental, se hará, por fin, una sola morada asentada en la piedra angular, Cristo Jesús, que hará de los dos una sol a cosa” (n. 18). Y entre las condiciones para que esto sea posible, el mismo concilio afirma su deseo de que se hagan “todos los esfuerzos, sobre todo con la oración y el diálogo fraterno acerca de la doctrina y de las necesidades más urgentes de la función pastoral en nuestros días” (ibídem). Ya antes del Vaticano II, pero después con nuevas fuerzas, la Iglesia católica se ha lanzado a la tarea de conseguir la unidad tan deseada y pedida por el Señor en la oración sacerdotal de Jn 17.
En este camino ecuménico para ir trenzando la unidad plena de la Iglesia, una y única, de Cristo, hay hitos realmente significativos, como el encuentro del Papa Pablo VI con el Patriarca Atenágoras en 1964, los encuentros de san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco con los patriarcas ecuménicos de Constantinopla, así como con otros patriarcas ortodoxos. Sin olvidar, tampoco, tantos encuentros a diferentes niveles que contribuyen a abrir caminos de mayor conocimiento y amistad, que son la antesala de la unidad plena de las Iglesias orientales y occidentales.
La relación al máximo nivel de los representantes de la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa era una asignatura pendiente. No es que de parte del obispo de Roma no hubiera interés, ya que las tentativas de Juan Pablo II y Benedicto XVI por una u otra razón no llegaron nunca a hacerse realidad. Sí que ya se vio un avance en el momento en que el Patriarca Kiril envió al arzobispo Hilarión de Volokolamsk a visitar al Papa Benedicto XVI en septiembre de 2009.
El mismo hecho de encontrarse juntos el Papa Francisco y el Patriarca Kiril en La Habana el pasado 12 de febrero ya es una muy buena noticia. Los gestos hablan por sí solos. El abrazo fraternal, el sentarse juntos para hablar, intercambiar regalos significativos; todo ello ya es de por sí anuncio de Cristo. Han pasado siglos desde la ruptura de oriente y occidente, y ha pasado medio siglo desde los primeros encuentros del Papa con jerarcas de las Iglesias ortodoxas. El encuentro vivido en La Habana tiene toda la categoría de acontecimiento histórico que abrirá, ciertamente, nuevos cauces de diálogos y de encuentros mutuos entre Iglesias hermanas.
A nadie se le esconde el papel de la Iglesia ortodoxa rusa entre las Iglesias ortodoxas, al ser aquella la más numerosa del orbe. Así mismo, este hito se da ante el horizonte de otro gran acontecimiento histórico previsto para este mismo año: el Sínodo panortodoxo. Pero también la declaración conjunta está llena de riquezas para el diálogo ecuménico. Dada la brevedad de este texto hacemos tan solo unos subrayados, sin pretender ser exhaustivos.
La Declaración se ubica en la perspectiva que comprende el ecumenismo como un don de Dios. De ahí que a Él se agradezca este nuevo paso dado en La Habana (n. 1 de la Declaración) y la petición de este don sea una constante en todo el documento. Dada la fragilidad de la condición humana este don requiere una tarea por parte de los hombres.
Asimismo, desde el inicio de la Declaración (3), se explicita que el ecumenismo y la plena unidad son un imperativo derivado de la misión de la Iglesia ante el mundo. La Tradición común heredada del primer milenio (4) se expresa de manera eminente en la celebración de la misma Eucaristía. Sin embargo, ésta también evidencia la falta de unidad en la concepción y la explicación de la fe, fruto de la debilidad humana, como expresada en la privación de la comunicación Eucarística entre ambas Iglesias (5).
El encuentro del Papa Francisco y el Patriarca Kiril quieren ser un eslabón hacia la plena unidad (6) en un momento crucial de cambio de época de la historia en el que estamos sumergidos: “La conciencia cristiana y la responsabilidad pastoral no nos permiten que permanezcamos indiferentes ante los desafíos que requieren una respuesta conjunta” (7).
Nudo gordiano del ecumenismo es el testimonio martirial de cristianos procedentes de distintas iglesias en las regiones del mundo donde los cristianos son perseguidos (8). La exterminación de familias, pueblos y ciudades de hermanos y hermanas en Siria, Irak y el Oriente Medio, con presencia desde época apostólica, reclama medidas inmediatas por parte de la comunidad internacional y ayuda humanitaria (9, 10), así como la oración de ambas iglesias para que Cristo conceda la paz fruto de la justicia y la convivencia fraterna (11).
La declaración conjunta concluye la mirada a Oriente Medio afirmando que, de un modo misterioso, estos hermanos martirizados unidos en la confesión de una misma fe en Jesucristo, “son la clave para la unidad de los cristianos” (12). El diálogo interreligioso reclama una educación para el respeto a las creencias de otras tradiciones religiosas y repudia cualquier intento de justificar actos criminales en nombre de Dios (13).
La unidad se comprende en perspectiva pastoral. Así, la declaración indica con gran decisión nuevos desafíos misioneros que deben ser abordados de forma común. Son amplios campos de acción evangelizadora y pastoral que deben ser afrontados: el vacío dejado por regímenes ateos que auguran un renacimiento de la fe cristiana en Rusia y Europa del Este (14); el secularismo que socava el derecho humano fundamental de la libertad religiosa (15); el reto de la integración europea, cuyas raíces cristianas han forjado su historia milenaria (16); la pobreza y la desigualdad, que reclama justicia social, respeto a las tradiciones nacionales y solidaridad efectiva (17 y 18); la situación de la familia (19) y el matrimonio (20); el derecho a la vida, con especial atención a la manipulación de la vida humana (21).
En esta tarea ingente los jóvenes tienen un lugar destacado; a ellos se pide un nuevo estilo de vida que se aparte del pensamiento dominante (22), siendo discípulos y apóstoles, capaces de tomar la cruz cuando sea necesario (23).
El documento, por tanto, sugiere un vasto horizonte evangelizador que reclama una respuesta común de ambas Iglesias, un ecumenismo de la acción y el testimonio común.
Con este objetivo la declaración afronta con valentía puntos que han sido foco de tensión y que impiden predicar el Evangelio al mundo contemporáneo (24): se excluye el proselitismo y se propone como piedra basilar el hecho de que somos hermanos; se apuesta por buscar nuevas formas de convivencia entre greco-católicos y ortodoxos, fomentando la reconciliación entre ambos (25); se explicita la necesidad de que cesen las hostilidades en Ucrania, para dar paso a una armonía social; se apela al testimonio moral y social de los cristianos ante un mundo en el que se socavan los fundamentos morales de la existencia humana (26).
La Declaración, por tanto, da cumplimiento de los objetivos del Concilio Vaticano II, citados en el inicio de estas palabras. Nos encomienda la tarea de pedir el don de la unidad y la tarea de ahondar en la realidad de la fraternidad para reconciliarnos y amar la legítima diversidad.
Concilio pan-ortodoxo: superando desacuerdos para volver a un rumbo común
Las Iglesias ortodoxas están a punto de reunirse en un concilio (el primero en más de mil años) que pretende convertirse en instrumento de unidad entre ellas. Tendrá lugar del 16 al 27 de junio de 2016 en la isla de Creta.
Bryan P. Bradley·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 5minutos
Han sido necesarias cinco décadas de intensas negociaciones sobre los temas a tratar y el formato de toma de decisiones antes de llegar al acuerdo de convocatoria del Sagrado y Gran Concilio, cuya convocatoria acordaron por fin en Suiza en los últimos días de enero los líderes de todas las Iglesias ortodoxas autocéfalas (reconocidas como autónomas).
En el caso de que la reunión se llegue a celebrar –aún quedan discordancias que podrían cambiar los planes o hacer que no todos los convocados acudan– el concilio pan-ortodoxo será un gran evento histórico, quizás no tanto por sus eventuales contenidos, como por el mero hecho de haberse celebrado. Quien convoca la reunión de forma oficial es el Patriarca Ecuménico Bartolomé de Constantinopla, que se ha destacado por ser un incansable promotor del concilio. El objetivo es que las Iglesias ortodoxas vuelvan a funcionar no como una mera confederación de Iglesias independientes, sino como un único organismo eclesial, capaz de hablar con una voz. Esto facilitaría tanto su testimonio cristiano en el mundo como las posibilidades de diálogo ecuménico, también con la Iglesia católica. “El advenimiento del Sagrado y Gran Concilio servirá como testimonio de la unidad de la Iglesia ortodoxa”, dijo Bartolomé durante la reunión de primados ortodoxos en Ginebra (Suiza) en enero. “No es un simple evento, sino que debe entenderse como un proceso global que se desarrolla”.
Entre las 14 Iglesias autocéfalas convocadas al concilio están los patriarcados históricos de Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén; los patriarcados modernos Moscú, Belgrado, de Rumania, Bulgaria y Georgia; y las Iglesias arzobispales Chipre, Grecia, Albania, Polonia y de Chequia y Eslovaquia. Formando parte de las delegaciones de estas Iglesias podrán participar representantes de otras Iglesias ortodoxas que dependientes de ellas, así como observadores no ortodoxos, que podrán asistir solamente a las sesiones de apertura y cierre.
Se ha elegido para su celebración los días cercanos a la fiesta de Pentecostés que, según el calendario oriental, este año será el domingo 19 de junio. La reunión tendrá lugar en Creta. La sede será la Academia Ortodoxa, ubicada a 24 kilómetros de la ciudad costera de La Canea. En un principio, se había previsto celebrarla en la iglesia de Santa Irene, en Estambul, pero a causa de las grandes tensiones diplomáticas entre Turquía y Rusia, el Patriarcado de Moscú pidió que cambiara el lugar.
Agenda
La reunión de los primados en Ginebra (que tuvo lugar en el Centro Ortodoxo de Chambésy), además de fijar las fechas y el lugar, aprobó de forma oficial los temas a discutir y el reglamento para los 12 días que durará el concilio.
Los representantes de las Iglesias ortodoxas han intentado elaborar desde los años sesenta una serie de documentos de base sobre diez temas que se deberían trabajar en el concilio. Acerca de algunos de ellos, en su mayoría relacionados con la jerarquía interna de la Iglesia ortodoxa, todavía no hay acuerdo.
De esos diez temas, los primados aprobaron seis que se tratarán en el concilio: la misión de la Iglesia ortodoxa en el mundo contemporáneo, la diáspora ortodoxa, la autonomía y la manera de proclamarla, el sacramento del matrimonio y las dificultades con que se encuentra, el significado del ayuno y su observancia en la actualidad, y las relaciones de las Iglesias ortodoxas con el resto del mundo cristiano. En cambio, no acordaron tratar el asunto de la fijación de un calendario común para la Pascua.
“Algunos temas se han retirado de la agenda, no porque se hayan solucionado, sino porque no era posible llegar a una solución”, ha comentado en una rueda de prensa el metropolita Hilarión de Volokolamsk, jefe del Departamento de Relaciones Externas del Patriarcado de Moscú. El metropolita Hilarión ha subrayado que el concilio debe mostrar unidad, y no airear conflictos. Asimismo, expresó su satisfacción por que los primados, ante la insistencia del primado ruso, aceptaran requerir un acuerdo unánime en el concilio para que la aprobación de cualquier decisión.
Riesgos
La exigencia de unanimidad, que supone que cada Iglesia tiene poder de veto, puede complicar el desarrollo del concilio. Sin embargo, en opinión del Patriarcado de Moscú, el concilio perdería su autoridad pan-ortodoxa si en las decisiones no participaran todas las Iglesias convocadas. “Si cualquiera de las Iglesias, por cualquiera razón, no pudiera o no quisiera participar, entonces ya no sería un concilio pan-ortodoxo. Como mucho sería un sínodo inter-ortodoxo”, dijo Hilarión.
Uno de los principales conflictos dentro de la Ortodoxia es la rivalidad entre la Iglesia ortodoxa rusa y el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. La primera es la más grande de las Iglesias ortodoxas con más de cien millones de fieles. El segundo, por su parte, aunque tiene en la actualidad muchos menos fieles, goza de un primado de honor sobre todo el mundo ortodoxo. Además, mientras el Patriarcado de Constantinopla siempre ha promovido la idea del concilio, el de Moscú generalmente ha tratado de complicar su organización o de quitarle importancia.
También hay otras diferencias relevantes. El Patriarcado de Antioquía, por ejemplo, está enfrentado con el Patriarcado de Jerusalén acerca del nombramiento de un metropolitano en Catar. Como consecuencia, ha amenazado con no participar en el concilio de junio si antes no se resuelve tal desacuerdo.
Esperanzas
Bartolomé ha dicho repetidamente que un nuevo retraso del concilio comprometería la imagen de la Iglesia ortodoxa en el mundo y entre sus mismos fieles. A la vez, sugiere que reunirse en un concilio es el mejor modo de avanzar en unidad. “El único camino para evitar las tentaciones de aislamiento confesional pasa a través del diálogo”, afirmó el Patriarca Ecuménico en enero. En un discurso a los obispos de su jurisdicción, varios meses antes de la reunión de Ginebra, explicó su pensamiento con más detalle: “A los que dicen, con buena voluntad, que el concilio necesita más preparación y que debe incluir en su agenda más cuestiones apremiantes, la respuesta es que es todavía más importante la misma convocatoria del concilio, como un comienzo para otros concilios, que a su vez resolverán más cuestiones ardientes”.
Una cuestión en que todos parecen estar de acuerdo es que el esperado Sagrado y Gran Concilio de los ortodoxos no debe llamarse “ecuménico”. Para unos, como el Patriarca de Constantinopla, porque no participarán las Iglesias de occidente, que sí participaron en los concilios antiguos anteriores al “gran cisma” de 1054; para otros, como el Patriarcado de Moscú, porque sólo después de celebrarlo, si de hecho hay aceptación universal de sus enseñanzas, se podría reconocer un concilio como ecuménico.
En cualquier caso, como escribió recientemente el teólogo ortodoxo John Chryssavgis, archidiácono y asesor del Patriarca Bartolomé, en la revista americana First Things: “Ciertamente algo se está moviendo dentro de la Iglesia Ortodoxa. Y el rumor será más fuerte y más claro en las semanas y meses venideros”. A pesar de las incertidumbres, el mismo Chryssavgis aguarda posibles resultados históricos, con la ayuda del Espíritu Santo, tanto para la vida de los mismos ortodoxos como para sus relaciones con los demás cristianos. De hecho, ve en las actuales tensiones entre grupos y personas dentro del mundo ortodoxo ecos de las luchas que se produjeron en los concilios del primer milenio. “La Historia rara vez la hacen personas de carácter débil, y la historia eclesiástica no es una excepción”, asegura.
Nathan Douglas es un guionista y director de cine canadiense de 26 años que, a pesar de su juventud, ha conseguido competir en uno de los festivales de cine más prestigiosos.
Fernando Mignone·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
Creado en 1979, el Festival Internacional de Clermont-Ferrand(Francia) es el festival de cortometrajes más importante del mundo. Nathan Douglas consiguió que su corto (de aproximadamente siete minutos de duración) fuera uno de los 70 films seleccionados para participar de entre más de 8.000 cintas procedentes de diversos países. Para él es un sueño hecho realidad. Su película, titulada “Son in the Barbershop” (Hijo en la peluquería), trata de un joven que escucha de forma fortuita, en la peluquería en la que le están cortando el pelo, una conversación telefónica entre un padre divorciado y su hijo. Este joven cineasta mostró su corto por primera vez en marzo del 2015, en el congreso Univ de Roma. Después lo hizo en varios festivales norteamericanos antes de llegar al festival de Clermont-Ferrand. Fue una experiencia única, aunque le chocó un poco la parte comercial del evento.
Nathan Douglas nació en la provincia canadiense de Ontario y reside en la de Columbia Británica. Estudió Cine en la Simon Fraser University, donde le conocí. Trabaja en su alma mater haciendo documentales educativos. Además, produce cortometrajes por su cuenta. Al fin y al cabo, algunos en Vancouver nos preciamos de vivir en el Hollywood North por la cantidad de rodajes que aquí se realizan. Nathan recibió el bautismo en una comunidad protestante poco después de nacer. Tras diez años buscando a Dios entró a formar parte de la Iglesia católica en la vigilia pascual de 2013. Hubo cuatro factores que influyeron mucho en su conversión: “Mi trabajo, que me hizo más sensible al arte y a la belleza como maneras de experimentar el amor de Dios; la adoración eucarística; un amigo católico que cariñosa y persistentemente me desafió; y una semana que pasé en un monasterio benedictino (cerca de Vancouver) que me abrió el corazón a la belleza de la liturgia”.
“¿Cuál es el fin principal del cine?”, le pregunto. Según Nathan, es el mismo que el de todo arte verdadero: “Reflejar la belleza de Cristo de manera que se pueda comprender a través de los sentidos. Hay cosas que las palabras no pueden decir. Pienso que el cine puede guiarte a una experiencia de amor. El cine puede vencer nuestra resistencia recordándonos cuánto valemos como hijos de Dios”.
Explica Nathan que el influyente crítico de cine y teórico cinematográfico (además de católico) André Bazin (quien vivió entre 1918 y 1958), escribió que el cine, más que cualquier otro arte, está inextricablemente unido al amor. Para André Bazin “la cámara es como un ojo universal omnisciente que nos da una idea de cómo ve Dios. Nos prepara para aceptar la comprensión inmerecida de Dios mismo. Un cine verdaderamente católico debería abrazar al espectador con el misterioso amor de Dios y del hombre, no martillearlo con mensajes”.
Afirma que el cine es un regalo de Dios, un raro fruto de la modernidad, y que los católicos deberíamos dialogar con el cine de vanguardia. “Con frecuencia, el arte de vanguardia trastorna las nociones de belleza y de orden. Pero esas obras suelen representar una búsqueda. En la vida moderna hay abstracción y movimiento constantes, y muchos de estos films luchan con este desafío. El cine no es sólo para entretener; eso es una trampa de la sociedad consumista. Las películas que se ven por ahí no suelen cambiar la vida de la gente; están producidas para las masas. Muchos artistas de vanguardia entienden esto, aunque también se opongan a instituciones como la Iglesia. Podemos trabajar codo con codo con ellos en su trabajo en contra de la injusticia”.
Nathan ve en la belleza del arte y en el testimonio de los santos los dos pilares de la conversión: “Creo que santidad y arte son las dos mayores voces evangelizadoras que posee la Iglesia. Y el cine une estas dos voces cuando nos muestra vidas que buscan la verdad y el amor”.
Primer Congreso nacional sobre la misericordia, el 22-23 de octubre
La Conferencia Episcopal Española, que acaba de cumplir 50 años de vida, prepara el I Congreso Nacional Divina Misericordia.
Enrique Carlier·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: < 1minuto
Los obispos españoles han encargado a Mons. Ginés García Beltrán, obispo de Guadix-Baza, que coordine los múltiples grupos, realidades eclesiales y el movimiento surgido en nuestro país en torno a la espiritualidad y al mensaje sobre la Divina Misericordia. Por este motivo –y también porque la Iglesia vive en este Año jubilar dedicado a la Misericordia–, está ya muy avanzada la preparación del I Congreso Nacional Divina Misericordia que, bajo el lema “Confiamos en tu misericordia”, se celebrará en Madrid el 22 y 23 de octubre. Los organizadores calculan unos dos mil participantes.
El primer objetivo del congreso es mostrar el mensaje de la Divina Misericordia en toda su profundidad, más allá de lo devocional. Un segundo objetivo será hacer visible, por primera vez en España, el movimiento de espiritualidad –muy atomizado por ahora– que bebe del mensaje de la Divina Misericordia. En el extranjero, ese “carisma” se ha institucionalizado y se difunde sobre todo a través de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia y de la Asociación “Faustinum”, con sede en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Lagiewniki.
El I Congreso Internacional Divina Misericordia, idea de Juan Pablo II, tuvo lugar en Roma en 2008. Luego se han celebrado otros dos. El próximo, en Manila, se celebrará en 2017. En otros países, como por ejemplo Irlanda, se vienen organizando congresos nacionales desde hace 14 años.
Aunque en un primer momento se plantearon ciertas reservas al mensaje sobre la Divina Misericordia, luego recibió el respaldo de Juan Pablo II mediante la beatificación y canonización de Faustina Kowalska y la institución de la fiesta de la Divina Misericordia.
El 14 de febrero comenzó la LVII campaña de Manos Unidas para 2016, en su lucha por terminar con la lacra que padecen 800 millones de personas.
Enrique Carlier·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
Manos Unidas ha comenzado este año un trienio de lucha contra el hambre, que culminará en 2018, justo cuando esté próxima la celebración de los 60 años de existencia de esta ONG de la Iglesia católica especializada en fomento del desarrollo. En estos tres años centrará sus esfuerzos en combatir las principales causas del hambre: el mal uso de los recursos alimentarios y energéticos; un sistema económico internacional que prima el beneficio; y unos estilos de vida que aumentan la vulnerabilidad y la exclusión.
Soledad Suárez, presidenta de Manos Unidas, señaló en la presentación de la campaña que “es inadmisible que el hambre pueda permitirse en pleno siglo XXI, en un mundo de abundancia como el nuestro”, y que “es contrario a la lógica, a la ética y a la moral que una de cada nueve personas en la tierra pase hambre, mientras que cada año se pierden y se desperdician 1/3 de los alimentos que se producen”. Aludía al dato facilitado por la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) según el cual 795 millones de personas pasan hambre en el mundo, y a una cifra publicada recientemente por el ministerio español de Agricultura, Alimentación y Medioambiente español: cada año se tiran a la basura 1.300 millones de kilos de comida.
Este año pusieron rostro y nombre a la campaña de Manos Unidas Victoria Braquehais, religiosa española de la Pureza de María que dirige un instituto en el poblado de Kancence, al suroeste de la República Democrática del Congo, y el doctor Carlos Arriola, que trabaja en el centro de recuperación nutricional infantil de Jocotán, en Guatemala.
En su encrucijada contra el hambre, Manos Unidas considera que el esquema Norte-Sur, en el que los países ricos señalan a los pobres el camino a seguir, ha dejado de ser válido. Además, como sugiere el Papa Francisco en la encíclica Laudato si’, se hace necesario relacionar el desarrollo con el medio ambiente y la sostenibilidad.
En esa dirección, entre finales de 2015 y primeros de 2016, Manos Unidas ha apoyado diversas emergencias en Etiopía y Zimbabue, donde la falta de lluvias hace pensar en una gran tragedia humanitaria; en contraste con el fenómeno de El Niño que ha obligado a atender llamadas de emergencia por inundaciones en Paraguay, Congo e India.
En el capítulo de ayuda a refugiados, Manos Unidas ha apoyado en Jordania proyectos de acogida a refugiados sirios e iraquíes y de refugiados que huyen del conflicto en Sudan del Sur. Y ha contribuido a mejorar las condiciones de vida de los desplazados en Tailandia, Colombia, República Centroafricana y Congo.
Toda esta labor no sería posible, lógicamente, sin el apoyo de los casi 79.000 socios y colaboradores de Manos Unidas, así como de las aportaciones de instituciones públicas y privadas. Los ingresos de Manos Unidas en 2015 se incrementaron en un 4,7 % y alcanzaron la cifra de 45,1 millones de euros. Un aumento que se debe a las donaciones privadas, que crecieron un 5,4 % respecto a 2014.
Con estos ingresos ha sido posible aprobar cerca de 600 proyectos de desarrollo en beneficio, de manera directa, de 2,8 millones de personas. En 2016, y sólo para la ejecución de proyectos de seguridad alimentaria, Manos Unidas destinará 11 millones de euros; un 10 % más que en 2014 y que en 2015..
Aplicación, sin más, del protocolo de identidad de género
Tras Luken, el niño guipuzcoano que pidió ser reconocido niña, ahora ha aparecido en Sevilla un adolescente al que, siguiendo el protocolo andaluz sobre identidad de género, se le llamará Ana.
Rafael Ruiz Morales·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
El timbre rompe violentamente la quietud de los pasillos de un instituto público de Sevilla anunciando la hora del recreo. En segundos, son asaltados por centenares de jóvenes que buscan, aliviados, un descanso. Entre los docentes, sin embargo, reina un clima de incertidumbre. Han sido convocados de forma urgente –con menos de veinticuatro horas de antelación– a un claustro extraordinario.
En cuestión de minutos, la práctica totalidad de ellos ha copado el amplio espacio de la sala de profesores, presidida por el rostro serio del director del centro. Un murmullo general resuena en la estancia, y las miradas sugieren más dudas que certezas. El máximo responsable del instituto, pausado, toma la palabra: un chico, que no supera los catorce años, manifestó a la dirección el día anterior, su voluntad de ser conocido como Ana. De la mano de una asociación –que, curiosamente, está presente en la promoción y gestión de todos estos casos– y sin anuncio previo, se personó en el instituto, exigiendo el cumplimiento del “Protocolo de Actuación sobre Identidad de Género en el Sistema Educativo Andaluz”, que antes de comenzar el curso 2014-2015 puso en marcha la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía.
Ninguno de los reunidos sabía de qué le estaban hablando. “Pero, ¿tenemos que llamarle Ana justo al acabar el recreo?”, preguntó uno de los asistentes. “Así tiene que ser”, contestaba con poca seguridad el director. “Al menos, habrá algún informe médico, o psicológico, o algún dictamen judicial que respalde su postura, ¿no?”, se cuestionaba otro. “Nada, y según el Protocolo, tampoco es obligatorio que exista”.
Reinaba la perplejidad en el ambiente y el director añadió: “De hecho, en un breve espacio de tiempo, desde la Consejería enviarán a un miembro del CEP [Centro del Profesorado, dependiente de la Consejería de Educación] para impartir los cursos correspondientes de prevención de la violencia de género al cuerpo docente, al alumnado, e incluso a los padres y madres de los alumnos del centro”. Acabó el encuentro con más interrogantes de los que existían a su inicio.
Este es uno de los casos que últimamente se han sucedido en el territorio nacional. En febrero se conoció el de Luken, residente en Guipúzcoa, quien, con sólo cuatro años, ha sido reconocido por una juez de Tolosa como una niña. Quizá no sepa atarse con suficiente destreza los cordones de los zapatos, y con toda seguridad no lea de corrido una hoja de su cartilla. Pero le han abierto la puerta a que pase por encima de su propio sexo.
Ni al chico que ahora quiere ser Ana han propuesto un tiempo de reflexión, ni al pequeño Luken esperar a que tenga uso de razón. Hasta cumplidos dieciocho años no podrán votar, ni conducir, ni firmar un contrato sustancioso o abrir una cuenta en el banco. Pero en el complejo mundo de la auto-aceptación, de las emociones y de los afectos, los han dejado solos.
Precisamente cuando el viento de la confusión más arrecia; en el momento en que la noche de la duda se ha hecho más oscura; justo cuando más necesitaban una luz nítida y un refugio seguro, los han abandonado a su suerte. Toda la propuesta que han recibido ha sido: “No luches; ríndete. Que estoy a tu lado para verte entregar las armas”.
No hace mucho el sacerdote y periodista Santiago Martín aludía a los padecimientos de Cristo cuando pendía de la Cruz. Se refería a aquellos que le increpaban en su agonía. No lo hacían con palabras malsonantes; repetían simplemente lo que el demonio había pretendido tiempo atrás: “¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!”, decían. “¡Rechaza el plan de Dios! ¡Obra según tu voluntad! ¡Ríndete!”. Pero en el Calvario Jesús encontró en su Madre la mirada que lo sostenía: “Hágase en ti la Voluntad del Padre, ¡Hijo mío!”.
También en la hora de la tempestad, estos chicos, como tantos otros, no necesitan de asociaciones ni de protocolos que instrumentalicen su dolor para lograr sus fines ideológicos. Hemos de animarles a permanecer firmes en la esperanza. Y así , comprenderán que “la aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común”(Encíclica Laudato si’).
Resulta doloroso, por injusto, el nulo respeto de algunos por las convicciones, sentimientos y símbolos cristianos. Pero también constituye una oportunidad para testimoniar la fe con paz, amor y sin complejos.
6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
Con los últimos acontecimientos político-sociales me he encontrado a algunas personas en Twitter defendiendo que la religión debe reducirse al ámbito privado. Los casos de irrespeto como los titiriteros de Madrid, el “madrenuestra” de Barcelona y el juicio de Rita Maestre, llevan a algunos a justificar esos irrespetos basándose en la idea de que España es un “estado laico” y que esto no se cumple en la práctica.
Aclaremos para empezar que el Estado español no es laico ni laicista, sino aconfesional. Y no es lo mismo. El artículo 16.3 de la Constitución establece que “ninguna confesión tendrá el carácter estatal, los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la iglesia católica y demás confesiones”.
Por otro lado, el artículo 16 de la Constitución “garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades…”. A su vez, la Ley Orgánica 7/1980 desarrolla este punto y habla de facilitar la asistencia religiosa en lugares públicos, así como el derecho de recibir formación religiosa en centros educativos sostenidos por el estado.
En España, por tanto, la libertad de expresión religiosa no es solo un derecho fundamental en el ámbito privado, sino también público. Pero es que, además, a nosotros el mismo Jesús nos pidió: “Id y anunciad a todas las gentes la buena noticia”. Por tanto, se puede y se debe expresar la fe públicamente. En Oriente Medio donde los cristianos arriesgan su vida por Cristo, no tienen miedos ni complejos. Tal vez tengamos que aprender de ellos. La situación de intolerancia religiosa que estamos viviendo en España me parece una oportunidad para hacer respetar nuestros derechos fundamentales religiosos, aunque no de cualquier manera, sino desde la paz y la coherencia con el Evangelio. Es hora de una vivencia y expresión de la fe sin complejos.
¿Será necesaria en el futuro una redistribución del clero? Algunas propuestas
La solemnidad de san José y la celebración del día del seminario son ocasión propicia para analizar cómo evolucionan las vocaciones sacerdotales en España y ver cuál es, en definitiva, la situación y el futuro de nuestro clero.
Santiago Bohigues Fernández·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 4minutos
La Iglesia en España cuenta, según las últimas estadísticas publicadas, con 18.813 sacerdotes, para un total de 23.071 parroquias. Y la media de edad de los presbíteros españoles es de 65 años, lo cual viene siendo motivo de preocupación para los obispos y para toda la Iglesia, ya que las nuevas promociones de sacerdotes (hay 1.357 seminaristas) no garantizan hoy por hoy el relevo generacional. Si no se adoptan medidas urgentes, en diez años habrá diócesis que no podrán atender las necesidades de sus fieles. Por eso la Conferencia Episcopal trabaja en un documento que incluye criterios y propuestas sobre una futura y eventual redistribución del clero. De esos criterios y propuestas trata en estas páginas el secretario de la Comisión del Clero de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Santiago Bohigues Fernández.
La escasez del clero, que se nota más en las zonas rurales (muy despobladas) que en las urbanas, nos está haciendo afrontar urgencias cuyas consecuencias no se pueden ignorar. Se están planteando nuevas formas de evangelizar, pero la realidad es que en algunos lugares se pondrá en peligro la conservación de la misma fe. La comunidad cristiana necesita de la presencia de los sacerdotes, porque es en la acción litúrgica donde se constituye el centro de la comunidad de los fieles. Y como señala el Concilio Vaticano II, el ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión confiada por Cristo a los apóstoles.
Ante la falta de sacerdotes, existen diferentes posturas: rendirse y resignarse pasivamente ante lo que viene, ir a lo inmediato sin más, llenarse de miedo al futuro… o cambiar la mente y el corazón para afrontar con amplitud de miras los signos de los tiempos.
La escasez de clero nos tiene que preocupar pero no angustiar; el Señor no nos dejará nunca abandonados y siempre atiende a los que se dirigen a Él. Para los obispos, obligados a tener solicitud por toda la Iglesia, es urgente el fomento de las vocaciones. Por ejemplo, será oportuno poner en marcha en las parroquias un grupo vocacional y distintas iniciativas: los jueves vocacionales, grupos de oración por las vocaciones, petición vocacional en las preces de cada domingo, una cadena de oración por las vocaciones, actividades y encuentros de oración en el seminario abiertos a los alumnos de las escuelas católicas, vigilias mensuales, semanas vocacionales, secundar la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y el Día del Buen Pastor. También incorporando la catequesis vocacional en la catequesis ordinaria, trabajando con los monaguillos y a través del Centro diocesano de pastoral vocacional…
Los obispos tienen que liderar ese impulso evangelizador de la mano de los sacerdotes, sus primeros colaboradores. No se debe mirar a tiempos pasados que ya no volverán, sino afrontar los actuales con la disposición interior adecuada.
Y para acertar en una eventual distribución del clero es necesario tener en cuenta muchos factores. La Congregación para el Clero ya indicó que no es sólo cuestión de números; es necesario conocer la evolución histórica y las condiciones específicas de las Iglesias particulares más desarrolladas, que requieren un mayor número de ministros.
Criterios a considerar
Entre los criterios orientadores, podemos señalar, a nivel general:
Es muy importante conocer la realidad de cada diócesis y de cada lugar a evangelizar, para hacer una planificación o programación que vaya más allá de las circunstancias temporales o personales.
No se puede enviar sacerdotes sólo para conservar lo que hay, sin afrontar las causas de la escasez de vocaciones sacerdotales que impiden desarrollarse a aquella Iglesia local. Conviene llevar a cabo una preparación del sacerdote que está dispuesto a ayudar en otra diócesis necesitada.
La santidad del sacerdote se da en el propio ejercicio ministerial, y el modo de vivir del sacerdote católico ha de ser atrayente. Lo será si lo externo es expresión auténtica de lo que se vive interiormente. Todos tenemos que hacer hoy una revisión sincera, siguiendo el paradigma de Zaqueo. Hay necesidad de una conversión personal para llegar a una conversión pastoral. Pero, ¿cuántos sacerdotes hacen anualmente ejercicios espirituales? Se necesita ministros enamorados de su sacerdocio, no funcionarios.
Es necesaria una pastoral de crecimiento, no de conservación. A veces “quemamos” a los sacerdotes. Existen situaciones nuevas que no debemos afrontar con esquemas antiguos, sino con formas y métodos nuevos: crear, por ejemplo, equipos sacerdotales y fraternos que faciliten la experiencia comunitaria y superen el individualismo imperante. Y posiblemente se haya acabado el tiempo del servicio a domicilio, buscando lo fácil.
¿Es adecuada la formación actual en los seminarios? Porque puede que se esté preparando a los sacerdotes para un mundo que ya no existe. ¿Conviene bajar el listón para que entren más jóvenes al seminario, o en tiempo de escasez hay que elevarlo un poco más?
Quizá sea oportuno buscar algunos sacerdotes con fuste de diferentes diócesis para dar retiros y atender la formación permanente del clero (sacerdotes de la misericordia).
No es solución a la falta de sacerdotes el diaconado permanente, pero es una ayuda.
Hace falta también una íntima colaboración entre el clero diocesano y la vida consagrada.
También son importantes los laicos, aunque hay que darles la formación y el acompañamiento espiritual que necesitan para que puedan ser portadores del amor de Dios en una Iglesia misionera y en “salida”.
Fórmulas
A nivel particular se podría acudir a varias fórmulas:
Sacerdotes extranjeros con cura pastoral ordinaria. Las peticiones se realizarían de obispo a obispo, que enviaría a algunos de sus sacerdotes por un tiempo determinado y bajo unas condiciones establecidas previamente.
Sacerdotes con becas de estudio y con compromiso pastoral limitado. Vienen a una diócesis con la misión de estudiar una licenciatura o un doctorado en ciencias eclesiásticas. Tendrían la obligación de celebrar la misa diaria y dedicar dos horas a la parroquia en la que estarían adscritos.
Seminaristas de otras diócesis enviados por su obispo. Se forman en el Seminario de acogida bajo unas condiciones establecidas. Esta opción está teniendo muchos problemas en diferentes seminarios.
Sacerdotes de diócesis españolas que se ofrecen a ir a otras diócesis necesitadas. Estos sacerdotes ayudarían a potenciar la pastoral vocacional en las diferentes diócesis con un plan establecido para un tiempo concreto.
Unidades pastorales con un sacerdote y un grupo de religiosos y laicos que atendería un territorio donde hay varias parroquias. En algunas diócesis también incorporan a un diácono permanente.
Reestructuración de la diócesis y eliminación de parroquias innecesarias. En pueblos donde hay varias parroquias, se están agrupando en una con varios centros de culto. También parroquias muy pequeñas se están incorporando a otras más grandes.
Nueva mentalidad
Ante la eventual escasez de clero es necesario, por tanto, cambiar de mentalidad: dejar a un lado el activismo funcionarial, el individualismo o la falta de espíritu sacerdotal, que incapacitan para los nuevos retos, y ser auténticos mediadores entre Dios y su Pueblo.
Entrando en el corazón del Año santo de la Misericordia
El Papa en la Audiencia jubilar comenzaba de esta manera: “Entramos día tras día en el corazón del Año santo de la Misericordia”.
6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
Concluía el mes de enero cuando el Papa en la Audiencia jubilar de los sábados comenzaba sus palabras con esta constatación: “Entramos día tras día en el corazón del Año santo de la Misericordia”. El día anterior, dirigiéndose a los participantes en la plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, volvía a recordar el objetivo de este Año: “Espero que en este Jubileo todos los miembros de la Iglesia renueven su fe en Jesucristo que es el rostro de la misericordia del Padre, el camino que une a Dios y al hombre”.
Hemos asistido en el último mes a la clausura del Año de la vida consagrada, al comienzo del tiempo litúrgico de Cuaresma y al viaje apostólico del Santo Padre a México. Las intervenciones del Papa han girado en torno a estos acontecimientos, teniendo como hilo conductor la invitación reiterada a experimentar la misericordia divina para ser testigos de la misma en el mundo.
En el Jubileo de la Vida Consagrada, Francisco ha propuesto fortalecer tres pilares sobre los que se apoya la vida de los hombres y mujeres consagrados al servicio del Señor en la Iglesia: la profecía, la proximidad y la esperanza. Las personas consagradas están llamadas a ser personas del encuentro, custodios del estupor, que viven la alegría de la gratitud. El año de la vida consagrada ha sido como el río que “confluye ahora en el mar de la misericordia, en este inmenso misterio de amor que estamos experimentando con el Jubileo extraordinario”. Palabras parecidas ha dirigido en el Jubileo de la Curia, donde ha invitado a los colaboradores más cercano del Papa a convertirse en modelo para todos, de modo que “en nuestros lugares de trabajo… nadie se sienta descuidado o maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, antes de nada, el amoroso cuidadoso del Buen Pastor”.
En la Bula de convocatoria del Año Santo de la misericordia, el Papa Francisco pidió que la cuaresma de este año fuera vivida con mayor intensidad, “como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios”. Propuso entonces tres tareas concretas: volver a meditar pasajes de la Escritura donde resplandece el rostro misericordioso del Padre, cuidar más el sacramento de la Reconciliación con confesores que sean signo del primado de la misericordia y acoger a los misioneros de la misericordia como expresión de la solicitud materna de la Iglesia por el pueblo de Dios.
La meditación de la Palabra de Dios bajo la perspectiva de la misericordia divina está siendo desarrollada en las Audiencias generales de los miércoles, en las meditaciones del Ángelus y en las predicaciones al ritmo de la liturgia. Ahí se nos presentan hitos de la Historia de la salvación que contienen enseñanzas para el tiempo presente, como la figura de Moisés, convertido en mediador de la misericordia, o la relación entre justicia y misericordia, o el sentido bíblico del “jubileo”, que para ser verdadero debe tocar el bolsillo. En las Audiencias jubilares de los sábados continua el Papa profundizando en la riqueza de la misericordia divina. Recogiendo enseñanzas de san Juan Pablo II, Francisco nos ha mostrado la relación entre misericordia y misión: “Vivir de misericordia nos hace misioneros de la misericordia, y ser misioneros nos permite crecer cada vez más en la misericordia de Dios”. No faltan referencias continuas a los confesores y a los misioneros de la misericordia, quienes deben ejercer su ministerio haciendo visible la maternidad de la Iglesia, buscando en el corazón del penitente el deseo del perdón y ayudándole a vencer la vergüenza en el reconocimiento de la culpa.
Como misionero de la misericordia se ha encontrado con el Patriarca de Moscú en La Habana y ha viajado a México, donde el Sucesor de Pedro ha vivido una “experiencia de transfiguración”, con un baricentro espiritual en el santuario de la Virgen de Guadalupe, madre de la misericordia.
En breve
Jubileos El jubileo de la vida consagrada tuvo lugar el día 1 de febrero, y el 22 de febrero se celebró el de los que trabajan en la Curia
Audiencias especiales Además de la audiencia de los miércoles, un sábado al mes hay una audiencia especial por el Jubileo: hasta ahora han sido los días 30 de enero y 20 de febrero
Cuaresma Los Misioneros de la misericordia fueron “enviados” el Miércoles de Ceniza. Ese mismo día el Papa estuvo con los Hermanos Capuchinos
Viaje a México Francisco estuvo en México en un intenso viaje pastoral del que se trata en otro lugar de este número
Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.
La visita del Papa a México fue histórica, destacando su encuentro con la Virgen de Guadalupe. Además, en Cuba, Francisco y el Patriarca de Moscú lograron un importante paso en el diálogo católico-ortodoxo.
6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
El cariño y la espontaneidad de los mexicanos han hecho de la visita del Papa a su país algo inolvidable, y se entiende que Francisco lo haya descrito a su regreso como una “experiencia de transfiguración”. Quien haya seguido de cerca el viaje no podrá decir fácilmente qué acto ha sido más significativo o conmovedor. Como meta de las etapas se habían elegido seis “periferias”, seis lugares y seis temas, como explica nuestro enviado Gonzalo Meza en su artículo: en Ciudad de México, el diálogo con las autoridades; en Ecatepec, la pobreza y la marginación; en San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez, los pueblos indígenas y las familias; en Morelia el narcotráfico y los jóvenes; y en Ciudad Juárez, la violencia, la migración, el narcotráfico, los jóvenes y las mujeres. Pero el Papa ha señalado que su principal propósito era “permanecer en silencio ante la imagen de la Madre” en Guadalupe.
Efectivamente pudo rezar a solas delante de la figura impresa en la tilma de san Juan Diego, quizá menos tiempo del que hubiera deseado. En este número coinciden en indicar ese momento como la clave del viaje tanto el periodista Andrea Tornielli como el reconocido filósofo mexicano Guillermo Hurtado, y no sólo como cumplimiento de un deseo del pontífice, sino también desde su propia perspectiva de análisis. El segundo piensa que el Papa ha aportado fortaleza a una sociedad desilusionada, necesitada de esperanza, tanto en México como en otros lugares. Sobre el viaje papal, el lector encontrará además la crónica de nuestros corresponsales.
De camino hacia México, se hizo realidad en Cuba un sueño: el abrazo fraternal entre Francisco, Papa y obispo de Roma, y Cirilo, Patriarca de Moscú y de toda Rusia, con una larga la conversación privada y la firma de un documento. El encuentro, tan deseado por Francisco como por sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, este encuentro abre una perspectiva nueva en las relaciones entre los católicos y los ortodoxos, rotas hace mil años. Obviamente no es un paso definitivo en la recomposición de la unidad, pero sí es, sencillamente, un acontecimiento histórico, un don muy particular. La declaración conjunta, en cuyas afirmaciones se percibe un cuidadoso equilibrio, y con independencia de valoraciones de detalle, “está llena de riquezas para el diálogo ecuménico”, a las que apunta Monseñor Romà Casanova, miembro de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales en la Conferencia Episcopal Española, en la colaboración que publica en estas páginas.
Entretanto, continúa dando sus frutos en todas partes la gracia del Año Jubilar de la Misericordia, con multitud de iniciativas y propuestas. Y en el horizonte de las fechas cercanas se alza la figura de san José, pues en su solemnidad se concentra anualmente la petición de la Iglesia por las vocaciones sacerdotales y por las familias. Si se cumplen las previsiones en cuanto a la fecha de publicación de la exhortación apostólica que se espera tras el sínodo de la familia, en este año la Iglesia le estará confiando como intercesor y apoyo su servicio a las familias.
Mientras recorremos la Cuaresma nos vamos preparando para el Triduo pascual que, como recordaba el Papa Francisco “es el ápice de todo el año litúrgico y también el ápice de nuestra vida cristiana”. Por eso “el centro y la esencia del anuncio evangélico es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado” (Evangelii Gaudium, n. 11). Sin embargo con frecuencia el contenido del Misterio pascual, el misterio de la Pasión, muerte y resurrección de Jesús, y su relación con nuestras celebraciones litúrgicas resulta lejano al cristiano de hoy. ¿Por qué esto es así?
El núcleo del problema lo señalaba el entonces cardenal Ratzinger en su libro Un canto nuevo para el Señor. Allí recordaba que la situación de la fe y de la teología en Europa se caracteriza hoy, sobre todo, por una desmoralización eclesial. La antítesis “Jesús sí, Iglesia no” parece típica del pensamiento de una generación. Detrás de esa difundida contraposición entre Jesús y la Iglesia late un problema cristológico. La verdadera antítesis se expresa con la fórmula: “Jesús sí, Cristo no”, o “Jesús sí, Hijo de Dios no”. Estamos por lo tanto ante una cuestión cristológica esencial.
Para muchas personas Jesús aparece como uno de los hombres decisivos que existieron en la humanidad. Se acercan a Jesús, por decirlo así, desde fuera. Grandes estudiosos reconocen su talla espiritual y moral y su influjo en la historia de la humanidad, comparándolo a Buda, Confucio, Sócrates, y a otros sabios y “grandes” personajes de la historia. Pero no llegan a reconocerlo en su unicidad. En realidad, como afirmaba con fuerza Benedicto XVI, “si los hombres se olvidan de Dios es también porque con frecuencia se reduce la persona de Jesús a un hombre sabio y se debilita, cuando no se niega, su divinidad. Esta manera de pensar impide captar la novedad radical del cristianismo, pues si Jesús no es el Hijo único del Padre, entonces tampoco Dios ha venido a visitar la historia del hombre, tenemos sólo ideas humanas de Dios. Por el contrario, ¡la encarnación forma parte del corazón mismo del Evangelio!”.
Olvido de Dios
Nos podemos preguntar entonces: ¿a qué se debe este olvido de Dios? Lógicamente las causas son varias: la reducción del mundo a lo empíricamente demostrable, la reducción de la vida humana a lo existencial, etcétera. Ahora nos centramos en una que nos parece fundamental: la pérdida de la imagen de Dios, del Dios vivo y verdadero, que desde la época de la Ilustración avanza sin cesar.
El deísmo se ha impuesto prácticamente en la conciencia general. No es posible ya concebir a un Dios que se preocupa de los individuos y que actúa en el mundo. Dios pudo haber originado el estallido inicial del universo, si es que lo hubo, pero en un mundo ilustrado no le queda nada más que hacer. No se acepta que Dios entre tan vivo dentro de mi vida. Dios puede ser una idea espiritual, un complemento edificante de mi vida, pero es algo más bien indefinido en la esfera subjetiva. Parece casi ridículo imaginar que nuestras acciones buenas o malas le interesen; tan pequeños somos ante la grandeza del universo. Parece mitológico atribuirle unas acciones en el mundo. Puede haber fenómenos sin aclarar, pero han de buscarse otras causas. La superstición parece más fundamentada que la fe; los dioses –es decir los poderes inexplicados en el curso de nuestra vida, y con los que hay que acabar– son más creíbles que Dios.
¿Por qué la Cruz?
Ahora bien, si Dios nada tiene que ver con nosotros, prescribe también la idea de pecado. De este modo, que un acto humano pueda ofender a Dios es ya inimaginable para muchos. No queda margen para la redención en el sentido clásico de la doctrina católica, porque apenas se le ocurre a nadie buscar la causa de los males del mundo y de la propia existencia en el pecado.
En este sentido resultan iluminantes unas palabras del Pontífice emérito: “Si nos preguntamos: ¿Por qué la cruz?, la respuesta, en términos radicales, es esta: porque existe el mal, más aún, el pecado, que según las Escrituras es la causa profunda de todo mal. Pero esta afirmación no es algo que se puede dar por descontado, y muchos rechazan la misma palabra ‘pecado’, pues supone una visión religiosa del mundo y del hombre. Y es verdad: si se elimina a Dios del horizonte del mundo, no se puede hablar de pecado. Al igual que cuando se oculta el sol desaparecen las sombras –la sombra sólo aparece cuando hay sol–, del mismo modo el eclipse de Dios conlleva necesariamente el eclipse del pecado. Por eso, el sentido del pecado –que no es lo mismo que el ‘sentido de culpa’, como lo entiende la psicología–, se alcanza redescubriendo el sentido de Dios. Lo expresa el Salmo Miserere, atribuido al rey David con ocasión de su doble pecado de adulterio y homicidio: ‘Contra ti –dice David, dirigiéndose a Dios–, contra ti sólo pequé’ (Sal 51, 6)”.
En un modo de pensar en el que el concepto de pecado y de redención no encuentra lugar, tampoco puede haber espacio para un Hijo de Dios que venga al mundo a redimirnos del pecado y que muera en la cruz por esta causa. “Así se explica el cambio radical producido en la idea de culto y de liturgia, y que tras larga gestación se está imponiendo: su primer sujeto no es Dios ni Cristo, sino el nosotros de los celebrantes. Y tampoco puede tener como sentido primario la adoración, para la que no hay razón alguna en un esquema deísta. Ni cabe pensar en la expiación, en el sacrificio, en el perdón de los pecados. Lo que importa es que los celebrantes de la comunidad se reconozcan y confirmen entre sí y salgan del aislamiento en que sume al individuo la existencia moderna. Se trata de expresar las vivencias de la liberación, la alegría, la reconciliación, denunciar lo negativo y animar a la acción. Por eso, la comunidad tiene que hacer su propia liturgia y no recibirla de tradiciones ininteligibles; ella se representa y se celebra a sí misma” (Joseph Ratzinger).
Liturgia: redescubrir el Misterio pascual
La lectura detenida de este diagnóstico puede ser un buen estímulo para un fecundo examen de conciencia sobre las celebraciones litúrgicas, sobre nuestro sentir litúrgico. Al mismo tiempo, probablemente se entiende ahora un poco mejor por qué, en muchas ocasiones, el Misterio pascual y su celebración-actualización no constituyen el centro ni de la celebración litúrgica, ni de la vida de la comunidad y de cada uno de los cristianos.
La respuesta a este planteamiento deísta pasa por redescubrir el Misterio pascual. Se entiende, en toda su fuerza, que san Juan Pablo II afirmase en la carta apostólica Vicesimus Quintus Annus: “Ya que la muerte de Cristo en la Cruz y su Resurrección constituyen el centro de la vida diaria de la Iglesia y la prenda de su Pascua eterna, la Liturgia tiene como primera función conducirnos constantemente a través del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la vida”. Domingo a domingo la comunidad convocada por el Señor, crece, o al menos trata de hacerlo, en la toma de conciencia de esta realidad que llena de asombro.
Y cuando estamos por comenzar los días más santos del año que nos conducen a celebrar la resurrección del Señor, no recorramos el camino demasiado deprisa. “No dejemos caer en el olvido algo muy sencillo, que quizá, a veces, se nos escapa: no podremos participar de la Resurrección del Señor, si no nos unimos a su Pasión y a su muerte” (san Josemaría). Sigamos por tanto el consejo del Papa Francisco: “En estos días del Triduo santo no nos limitemos a conmemorar la pasión del Señor, sino que entremos en el misterio, hagamos nuestros sus sentimientos, sus actitudes, como nos invita a hacer el apóstol Pablo: ‘Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús’ (Flp 2, 5). Entonces nuestra Pascua será una ‘feliz Pascua’”.
Suscríbete a la revista Omnes y disfruta de contenidos exclusivos para los suscriptores. Tendrás acceso a todo Omnes
La zona del Puente de Vallecas, en Madrid, sigue conservando gran parte del ambiente de hace algunas décadas. Es verdad que los cambios sociales son ya perceptibles; por ejemplo, la madrileña avenida de circunvalación M-30 prácticamente linda con la pared de la parroquia de San Ramón Nonato.
Juan Portela·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 4minutos
El templo parroquial, ubicado en el distrito Puente de Vallecas de Madrid, tiene poco más de cien años. De edificación sencilla y tamaño modesto, responde al carácter de una parroquia del extrarradio –en esto, sí ha habido cambios desde su construcción, por lo mucho que se ha extendido la ciudad– y situada en una zona urbana poco favorecida: característica que, en cambio, no ha desaparecido. El desempleo es frecuente, la tasa de población inmigrante es alta. A la parroquia acuden personas de 27 nacionalidades diferentes, aunque la mayoría proceden de Latinoamérica.
Reparto de comidas
Visitamos la parroquia a última hora de la mañana, y en ese momento un grupo de mujeres anima con su conversación la placita rectangular que hay delante de la iglesia. Se están congregando enfrente del templo, al otro lado de la plaza, delante de un edificio sencillo que pertenece a una institución religiosa que lo pone a disposición de la parroquia para su actividad social. Se advierte con claridad que también esas mujeres son inmigrantes, y de condición modesta. Cuando les preguntamos, nos explican que están esperando a recibir las raciones de comida que los voluntarios les entregan cada día y con las que ayudan a salir adelante a sus familias. “Junto a los pobres y las familias” dice la página de inicio de la página web de la parroquia, como definiéndola, y se comprueba que no hay nada más real ni menos “demagógico” que esa afirmación. “Soy de Perú”, “Yo de Bolivia”…, nos dicen las mujeres, y añaden que tienen tres, cuatro hijos, y que su marido está en paro, o que hace algunas chapuzas, o que… “no tengo marido”.
Los que ayudan, y a los que se ayuda
Dentro de la sala principal del edificio, situada en la planta baja, los voluntarios y voluntarias están cocinando y empezando ya a servir la comida a varias decenas de personas, incluidas algunas familias completas. Aunque la instalación tiene la simplicidad de un comedor social, el ambiente es alegre y digno, y a nadie le importa conversar con los visitantes. En los pisos superiores del mismo edificio, la parroquia ha instalado también un albergue donde ofrece techo a personas sin casa, mientas procura ayudarles a resolver los problemas más graves y les gestiona un trabajo o alguna solución más duradera.
Algunos de estos detalles nos los explica, por ejemplo, un señor de nombre Ángel, ilusionado con la perspectiva de un próximo empleo. Vivía en la calle hasta que fue acogido en el albergue parroquial, y ahora es, además, orgulloso voluntario en el comedor social. Haciendo de “gerente” y organizadora está allí la Hermana María Sara, una peruana (virgen consagrada), el principal apoyo de la parroquia en esta actividad; pero se cuenta con la ayuda de otras personas, muy comprometidas. Vemos que un grupo de chicos con uniforme de colegio y de (obvia) diferente extracción social están ayudando a servir las comidas: vienen por turnos varios días a la semana para echar una mano, y a cambio aprenden y maduran. El párroco nos indica que “aquí todos son voluntarios, porque intentamos que cada persona se sienta responsable con esta obra social, para que no vengan sólo a recibir sino que lo sientan como suyo”. Se trata de un empeño que determina todas las actividades: que no se note la diferencia entre los que necesitan ayuda y los que vienen a ayudar, para que nadie se sienta humillado. De esta forma, cada persona que viene en busca de ayuda se siente muy a gusto y está como en familia.
Desde lo material hasta lo espiritual
La parroquia ha englobado estas iniciativas en el concepto “Obra social Álvaro del Portillo”, poniéndolas bajo la intercesión del beato Álvaro, el primer sucesor de San Josemaría en el Opus Dei, que en 1934 acudía a este lugar para participar como catequista en las actividades de la parroquia. En el templo, un altorrelieve explica gráficamente esta vinculación, que se ha traducido en un esfuerzo por la promoción social y cristiana del barrio. Tan sorprendente –¿o habría que decir más bien “tan poco sorprendente”? – como la actividad en el comedor y el albergue social es el hecho de que el impulso de esta iniciativas proviene del Santísimo Sacramento. El Señor está expuesto en al altar de la iglesia todas las mañanas, y tres días a la semana durante todo el día. No está solo; hay grupos de personas del barrio haciendo una visita o rezando por más tiempo. También en un piso alto del albergue hemos visto una pequeña capilla, con el Señor en el Sagrario; hablando francamente, en este contexto la presencia de la Eucaristía conmueve.
Diversos grupos y proyectos
Posiblemente sea ésa la causa de que en esta parroquia no se vea nada parecido a falta de actividad, resignación o preocupación por el futuro, a pesar de las dificultades de los habitantes del barrio. Hay grupos de Marías de los Sagrarios, de Renovación Carismática, de Acción Católica. Se ofrecen Cursos Alpha para grupos de alejados de la fe; hay “centinelas” que se ocupa de la actividad “Luz en la noche”, invitando a los viandantes a un rato de oración, con música y ambientación adecuadas; el Centro de Orientación Familiar “Nazaret” con actividades para matrimonio y para los hijos; actividades de Caritas; convivencias, ejercicios espirituales y, naturalmente, catequesis y suficiente disponibilidad para oír confesiones y recibir los demás sacramentos.
El párroco, don José Manuel Horcajo, nos explica que están en marcha “hasta treinta proyectos que intentan abarcar todo el bien de cada persona, desde sus necesidades materiales, pasando por las dificultades familiares y llegando a lo espiritual. Cuando una persona viene pidiendo comida, comenzamos por darle un plato en el comedor, pero le haremos un seguimiento personalizado para ayudarle en su situación laboral, familiar y espiritual. Queremos hacer de ese pobre, una persona feliz, un santo”.
Por eso, cuando se visita la página de San Ramón Nonato en internet, tras la presentación de la parroquia y la expresión de la disponibilidad del párroco, lo primero que se encuentra es una petición de ayuda y de personas voluntarios: jóvenes para la evangelización; alguien que se ocupe de la página web; una furgoneta para transportar ropa y alimentos; interesados en ayudar a niños discapacitados. Sin duda, es una magnífica señal. Según nos indica el párroco: “Cuantos más voluntarios mejor, así podemos llegar a más, mejorar el servicio y ampliar otros proyectos que todavía están esperando”.
El Papa Francisco sorprendió al cambiar el rumbo del avión que, antes de llevarlo a México, lo condujo nuevamente a Cuba.
6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
Una vez más, el Papa Francisco sorprendió al cambiar el rumbo del avión que, antes de llevarlo a México, lo condujo nuevamente –en menos de seis meses–, a Cuba. Esta vez para cumplir una cita histórica con el Patriarca de la Iglesia rusa.
El cálido ambiente cubano abrió puertas que estuvieron cerradas mil años. El abrazo de Francisco y Kiril demostró que la unidad es posible. Así quedó plasmado en la declaración conjunta que suscribieron. En 30 puntos los líderes religiosos pidieron el cese de la guerra en Ucrania y destacaron la importancia de las raíces del cristianismo y sus enseñanzas en la paz mundial, la defensa de la vida humana y la convivencia.
Pero la expectativa mundial del encuentro desinfló el interés de algunos en Europa que, al conocer la declaración, se quedaron en anécdotas: esperaban un texto político en contra de Rusia, de la Unión Europea, de Estados Unidos o de los tres. Importantes medios de comunicación no se atrevieron a reseñar, por ejemplo, el numeral 21 que advierte de los millones de abortos y otros ataques a la vida humana como la eutanasia. Tampoco se conoció el 8 sobre libertad religiosa, ni el 19 sobre la familia, o el 20 sobre el matrimonio. Luego, en México y en el avión de regreso a Roma, Francisco aprovechó para insistir en estos temas.
Francisco reclamó alternativas a la crisis migratoria en la frontera sur de Estados Unidos. Sin hacer directa referencia al pre candidato Donald Trump, el Papa expresó que “una persona que piensa sólo en hacer muros, sea donde sea, y no hacer puentes, no es cristiano”. Una declaración que despertó la polémica en plena campaña presidencial. Francisco recordó la naturaleza política del ser humano, que bien define Aristóteles, pero que tampoco convenció a los implicados, tal vez los mismos que desconocieron las conclusiones del encuentro de La Habana.
El Papa sabía que antes de su visita los mexicanos esperaban un mensaje de esperanza. Y eso fue lo que llevó y lo que recibió.
Gonzalo Meza·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
“Mensajero de esperanza”. Así se llamaba el Boeing 737-800 de Aeroméxico que transportó al Pontífice dentro de México y de regreso a Roma. Ha sido una de las visitas más intensas de su pontificado. En seis días, del 12 al 17 de febrero, más de diez millones de personas vieron al Papa en alguna de las más de 50 actividades que desarrolló en los 320 kilómetros que recorrió por vía terrestre.
El viaje a México sólo se entiende a la luz de las periferias existenciales de las que tanto ha hablado. Todos los temas que trató tienen una especial sensibilidad en la agenda religiosa, social y política de México. En Ecatepec, denunció la riqueza, la vanidad y el orgullo. En San Cristóbal de las Casas pidió perdón a los indígenas por el robo de sus tierras y el desprecio milenario. En Morelia urgió a no resignarse ante el ambiente cargado de violencia. En Ciudad Juárez rezó por los muertos y las víctimas de la violencia. El Papa abordó todos esos temas directamente y muy a su estilo, con palabras propias de su vocabulario: “primerear”, “escuchoterapia” y “cariñoterapia”. El viaje tuvo como baricentro su visita a la basílica de Guadalupe: “Permanecer en silencio ante la imagen de la Madre era aquello que me propuse ante todo. He contemplado, y me he dejado mirar por Aquella que lleva impresos en sus ojos las miradas de todos sus hijos, y recoge los dolores por las violencias, los secuestros, los asesinatos, los abusos en perjuicio de tanta gente pobre, de tantas mujeres”.
En la catedral de México el Papa se reunió con los obispos del país y les dirigió un mensaje fuerte: en la Iglesia no se necesitan príncipes, sino testigos del Señor: “No pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, o en los infecundos clubs de intereses”. Francisco urgió a conservar siempre la unidad y cuando hubiese diferencias, “a decirse las cosas a la cara”, como hombres de Dios.
El 14 de febrero Francisco acudió a Ecatepec a denunciar la riqueza de unos, a costa del pan de otros. Ecatepec fue en el 2010 el municipio con mayor número de personas en pobreza.
En Chiapas, el Papa pidió perdón a las comunidades indígenas por la indiferencia milenaria que han sufrido. Chiapas se encuentra al Sur de México, es un Estado fronterizo con Guatemala. En 1994 saltó al mundo por el levantamiento guerrillero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, liderado por el “subcomandante Marcos” que reivindicaba el reconocimiento de los derechos de los indígenas. En la Misa del 15 de febrero del 2016 en San Cristóbal, Francisco revaloró y enfatizó la dignidad de los pueblos indígenas. No solo con palabras, sino con los hechos. La ceremonia se llevó a cabo en tzeltal, tzotzil, chol y español. Al final de la ceremonia, Francisco expidió el decreto para el uso de lenguas indígenas en la Misa. Igualmente entregó la primera Biblia traducida al tzeltal y tzotzil.
En Morelia, Francisco advirtió contra la tentación de la resignación ante el ambiente de violencia. Hay que recordar que el 4 de enero del 2015 el Papa nombró cardenal al arzobispo de dicha demarcación, Mons. Alberto Suárez Inda. Dicha circunscripción nunca había recibido la dignidad cardenalicia. El Papa quiso expresar de esta forma su cercanía y afecto con una de las ciudades que más ha sufrido la violencia del narcotráfico. Un mal que ha devorado especialmente a los más jóvenes. Por ello, el obispo de Roma exhortó a los morelenses a no dejarse vencer por la resignación ante la violencia, la corrupción y el tráfico de drogas. Más tarde, ante miles de jóvenes reunidos en el estadio José María Morelos y Pavón, el Papa advirtió: “Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven, es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte… Es Jesucristo el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles, o meros mercenarios de ambiciones ajenas”.
En Ciudad Juárez el Papa realizó uno de los gestos más significativos de la visita: rezar ante una cruz gigante y presidir una Misa “transfronteriza” a unos metros de la frontera con Estados Unidos. Fue una Misa para y con los migrantes y las víctimas de la violencia. En ese lugar el pontífice exclamó: “No más muertes, no más violencia”.
El Papa pudo palpar que México se ha visto oprimido por la violencia, pero que, a pesar de todo, mantiene viva la llama de la esperanza. Por ello, todos sus encuentros en el país estuvieron “llenos de luz: la luz de la fe que transfigura los rostros y aclara el camino”. Este viaje a México fue para el Papa una sorpresa y una experiencia de transfiguración.
Tras las huellas del pastor. El Papa Francisco visita México
Resulta difícil narrar en pocas líneas la visita pastoral del Papa Francisco a México realizada entre el 12 y el 17 de febrero.
Ada Irma Cruz Davalillo, Gonzalo Meza·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 6minutos
Resulta difícil narrar en pocas líneas la visita pastoral del Papa Francisco a México realizada entre el 12 y el 17 de febrero. La gran cantidad de anécdotas y vivencias experimentadas en el antes, el durante y el después del viaje exigirían un mayor espacio para resumirlos. Los mensajes del “peregrino de la Misericordia”, como muchos llaman al Papa, han calado hondo en los asistentes. Pero lo que mayor impacto produjo, incluso en Francisco, fue escuchar los testimonios de algunos fieles sobre la realidad que se vive en México. Se trata de una realidad que el Papa conoce muy bien: “No quiero tapar nada de eso”, dijo antes de emprender el viaje, al referirse a los males que sufre el país.
Esta visita ha sido la primera del Papa Francisco a México. Durante seis días el Pontífice mantuvo diversos encuentros públicos a lo largo del país y se reunió con diferentes sectores de la sociedad mexicana.
Ciudad de México
El Papa Francisco arribó al hangar presidencial del aeropuerto internacional de la Ciudad de México el viernes 12 de febrero de 2016 a las 19,30 horas. Antes hizo una escala en Cuba, donde sostuvo un histórico encuentro con el Patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa Kirill. En Ciudad de México, a pie de pista, le esperaban el presidente de la república Enrique Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera de Peña; además del nuncio apostólico en México, Mons. Cristoph Pierre, y el arzobispo anfitrión, el cardenal Norberto Rivera Carrera.
Unas cinco mil personas recibieron al primer Papa latinoamericano. La desbordante alegría de los jóvenes, que agitaban pañuelos amarillos y coreaban con entusiasmo cantos y lemas, era contagiosa: “¡Francisco, amigo, seas bienvenido! ¡Francisco, ya eres mexicano!…”.
Cuatro niños con trajes regionales se acercaron al Papa Francisco para entregarle un cofre que contenía tierra de México. El Papa agradeció el gesto y lo bendijo. A continuación, el ballet de Amalia Hernández y el mariachi de la Secretaría de Marina ofrecieron un gran espectáculo con las tradicionales “Son de la negra” y “Jarabe tapatío”. Posteriormente, la comitiva salió en dirección a la nunciatura apostólica. Miles de persona le esperaban en el trayecto portando luces que iluminaron el camino. Al llegar a la nunciatura, un numeroso grupo de personas pedían a gritos al Papa que saliera a saludarles. Éste respondió saliendo a la calle para dirigirles un mensaje y orar junto a ellos.
Francisco reza ante una gran cruz situada en la frontera entre México y Estados Unidos.
El sábado 13 de febrero el presidente Peña Nieto recibió a Francisco con una ceremonia de bienvenida en el Palacio Nacional. En una parte de su discurso, el Santo Padre afirmó que “la experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficios de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia, e incluso, el tráfico de personas”.
Luego, tras abandonar el recinto presidencial, recibió en las puertas de la catedral metropolitana las llaves de la Ciudad de México de parte del jefe del gobierno, Miguel Ángel Mancera. Después se reunió con los obispos del país. Ante 165 obispos titulares y 15 auxiliares hizo un discurso en el contexto de la inseguridad y la violencia que azota a los mexicanos. También realizó un llamado a los prelados mexicanos para no corromperse con las riquezas.
Francisco no quiso abandonar la Ciudad de México sin visitar la basílica de Guadalupe; de hecho, afirmó que este era el momento principal de su viaje. Allí celebró una Misa a la que asistieron cincuenta mil personas. Algunos asistentes tuvieron que seguir la liturgia desde el exterior del recinto. En la homilía, el Papa hizo referencia a las víctimas de los secuestros y del abandono de jóvenes y ancianos. “Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos”, señaló.
Estado de México
Durante la multitudinaria Misa celebrada el domingo 14 de febrero en un predio de 45 hectáreas conocido como El Caracol, en el municipio de Ecatepec (Estado de México), el Papa Francisco llamó a los mexicanos a resistir las tentaciones de la riqueza y de la corrupción. Ecatepec es una localidad afectada por la violencia y el crimen.
El pontífice dijo que sabe que no es fácil evitar la seducción del “dinero, la fama y el poder” que pone frente a ellos el demonio. Sin embargo, les advirtió que sólo pueden hacerle frente con la fuerza que da Dios. “Metámoslo en la cabeza: con el demonio no se dialoga. No se puede dialogar, porque nos va a ganar siempre”, dijo el Papa. “Solamente la fuerza de la palabra de Dios lo puede derrotar”, aseguró. Habló también de las tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio; tentaciones que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado: la riqueza, la vanidad y el orgullo.
Chiapas
El lunes 15, en su cuarta jornada en el país, Francisco arribó a San Cristóbal de las Casas (Chiapas). Tras la recepción oficial en el aeropuerto (en la que la comunidad zoque le entregó el bastón de mando, un collar y una corona), el Papa se trasladó a la localidad. En esta ciudad, el obispo de Roma ofició una Misa en el Centro Deportivo Municipal en la que participaron comunidades indígenas. Durante su homilía afirmó que “muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder y el dinero, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡perdón!, ¡perdón, hermanos! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes”.
Posteriormente, en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, el Papa Francisco presidió un multitudinario encuentro con las familias y pidió a los mexicanos que le “echen ganas” a la familia para mantenerla unida, porque es el núcleo más importante de la sociedad.
El martes 16 presidió una Misa con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en Morelia (Michoacán), y el miércoles 17 se trasladó a Ciudad Juárez.
Ciudad Juárez
En Ciudad Juárez (Chihuahua) el Papa Francisco quiso para palpar de cerca el drama de la migración y la violencia. Juárez es una ciudad del Norte de México –colindante con El Paso (Texas)–, y tristemente célebre por los feminicidios que, entre 1993 y 2012, costaron la vida a 700 mujeres. Además de ese flagelo, Juárez se ha visto azotada por una espiral de violencia ocasionada por el narcotráfico y las disputas entre los distintos cárteles de las drogas. Un tercer flagelo que azota Juárez es la muerte de cientos de personas en su intento de llegar sin documentos a Estados Unidos.
En este lugar, además de visitar una prisión y de reunirse con el mundo del trabajo, el Papa celebró una Misa con migrantes y víctimas de la violencia. El altar se construyó a tan sólo ochenta metros de la valla fronteriza. En la ceremonia se dieron cita más de 200.000 personas. Entre ellas se encontraban diversos grupos y familiares de víctimas de la violencia, no sólo de Juárez sino de todo México.
Francisco ofrece una vacuna a un niño.
En la Misa también participaron obispos y sacerdotes de México y de Estados Unidos. Fue una ceremonia “transfronteriza” ya que, además de la presencia binacional de clérigos, se congregaron al otro lado de la frontera 50.000 católicos que siguieron la ceremonia en el estadio de la Universidad de El Paso, a unos metros del altar. Así, en Juárez y en El Paso se formó una sola familia unida por la fe, separada −como miles de familias− por una valla metálica.
Antes de la Misa, el Papa Francisco acudió a rezar ante una cruz gigante que se erigie a treinta metros de la red metálica. En ese lugar el Pontífice dejó un ramo de flores y rezó por los migrantes que han muerto en su intento por llegar a Estados Unidos.
Ya en su homilía el Papa se refirió a la migración indocumentada como una crisis humanitaria, una tragedia humana. Los migrantes “son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que además tienen que sufrir todas estas formas de violencia”. Ante ello el pontífice exclamó: “¡No más muerte ni explotación! Siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida y siempre hay una oportunidad, siempre hay tiempo de implorar la misericordia del Padre”.
Al final de la Misa, el Papa acudió al aeropuerto de Ciudad Juárez para concluir su visita con la ceremonia oficial de despedida. Al acto acudieron autoridades civiles, religiosas, y más de 5.000 personas que al son de mariachi despidieron al Papa Francisco.
Los cuchillos y el fin de los acuerdos de Oslo. ¿Hacia dónde van sus actores?
Los Acuerdos de Oslo no han logrado frenar la tensión entre árabes y judíos en Israel y Palestina, agravada por la "crisis de los cuchillos".
Miguel Pérez Pichel·27 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
La tensión entre las comunidades árabe y judía tanto en Israel como en los territorios palestinos ocupados es constante. Periódicamente experimenta picos de violencia en forma de intifadas, actos de terrorismo o guerras abiertas con los grupos armados palestinos.La llamada “crisis de los cuchillos” lleva meses conmocionando a judíos y árabes de Palestina e Israel. Las agresiones con cuchillos, no siempre espontáneas, de ciudadanos árabes musulmanes contra policías o ciudadanos judíos y las posteriores venganzas de radicales israelíes hacen temer el estallido de una nueva ola de violencia.
La crisis de los cuchillos comenzó a finales del mes de septiembre en los barrios de Jerusalén cercanos a la explanada de las mezquitas, donde se encuentra la mezquita de Al Aqsa, el tercer lugar más sagrado para los musulmanes tras la Meca y Medina. Los ataques se extendieron a ciudades palestinas donde existen colonias israelíes cercanas. Las causas son varias: la sensación de que cualquier negociación con Israel está condenada al fracaso, el sentimiento de humillación de muchos jóvenes palestinos que carecen por completo de oportunidades, la precaria situación económica que atraviesan los territorios ocupados de Cisjordania o los enfrentamientos con los colonos israelíes.
Todos estos factores han abonado el terreno para la violencia, pero, como suele ocurrir en estos casos, ha sido una sola chispa la que ha prendido la mecha. El detonante fue el rumor de que Israel se disponía a modificar el status quo de la explanada de las mezquitas para permitir el rezo de los judíos en el lugar donde se alzaba el templo de Jerusalén. El rumor provocó una fuerte protesta en el interior de
¿Hay avances en las conversaciones sobre el acuerdo entre la Santa Sede e Israel?
—El acuerdo con Israel, que aún está en vías de completarse, es el tercero que firmarán la Santa Sede e Israel. En su mayor parte se refiere a asuntos de naturaleza fiscal y económica. A día de hoy no se puede decir cuándo se completará el acuerdo. Hay algunas cuestiones pendientes sobre las que deberá establecerse de mutuo acuerdo una línea de conducta. La esperanza de la Santa Sede es que eso ocurra pronto.
¿Hay alguna novedad en relación a la titularidad del Cenáculo?
—Los Santos Lugares se administran en virtud de una serie de provisiones y de reglas tradicionales conocidas como Status quo. Es importante que todas las partes interesadas se comprometan a respetar las disposiciones para que todo el mundo pueda acceder de forma tranquila y pacífica a los Santos Lugares. En cuanto al Cenáculo, no hay ninguna novedad y no se esperan futuros cambios a corto plazo.
¿Podría explicar la situación de los colegios cristianos en Israel?
—Durante mucho tiempo, el Estado de Israel ha reconocido e incluso financiado de forma parcial las escuelas católicas. Más recientemente, la financiación gubernamental se redujo de forma gradual hasta llegar a niveles que no podían garantizar el funcionamiento de los colegios y, la reducción ha afectado gravemente a todos los colegios católicos en el país. Tras largas discusiones y negociaciones fue posible alcanzar un compromiso que permitía a los colegios llevar a cabo sus actividades académicas habituales. Mientras tanto, las negociaciones continúan con el objetivo de encontrar una definitiva solución a la disputa. Los colegios católicos en Israel son apreciados por su alto nivel académico y por el importante papel que juegan en la educación de las generaciones más jóvenes de las diferentes comunidades.
¿Puede la Santa Sede ayudar a poner fin a la ola de violencia entre palestinos e israelíes?
—La única “arma” que tiene la Iglesia contra la violencia y toda clase de conflictos sociales y religiosos es la educación. Es un proceso a largo plazo, pero educar la mente y los corazones de la gente es la única forma efectiva para construir una sociedad pacífica basada en los valores de la tolerancia y respeto mutuo.
De todos los temas que trate Francisco en México, el de la inmigración será, sin duda, el que más interés despierte en Estados Unidos.
13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
Uno de los asuntos más calientes de la política estadounidense es la inmigración, principalmente la procedente de México y, en general, de América Latina. Es el tema más vibrante de la retórica a la que asistimos en los debates entre los candidatos presidenciales, y que está causando una cruda división tanto entre los demócratas como entre los republicanos. El arzobispo de Los Ángeles, Mons, José Gomez, él mismo de origen mexicano, dijo que el debate sobre inmigración realmente es un debate sobre la “renovación del alma de América” y lo denominó “el test de nuestra generación sobre los derechos humanos”, a pesar de lo cual ni siquiera todos los católicos están de acuerdo con él.
Es en medio de esta tempestad cuando el Papa Francisco visita México (entre el 12 y el 18 de febrero). A lo largo de su viaje a la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, se espera que el Papa aborde el problema de la inmigración, incluso de forma más directa que cuando lo hizo en Estados Unidos en septiembre. Mientras que su audiencia mexicana escuchará con atención sus palabras, éstas podrían causar un gran impacto político en Estados Unidos. Esto se debe, principalmente, a que la carrera de las primarias para las elecciones presidenciales estadounidenses de 2106 tendrá lugar en febrero.
Juárez está junto a la ciudad estadounidense de El Paso, y en una reciente entrevista al Our Sunday Visitor el obispo de El Paso, Mons. Mark Seitz, ha dicho que, en realidad, las dos ciudades son una, salvo por la frontera que las divide. En Juárez, la más grande de las dos, la violencia ha atemorizado a muchos de sus residentes. El obispo Seitz ha afirmado que los obispos de la frontera entre Estados Unidos y México tienen lazos comunes. “La iglesia no está separada por límites nacionales”, ha dicho. “Todos somos hermanos y hermanas”, un mensaje que espera que el Papa también comunique.
Con la segunda mayor población católica del mundo, México es un destino lógico para el Papa. En el plan del viaje pontificio de 2015 a Estados Unidos, se sugirió que el Papa podría entrar a Estados Unidos a través de México, o celebrar la Misa en la frontera, pero se consideró que era logísticamente inviable. Ahora, aquella Misa en la frontera se celebrará el 17 de febrero a las 16,00 en Juárez, y ahí será donde el Papa podría hablar de la inmigración. Con varios candidatos republicanos identificados como católicos, las implicaciones políticas de las palabras del Santo Padre llegarán mucho más allá de la frontera.
México y visita papal. Elecciones, narco y guerrilla
El Papa Francisco visitará México del 12 al 18 de febrero. ¿Cuáles son los retos de este viaje a un país afectado por la violencia, el narcotráfico y la pobreza?
Ada Irma Cruz Davalillo·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
Hace exactamente un año, en enero del 2015, a bordo del avión que lo llevaba de regreso a Roma tras una visita a Filipinas, el Papa Francisco no tenía en su agenda el viajar a México; en todo caso, según explicó, de hacerlo sería en un viaje que incluyera la capital de dicho país, pues esto le permitiría asistir a la basílica de Guadalupe.
En alguna medida, las declaraciones que él mismo formuló posteriormente en marzo del mismo 2015, hacían comprensible pensar que definitivamente no estaría en posibilidad de trasladarse a México, dado que “tengo la sensación de que mi pontificado será breve… Cuatro o cinco años, no lo sé, o dos o tres. Bueno, ya han pasado dos”. Finalmente, en diciembre de 2015, el propio Francisco anunció y detalló su visita a México, lo que permitió al columnista mexicano Raymundo Riva Palacio asegurar que “el Papa se ‘autoinvitó’ a México”.
En efecto, se asegura que se trata de “un viaje que tomó por sorpresa al gobierno mexicano”, dado que no formaba parte de la agenda diplomática entre la Santa Sede y el gobierno de Enrique Peña Nieto, el presidente de México que más obsequioso se ha mostrado hacia la Iglesia y el papado.
Para sustentar la afirmación de la “autoinvitación” papal, se recurre a discrepancias de carácter político, pero también a la intervención directa de sacerdotes jesuitas mexicanos que expresamente se entrevistaron de forma privada con el Papa durante su estancia en Cuba, para insistirle en la conveniencia de planear una visita a México.
De ahí que para los analistas políticos del país no haya pasado desapercibida la inclusión expresa de la localidad de San Cristóbal las Casas en el recorrido de Francisco por México, así como los intensos esfuerzos para que acuda a la tumba del obispo Mons. Samuel Ruiz y le rinda una especie de homenaje.
La figura del obispo estuvo envuelta en la polémica a partir de que el primer día de enero de 1994, un grupo guerrillero adiestrado en Chiapas declaró la guerra al gobierno mexicano e inició una serie de ataques armados. Se le vinculó directamente con los promotores de esos hechos violentos.
También es cierto que en la diócesis, tanto durante la época de Mons. Ruiz, como posteriormente, se han realizado experimentos pastorales que en su momento fueron oficialmente suspendidos por la Santa Sede, por sus inexactitudes doctrinales.
San Cristóbal de las Casas se encuentra en el Estado de Chiapas, uno de los más pobres de México. Y, al igual que las otras ciudades que tiene enlistadas el Papa Francisco en su agenda, presenta el rostro de la falta de desarrollo y de la pobreza extendida, sobre todo en comunidades donde la carencia de agroindustrias no ha permitido que los habitantes alcancen mayores niveles de bienestar.
El Papa Francisco, en efecto, visitará San Cristóbal de las Casas, el Distrito Federal, Morelia y Ciudad Juárez. Morelia, con un mayor grado de industrialización, se ha visto afectada por la violencia desatada entre las bandas o cárteles de la droga que crecieron al amparo de la corrupción y de la connivencia de políticos y empresarios de la zona. Es una localidad con elevado fervor religioso, a pesar de los embates de los gobiernos revolucionarios que acosaron a la Iglesia durante décadas.
En cuanto a Ciudad Juárez, es una localidad atractiva por el gran número de plantas ensambladoras que dan empleo a hombres y mujeres que llegan desde todos los puntos de la República en busca de un ingreso superior. La violencia se ha destacado ahí tanto por el narcotráfico, como también por las muertes de mujeres, muchas de la cuales eran madres solteras que habían ido a laborar en las “maquiladoras” instaladas ahí por parte de consorcios extranjeros interesados en abastecer con regularidad y precisión a las firmas estadounidenses.
En cuanto al Distrito Federal, una de las ciudades más pobladas del mundo, mantiene contrastes evidentes y profundos. A pesar de todos los problemas y dificultades, todas ellas, como el grueso de México, y a diferencia de lo que se presenta en Europa, registran una significativa religiosidad que explica en gran medida la esperanza bajo la cual se vive aún en las áreas más desprotegidas.
El panorama de México no es distinto del que conocieron Juan Pablo ll o Benedicto XVl, pero lo que sí llama la atención es que por primera ocasión llegue un Papa en un año electoral.
En efecto, todos los actores políticos del país habían coincidido en todas las visitas papales de mantenerlas al margen de los comicios, con el propósito manifiesto de que no fueran tratadas de aprovechar por ninguno de los partidos o candidatos, en beneficio propio. Ahora, sin embargo, se vivirá lo contrario. ¿Qué sucederá? Habrá que esperar.
Cerca de Tegucigalpa, en Honduras, se encuentra uno de los principales santuarios marianos de América Latina: el de Nuestra Señora de Suyapa. Recientemente reconocido como basílica menor, se ha convertido en un foco de conversión y misericordia.
Eddy Palacios·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 5minutos
El culto que el pueblo hondureño tributa a su Patrona, la Virgen María Nuestra Señora de Suyapa, con el paso del tiempo ha experimentado un incremento en extensión y profundidad. Desde el hallazgo de la milagrosa imagen en 1747, hasta la reciente elevación del santuario de Suyapa al rango de basílica menor, el católico hondureño se ha ido sintiendo cada vez más cercano a su Morenita.
Las palabras de san Juan Pablo II el 8 de marzo de 1983, día en que coronó a esta imagen con ocasión de su viaje pastoral a Honduras, expresan bien esta devoción: “Un mismo nombre, María, modulado con diversas advocaciones, invocado con las mismas oraciones, pronunciado con idéntico amor […]. Aquí, el nombre de la Virgen de Suyapa tiene sabor de misericordia por parte de María y de reconocimiento de sus favores por parte del pueblo”.
Sus orígenes
De acuerdo con la tradición más extendida, el surgimiento de esta advocación mariana se remonta al día en que un joven labrador, Alejandro Colindres, acompañado por un niño de ocho años llamado Jorge Martínez, se dirigía a la aldea de Suyapa, al noroeste de Tegucigalpa, después de un arduo día de trabajo en la cosecha de maíz. Les sorprendió la noche y encontraron en la quebrada del Piliguín un buen sitio para dormir. En la oscuridad de la noche Alejandro sintió que un objeto, aparentemente una piedra, le impedía acomodar la espalda, por lo que la tomó y la arrojó lejos. Al recostarse de nuevo volvió a sentir la presencia del mismo objeto, pero esta vez, intrigado, decidió guardarlo en su mochila. Con la luz del amanecer pudo descubrir que se trataba de una imagen de la Virgen María, y decidió llevarla al altar de su familia, donde fue venerada hasta que, veinte años después, tras el primer milagro acreditado por la intercesión de la Virgen bajo esta advocación, se reunieron fondos para construir una capilla que fue terminada en 1777.
Apenas seis centímetros y medio de alto mide la pequeña escultura, de madera de cedro. De tez morena, su rostro es agraciado, oval, de mejillas redondas; fina y recta nariz, y la boca pequeña; en los ojos se adivina algo de la raza indígena. La cabellera lacia le cae, partida en dos, a ambos lados de la frente, hasta los hombros. Las manos diminutas, sin entrelazarse, se juntan suavemente sobre el pecho, en actitud de oración. El ropaje pintado en la propia efigie es una túnica de color rosado que apenas asoma por el pecho, pues está cubierta con un manto oscuro adornado con estrellas doradas. En ocasiones es cubierta con otras vestiduras. Lleva corona sobre la cabeza, está enmarcada por un resplandor de plata sobredorada en forma de número ocho, rematado con doce estrellas.
En 1943, el administrador apostólico de la arquidiócesis de Tegucigalpa, Monseñor Emilio Morales Roque, decidió la construcción de un nuevo templo para la Virgen de Suyapa. La familia Zúñiga-Inestroza donó el terreno para tal proyecto. Fue el tercer arzobispo de Tegucigalpa, Mons. José de la Cruz Turcios y Barahona, quien dio inicio a la construcción del santuario, en el año de 1954 cuando se celebraba un año mariano en la Iglesia por el centenario del dogma de la Inmaculada Concepción.
Es digno de reconocer que Mons. Turcios y Barahona fue un visionario ya que quiso que las dimensiones del templo fueran adecuadas para contener una gran cantidad de peregrinos, algo muy ambicioso para aquellos años. La labor fue continuada por el cuarto arzobispo de Tegucigalpa, Monseñor Héctor Enrique Santos, y concluida por el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, actual arzobispo de Tegucigalpa, que ofició la solemne dedicación de la iglesia el 8 de diciembre de 2004.
El diseño de la nave es de cruz latina, tiene 93 metros de longitud, 23 metros de altura y la anchura de la nave central es de 31,50 metros. Su diseño es de cruz latina. Sus hermosos vitrales representan escenas de la vida de Cristo y de la Virgen. La capacidad de la nave es de 4.360 personas sentadas y 2.000 personas de pie.
El lugar donde fue erigido es una zona donde habitan personas de escasos recursos, lo que realza la cercanía de la Santísima Virgen hacia sus hijos más necesitados. Todo se realizó con la ayuda de los fieles y el impulso de los tres últimos arzobispos para que sea, como desea el actual, una casa del consuelo de Dios para el pueblo hondureño, que sufre tanto las consecuencias de la violencia.
Mayor sintonía con el Papa
En 1954 la Conferencia Episcopal de Honduras declaró el templo de Suyapa como un Santuario Nacional. Teniendo en cuenta la trayectoria de este lugar como destino de peregrinación y foco de irradiación de la fe, contando con el trabajo del párroco anterior, Hermes Sorto, y del párroco actual, Carlo Magno Núñez, se solicitó en 2013 al Papa Francisco que fuera reconocido como Basílica Menor. El 9 de septiembre de 2015 el cardenal Rodríguez Maradiaga tuvo la inmensa alegría de anunciar al pueblo hondureño que, con fecha 28 de agosto, se había firmado el correspondiente decreto. El 28 de octubre se celebró una solemne Eucaristía para dar a gracias a Dios por este reconocimiento papal, que coloca a esta iglesia en el conjunto de templos que a lo largo del mundo muestran los signos pontificios y representan un testimonio de unión con el Romano Pontífice.
Signos de vitalidad
Es masiva la afluencia de peregrinos para visitar a la Virgen de Suyapa el 3 de febrero, día de su fiesta. Los festejos dan inicio desde la noche anterior con una majestuosa alborada que se prolonga hasta la madrugada. Aunque Suyapa es el centro de la devoción, la Reina de Honduras es celebrada no solo en su Santuario sino en todos los rincones del país, donde abundan las reproducciones de la imagen.
También en el extranjero se le aclama a la Virgen en celebraciones organizadas por hondureños radicados en Estados Unidos y en España con motivo de la festividad de Nuestra Señora de Suyapa. Hay una reproducción de la Virgen de Suyapa en el santuario de Torreciudad, donde se le venera con diversos actos en el domingo más cercano al 3 de febrero, y desde 2013 también hay una, realizada en bronce, en los Jardines Vaticanos.
Varios himnos cantan con fervor a esta advocación de la Madre de Dios. Vale la pena mencionar que el nombre de Suyapa es frecuente entre las mujeres hondureñas.
Para la mejor atención de los fieles, el cardenal Rodríguez Maradiaga estimó conveniente erigir dos parroquias y desligarlas de lo que hasta ese momento comprendía la parroquia de Nuestra Señora de Suyapa. La actividad pastoral realizada es intensa en cuanto al culto divino, la celebración de los sacramentos y la formación de los fieles en los ámbitos bíblico, teológico, litúrgico y moral, de tal modo que piedad popular y evangelización van de la mano. La ermita donde fue venerada la imagen durante más de doscientos años continúa siendo utilizada como parte del complejo de la basílica, y se celebran en ella eucaristías dominicales.
Asistencia a los necesitados
La Fundación Suyapa gestiona ayudas para el mantenimiento y decoración del recinto, y Cáritas Suyapa se enfoca en la asistencia a las personas más necesitadas.
Recientemente se han añadido en el interior del templo trece nuevos altares laterales, que corresponden a diversas devociones del pueblo hondureño, como san Miguel Arcángel y san Judas Tadeo. En la capilla del Santísimo hay ahora dos cuadros de devoción popular; el primero es un lienzo de María bajo la advocación tan querida del Papa Francisco, Nuestra Señora Desatanudos. En el otro cuadro está una imagen de la basílica con la Virgen de Suyapa, custodiada por los santos latinoamericanos, entre ellos Mons. Óscar Arnulfo Romero.
Finalmente se cuenta con amplios confesionarios donde se ofrece con generosidad la posibilidad de acudir al sacramento de la penitencia. Con toda seguridad, durante el Jubileo Extraordinario de la Misericordia muchos fieles encontrarán la paz de Reconciliación, y se hará más patente la verdad de los sentimientos expresados por el santo papa polaco: “El nombre de la Virgen de Suyapa tiene sabor de misericordia”.
Paul O´Callaghan·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 4minutos
Como cristianos, hablamos mucho de la Resurrección de Cristo. La consideramos como signo tangible, material e innegable del amor de Dios que salva a los hombres. Hablamos también de la resurrección de los muertos, o resurrección de la carne, al final de los tiempos. La consideramos como la quintaesencia de la esperanza cristiana, y vemos en ella una afirmación del valor de la materia.
Pero hay que preguntarse ulteriormente: ¿dónde estarán los hombres resucitados? ¿Qué tipo de entorno material tendrán? No son ángeles, no son espíritus puros: tendrán que pisar en alguna parte, tendrán que relacionarse con otras personas, tendrán que relacionarse con un “mundo”.
¿“Término” o finalidad?
En el siglo VII, Julián de Toledo escribía: “El mundo, renovado ya para lo mejor, será adaptado según los hombres, que a su vez serán renovados también en la carne para lo mejor” (Prognosticon 2, 46). Santo Tomás decía que en la vida futura “la entera creación corporal será modificada en un modo apropiado para estar en armonía con el estado de los que lo habitan” (IV C. Gent., 97). Y el escritor francés Charles Péguy lo decía muy convencido: “En mi cielo habrá cosas”.
Pero, en realidad, lo que llama la atención en el Nuevo Testamento son las afirmaciones sobre la futura destrucción del mundo. “Habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt 24, 21). Gráficamente los evangelios describen una amplia gama de signos que indican el acercarse del fin: el colapso de la sociedad humana, el triunfo de la idolatría y la irreligión, la difusión de la guerra, grandes calamidades cósmicas.
Sin embargo, no se trata de una destrucción definitiva, del apagarse del mundo gradual o repentinamente, como pensaban los filósofos Michel Foucault y Jacques Monod. Para la fe cristiana, hay que decir que el mundo tiene un fin, en el sentido de una finalidad, pero no un fin en el sentido del momento en el que dejará de existir.
Por esta razón, la Escritura habla en diversos modos de “los nuevos cielos y la nueva tierra”: ya en el Antiguo Testamento (Is 65, 17), pero sobre todo en el Nuevo. Particularmente importantes son dos citas, una de san Pablo y la otra de san Pedro. Textos semejantes se encuentran en el libro del Apocalipsis (21, 1-4).
Redención renovadora
A los Romanos, Pablo escribe: “La espera ansiosa de la creación anhela la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación se ve sujeta a la vanidad, no por su voluntad, sino por quien la sometió, con la esperanza de que también la misma creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Rom 8, 19-21). Así como el pecado introdujo la muerte y la destrucción en el mundo, nos dice Pablo, la redención que Cristo ganó y con la que nos hizo hijos de Dios renovará el mundo para siempre, llenándolo de gloria divina. Y en la segunda Carta de san Pedro (3, 10-13) leemos: “Como un ladrón llegará el día del Señor.
Entonces los cielos se desharán con estrépito, los elementos se disolverán abrasados, y lo mismo la tierra con lo que hay en ella” (v. 10, cfr. v. 12). Por esta razón exhorta a los creyentes que sean vigilantes: “Si todas estas cosas se van a destruir de ese modo, ¡cuánto más debéis llevar vosotros una conducta santa y piadosa, mientras aguardáis y apresuráis la venida del día de Dios!” (vv. 11-12). A pesar de ello, continúa el texto, “nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en los que habita la justicia” (v. 13). Y se vuelve a exhortar a los fieles: “Por lo tanto, queridísimos, a la espera de estos acontecimientos, esmeraos para que él os encuentre en paz, inmaculados e intachables” (v. 14).
¿Qué permanece?
El mensaje de Pedro es espiritual y ético, ciertamente, pero se basa en la promesa divina de una renovación cósmica. Habrá destrucción y renovación, habrá discontinuidad y continuidad entre este mundo y “los nuevos cielos y la nueva tierra”. Pero nos podemos preguntar: de todo lo que los hombres hacen y construyen aquí en la tierra, ¿qué es lo que quedará para siempre? ¿Se trata meramente de la continuidad de las virtudes que los hombres hayan vivido y retendrán para siempre en el cielo, en particular la caridad? ¿O se encontrará además en el más allá algo de las grandes obras que los hombres hayan plasmado junto con los demás: obras de ciencia, de arte, de arquitectura, de legislación, de literatura, etc.? La constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II lo explica así: “Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien aliviar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios” (n. 39).
Con todo, los nuevos cielos y la nueva tierra serán obra de Dios. Lo que encontramos en ellos no lo hacemos nosotros. Aun así, parece lógico que algo de lo que hemos hecho con Dios y para Dios nos acompañe de algún modo para siempre. Pero solo Dios sabe cómo.
El autorPaul O´Callaghan
Profesor Ordinario de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma
Dialogar con los otros es una necesidad humana, una condición del ser de las personas. Las humaniza y las enriquece; y les permite desarrollar acciones en común. En ese sentido es necesario para la convivencia en sociedad, pues no hay otro modo de articular proyectos comunes y de sumar las aportaciones de todos. Si hay heridas o recelos podrá resultar difícil, pero abrirá el paso a una reconciliación. Como parece obvio, presupone el reconocimiento de una dignidad común a todos, por encima de diferencias de cualquier tipo, y la fidelidad de cada uno a sus propias convicciones personales. Ésta enriquece a todos, más que impedirles escuchar o colaborar.
Hay momentos en que las actitudes de diálogo y respeto se descubren como deseables y beneficiosas. Es el caso de algunas situaciones actuales, en esferas dispares. En el ámbito religioso, acabamos de celebrar la semana anual de oración por la unidad de los cristianos, con muestras de comprensión y afecto que, sin ocultar las diferencias, muestran un real acercamiento de los creyentes en Cristo, todo ello en la perspectiva del quinto aniversario de la reforma luterana el año próximo. En la relación entre las diversas religiones, hay que destacar la cálida acogida al Santo Padre en la sinagoga de Roma, en medio del alentador contexto creado por los documentos publicados de manera casi simultánea en diciembre por la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones con el Judaísmo y por un elevado número de rabinos, incluyendo un novedoso planteamiento de las consideración mutua. También en las relaciones con los musulmanes son claros los beneficios del diálogo y la necesidad de fomentar la reconciliación. El mismo principio debería acompañar el esfuerzo, necesario, de integración en Europa de emigrantes y refugiados.
Volviendo la mirada a otro contexto, la actual situación política española reclama igualmente, según la interpretación unánime, una nueva disposición de diálogo. El Compendio de Doctrina Social recuerda que la promoción del diálogo debe inspirar la acción política de los cristianos laicos (n. 565). Es necesario que se encuentren los modos de favorecerlo en los diversos niveles en que se plantean los problemas, muchos de ellos graves y en situación aparente de bloqueo: políticos, laborales, económicos, territoriales, ideológicos… Pero la sociedad también necesita que el diálogo no se reduzca a un elemento táctico, a un recurso a corto plazo para encontrar fórmulas que sólo resuelvan dificultades coyunturales. Ha de traducirse en una nueva disponibilidad para servir a proyectos comunes de convivencia. Podría ser una ocasión para fortalecer la democracia y renovar la cultura política.
El Papa llama a la paz, la misericordia y la unidad, destacando la acogida a migrantes, el diálogo interreligioso y el valor del trabajo.
13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
Con el año que se estrena llega el balance de lo vivido y la apertura a lo que está por venir. La Navidad ofrece el marco que permite leer el paso del tiempo con la luz inextinguible que trae el Salvador. Las enseñanzas de Francisco en el último mes se ocupan de este marco, arrojan luz sobre lo pasado y proyectan esperanza sobre el futuro. Con ellas desea el Papa hacer resonar la voz de la paz y avivar el calor de la misericordia.
Atendiendo al marco litúrgico, las meditaciones del Ángelus y las Homilías de las grandes celebraciones navideñas nos han dejado orientaciones sobre la paz que el Padre desea sembrar en el mundo, no sólo para que la cultivemos, sino para que la conquistemos.
Los pastores y los Magos nos enseñan que debemos levantar la mirada hacia el cielo, es decir, tener el corazón y la mente abiertos al horizonte de Dios, para conducirnos con esperanza en este mundo. La Palabra de Dios que proclama la llegada de la plenitud de los tiempos con la encarnación del Hijo de Dios parece contradecir lo que percibimos a nuestro alrededor. “¿Cómo puede ser este un tiempo de plenitud, si ante nuestros ojos muchos hombres, mujeres y niños siguen huyendo de la guerra, del hambre, de la persecución, dispuestos a arriesgar sus vidas con tal de que se respeten sus derechos fundamentales? Un río de miseria, alimentado por el pecado, parece contradecir la plenitud de los tiempos realizada por Cristo. Sin embargo, este río en crecida nada puede contra el océano de misericordia que inunda nuestro mundo”. En este océano nos sumergimos de la mano de la Virgen María, Madre de misericordia: “Dejémonos acompañar por ella para redescubrir la belleza del encuentro con su Hijo Jesús”.
Un balance del último año encontramos en el discurso dirigido al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Ahí el Papa ha afirmado que “la misericordia ha sido el ‘hilo conductor’ que ha guiado mis viajes apostólicos durante el año pasado”, y ha llamado la atención sobre la grave emergencia migratoria que vivimos en nuestros días. “El fenómeno migratorio plantea un importante desafío cultural que no se puede dejar sin responder”. De cara al futuro, el principal reto que nos espera es vencer la indiferencia para construir juntos la paz. Francisco ha vuelto a hablar del drama de los desempleados al dirigirse al Movimiento cristiano de trabajadores. A ellos les ha recordado que el trabajo es una vocación a la que podemos responder bien si cuidamos la educación, el compartir y el testimonio.
Al visitar por primera vez la Sinagoga de Roma, el Papa ha hecho memoria de la visita de sus predecesores, ha evocado la aportación del documento conciliar Nostra Aetate y se ha felicitado por los importantes avances en la reflexión teológica y práctica que llevan a cabo católicos y judíos. El mundo de hoy nos plantea retos, como el de una ecología integral, que deberíamos afrontar juntos. A la Delegación de la comunidad luterana de Finlandia, Francisco ha pedido seguir avanzando en el diálogo a favor de una mayor unidad, a pesar de las diferencias todavía existentes, reconociendo que nos une el compromiso por dar testimonio de Jesucristo.
De un futuro marcado por la misericordia habla el Papa en la nueva serie de catequesis de las Audiencias de los miércoles, así como en los encuentros propios del Jubileo, con emigrantes, rectores de santuarios o personal de la seguridad pública del Vaticano. Al futuro también se ha referido, cuando se ha dirigido a los padres que presentaban sus hijos para ser bautizados, recordándoles que la mejor herencia que les pueden dejar es la fe. Futuro, en fin, estamos llamados a construir en la Semana de Oración por la unidad de los cristianos pidiendo que “todos los discípulos de Cristo encontremos el modo de colaborar juntos para llevar la misericordia del Padre a cada rincón de la tierra”.
Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.
Suscríbete a la revista Omnes y disfruta de contenidos exclusivos para los suscriptores. Tendrás acceso a todo Omnes
El número de peregrinos a Santiago aumentó un 10% en 2015
A pesar de que 2015 no fue Año jubilar compostelano, el Camino de Santiago experimentó un aumento de peregrinos de más del diez por ciento.
Diego Pacheco·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: < 1minuto
Un total de 262.515 personas peregrinaron el año pasado a Santiago de Compostela, lo que supone 24.532 personas más que en 2014 (un 10,31 % de incremento), ha confirmado recientemente la Xunta de Galicia en base a los datos facilitados por la Oficina del peregrino.
Según esta oficina, que depende de la archidiócesis compostelana –y que entrega la famosa “compostelana” que acredita a quienes han recorrido al menos cien kilómetros a pie o doscientos en bicicleta o a caballo a lo largo del camino–, más de la mitad de los peregrinos que hicieron el Camino de Santiago en 2015 eran extranjeros, concretamente el 53,38 %, un total de 140.138 peregrinos. Los de nacionalidad española fueron un total de 122.377, el 46,62 % restante.
Tras los españoles, siguen los italianos, alemanes, estadounidenses, portugueses, franceses, británicos, irlandeses, canadienses, coreanos y brasileños.
El conjunto de peregrinos provenían de un total de 178 países, 39 más que en 2014, lo que demuestra el tirón del Camino para atraer visitantes de todo el mundo. El denominado Camino Francés fue el que mayor número de peregrinos atrajo: más de 379.000 viajeros.
A tenor de estas cifras y de este importante incremento de peregrinos, parece claro, como han subrayado también fuentes civiles y eclesiales, que el Camino de Santiago sigue estando en auge.
El Constitucional avala el concierto para la educación diferenciada
Un reciente fallo del Tribunal Constitucional recuerda que elegir una educación diferenciada por sexos no puede implicar desventajas al suscribir conciertos.
Enrique Carlier·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
El Tribunal Constitucional (TC) ha rechazado por medio de varias sentencias el recurso que había interpuesto, a instancias del gobierno andaluz, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) contra los Presupuestos Generales del Estado de 2013, que incluían una partida de fondos públicos para los diez centros de educación diferenciada de esa Comunidad Autónoma.
La sentencia del Alto Tribunal no ha resuelto todavía el fondo de la cuestión –ni ha entrado siquiera en ella–, lo que sería pronunciarse de una vez sobre si es inconstitucional o no establecer conciertos con los colegios que adoptan el modelo educativo diferenciado de no mezclar en sus aulas a niños de ambos sexos. El TC simplemente ha dictaminado que, a tenor de la legislación vigente –lo que señala la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) en su artículo 84.3– “en ningún caso la elección de la educación diferenciada por sexos podrá implicar para las familias, alumnos y centros correspondientes un trato menos favorable, ni una desventaja a la hora de suscribir conciertos con las administraciones educativas”.
La LOMCE está siendo, por tanto, aliada de esos diez colegios frente a la intención manifiesta de la Junta de Adalucía –un tanto obsesiva y exagerada para sólo diez colegios, diría– de no concertar ningún centro de enseñanza diferenciada. Porque, aunque en 2012 el TS había permitido que el gobierno andaluz no renovara el concierto a los doce centros de ese modelo educativo que existían entonces en la región, la aprobación de la LOMCE –y concretamente de la disposición 84.3 de la denominada Ley Wert– modificó sustancialmente la situación legal. El gobierno de España, teniendo en cuenta entonces ese precepto, fijó en los Presupuestos Generales del Estado las partidas correspondientes a esos colegios de enseñanza diferenciada, incluidas en el módulo económico de distribución de fondos públicos para el sostenimiento de centros educativos concertados.
La Junta de Andalucía reaccionó entonces instando al TSJA a presentar una cuestión de inconstitucionalidad ante el TC, cuyo pronunciamiento es el que ahora hemos conocido.
El fallo no entra valorar si es constitucional o no; simplemente establece que en el momento en el que el TSJA presentó la cuestión, ya estaba en vigor la LOMCE, que prohíbe discriminar a los centros de este tipo de enseñanza.
A la luz de este fallo, el TSJA deberá resolver los recursos de sindicatos, padres y centros contra la orden de 2013 de la Junta que denegaba el concierto a los diez centros. Mientras se resolvía el recurso, el TSJA ha otorgado en estos años diversas medidas cautelares a esos colegios para que pudieran mantener el concierto. La Junta de Andalucía, sin embargo, recurrió estas medidas cautelares ante el Supremo, que de nuevo dio la razón a los centros diferenciados con un fallo en el que estima que la financiación de este modelo pedagógico no es contraria a los principios de la UNESCO y viene amparada por la LOMCE.
Los colegios son Ángela Guerrero, Ribamar, Altair, Albaydar, Nuestra Señora de Lourdes, Elcható y Molino Azul (los siete de Sevilla); y Zalima, Torrealba y Yucatal (en Córdoba).
La reciente sentencia del Tribunal Constitucional avalando el concierto económico para centros de educación diferenciada en Andalucía desmiente que sean socialmente nocivos.
13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
—¡Bienvenidos a Segregadores Anónimos! Juan, cuéntenos su historia. Desnude sus traumas en esta percha.
—Muchas gracias. Hola. Me llamo Juan y he estudiado en un colegio de educación diferenciada. Lo siento.
Somos siete hermanos y todos hemos heredado ropa y hemos comido empanadillas congeladas. La Coca-Cola era símbolo de las fiestas. El pan duro de hoy era el pan rallado de mañana. Y en nuestros cumpleaños había globos, palomitas de maíz y patatas. Nunca fuimos de happy meal.
Tres hermanas. Tres hermanos. Encargos. Friegaplatos. Escobas. Imaginación. Una casa modesta, pero muy casa. Sudada con la ilusión de dos frentes.
Siete colegios públicos hubieran aflojado el nudo de la corbata. Pero mis padres decidieron complicarse la vida porque les daba la gana. Yo iba a un colegio sólo de chicos. Todos uniformados. Con corbata. Mis hermanas iban a un colegio sólo de chicas. Todas uniformadas. Con faldas de cuadros. Iban al colegio vecino, al que guiñábamos el ojo cuando hacíamos campo a través.
Ningún recuerdo de aquel colegio es de diván, de pastilla, de terapia grupal. De verdad. Diría más, y ustedes perdonarán mi osadía. Recuerdo con mucho cariño aquellos años estupendos. No sentí que me estuvieran convirtiendo en un maltratador de mujeres encubierto, ni en marciano, ni en un segregador compulsivo, ni en una tensión sexual no resuelta, ni en un martillo de herejes, ni un generador de fobias, ni en una provocación.
Nunca jamás en la vida, lo prometo por el régimen, me sentí un niño entrenado para ser antisocial, machista, clasista, católico radical, intolerante, violador, pepero a ciegas, engominado mental… Se ríen ustedes por lo bajini. Lo entiendo. Pero aquí, en confianza, sin señoritas Rottenmeier que vigilen con webcam el pensamiento único, me siento como libre… En el colegio aprendí cosas, y en casa las mamé todas. En los dos sitios aprendí a respetar a las personas. Estaba en el ambiente.
Mi trauma, digamos, es más bien un cabreo controlado. La Junta de Andalucía está empeñada en convertirme en presunto o futuro maltratador de mujeres, hombres, o viceversa. En un peligro. En culpable. Y otras Juntas que no son de Andalucía, porque es nueva política convertir en segregadores sociales a los que creen que otros modelos educativos son mejores. Y los pagan.
A mí me ofende esa inquina. Porque es una mentira de diseño así de grande: como el Palacio de San Telmo.
Segregadores de bilis: pueden dejar de señalarme con el puntero láser. Venga. Gracias.
La película 'El puente de los espías' es una cinta visualmente majestuosa, en donde la fotografía y los planos están muy bien pensados y ejecutados, al mejor estilo Spielberg. Además, constituye un gran tratado sobre el desarrollo de los personajes.
Jairo Velásquez·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
La película
Dirección: Steven Spielberg
Guión: Matt Charman, Ethan Coen
País: EE.UU.
Año: 2015
Reparto: Tom Hanks (James Donovan) Mark Rylance (Rudolf Abel), Amy Ryan (Mary Donovan), Alan Alda (Thomas Watters)
Steven Spielberg sigue siendo un maestro en el arte de hacer cine. Y su pasión por el cine histórico nos ofrece una nueva gran película. Bridge of Spies no resulta vertiginosa, como Saving Private Ryan o Munich, ni excesivamente política, como Amistad o Lincoln. Es una historia humana, donde la ambición por la justicia y por hacer lo correcto es la guía sobre la que se construye la narración.
El cambio de ambientación que se opera de Nueva York a Berlín es realmente genial. De un momento a otro la cinta pasa de ser un thriller de abogados americanos a una inquietante aventura de espías, en donde el personaje de James Donovan, un abogado de seguros brillantemente personificado por Tom Hanks, se sitúa en el centro de la acción y se convierte, sin pretenderlo, en el héroe de la historia.
Es una cinta visualmente majestuosa, en donde la fotografía y los planos están muy bien pensados y ejecutados, al mejor estilo Spielberg. Además, constituye un gran tratado sobre el desarrollo de los personajes. Resulta interesante también advertir la manera en la que el director logra entrelazar las historias de los sujetos y familias que se ven envueltos en la trama.
Puente de Espías se centra en la historia con fundamento en la realidad, aunque lógicamente un tanto versionada, del intercambio llevado a cabo en plena Guerra Fría entre un espía soviético capturado en Estados Unidos y un piloto militar norteamericano derribado en territorio ruso.
El director comienza la narración mucho antes de que se plantee el intercambio. Lo hace durante el proceso legal del supuesto espía de la Unión Soviética en una corte judicial de Nueva York. Es aquí donde se establecen las cualidades morales del personaje de Hanks y donde se plantean las primeras consecuencias humanas de lo que este abogado consideraba que en justicia debe hacer.
Una vez que la historia cambia de continente y llega a Europa, la narración se hace apasionante. El decorado se convierte en un protagonista más, mientras la acción se acelera y logra mantener en suspense al espectador, porque no se acaba de tener la certeza hasta el último momento de que las cosas vayan a salir bien.
Con esta cinta Spielberg relata momentos históricos. Aborda de lleno los argumentos presentes en la primera parte de la Guerra Fría. La tensión nuclear, el trabajo de los espías y las posiciones políticas claramente establecidas en cada uno de los bloques.
Puente de Espías es una película, en definitiva, en la que director y actor están en su mejor momento artístico y que termina por resultar una de las mejores historias del año.
Ante el sombrío panorama demográfico español, las autoridades no pueden permanecer por más tiempo impasibles: han de promover la natalidad.
Roberto Esteban Duque·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
El profesor Contreras Peláez, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla, mantiene que sólo en los años 1918 y 1939, por cuestiones de “gripe española” y las bajas de nuestra contienda civil, España perdió población. Algo que volvió a suceder en 2012 y 2013, período en el que disminuyó en 2,6 millones de habitantes, no ya por asuntos coyunturales como entonces, sino como algo estructural y permanente. Y Alejandro Macarrón, sobre la natalidad, añade que una fertilidad de 1,26 hijos por mujer en el año 2013 nos sitúa en un 40 % por debajo del “índice de reposición”, (2,1). Por otra parte, las españolas no tienen su primer hijo hasta los 31,8 años y la edad media de los españoles es hoy bastante elevada: 41,8 años.
El descenso del nivel de la población proseguirá durante el próximo decenio. Así se desprende incluso del informe de Naciones Unidas “Perspectivas de la Población Mundial 2015”, donde se advierte de los efectos negativos de semejante transformación demográfica para el crecimiento económico. Existe una fuerte retroalimentación entre crisis económica y crisis demográfica: cuanto peor vaya la economía, menos estímulos para la maternidad; y cuanto más eclipsada se encuentre la maternidad, peor irá la economía.
Pero también es necesario constatar la correlación entre estabilidad familiar y natalidad. Y a la inversa, entre crisis de la familia e invierno demográfico. El matrimonio es el ecosistema ideal para la procreación y educación de los hijos. En Estados Unidos los investigadores chino-americanos J. Zhang y X. Song demostraron que las parejas casadas tienen una tasa de fertilidad cuatro veces más alta que las parejas de hecho. El compromiso y la estabilidad característicos del matrimonio influyen en su conducta reproductiva, casi ausente en la volatilidad amorosa de una pareja de hecho, que hace mucho más inverosímil la inversión en “bienes duraderos” como los hijos. Una sociedad con pocos matrimonios estables será una sociedad con pocos niños.
Resulta frecuente escuchar que la baja natalidad y el aumento de los nacimientos extramatrimoniales, la devaluación del matrimonio y las altas cuotas de divorcio son meras tendencias sociales que el Estado sólo puede confirmar. Sin embargo, el Derecho no es neutral. El legislador no puede permanecer impasible, ni tampoco contribuir, a la degradación progresiva de la familia, sino incentivar el matrimonio y evitar en la medida de lo posible las rupturas, sobre todo porque en España parece como si se considerara un capricho privado el tener hijos. Las medidas económicas para estimular la natalidad pasarán, en primer lugar, por premiar –a través de ventajas fiscales, salariales o de pensiones– la fecundidad, por su aportación al futuro de España.
Es insuficiente creer que una intensificación de los flujos de inmigración constituya la solución al drama de la pirámide demográfica invertida.
Por otro lado, hay que llamar con apremio a la responsabilidad individual: no podemos esperar que el Estado resuelva nuestras necesidades básicas.
Sugiero un decálogo para fortalecer el matrimonio y la familia, de manera que siente las bases de una correcta promoción de la natalidad en España:
1. Una nueva regulación del aborto, próxima a la ley polaca, cuya implantación en 1993 trajo consigo la disminución de los abortos desde más de 100.000 a principios de los años 80 a menos de 1.000 a mediados de los 90. El Tribunal Constitucional ha ratificado en una reciente sentencia que el concebido es un miembro más de la familia. El mundo es extraño para Dios si no somos receptivos al don y la transmisión de la vida.
2. Derogación de la ley del “divorcio-exprés” en orden a crear un consenso de ambos cónyuges y ofrecer un tiempo suficiente de reflexión sobre la valoración del impacto negativo del divorcio sobre los hijos.
3. Creación de una red pública de Centros de Orientación Familiar, cuya motivación fundamental será promocionar la familia en lugar de disolverla.
4. Oferta de una asignatura de preparación a la vida familiar en la enseñanza media, capaz de concienciar sobre la importancia social de la familia y la natalidad, así como de contrarrestar los efectos nocivos de una ideología de género muy difundida.
5. Creación de un Ministerio de la Familia que visibilice de modo institucional el compromiso estatal en la potenciación de la familia. Existen ministerios de este tipo en numerosos países europeos.
6. Implantación de coeficientes correctores en el cómputo de la pensión contributiva según el principio “a más hijos, más pensión”, un principio de justicia por cuanto los padres proporcionan a la sociedad los futuros cotizantes.
7. Pago por parte del Estado, durante un tiempo a determinar, de la cotización de la Seguridad Social por cada hijo que se tenga, para las mujeres que dejen de trabajar tras ser madres.
8. Deducción fiscal del coste de los cuidadores familiares, guarderías y otros gastos asociados a los hijos, así como la asunción por parte de las empresas de horarios flexibles conforme a las necesidades de los trabajadores con niños.
9. Incremento de las desgravaciones en el IRPF por hijos menores de edad y reducción del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales para las familias con hijos menores de edad y del Impuesto de Bienes Inmuebles para las familias con hijos.
10. Elaboración de un plan integral de apoyo a la conciliación de la vida laboral y familiar, así como un plan integral de ayuda a la maternidad que incluya ayuda económica y asistencial para las mujeres embarazadas en apuros.
Demografía en España: un problema real y grave que requiere medidas urgentes
La alarma por el declive de la población en España ha saltado a los medios tras la publicación de los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Sobre este problema hablamos con el experto demógrafo canadiense Alban D’Entremont.
Rafael Hernández Urigüen·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 6minutos
Por vez primera desde 1999 se registran en España más muertes que nacimientos. Según el INE, en el primer trimestre de 2015 hubo 206.656 alumbramientos y 225.924 fallecimientos, lo que arroja un saldo negativo de 19.268 personas menos.
En el País Vasco la crisis demográfica resulta aún más grave, ya que las cifras hablan de sólo 8,8 hijos por cada 1.000 habitantes, frente a los 9,1 de la media nacional y los 10 de la Unión Europea. En Euskadi han aumentado notablemente las personas mayores de 65 años (son actualmente 458.396), mientras los menores de 20 años sólo suman 202.082. Además, según el INE, los vascos entre 30 y 40 años, que ahora son 372.000, apenas llegarán a 207.000 en 2023.
Sin embargo, esta preocupante anemia demográfica apenas ha sido objeto de atención en el debate político estatal o vasco, con sólo tibias o nulas propuestas a favor de la familia y la natalidad en los programas electorales. Aunque sí conviene reseñar los llamamientos de los últimos arartekos (Defensores del Pueblo vasco) en sede parlamentaria. El primero en advertir sobre la gravedad del problema fue el socialista Íñigo Lamarca, quien ya planteó en 2008 la necesidad de adecuar las políticas de ayuda a las familias teniendo en cuenta las ya implantadas en el resto de Europa, por ejemplo en Finlandia y en otros países. El País Vasco invierte en políticas familiares un tercio menos que el conjunto de la UE. El actual ararteko, Manu Lezertua (propuesto por el PNV), completó a mediados de diciembre las propuestas de Lamarca acentuando la necesidad de fomentar políticas que favorezcan una conciliación familiar efectiva y pidiendo que la inversión económica a favor de las familias crezca hasta el 2 % del Producto Interior Bruto.
El escritor Pedro Ugarte, por su parte, ha denunciado recientemente el miedo de los partidos a plantear decididamente políticas familiares que favorezcan la natalidad, al estar condicionadas por grupos de presión ecologistas, feministas radicales y animalistas. Así las cosas, los partidos, según Ugarte, “no sienten ninguna inquietud ante este desastre demográfico”. No se sienten concernidos por el problema. Ugarte alude también al pragmatismo y a la sostenibilidad del estado de bienestar que debería al menos hacer reaccionar a los políticos.
El plan del gobierno vasco para fomentar la natalidad se desarrollará a partir de este año, señaló el Consejero de Empleo, Ángel Toña. A lo largo de estos primeros meses se estudiarán fórmulas eficaces. El anterior plan 2011-2014 invirtió 233,4 millones de euros en ayudas por nacimiento y adopción, y en favorecer la conciliación familiar. Pero a pesar de este esfuerzo las mujeres vascas no tienen su primer hijo hasta los 32,4 años de media, más tarde que en la década de los noventa (a los 30 años) y que en 1975 (a los 28,6). El retraso en la maternidad ha supuesto una constante tanto en años de bonanza económica como de crisis.
Para Ángel Toña la clave que puede abrir un nuevo ciclo demográfico son las políticas de conciliación, además de aumentar las ayudas económicas. Y se exige sobre todo un cambio de mentalidad y de cultura que supere las constantes antinatalistas impuestas desde las ideologías.
Sin duda, tanto en el ámbito vasco como en el estatal los responsables públicos tendrán que plantearse nuevas y decididas políticas a favor de la natalidad. Sobre estas cuestiones hemos consultado la opinión del experto demógrafo canadiense Alban D ’Entremont.
¿Cuál es la evolución de los principales indicadores demográficos en el País Vasco?
—Todos los indicadores demográficos –natalidad, fecundidad, mortalidad, crecimiento, nupcialidad, distribución por edad y sexo– reflejan una situación altamente atípica y alarmante.
Los datos en el País Vasco corren parejos con los de otras comunidades autónomas españolas, con el agravante de que aquí, sin excepción, los índices revelan una situación aún más crítica. Según el INE, el País Vasco pierde población –unas 2.800 personas en el último trimestre del año pasado– y los índices de natalidad (8,9 por mil) no sólo son inferiores a los de España en su conjunto (9,2 por mil), sino también a los índices de mortalidad en Euskadi (9,3 por mil). La mortalidad está aumentando por el envejecimiento de la población vasca (casi un 20 % es mayor de 65 años). Esto da un crecimiento vegetativo o natural negativo, a lo que se añade la población que sale al extranjero.
Las mujeres vascas tienen una media de 1,4 hijos, por debajo de la media española y muy lejos de los 2,1 hijos necesarios para renovar las generaciones. Y la nupcialidad también se encuentra en niveles muy bajos (3,4 por mil) y cada vez más retrasada: a los 34 años en 2015.
¿Cuáles son las causas del declive demográfico?
—Al margen de los procesos estrictamente demográficos, hay otras causas de fondo, de índole social, cultural y religiosa que explican esta situación. Tal vez sean las causas más importantes del hundimiento de la natalidad en España y en los países del entorno. Encuentran sus raíces en cuestiones éticas y psicológicas: el grave deterioro de estos valores ha generado la aparición y generalización de contravalores relacionados con la procreación humana, lo que conlleva la aprobación social y la sanción legal para estructuras alternativas a las familiares tradicionales, y la generación de una mentalidad antinatalista.
Esto, unido a las nuevas tendencias que apuntan hacia la manipulación genética, la eutanasia y la ampliación del aborto, viene a dibujar un panorama de desintegración personal y colectiva muy preocupante.
¿Era previsible este vuelco demográfico? ¿Estaban advertidos los responsables políticos?
—Sí. Aunque la demografía es una ciencia social, que analiza comportamientos de personas libres, se basa en el análisis estadístico. Y las proyecciones sobre población, cuanto más atrás en el tiempo señalan una determinada tendencia, mayor probabilidad hay de que ese sesgo siga en el futuro a corto y medio plazo. Hace cuarenta años ya se estaba produciendo en España la quiebra de la fecundidad: desde hace una generación no se alcanzan los 2 hijos por mujer. También había claros indicios de envejeciendo de la población, se preveía una disminución de la población y un aumento de la mortalidad. El único factor que no se pudo tener en cuenta es la inmigración, cuyos efectos se sintieron hace diez años, pero no han sido duraderos.
El proceso, en sí, no ha sido una sorpresa. La sorpresa ha sido la rapidez y la dimensión de los cambios demográficos, de mentalidad y de comportamiento. Pero las autoridades políticas estaban más que sobradamente advertidas acerca de esta profunda crisis demográfica, pero por razones de conveniencia política no están actuando con convicción y determinación: la izquierda, por su propia ideología y adherencias a ideas supuestamente progresistas a favor del divorcio, el aborto, la eutanasia y lo demás; y la derecha, por un cierto complejo. En ambos casos, se trata de una grave irresponsabilidad.
¿Por qué algunos consideran de derechas las políticas natalistas?
—Esta percepción se da en España, pero no en los países de nuestro entorno. La famosa “política del tercer hijo”, que ha dado buenos resultados en Francia, fue impulsada por un gobierno socialista: el de Mitterrand. Y los países nórdicos promueven políticas pronatalistas y de protección a la maternidad muy ambiciosas y sin complejos. Se trata también de gobiernos socialdemócratas. Está claro que promover la natalidad y la familia no es algo de derechas o de izquierdas. Pero en España se suele considerar de derechas porque también defienden la vida y el matrimonio, y suelen provenir de sectores que muchas veces se identifican con creencias católicas.
¿Y por qué los partidos políticos conservadores no han desarrollado políticas de incremento de la natalidad? ¿El alto número de abortos es un factor relevante en el descenso de la natalidad?
—Por la razón anteriormente referida de ser tildados de “derechas” o próximos a la Iglesia. Y esto en la percepción de esos partidos se traduciría en pérdida de votos. Nos hallamos ante el viejo dilema de elegir entre el bien a corto plazo y a largo plazo. Aunque mi opinión es que un partido que defienda la familia y el bien que suponen los hijos, y lo explique adecuadamente, ganará votos. El partido que ha estado en el poder estos años ha tenido la pretensión –en temas como el aborto, por ejemplo– de “contemporizar” con la opinión pública para no espantar a algunos y agradar a otros. El resultado ha sido que no ha agradado a muchos y, en cambio, ha espantado a no pocos.
En cuanto al número de abortos en España (94.796 en 2014), no ha sido el factor decisivo en el descenso de la natalidad, aunque sí tiene su relevancia, pues toda pérdida de natalidad viene a sumarse al gran déficit de fecundidad actual.
¿Qué medidas concretas se deberían adoptar y cómo habrían de presentarse ante la opinión pública?
—Hay que implementar políticas coherentes, generosas y eficaces a largo plazo. Y no me refiero sólo al área concreta de la reproducción o la formación de familias, sino a políticas comprensivas y contundentes en áreas como empleo, vivienda, salud y educación, que permitirían que los jóvenes pudieran casarse y tener hijos sin tener que realizar los enormes sacrificios actuales.
Hoy día esto es tremendamente difícil, por cuanto que las ayudas destinadas a tales fines son en extremo exiguas e insuficientes a todos los efectos –entre las más bajas en la Unión Europea– y ningún partido político ha asumido afrontar con seriedad este asunto, con consecuencias desastrosas como la posible quiebra de la Seguridad Social.
Al gobierno español le recomendaría que colocara la crisis demográfica al mismo nivel que la crisis económica, llevara a cabo un programa de concienciación ciudadana y destinara una dotación sustancialmente superior a la actual al fomento de la natalidad y de la familia. Hasta ahora las políticas se han enfocado sobre todo en la cúspide de la pirámide (ancianos y pensionistas); esto ha sido un error: hay que mirar a la base (niños y jóvenes), que es de dónde va a venir la solución.
La hermana Myriam Yeshua nació en San Juan (Argentina) en 1983 y es religiosa de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, la rama femenina del Instituto del Verbo Encarnado. Durante cuatro años ha vivido en Siria sirviendo a universitarias cristianas entre las dificultades de la guerra.
Miguel Pérez Pichel·13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
Es una casa sencilla en el madrileño barrio de Carabanchel. La hermana Myriam Yeshua me da la bienvenida y, tras cruzar un pequeño jardín, me invita al interior de la casa de su congregación, donde vive desde hace casi un año. Me siento en una butaca de la sala de estar. Ella se sienta frente a mí a la espera de que comience la entrevista. Saco la grabadora y le pido permiso para grabar la conversación. “Es sólo para que no se me escape nada al transcribirla”. Sonríe y me da su autorización. Myriam Yeshua (nombre que adoptó al hacer los votos) ha vivido cuatro años y medio en Siria. Allí ha sido testigo del sufrimiento del pueblo sirio en Alepo, una de las ciudades más duramente golpeadas por la guerra.
“Tengo nueve hermanos y las cuatro más pequeñas somos religiosas”, señala cuando le pregunto por su vocación. Myriam Yeshua quiso entrar en el “aspirantado” cuando tenía 11 años. Entonces tenía dos hermanas religiosas. “A mi padre le parecía que era muy chica y me dijo que primero terminara el bachillerato y que, si realmente el llamado era de Dios, entrara en el convento después. Pero justo llegué a esa edad tan difícil de la adolescencia, empecé a conocer gente, a tener amistades…, y la idea se me fue”. Cuando terminó el bachillerato empezó a estudiar Historia. “Entonces mi hermana, la que es justo mayor que yo, me dijo que también se iba al convento. Para mí fue un impacto tremendo”. Explica que a partir de ese momento comenzó a replantearse lo que había sentido de pequeña. Como es lógico fue una decisión difícil, “pero así con todo me animé a darle ese sí a Dios”.
Tras el noviciado y los años de formación la destinaron a Egipto. Vivió dos años en Alejandría donde estudió árabe. Luego “el obispo de rito latino de Alepo nos pidió que fuéramos a fundar a Siria”. Así, en el año 2008, con 24 años, se trasladó a Alepo junto con otras dos hermanas egipcias. Allí comenzaron su apostolado. Las tres religiosas se hicieron cargo de la catedral y de una residencia de universitarias “algunas de las cuales tenían mi edad”. Las chicas eran todas cristianas (la mayoría ortodoxas), pues la idea del obispo era empezar a hacer la caridad primero por “casa”. “El apostolado con ellas era bellísimo. Hacíamos excursiones, las invitábamos a misa dominical y, aunque eran ortodoxas, muchas de ellas acudían; todas las noches quien quería rezaba el rosario con nosotras, conversábamos con ellas… Había que ayudarles en esos primeros años difíciles lejos de sus familias”.
En 2011 comenzó la guerra. Yeshua nunca pensó que algo así pudiera ocurrir en Siria. “Siria era un país muy tranquilo. Los musulmanes respetaban mucho a los cristianos. Había un respeto que muchas veces no encuentro en Europa”, asegura. Cuando la violencia empezó a generalizarse, los superiores de la orden les preguntaron si querían permanecer en el lugar: “Todos decidimos quedarnos”.
En medio de esas dificultades, las religiosas trataban de seguir con el apostolado. “Antes de comenzar la guerra lo normal es que a misa diaria fueran dos personas, a veces alguna más. Cinco como mucho. Pero cuando empezaron los enfrentamientos fue increíble cómo empezó a crecer el número de fieles que iba a misa diaria, a rezar el rosario, a la adoración al Santísimo…”. Cuenta la hermana Yeshua que la gente sufría muchísimo, “pero también vi una confianza en Dios impresionante”.
Yeshua lamenta la precariedad de la situación que se vive en Alepo: alimentos prácticamente inaccesibles, cortes en el suministro de electricidad, dificultades para conseguir gas… “Ahora que es invierno y no hay calefacción porque no hay gas, la gente hace fuego dentro de sus casas con lo que encuentran. En las plazas ya no hay árboles porque la gente los ha cortado para poder hacer fuego para calentarse o para cocinar. Incluso de los bancos de los parques han quedado sólo las estructuras de hierro, porque la gente también ha arrancado las tablas de madera para utilizarlas de leña”.
Pero lo que más llama la atención a Yeshua es cómo, a pesar de las dificultades, los jóvenes luchan por terminar sus carreras o por asistir a Misa, “a veces en situaciones muy difíciles, pues los bombardeos y los tiroteos son continuos. Muchas veces ponen su vida en peligro. No tienen miedo. Más bien al contrario. Porque saben que están en un riesgo permanente, y que en cualquier momento pueden llegar a morir, están continuamente preparados: van a misa a diaria, se confiesa con frecuencia, rezan el rosario…”.
Musulmanes y cristianos. Cuando se arriesga la vida por salvar la de tu hermano
Hace algo más de un mes, un grupo de musulmanes kenianos salvó la vida de sus compatriotas cristianos. El ejemplo nos sirve para reflexionar sobre la relación entre musulmanes y cristianos.
Martyn Drakard·9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
El lunes 21 de diciembre de 2015 era un día caluroso. El autobús que iba hacia Mandera, en el norte de Kenia, viajaban más personas de lo habitual, ya que de camino tuvo que recoger a los pasajeros de otro vehículo que se había estropeado en la misma ruta. En un momento dado, el conductor tuvo que reducir considerablemente la marcha del transporte debido al mal estado en que se encontraba la carretera (en realidad una vía de tierra). El trazado había sufrido numerosos desperfectos debido a las lluvias torrenciales sufridas en la región poco antes.
Mezclados
En ese momento el conductor vio a tres hombres armados que le daban el alto de pie en medio de la carretera. Pensó que serían algunos soldados del ejército, pero pronto se dio cuenta de su error. Los hombres abrieron fuego contra ellos y le hirieron en una pierna. Inmediatamente detuvo la marcha del autobús.
Al darse cuenta que estas personas seguramente eran miembros de Al-Shabaab (un grupo terrorista originario de Somalia vinculado a Estado Islámico, que lleva años realizando ataques terroristas en Kenia), el conductor y su acompañante alertaron a los pasajeros, entre los que viajaban numerosos cristianos. En un ataque el 28 de diciembre de 2014 en un sitio parecido habían matado a 28 personas, todos cristianos, que no fueron capaces de recitar de memoria textos del Corán como les pedían los terroristas para salvar la vida. Ahora se temían lo peor.
Inmediatamente los pasajeros empezaron a entremezclarse en el autobús para disimular la condición religiosa de cada uno. Las mujeres musulmanas dieron algunos de sus velos u otras prendas a las mujeres cristianas para que no se las pudiese reconocer fácilmente.
Los terroristas, ante la dificultad de distinguir entre los fieles de una religión y otra ordenaron que quienes fueran cristianos se bajaran del autobús. Pero ninguno de los pasajeros se levantó. Los cristianos y los musulmanes estaban juntos, mezclados, codo con codo. Los terroristas empezaron a ponerse nerviosos porque es habitual que estos autobuses lleven una escolta de policías. En este caso, el coche de policía había sufrido una avería y por eso se había retrasado. En cualquier caso, era evidente que la patrulla de la policía que escoltaba al vehículo no tardaría en llegar. Efectivamente, poco después del asalto se escuchó en la lejanía el ruido de un motor que se acercaba. Entonces los terroristas decidieron marcharse, no sin antes asesinar a un pobre hombre que, presa del miedo, había intentado huir solo.
Un acto de patriotismo
Al día siguiente el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, alabó el patriotismo de nuestros hermanos musulmanes que arriesgaron su propia vida para proteger la de otros kenianos. Sheikh Khalifa, el jefe de los imanes de Kenia, dijo que este valiente acto mostraba las verdaderas enseñanzas del islam: todos tenemos la obligación de cuidar a nuestro prójimo.
Esto nos recuerda lo que el Papa Francisco dijo el 26 de noviembre en una reunión interreligiosa en Nairobi: “Pienso aquí en la importancia de nuestra común convicción, según la cual el Dios a quien buscamos servir es un Dios de la paz. Su santo nombre no debe ser usado jamás para justificar el odio y la violencia. Sé que está aún vivo en sus mentes el recuerdo de los bárbaros ataques al Westgate Mall, al Garissa University College y a Mandera. Con demasiada frecuencia, se radicaliza a los jóvenes en nombre de la religión para sembrar la discordia y el miedo, y para desgarrar el tejido de nuestras sociedades. Es muy importante que se nos reconozca como profetas de paz, constructores de paz que invitan a otros a vivir en paz, armonía y respeto mutuo. Que el Todopoderoso toque el corazón de los que cometen esta violencia y conceda su paz a nuestras familias y a nuestras comunidades”.
En este caso en concreto nuestros hermanos musulmanes nos han dado una bonita lección. Que lo tengamos presente al recibir a refugiados o a otras personas desplazadas o en necesidad en este año de la misericordia.
La teología nos afecta a todos los hombre por igual. No es algo que deba interesar sólo a los sacerdotes, sino que obliga también a los laicos. El estudio de la teología debe llevarnos a entregarnos al prójimo, a escuchar a quien está solo.
9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: < 1minuto
El 7 de enero, en Santa Marta, el Papa Francisco ha dicho que “yo puedo sentir muchas cosas dentro, también cosas buenas, ideas buenas. Pero si estas ideas buenas, estos sentimientos, no me llevan a Dios que se ha hecho carne, no me llevan al prójimo, al hermano, no son de Dios”.
El único criterio para saber teología, para estudiar teología, es el criterio de la Encarnación. Si la estudio, no debo llegar sólo hasta el examen final, sino hasta mi prójimo. Parto de una lección, de un libro, pero si es teología debo llegar a escuchar a quien está solo, a preguntar a mi prójimo qué necesita. Debo aprender que el único libro que hay que leer es el rostro de un pobre, la piel de un hombre a quien hay que dar vestido, una boca a la que alimentar. No un hombre lejano al que hay que apoyar con dinero, sino uno del que me hago cercano y debo sostener con mi carne.
La teología no es sólo cosa de curas: es cosa de Dios y, por tanto, del hombre.
Un ejemplo de estos días es la experiencia de Proactiva Open Arms. Son socorristas de la Costa Brava –y no sólo de ella– que comenzaron paseando por la playa y han llegado, con la muerte en el corazón, a salvar prófugos. Sabían ser socorristas, y lo han hecho: socorristas para prófugos en aguas agitadas. Los primeros socorristas en llegar eran cuatro.
Las primeras “armas”, neopreno y chalecos. Ahora son muchos, gente de todo tipo. Tienen barcas con motor fueraborda. Y el dinero es el que han reunido. Les queda hasta marzo. No tienen ningún plan económico, pero las manos que han recogido del agua a 115.000 personas no tiene miedo de no saber recolectar dinero.
La columna de la Inmaculada Concepción se vuelve a abrir paso en la plaza vieja de Praga
La capital de la República Checa repondrá en su lugar el monumento a la Inmaculada Concepción de la Plaza Vieja, donde se levantaba desde 1650 hasta su derrumbe por parte de incontrolados en 1918.
Omnes·9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 4minutos
Una laicidad mal entendida ha llevado a muchos países de tradición cristiana de Europa occidental a retirar símbolos religiosos de colegios, calles y hasta del nombre de sus fiestas, como es el caso del monumento a la Inmaculada Concepción en Praga, donde se levantaba desde 1650 hasta su derrumbe por parte de incontrolados en 1918; Mientras que en Europa oriental, salida hace veinticinco años de sus dictaduras comunistas, esos símbolos vuelven a los espacios públicos.
El pulmón oriental de Europa, como se refería san Juan Pablo II a los países que cayeron bajo la órbita soviética de Moscú, dirige ahora su mirada hacia los elementos de la cultura común judeocristiana.
En la República Checa, las restituciones de los bienes incautados a la Iglesia católica y otras confesiones religiosas durante el régimen comunista (1948-1989), han entrado también en su recta final.
La última ley de restitución, aprobada en 2012, resuelve así la deseada independencia económica de las diócesis y entes religiosos para que puedan dirigir sus asuntos sin interferencias, a diferencia de lo que venía sucediendo hasta ahora, con un sistema de financiación heredado del pasado totalitario.
Eso no quita que el Estado siga hoy dedicando muchos recursos a la conservación del patrimonio, que es en buena parte de carácter religioso y supone a las arcas públicas pingües ingresos del turismo.
Pero también se dan situaciones curiosas, como iniciativas ciudadanas que carecen de apoyo institucional de la Iglesia o del Estado, y se sostienen sólo a base de celo popular, tratando de devolver a su lugar original monumentos religiosos que fueron desplazados o destruidos por el odio sectario.
La idea es que, con la devolución de esos monumentos al sitio para el fueron concebidos, los espacios públicos recuperen el sabor original, atendiendo a criterios arquitectónicos, estéticos, históricos y culturales.
Columna de la Inmaculada
Entre estas iniciativas destaca el regreso de la columna de la Inmaculada Concepción a la Plaza Vieja de Praga, donde estaba desde 1650, es decir, desde poco después de la firma del Tratado de Westfalia que puso fin a la guerra de los Treinta Años.
Según Jan Royt, historiador del arte y pro-rector de la Universidad Carolina de Praga, la columna era símbolo de esa paz europea y, además, con ella la parte de la ciudad situada en el margen derecho del río quiso mostrar su agradecimiento a la Virgen por haber salido incólume de esa guerra.
La imagen, realizada por J.J. Bendl, fue en su momento la primera escultura barroca en piedra arenisca, y “abrió paso a un gran desarrollo del arte escultórico”, explica Jan Bradna, escultor académico y restaurador.
La estatua fue derrumbada el 3 de noviembre de 1918, a los pocos días de la proclamación de la República Checoslovaca. Desde entonces ha habido cuatro intentos para reponerla y el último, abanderado por la Sociedad para la Renovación de la Columna Mariana creada en 1990, tiene visos de alcanzar su objetivo. Si bien después de la revolución de terciopelo, que abrió la puerta a la democracia en Checoslovaquia, esto parecía un imposible, ha ido adquiriendo perfiles de realidad.
La cuenta atrás para el regreso de esa estatua a la memorable plaza, que forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO, no ha hecho sino comenzar. Y lo hace sin ninguna contribución estatal, ya que la Sociedad para Renovación de la Columna Mariana ha conseguido suficientes donativos.
Praga es específica
Con el retorno de las libertades en el país centroeuropeo ya han vuelto a su lugar columnas de la Inmaculada en ciudades importantes como Ostrava y Česke Budejovice, y en otras más pequeñas como Kyjov, Turnov, Sokolov y Chodov.
Praga es un caso específico, ya que el derribo de la columna por un grupo incontrolado en 1918 pasó a considerarse símbolo de la emancipación checoslovaca frente la monarquía de los Habsburgo, asociada íntimamente a la Iglesia católica.
Por ese motivo, la Iglesia romana no era bien vista por los artífices del nuevo Estado, con el político y filósofo T.G. Masaryk a la cabeza, y que fomentó la creación de una iglesia nacional checoslovaca de orientación protestante.
Ha pasado casi un siglo del dramático incidente y, tras muchas vicisitudes, todo parece indicar que una réplica exacta de la estatua volverá a dar equilibrio a la plaza.
En uno de sus extremos fue erigido en 1915 un conjunto arquitectónico en honor al reformador Jan Hus (1369-1415), muy devoto –por cierto– de la Virgen, y hay consenso entre los expertos en que falta el contrapunto original en el otro extremo.
“Prefiero expresar moderación, para evitar un contraataque, pero el día ‘D’ está a la vuelta de la esquina. No hay ningún factor político que pueda impedirlo y ahora es una cuestión administrativa que concierne a la Oficina de Construcción”, dijo a PALABRA Jan Wolf, consejero del ayuntamiento responsable de Cultura, Preservación del Patrimonio y Turismo.
Wolf se expresó así tras los resultados del último sondeo arqueológico, realizado en diciembre, que concluyó que el lugar es apto para soportar el peso del conjunto escultórico.
Con ello se salva el último escollo planteado por la Oficina del Patrimonio Histórico, y ahora el expediente pasa a la Oficina de Construcción del ayuntamiento del distrito 1 de la ciudad.
Si sus palabras se cumplen, la sombra de la columna coincidirá al mediodía –con un retraso de cinco minutos– con el meridiano de Praga: éste era, desde los días de su instalación en 1650, el sistema para medir el tiempo en Praga.
Razones
Además de razones arquitectónicas y estéticas, hay otras de más calado que pueden servir de recordatorio de la identidad de los pueblos.
“La columna de la Inmaculada es una referente moral del que nació Europa”, señaló Wolf, para quien el monumento remite a las raíces judeocristianas de una civilización.
La columna tiene a una mujer judía, María, en el centro de la escena, rodeada por una cohorte de ángeles que reflejan escenas del Apocalipsis, el último libro de la Biblia en la que Dios se revela al hombre y que constituye uno de los depósitos de la fe cristiana, junto a la Tradición apostólica.
Para Wolf, en los días de su construcción la columna reflejaba también “la unidad de Europa”, pues Praga era “una encrucijada internacional” con gentes venidas de muchos rincones para reconstruir un país devastado tras la guerra de los Treinta Años.
Desde una perspectiva más actual, el consejero praguense destacó que la columna sirve de contrapunto frente al mundo musulmán, en un contexto actual de violencia y terrorismo abanderado por el Estado Islámico. “Algo de lo que podemos sentirnos orgullosos”, concluye el político democristiano al referirse a ese modelo materno y acogedor que representa la Virgen.
Y añadió que puede servir como “una resistencia contra el ateísmo y algo que ayude a convertirse a lo bueno, en lo que Europa se basó”.
Esto no siempre ha sido entendido por los opositores al proyecto, que lo consideran, en palabras de Wolf, como “una confirmación de la supremacía católica, como otra muestra de mero orgullo”.
Este escollo parece superado recientemente tras un acuerdo entre el arzobispo de Praga, Dominik Duka, y los representantes husitas y evangélicos, en el marco del VI centenario de la muerte del reformador Jan Hus.
Avances en robótica: ¿una nueva versión de la torre de Babel?
Sistemas robóticos integrados en el sistema nervioso humano, mejoras extremas del cuerpo u ordenadores capaces de tomar decisiones autónomas… ¿no estará el hombre actual sucumbiendo a la tentación de una nueva Babel? ¿Son inhumanos esos adelantos tecnológicos, o forman parte del mandato divino de dominar la tierra? Una nueva ciencia, la tecnoética, responde hoy a esos interrogantes.
José María Galván·9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 10minutos
Si hasta ahora la tecnología se había mantenido en cierto modo como algo externo al hombre, en nuestros días ya no es así; la tenemos dentro de nosotros. Nano y biotecnologías, sistemas de robótica están integrados en el sistema nervioso por interfaz neuronal, se han introducido en los mecanismos más íntimos de la persona y están cambiando profundamente nuestra forma de vivir en el mundo y de estar con los demás y con nosotros mismos.
Incluso aunque la máquina permanezca externa a la persona, su desarrollo actual está siendo capaz de determinar la vida de los hombres más profundamente de cuanto lo había hecho antes: basta pensar en la presencia de máquinas semejantes a nosotros, sea por su aspecto (robótica humanoide), sea por su capacidad de tomar decisiones de forma autónoma, o bien por los cambios socioeconómicos que conllevará, por ejemplo, la introducción masiva de la impresión 3D (en tres dimensiones). Y la pregunta clave es: ¿todo esto es algo negativo, antihumano, o podemos vivir la era de la técnica en clave de esperanza?
En este entorno global cada vez más condicionado por las máquinas parece lógico que se planteen muchos y nuevos interrogantes de no fácil respuesta, y que se empiece a hablar de “tecnoética” como vía para alcanzar una respuesta en clave de esperanza. De hecho, diversas instancias del mundo de la tecnología, de la cultura, de la política, están empujando cada vez más hacia un redescubrimiento de la dimensión ética de la tecnología.
Nace una nueva ciencia
El término “tecnoética” nació hace mucho tiempo, en el mes de diciembre de 1974, durante el “International Symposium on Ethics in an Age of Pervasive Technology”, que tuvo lugar en el prestigioso Israel Institute of Technology (Technion) de Haifa. En ese encuentro Mario Bunge, filosofo argentino que enseñaba en la McGill University de Montreal (Canadá), utilizó por primera vez el término en una intervención titulada “Toward a Technoethics”, que fue posteriormente publicada en “The Monist” en 1977.
La palabra nació, por lo tanto, solo cuatro años después que la palabra “bioética”, pero no tuvo el mismo éxito; prácticamente desapareció del mapa cultural hasta que volvió a surgir al inicio del siglo XXI.
Quizás la culpa de ello la tuvo el mismo autor. En aquella conferencia Bunge hizo afirmaciones que en aquel tiempo suponían grandes avances, como declarar que el ingeniero o el tecnólogo tiene la obligación de afrontar en primera persona los interrogantes éticos que sus acciones comportan, sin pretender trasladarlos a los managers (gestores) o a los políticos. En aquel tiempo ve veía al ingeniero como una especie de “obrero especializado”, capaz de realizar lo que le pedía la empresa o la política, pero sin ser él quien decidía qué hacer o qué no hacer, o si era bueno hacerlo.
Pero la fórmula que Bunge encontró para dar ese valor ético al obrar técnico lo estropeó todo. Como pensador imbuido en la modernidad, con tendencias materialistas y buen conocedor de la técnica emergente, probablemente pensaba que desde el punto de vista ético uno se podía fiar mucho más de la máquina, guiada por la ciencia y los algoritmos de la informática, que de la persona humana (para un moderno, desde el punto de vista funcional, la persona es decepcionante). Por eso Bunge concluyó su intervención recalcando que una conducta recta y eficiente requiere una revisión, un reacondicionamiento de la ética, porque tiene que depender de la técnica y no de una libertad humana poco fiable.
La posición de Bunge recuerda a la de los médicos asclepiadeos prehipocráticos: su ciencia dependía solamente de los libros sagrados; lo que estaba escrito en ellos era lo que seguían; las consecuencias éticas de sus actos no recaían sobre los médicos, sino sobre los dioses, los únicos responsables de la vida o de la muerte del paciente. En la tecnoética de la modernidad los dioses antiguos han sido sustituidos por la ciencia, que guía todas las conciencias. El único problema es que hoy la guía de todas las ciencias es, a su vez, la economía; por lo tanto, si algo es bueno para la economía, es bueno moralmente, y viceversa. Obviamente, se trata aquí de una economía centrada en la producción de riqueza, no en la persona, como sugiere en realidad el origen semántico de la palabra y ha recordado Francisco en la Laudato si.
Al servicio de la persona
Hipócrates rompe con la tradición asclepiadea y hace de la medicina una verdadera ciencia: destruye los libros sagrados y empieza a estudiar los síntomas y a experimentar la eficacia de los fármacos. Desde Hipócrates, curar o matar depende de la ciencia y de la capacidad técnica del médico que, por tanto, está involucrado éticamente en primera persona: por eso el médico jura que usará su ciencia sólo para el bien de la humanidad. La ciencia y la técnica de Hipócrates están al servicio de la persona.
Considero que tener esperanza en la actual civilización tecnológica pasa por descubrir nuevamente el verdadero sentido de la ciencia y su orientación hacia el bien global de la persona, y no sólo de sus funciones. En este sentido se debe concebir la tecnoética en una clave opuesta a la de Bunge: la tecnoética tiene que ser un ámbito de dialogo interdisciplinar entre tecnólogos y éticos, que lleve a un conjunto de conocimientos y a un sistema ético de referencia que permita a los logros de la técnica convertirse en un elemento central para alcanzar la perfección teleológica del ser humano. Esto presupone no sólo afirmar el carácter antropológico positivo de la técnica, sino también poner el fin de la persona en algo que vaya más allá de la técnica misma.
Babel versus Pentecostés
El ejemplo más clásico del finalismo inmanente de la técnica es la bíblica torre de Babel. En ese episodio los hombres piensan que alcanzar el cielo es construir una torre muy alta, sin darse cuenta que su intento les llevaría a estar poniendo ladrillos uno encima de otro por toda la eternidad: una especie de mito de Sísifo en versión de albañilería. Babel es el símbolo de la técnica de la modernidad: no es casualidad que en la película Metropolis, de Fritz Lang (1927), la ciudad donde se pretende alcanzar la felicidad técnica gira en torno a una torre que se llama “Nueva Babel”.
El hombre de Babel pierde la capacidad simbólica: autorreduciéndose a una finalidad inmanente, es capaz de comunicar muy bien, pero pierde el lenguaje humano, es incapaz de diálogo. Su castigo, la confusión de lenguas, no es arbitrario: es lo que le corresponde por lo que ha hecho. Sólo cuando le sea dado de nuevo el Espíritu del Logos (Pentecostés) será capaz de un verdadero diálogo con todos los hombres, por encima de la diversidad de lenguas. El paralelismo opuesto entre Babel y Pentecostés es la clave de la esperanza de la tecnología contemporánea.
El hombre moderno, que es el hombre de la Neo-Babel, o el Sísifo feliz de Camus, o la hormiga infatigable de Leonardo Polo…, no puede alcanzar la felicidad. La modernidad ha muerto, dejando el paso a la posmodernidad, entre otras cosas porque es ya certeza común –y no sólo previsión de los grandes profetas de la crisis de la modernidad: Dostojevsky, Nietzsche, Musil…– que el desarrollo tecnocientífico no conseguirá jamás responder a los grandes misterios del ser humano: el dolor, la culpa, la muerte… Nunca se llegará a una existencia humana plena añadiendo más tiempo. Recuérdese que, para Santo Tomás, el infierno no es verdadera eternidad, sino sólo más tiempo, tiempo indefinido, un tic-tac que nunca se acaba (cfr. Summa Theologiae, I q. 10, a. 4 ad 2um).
La técnica ganó la batalla
Por eso el fin de la modernidad ha coincidido con una enorme desconfianza hacia la técnica, a la que se la ve como enemiga. Contra ella se ha combatido en una gran guerra cultural: filósofos como Heidegger o Husserl, el movimiento hippy, la New Age, gran parte del arte (¡increíble!: “arte” en griego se dice “tekné”; técnica en latín se dice “ars”) y de la literatura han combatido a la técnica…, y han perdido.
Curiosamente, la técnica ha vencido la batalla cultural. Como se decía al inicio, ocupa ahora un lugar central no sólo en la sociedad, sino dentro mismo de la persona. Y la ha vencido no sólo porque se ha impuesto con sus logros, sino por otro motivo más radical: la reducción de la razón humana a la racionalidad científica experimental ha limitado el acceso a la realidad al conocimiento de sus leyes de comportamiento físico, químico, biológico, psíquico…
Al final, el modelo fundamental viene dado por la física, que es la moderna “medida de todas las cosas”, como lo era el hombre vitruviano en el Renacimiento florentino: entonces todo se entendía desde la antropología, y en la modernidad todo se entiende desde la física (¿cómo no pensar en los a priori kantianos de la razón pura?).
El problema es que todo esto tiende a un paradigma de dominio: conocer las leyes de la realidad para poder someterla. Así la modernidad ha originado una crisis ecológica: la destrucción de tantos recursos, el aumento del gap entre países pobres y ricos…
En el fondo, el problema es que la modernidad, como decía Scheffczcyk, ha sustituido a Dios por la ciencia y la religión por la técnica. En el paradigma moderno, la técnica acaba por ser el instrumento de la ciencia, invirtiendo una relación que siempre había sido la contraria. Y el hombre postmoderno se ha rebelado contra esto. ¿Quién sabe más de una rosa: un botánico o un poeta? Por eso la técnica ha vencido la batalla, e incluso los que siguen atacando la tecnología lo hacen empleando una infinidad de artificios tecnológicos, y difunden sus ideas a través del más sofisticado logro de la técnica de la comunicación: internet.
Identificación con la máquina
¿Qué hacer ante esta paradoja? ¿La técnica que ha vencido la batalla cultural es la técnica sometida y violenta de la modernidad, o es la técnica de la cultura clásica y del Renacimiento italiano centrada en el hombre?
La respuesta a esta cuestión no la puede dar la técnica misma, porque ella por sí sola no se determina a ningún fin, es siempre progreso hacia nuevos logros. La ordenación al fin es dada por la persona. En cierto modo, la persona moderna ha preferido renunciar al fin (que es como renunciar a la libertad), para identificarse con la máquina y participar así de sus muchas ventajas funcionales. Ante la crisis de la modernidad, quien no quiere renunciar a esta forma de ver las cosas no tiene más salida que la fuga hacia adelante, reduciendo todavía más la persona a la máquina: esta es la vía de los transhumanistas o posthumanistas, que no son postmodernos sino “tardomodernos” (es la terminología que usa Pierpaolo Donati, muy acertada). Para ellos la clave del ser humano está en la recuperación de la radical dicotomía cartesiana entre res cogitans (la mente, la inteligencia) y res extensa (cuerpos, materia), de forma que la res cogitans puede subsistir en cualquier res extensa, tanto biológica como artificial.
Los posthumanistas consideran el cuerpo humano como algo de lo que, si fuera necesario o conveniente, se puede prescindir o someter a modificaciones extremas y arbitrarias. Esta posición no es muy diferente a la que encontramos en muchos aspectos de la cultura tardomoderna, que ve al cuerpo como un mero instrumento que podemos modificar para mejorar sus prestaciones: prótesis y modificaciones que lo hacen más capaz de atraer sexualmente, o más idóneo para alcanzar determinadas prestaciones profesionales o deportivas, o que podrían hacer del cuerpo humano un cuerpo de marca, un “branded body” (Campbell). Es curioso que en el mismo año en el que Pistorius consiguió el permiso para competir en las Olimpíadas “normales”, una de las revistas internacionales más conocidas de bioética publicó un artículo que afirmaba que no hay razones morales para impedir las mutilaciones voluntarias o las modificaciones extremas del cuerpo (Scharmme en Bioethics, 2008); si una pierna prostética robótica me puede llevar a la gloria deportiva mejor que una mía natural, ¿por qué no sustituirla? Entonces, en las finales de las Olimpiadas de 2022 participarían sólo amputados.
Principales principios tecnoéticos
Se puede pensar que no vale la pena un progreso que permite semejantes cosas. En cambio, conviene afirmar que no se puede renunciar a este progreso tecnológico, que es una verdadera conquista del espíritu humano.
Está claro, de todas formas, que algo tiene que cambiar. La propuesta de la nueva tecnoética es que hay que cambiar el paradigma moderno que afirma el primado de la ciencia sobre la técnica y que la desvincula de la libertad por un nuevo modelo en el que la técnica vuelva a ser una actividad espiritual, producto eminente del espíritu en su relación con la materia. En el fondo, se trata de volver a descubrir el valor antropológico del cuerpo que somos.
La clave del verdadero sentido de la técnica está en descubrir su papel en el ser relacional de la persona, ya descrito por Aristóteles como el elemento teleológico de la felicidad humana (“nadie querría vivir sin amigos”). Esto se pone en evidencia en nuestros días postmodernos por la necesidad de superar el paradigma del dominio con un nuevo paradigma relacional. La persona, que se realiza en la relación interpersonal compartiendo los fines intencionales del intelecto y de la voluntad, sabe que la unidad sustancial de alma y cuerpo no puede llevar a cabo esta tarea sin aceptar su dimensión material. Interactuar con la materia (trabajo humano) para insertarla plenamente en el dialogo interpersonal es la razón última de la técnica.
Hay que sustituir la tecnociencia objetivante y dominadora, que subordina la técnica a un papel secundario, por un nuevo concepto de ciencia abierta a la verdad auténtica del hombre y consciente de no poder llegar a esa verdad, pero capaz de ponerse a su servicio a través de la tecnología. Por eso se puede decir, como primer teorema de la tecnoética, que la tecnología tiene como objeto propio el incremento de la capacidad relacional de la persona. De aquí se deduce el segundo teorema: la ciencia experimental se humaniza o espiritualiza cuando se convierte en técnica, porque llega a la persona. Y si se cumplen estos dos teoremas, es posible postular un tercero: el desarrollo auténtico de la técnica lleva a la exaltación de la persona, por lo que el artificio tecnológico, la máquina, que cuando nace suele tener una presencia aparatosa, acaba por integrarse y por darse por supuesta. Cuanto más perfecta es una máquina, más se esconde la persona humana detrás de ella, de su tarea y de su verdadera finalidad.
Naturalmente artificiales
La crisis de la cultura moderna nos ha llevado a establecer una especie de axioma por el cual lo que es natural es bueno, y lo que es artificial es malo. La verdad es exactamente la contraria. No hay oposición en la naturaleza humana entre natural y artificial: somos “naturalmente artificiales”. ¿Quién se atreve a decir que un miope es menos natural con gafas que sin ellas? Una visión adecuada de la técnica debería llevar a ver el elemento artificial como el producto de la interacción libre de la persona con la realidad material y, por lo tanto, como algo creador de diálogo. Por un lado estarían los artificios (máquinas) que son meros utensilios, o mecanismos evolucionados de asistencia a la vida humana (prótesis robóticas, neuroprótesis…), y, por otro, los artificios que incrementan la capacidad simbólica de la persona (tecnologías de la comunicación y la información).
Estos principios generales que he enunciado, pero no desarrollados suficientemente por la lógica falta de espacio, pueden servir de guía para juzgar desde el punto de vista ético cuándo una nueva tecnología sirve a la persona o no. Los más evolucionados sistemas robóticos pueden ya ser conectados al sistema nervioso de los seres vivos, creando una sinergia entre máquina y persona que puede llevar no sólo a reparar funciones perdidas, sino también a incrementar otras hasta límites impensables. Lo mismo se puede decir de las neuroprótesis.
La robótica humanoide puede permitir manifestaciones simbólicas que el arte hasta hace poco no podía soñar. Las nuevas tecnologías sirven a la libertad. Eso quiere decir que también pueden ir contra la humanidad: un sistema robótico puede condicionar la acción física de una persona contra su voluntad, una neuroprótesis puede esclavizar a un ser personal. De aquí la importancia de volver a la clave ética de la creación técnica, que permitirá descubrir siempre a la persona detrás de la máquina. Cuando contemplamos la Capilla Sixtina, la materia del fresco nos pone en diálogo con Miguel Ángel; cuando entremos en contacto con un humanoide, estaremos en diálogo con el ingeniero que lo ha creado.
El autorJosé María Galván
Profesor de Teología Moral de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz y experto en tecnoética
Mauro Piacenza: “Estar disponible para oír confesiones es una prioridad”
El Papa Francisco nombró al cardenal Mauro Piacenza (Génova, 1944) Penitenciario Mayor de la Santa Sede en 2013. Fue antes subsecretario, secretario y prefecto de la Congregación del Clero. Es, por tanto, persona indicada para hablar de cómo potenciar la práctica de la confesión sacramental en este Año de la misericordia.
Enrique Carlier·9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 8minutos
Lo ha recordado el Papa Francisco en su reciente libro-entrevista El nombre de Dios es misericordia: la experiencia más importante que un creyente debe vivir en este Año jubilar de la Misericordia es “permitir a Jesús que le salga al encuentro, acercándose con confianza al confesonario”. Sobre cómo contribuir, sacerdotes y seglares, a la práctica de la confesión conversamos con el actual Penitenciario Mayor de la Santa Sede.
En el Año de la Misericordia será central que los fieles acudan al sacramento específico de la Misericordia de Dios, la confesión. Pero, ¿no habría que profundizar en la idea del perdón, la realidad del pecado y la necesaria reconciliación con los hermanos?
—Ciertamente, la cuestión fundamental en un jubileo es siempre la “conversión” y, por lo tanto, la protagonista es la confesión sacramental. Para nosotros, peregrinos en este mundo y pecadores, el discurso sobre la misericordia sería vano si no llevase a la confesión, a través de la cual discurren las frescas y regenerantes aguas de la divina misericordia.
Todos nosotros, pastores, hemos de mostrar la caridad pastoral eminentemente con nuestra disponibilidad generosa para escuchar confesiones, favoreciendo la acogida de los fieles y siendo nosotros mismos penitentes asiduos. La educación para una buena confesión comienza con la formación de la conciencia de los niños en orden a su primera sagrada comunión.
Allí donde se da una crisis en la frecuencia de este sacramento fundamental se ha de decir que la crisis está “in capite”, en la cabeza; es una crisis de fe. Para confesarse es necesario tener sentido del pecado, porque la primera manera de resistir al mal es saberlo reconocer, y llamarlo por su nombre: “pecado”.
Mirando al crucifijo se percibe qué es el pecado y qué es el amor. Pero para una mirada así se requiere silencio interior, sinceridad con uno mismo, eliminar esquemas prefijados y prejuicios, lugares comunes que, por respirarlos en el aire, por ósmosis se han incrustado progresivamente en nosotros.
El cruzar la Puerta Santa, término de un recorrido o peregrinación, tiene su término “lógico” en la reconciliación. Y ésta es condición para lucrar la indulgencia jubilar.
—Normalmente se llega a cruzar el umbral de la Puerta Santa después de una peregrinación, larga o corta. Ella dispone el ánimo durante el camino, en el que se recuerda la índole peregrinante de la Iglesia en el tiempo, y nos hace comprender el sentido de nuestra misma vida. Durante la peregrinación se medita, se reza, se dialoga con el Señor de la misericordia, se hace examen de conciencia, se pide la gracia de la conversión. Entre otras cosas, de este modo se toma conciencia también de la ineludible dimensión comunitaria y se comprende que la reconciliación con Dios implica asimismo la reconciliación con los hermanos, que constituye la consecuencia de la primera.
Y se cruza la Puerta que simboliza al Salvador mismo, que es la verdadera puerta por la cual se entra en el redil santo de Dios. Porque no se trata de cumplir simplemente un rito, una ceremonia; se exige la contrición de corazón, el apartamiento del pecado, también del venial, la profesión de la fe, la oración por las intenciones del Sumo Pontífice, y acceder después a la confesión sacramental y a la comunión eucarística.
¿Cuáles son las principales causas de que la práctica de la confesión haya descendido en las últimas décadas?
—Ante todo debemos considerar el contexto general de la sociedad y los llamados “desafíos”, a los cuales no siempre hemos sabido dar la respuesta justa y oportuna.
Otras causas relevantes hunden sus raíces, a mi juicio, en una crisis de fe que, a su vez, es debida en buena parte a una acción pastoral teológicamente débil. De ahí la progresiva pérdida del sentido de pecado y del horizonte de la vida eterna. Quizá se ha hecho demasiada pastoral a base de eslógans y de intelectualismos, y así se ha alejado a los confesores y a los penitentes del confesonario.
¿Cómo se podría recuperar la práctica de la confesión?
—Es cuestión del marco general de la pastoral. Conviene recordar que la pastoral es la más noble de las atenciones que procura la Iglesia, pero si quiere ser realista y eficaz debe dejar manos libres al Espíritu Santo, por medio del cual ha de realizarse la traducción práctica de la doctrina auténtica. Sólo así se garantiza que el actuar sea el del Buen Pastor.
Cuando hay esta garantía, entonces puede darse la más fecunda y sana creatividad, teniendo presentes los lugares, ambientes, culturas, edades, categorías, sesibilidades, etcétera, pero todo siempre sobre la base de la unidad de la fe.
Desde Roma, Usted tendrá una visión de conjunto muy enriquecedora. ¿Considera que es suficiente el tiempo dedicado por los sacerdotes al confesonario?
—En general, el tiempo que se dedica es ciertamente escaso. Se tiende demasiado a hacer miles de cosas, miles de actividades. Pero lo sustancial es, sin embargo, reconciliar a las personas con Dios y con su prójimo; favorecer la paz de las conciencias y, por tanto, la paz familiar y social; combatir la corrupción; favorecer la recepción frecuente de la santa Comunión con las debidas –y por tanto fructuosas– disposiciones.
En muchos lugares los sacerdotes son escasos numéricamente con respecto a las necesidades de evangelización, pero, por eso mismo, es necesario elegir bien las prioridades; y entre estas ocupa un lugar privilegiado la disponibilidad para escuchar confesiones.
Los sacerdotes, ¿cómo pueden ser mejores confesores? ¿Qué esfuerzo y disposición se les pide en este Año?
—A este respecto, querría señalar que la vida espiritual y pastoral del sacerdote, como la de sus hermanos laicos y religiosos, depende, para su cualidad y fervor, de la práctica personal asidua y consciente del sacramento de la penitencia. En un sacerdote que se confiesa raramente o mal, su ser sacerdote y su hacer de sacerdote se resentirían muy pronto, y lo advertiría también la comunidad de la cual es pastor.
En el dejarse perdonar se aprende también a perdonar a los otros. Este Año de la Misericordia puede ser providencial también para conducir a los seminaritas a convertirse en buenos confesores, y para promover programas pastorales: poniendo en práctica en las diócesis sabias iniciativas como dar a conocer los horarios de confesiones; colaborando en cada zonas pastoral; potenciando, sobre todo en Cuaresma y en Adviento, las celebraciones penitenciales comunitarias con confesión y absolución personales; poniendo atención para que existan horarios más adaptados a las diversas categorías de personas.
Durante este Año, el Papa ha concedido a todos los sacerdotes la facultad de absolver la censura de excomunión por el pecado de aborto. ¿Cómo debe actuar el sacerdote en esos casos especiales?
—Sobre este punto conviene aclarar las ideas, porque hay gran confusión en la opinión pública.
La absolución del pecado de aborto no está reservada al Papa, sino al obispo (cfr. canon 134§ 1), que puede delegarla a otros sujetos y al penitenciario diocesano (cfr. canon 508 § 1), a los capellanes en los lugares que atiende, en las cárceles y en los viajes por mar (cfr. canon 566 § 2). Gozan de tal facultad también los sacerdotes pertenecientes a las Órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos, etc.). Están habilitados para ello también todos los sacerdotes, indistintamente en los casos de peligro de muerte (cf. can. 976). En muchas diócesis se confiere esta facultad a todos los párrocos; en otras, a todos los sacerdotes en los tiempos de Adviento y de Cuaresma; y en otras, a todos si aprecian un grave incomodo en el que se confiesa, en caso de que no se le absolviera.
Como quiera que sea, es bueno saber también que el penitente no está incurso en la excomunión si el delito de aborto ha sido cometido antes de los 18 años, si no sabía que a tal pecado iba aneja una pena, si no tenía la mente plenamente lúcida o si la voluntad no era plenamente libre (piénsese en un temor grave o un escaso uso de razón).
En todo caso, está claro que el confesor sabrá acoger con bondad, sabrá escuchar, sabrá consolar, sabrá dirigir hacia el respeto a la vida, sabrá abrir horizontes de arrepentimiento, de propósitos para el futuro y de alegría en gustar el perdón, la misericordia de Dios. Sobre este horizonte aflorará espontáneamente el deseo de reparación, y después el mismo sacerdote sabrá completar, con su oración y penitencia, la respuesta de amor al Dios de la misericordia.
Cuando acuden a la confesión personas que viven en una situación matrimonial irregular, ¿cómo han de atenderlos? En algunos casos no podrán absolverles…
—Subrayo siempre que en la acogida y escucha se debe procurar la máxima delicadeza y atención. El hecho mismo de que estas personas acudan al confesonario se revela como algo positivo.
No es posible en estas pocas líneas dar una respuesta exhaustiva. Sería necesario distinguir entre quien se encuentra en una situación matrimonial “irregular” (divorciados vueltos a casar, los que conviven sin estar casados, o los casados sólo civilmente) de quienes se encuentran en una situación matrimonial “difícil” (separados y divorciados). La diferencia es esencial, en cuanto que los que se encuentran en situaciones matrimoniales difíciles sólo están en peligro de caer en un estado objetivamente contrario a la ley de la Iglesia.
Ciertamente, cuando el confesor no pueda impartir la absolución, deberá ofrecer comprensión, actuar de manera que no se rompan los puentes, garantizar su oración a estas personas, manifestarse siempre disponible a escuchar, animar a la oración, hacer comprender la preciosidad de participar en la Santa Misa festiva, hacer comprender la maravilla de leer la Palabra de Dios, así como de la visita al Santísimo Sacramento para un diálogo corazón a corazón con Jesús; abrir la posibilidad de participar en grupos de oración o dedicados a obras de misericordia.
Deberá después ser claro en decir que no se deben sentir fuera de la Iglesia; ellos no han sido jamás excomulgados. Tal vez hay un equívoco sobre esto, que es bueno aclarar, e igualmente conviene hacer comprender con claridad el motivo de su exclusión de la recepción de la Eucaristía. Por experiencia de confesor –y confieso asiduamente–, nunca me ha pasado que personas pertenecientes a las categorías arriba señaladas no me lo hayan agradecido y pedido poder volver.
En cuanto al modo de vivir hoy los aspectos litúrgicos particulares de este sacramento, ¿cuáles se podrían cuidar, conocer o valorar más?
—Existe un Ritual de este sacramento, cuyo uso se ha convertido en obligatorio a partir del 21 de abril de 1974, que se debe respetar, valorar y encontrar también el modo de ilustrarlo a los fieles. Al usarlo y al hacerlo objeto de catequesis se debería tener presente tanto el aspecto individual como el comunitario.
Al no ser un ceremonial rígido, se debe actuar en un modo sagrado, sabiendo que se está administrando la preciosísima Sangre del Redentor, que aquí el protagonista no es el sacerdote que confiesa, sino Jesús, el Buen Pastor, y que el sacerdote, por tanto, debe ser sólo el reflejo del Buen Pastor, el canal de transmisión de las aguas frescas y regeneradoras del Amor misericordioso. También el vestido del confesor deberá estar en consonancia con quien administra un sacramento. Normalmente se usará el confesonario ubicado en la iglesia y dotado de una rejilla que asegura el respeto máximo del fiel. Todo esto está regulado por el canon 964 del Código de Derecho Canónico.
Naturalmente puede haber otros casos particulares, por ejemplo con ocasión de un campamento para los jóvenes, etc. Me ha ocurrido recientemente que tuve que confesar durante un vuelo y también en un aeropuerto; son ambas óptimas ocasiones que no habría tenido si no llevase siempre el vestido eclesiástico, que me sitúa en condición permanente de servicio.
¿Cómo se vivirá en Roma la iniciativa del Papa “24 horas para el Señor”, del 4 al 5 de marzo? ¿En qué consistirá? ¿Cómo se puede preparar esa cita con la misericordia de Dios en todo el mundo?
—En Roma se iniciará en la basílica de San Pedro con una celebración penitencial comunitaria (Liturgia de la Palabra, homilía, silencio para la meditación y examen de conciencia, confesión individual de los presentes en varios confesonarios, y agradecimiento común al Padre de la misericordia). Después en todas las iglesias elegidas, se expondrá el Santísimo Sacramento. Se podrá acudir a los confesores a cualquier hora del día durante esas 24 horas.
La iniciativa está siendo muy bien aceptada, sobre todo por los jóvenes. El hecho de que todas las diócesis respondan a tal invitación educa también en un profundo sentido de eclesialidad. Será también una ocasión privilegiada para ilustrar la belleza de la comunión de los santos.
Un problema frecuente para los confesores es la falta de preparación de los penitentes, causa de que algunas confesiones se alarguen innecesariamente. ¿Qué recomendaría al confesor para acoger a los fieles, pero sin alargarse demasiado y desanimar a otros que esperan su turno?
—Conviene llevar a los fieles a una buena confesión desde el momento de la primera Comunión; después se debe explicar la diferencia entre una conversación, la dirección espiritual y la confesión sacramental. Es útil disponer con antelación de folletos o impresos con esquemas de examen de conciencia, y si es posible diferenciados por edades, etc.
El mismo confesor deberá esforzarse en no parlotear, sino en hablar con sobriedad, claridad y dulzura, e ir a lo esencial y ayudar al penitente a ir también a lo esencial, sin hacerle sentirse a disgusto. Conviene buscar el equilibrio y la prudencia, y si se ha formado una cola, decir al penitente que más tarde o también una vez termine la cola le podrá escuchar más ampliamente.
¿Qué papel corresponde hoy en la Iglesia y en el mundo a la teología moral? No voy a hacer un cuadro completo para responder a esta pregunta.
Ángel Rodríguez Luño ·9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 10minutos
¿Qué papel corresponde hoy –en la Iglesia y en el mundo– a la teología moral? No voy a hacer en estas páginas un cuadro completo para responder a esta pregunta. Quisiera fijarme solamente en algunas cuestiones más fundamentales, ateniéndome a las preocupaciones manifestadas por el Papa Francisco. ¿Cuáles son las tareas más urgentes?
Para dar respuesta a esta pregunta, quizá haya que plantearse primero en qué estado se halla nuestro mundo. Sin necesidad de repasar los diferentes diagnósticos que se han propuesto, se puede afirmar que está muy extendida una actitud de indiferencia o desinterés hacia la verdad. Tras la pretensión de verdad se ha querido ver una lucha por el poder (Foucault), y se ha sustituido la búsqueda del bien, de la verdad y de la belleza por el actuar espontáneo. Algunos autores han descrito nuestra sociedad como una sociedad líquida (Bauman); otros prefieren llamarla sociedad del rendimiento (Byung-Chul Han). Todos estos diagnósticos señalan el final de la sociedad disciplinaria, basada en la existencia de una autoridad. Ahora, en cambio, el obrar tiene la prioridad, y no hay otro bien ni otro mal que los que cada uno –o la mayoría– decide. Se cumple así la máxima de Nietzsche, para quien la salvación no se encuentra en el conocimiento, sino en la creación. Creación de un lenguaje y, a partir de él, de una moral: términos como “interrupción del embarazo”, “muerte digna” o “relaciones de pareja” configuran los contornos de la nueva moral, en la que es la voluntad del hombre la que decide qué le conviene y qué no.
Ante este panorama, cuando han desaparecido las bases mismas de un discurso racional sobre lo bueno, ¿qué puede hacer la teología moral? ¿Qué cabe esperar?
En primer lugar, urge recordar que Dios existe y es un Dios activo y comprometido con el mundo. Hay una afirmación de Romano Guardini, escrita hace setenta años en El ocaso de la época moderna y que hoy parece cumplirse: “El mundo meramente profano no existe; ahora bien, cuando una voluntad obstinada consigue elaborar algo hasta cierto punto semejante a este tipo de mundo, esa construcción no funciona”; ¿qué sucede entonces?: “Sin el elemento religioso, la vida se convierte en algo parecido a un motor sin lubrificante: se calienta. A cada instante se quema algo” (III.5). La sociedad “quemada” (The Burnout Society) es precisamente el título de uno de los libros de pensamiento más vendidos en el último año. En síntesis, una sociedad contraria a la verdad del hombre y de su libertad no es satisfactoria. Como tampoco puede serlo una situación de ceguera para el ser humano. Lo ha recordado recientemente el Papa Francisco: “No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle” (Laudato si’, 205). Una de las tareas que se abre para la teología moral consiste, pues, en recordar a cada persona su dignidad. Ahora bien, eso le exige encontrar de nuevo su lugar en la vida de la Iglesia –y en la de los fieles.
La misión de la teología moral
En la mente de muchos, sigue presente la idea de la moral como una instancia autorizada –a menudo percibida como autoritaria– que señala lo que está permitido y lo que no lo está, lo que es pecado y lo que no lo es. Esta concepción tiende a contraponer autoridad y libertad, o ley y libertad, y a colocar la moral en el primer miembro de estos binomios. Su tarea consistiría sólo en señalar los límites (negativos) del actuar humano.
Ahora bien, ¿es eso una concepción adecuada de la teología moral? Tal vez podía –y debía– lanzarse una crítica de este estilo a ciertas morales que habían caído en el extremo de una casuística minuciosa y dispersa, y no ofrecían una visión orgánica y positiva del actuar humano. Sin embargo, me parece del todo injusto hacer ahora esa misma crítica, después de la renovación que ha tenido lugar. En las últimas décadas han visto la luz numerosos tratados que presentan el mensaje moral de Cristo como una propuesta eminentemente positiva y orgánica. Los intentos han sido variados, como variados han sido los enfoques en que se ha comprendido la vida cristiana: como una vida filial, como el seguimiento de Cristo, como un caminar a la luz del Amor, como una respuesta a la llamada a ser santos, etc. En todos estos casos, la moral no se presenta ya como una lista de prohibiciones, sino como una invitación: una propuesta de vida que mira a la felicidad humana, en la tierra y en el Cielo. Así entendida, tarea de la teología moral es recordar a las mujeres y a los hombres de hoy que Dios tiene un proyecto para cada uno. Que Dios nos ha amado y nos ha llamado singularmente –desde antes de crear el mundo (cfr. Ef 1, 4)– a ser felices viviendo en plenitud nuestra propia condición humana redimida por Cristo. Una presentación de este tipo se encuentra con desafíos, entre los que señalo algunos a continuación.
Redescubrir la belleza de Cristo
El Papa Francisco se ha hecho eco de una vieja acusación al recordar a los cristianos que no pueden tener habitualmente “cara de funeral”, que no sería correcto vivir un cristianismo “de Cuaresma sin Pascua” (Evangelii Gaudium, 6, 10). Es la vieja tentación del hijo mayor de la parábola, que consiste en vivir una fe triste, apagada, y que mira en el fondo con envidia el comportamiento inmoral de quienes llevan una vida lejos de Dios –o, al menos, lejos de la Iglesia. Una fe que ve en Dios a un patrón para el que hay que trabajar como siervo, esperando al final una justa recompensa. Una fe que ve en la voluntad de Dios una limitación de la propia libertad (cfr. Lc 15, 25 ss.).
Frente a esta tentación, se alza una de las verdades más ciertas del Cristianismo: que no somos siervos, sino hijos, “y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rom 8,17). El Papa recuerda constantemente que “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Evangelii Gaudium, 1), pues en Él reconocemos a un Dios que nos ama incondicionadamente, que no se cansa de perdonarnos y acogernos en su abrazo paterno, y que “se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos” (Misericordiae vultus, 9). Corresponde a la teología moral presentar de modo orgánico esa invitación de Dios, que alcanza todos los aspectos de la vida humana. San Juan Pablo II amaba recordar aquella enseñanza del Concilio: “El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”, hasta tal punto que Cristo “revela plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (Gaudium et spes, 22). Jesucristo es la Luz del mundo, que ilumina los problemas y las inquietudes de los hombres. Su misterio es para nosotros a la vez llamada y respuesta, y, de ese modo, es el Camino hacia el Padre. Un camino tan exigente como atractivo. En él descubre el hombre el esplendor de la verdad sobre sí mismo y sobre aquello que más le importa: la vida y la muerte, el matrimonio y la amistad, el trabajo y el sufrimiento.
Despertar las conciencias
Con todo lo que viene dicho, queda aún por plantear una cuestión fundamental: ¿cómo despertar el sentido de Dios en un mundo que parece indiferente ante el sufrimiento ajeno? El testimonio de los cristianos es, sin duda, una parte importante de la respuesta: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 35). Junto a eso es necesario despertar la presencia ignorada de Dios que se halla en el corazón de cada mujer y de cada hombre. Hay un deseo de Dios –que hay que ayudar a reconocer– en la búsqueda de felicidad, de plenitud, de un amor duradero, tal como recordaba la encíclica Spe salvi.
Y hay también una presencia real de Dios en la conciencia moral. Es conocido lo que escribió el beato John Henry Newman en su Carta al Duque de Norfolk: “La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de los vicarios de Cristo” (n. 5). La conciencia es la luz, la chispa que Dios ha puesto en el hombre para alcanzar la felicidad por el camino de la verdad y del bien. En un mundo centrado en el individuo, pero al mismo tiempo sediento de felicidad y con una cierta nostalgia del absoluto, la vía de la conciencia es otra de las que la teología moral está llamada a explorar.
El Papa Francisco lo ha hecho recientemente a partir de la conciencia ecológica. El problema del medio ambiente es moralmente relevante para el mundo contemporáneo, está en la mente de todos, y en él sí se reconoce un espacio a la verdad y el bien. A partir de la preocupación por el ambiente, y la inaplazable necesidad de un cuidado real de la Creación, el Papa señala un complemento fundamental a la ecología ambiental: la ecología humana. Esta implica “algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una ‘ecología del hombre’, porque ‘también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo’” (Laudato si’, 155).
Pues bien, la conciencia es precisamente la instancia donde se manifiesta a cada uno esa verdad sobre sí mismo y sobre el mundo, sobre lo que es bueno hacer y sobre cómo comportarse en relación con el ambiente y con los demás. “En lo profundo de su conciencia, el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón” (Gaudium et spes, 16).
El grito de la conciencia puede ser capaz de despertar a un mundo dormido e indiferente, con tal de que no se la quiera neutralizar concibiéndola como el reducto de la subjetividad, lo que en realidad no es, porque la conciencia también remuerde. En efecto, “la dignidad de la conciencia deriva siempre de la verdad: en el caso de la conciencia recta, se trata de la verdad objetiva, acogida por el hombre; en el de la conciencia errónea, se trata de lo que el hombre, equivocándose, considera subjetivamente verdadero” (Veritatis splendor, 63).
El camino de la Misericordia
Llegados a este punto, es posible volver a lo que veíamos antes. En efecto, la respuesta real a ese grito de la conciencia es Jesucristo. El mal que un hombre ha cometido puede ser grande, el mal en el mundo puede hacerse insoportable: el siglo XX ha sido testigo de ello. Sin embargo, los cristianos sabemos que esa no es la última palabra. Dios ha hablado. Como escribió san Juan Pablo II en su último libro: “El límite impuesto al mal, cuyo causante y víctima resulta ser el hombre, es en definitiva la Divina Misericordia” (Memoria e identidad, 73).
El Papa Francisco nos lo recuerda ahora con particular urgencia, animándonos a redescubrir el amor incondicional de Dios por el hombre para ponerlo en primer plano en la misión de la Iglesia. La misericordia es la principal manifestación de la omnipotencia de Dios, y debe ser también el primer mensaje de la Esposa de Cristo, hasta tal punto que, según escribe en la bula de convocación del Jubileo extraordinario de la Misericordia: “La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo” (n. 10).
Ahora bien, ¿en qué consiste la misericordia? ¿Cómo se vive? ¿Cuál es su relación con la verdad y la justicia? Se trata de cuestiones inaplazables, pues presentan consecuencias prácticas en la pastoral ordinaria de la Iglesia. Conviene notar en todo caso que, aunque los hombres podamos plantearnos conflictos entre Misericordia y Verdad, entre Misericordia y Justicia, no podemos olvidar que en Dios se identifican. Sería un error caer en el banal antropomorfismo que asume contradicciones que no pueden existir en Dios. Con todo, la cuestión sigue abierta: en la vida de la Iglesia, ¿qué significa concretamente recorrer ese “camino del amor misericordioso y compasivo”? A esta pregunta, como a las anteriores, debe dar una respuesta la teología moral.
Ciertamente, parte de la misma se encuentra ya en la llamada a rechazar la indiferencia, y en las actitudes de com-pasión, de apertura y acogida que tantas veces ha señalado –de palabra y con infinidad de gestos– el Papa Francisco. Sin embargo, quien acoge al pecador arrepentido no se encuentra en la meta, sino en el inicio del camino. El modelo divino, tal como se revela en la historia de la salvación, es otro. Basta pensar en la historia del Éxodo, que la Iglesia relee cada año durante la Cuaresma: la acogida y el perdón continúan después en un camino de acompañamiento. Una y mil veces el Señor perdona a su pueblo, acoge sus deseos de renovación y le recuerda cuál es su vocación más profunda y cuál es el camino que le lleva a vivir como hijo suyo querido. Es la historia del Dios fiel, compasivo y misericordioso. Precisamente uno de los nombres de la misericordia en el Antiguo Testamento, hesed, tiene mucho que ver con la fidelidad divina.
La misma idea se encuentra en el Nuevo Testamento. Jesús acoge a pecadores y enfermos, perdona sus pecados, cuida sus dolencias, y deja después que, como Bartimeo, le sigan por el camino (cfr. Mc 10, 52). “Anda, y en adelante no peques más”, dice a la adúltera después de perdonarla (Jn 8, 11). Así pues, misericordia es acoger, y misericordia es también acompañar, esto es, dar cada vez más espacio a la luz de Cristo en las almas, ayudar a las almas a “caminar en la verdad” (cfr. 2 y 3Jn). Podría decirse que el perdón es la puerta de entrada a la vida renovada que Cristo ofrece a cada uno; el inicio, tantas veces repetido en la existencia de una persona, de la vida según el Espíritu que Cristo entregó.
Del sentimiento, a la actitud virtuosa
Para entender que no hay contradicción entre misericordia y verdad, habría que distinguir la misericordia como mero sentimiento de la misericordia como actitud virtuosa de caridad. En mi experiencia pastoral siempre me ha sucedido que, ante quien me manifestaba su estado de sufrimiento interior, surgía en mí un espontáneo sentimiento de compasión y un intenso deseo de decir o hacer algo que aliviase el dolor ajeno. Pero cuando se quiere pasar de ese sentimiento inicial a la acción que ayuda y trata de resolver el problema, se hace necesario aplicar la inteligencia, y entonces hay que preguntarse: ¿cuáles son las causas de esa triste situación?, ¿cuáles podrían ser los remedios? Mi experiencia de 40 años de sacerdote es que nunca he conseguido arreglar nada apoyándome sobre datos falsos u ocultando la realidad. Es como si ante una persona que se presenta con una herida profunda y de muy mal aspecto le dijéramos: “No te preocupes, no es nada, no es necesario proceder a una desinfección dolorosa, se curará sola”. Esa ligereza bonachona se suele pagar muy caro.
La desinfección es a veces molesta. Por eso en ocasiones también el mensaje de Cristo es costoso. Significa tomar decisiones difíciles, y sobrellevar situaciones dolorosas. No hay que olvidar que la vida de Jesús pasa por el árbol de la Cruz, que, como señalaron los Padres, es la contrapartida del árbol que fue testigo del primer pecado. Así, la misericordia, que tiene en el sacrificio de Cristo su más alta manifestación, es también una puerta abierta a la humildad. Exige aprender a dejarse amar por Dios, y reconocer que la propia existencia no es solamente una tarea que llevar a cabo, sino sobre todo un don que hay que recibir.
Tal vez sea esta precisamente la parte más difícil para el mundo actual, tan marcado por el engreimiento superficial y la autosuficiencia infantil. Es algo que el Papa Francisco parece tener muy presente: “No es fácil desarrollar esta sana humildad y una feliz sobriedad si nos volvemos autónomos, si excluimos de nuestra vida a Dios y nuestro yo ocupa su lugar, si creemos que es nuestra propia subjetividad la que determina lo que está bien o lo que está mal” (Laudato si’, 224). Encontrar la misericordia es también dejarse encontrar por ella; dejarse sorprender y conducir por el mismo que nos dice: “Ven y sígueme”. Eso requiere una actitud de humildad y apertura, que significa no querer ya determinar lo que está bien y lo que está mal, sino justamente dejar que sean el Bien, la Verdad y la Belleza los que determinen nuestra actuación.
Todo esto exige a la teología moral un esfuerzo de proponer siempre de modo renovado el camino del perdón y del seguimiento, de modo que, en la conciencia y en la vida de los cristianos, la luz de Cristo brille cada vez más intensamente. Así, lo que comenzó como un encuentro –tal vez inesperado– con el abrazo del Padre, culminará en la vida del hijo al que mueve solamente el amor.
El autorÁngel Rodríguez Luño
Profesor ordinario de teología moral fundamental Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma)
El drama de las migraciones representa un reto de primer orden para Occidente. En esta ocasión, Andrea Tornielli dedica su columna mensual en nuestra revista a subrayar el enfoque del Papa Francisco durante la audiencia con el Cuerpo Diplomático.
9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
Todo el mundo (sobre todo los círculos político-mediáticos de Occidente) nos dice diariamente que la mayor emergencia mundial en este momento es el ISIS, el califato musulmán con su carga de terror fundamentalista que amenaza y mata a otros musulmanes y a las minorías religiosas de la región. Claro que sí, esta es una verdadera emergencia. Pero el Papa Francisco nos dice que en realidad la mayor emergencia es otra: la de las migraciones y los refugiados.
De esta manera se expresó el Pontífice el pasado 11 de enero ante el Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, es decir, los embajadores de los países del mundo que tienen relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Este año el discurso estuvo centrado en el tema de las migraciones. El Papa destacó la necesidad de establecer planes a medio y largo plazo en materia migratoria, que no se queden en la simple respuesta a una emergencia, y que sirvan para una integración real en los países de acogida, además de favorecer el desarrollo de los países de proveniencia con políticas solidarias que no sometan las ayudas a estrategias y prácticas ideológicas ajenas o contrarias a las culturas de los pueblos a las que van dirigidas.
Francisco también subrayó el esfuerzo europeo por ayudar a los refugiados, y pidió que no se pierdan los valores de acogida, aunque reconoció que estos a veces se vuelven “una carga difícil de soportar”.
Este es el tema: Europa no tiene que olvidar sus valores, integrados también por su herencia cristiana. Frente a los migrantes no puede simplemente cerrar su frontera. Llama mucho la atención el hecho de que sobre este tema falta todavía una mayor conciencia de todas la Iglesias del continente.
“Gran parte de las causas que provocan la emigración”, dijo el Papa, “se podían haber ya afrontado desde hace tiempo. Así se podría haber evitado o, al menos, mitigado sus consecuencias más crueles. Todavía ahora, y antes de que sea demasiado tarde, se puede hacer mucho para detener las tragedias y construir la paz. Para ello, habría que poner en discusión costumbres y prácticas consolidadas, empezando por los problemas relacionados con el comercio de armas, el abastecimiento de materias primas y de energía, la inversión, la política financiera y de ayuda al desarrollo, hasta la grave plaga de la corrupción”.
Acogido por los aplausos, mezclado entre los bancos para estrechar la mano de los presentes. La tercera visita de un pontífice a la sinagoga de Roma –después de la histórica primera vez de san Juan Pablo II en 1986 y de la de Benedicto XVI en 2010– ha estado caracterizada por no menor entusiasmo.
El Papa ha llegado en el Templo Mayor el domingo 17 de enero por la tarde, para celebrar los cincuenta años de la publicación de Nostra Aetate, la declaración del Concilio Vaticano II que abrió el camino a la consolidación de las relaciones entre la Iglesia católica y los hebreos. Precisamente a mediados de diciembre, la Comisión vaticana para las relaciones religiosas con el hebraísmo había difundido un documento en el que se hacía balance de los resultados alcanzados en estos cincuenta años. El texto destacaba la importancia de la profundización “en el conocimiento recíproco”, así como el común compromiso “en favor de la justicia, de la paz, de la salvaguardia de la creación y de la reconciliación en todo el mundo” y la lucha contra toda discriminación racial. Una buena parte del documento estaba evidentemente reservada a la “dimensión teológica” del diálogo, que aún ha de ser más estudiada.
La visita del Papa Francisco al Templo Mayor de Roma se sitúa en el surco de esta positiva “tradición”, y así ha sido recibida por quienes lo acogieron y hospedaron: hebreos romanos, representantes del hebraísmo italiano, rabinos italianos y delegaciones rabínicas de Israel y de Europa. El rabino jefe de Roma, Riccardo di Segni, ha hablado de “un acontecimiento cuyo alcance irradia a todo el mundo un mensaje benéfico”.
En su saludo al Santo Padre, Ruth Dureghello, presidenta de la Comunidad Hebrea de Roma, ha declarado solemnemente que “hoy escribimos una vez más la historia”. Un Papa que ya siendo arzobispo de Buenos Aires cultivaba sólidas relaciones con el hebraísmo –él mismo ha recordado que solía “ir a las sinagogas a encontrarse con las comunidades allí reunidas, seguir de cerca las fiestas y las conmemoraciones hebreas y dar gracias al Señor”– y que las ha “reafirmado desde los primeros actos de su pontificado”, sobre todo condenando en diversas ocasiones el antisemitismo. En efecto, ha señalado Dureghello, “el odio que nace del racismo y encuentra su fundamento en el prejuicio o, peor, usa las palabras y el nombre de Dios para matar, merece siempre nuestro rechazo”. De esta conciencia nace “un mensaje nuevo” ante las tragedias contemporáneas: “La fe no genera odio, la fe no derrama sangre, la fe reclama el diálogo”.
En esta línea, el rabino jefe Di Segni ha sido categórico: “Acogemos al Papa para recordar que las diferencias religiosas, que hay que mantener y respetar, no deben servir sin embargo de justificación del odio y la violencia, sino que debe haber amistad y colaboración, y que las experiencias, los valores, las tradiciones, las grandes ideas que nos identifican deben ser puestas al servicio de la colectividad”.
“En el diálogo interreligioso es fundamental que nos encontremos como hermanos y hermanas ante nuestro Creador y le alabemos a Él, que nos respetemos y apreciemos mutuamente e intentemos colaborar”, ha exhortado el Papa Francisco en su saludo.
“Todos nosotros pertenecemos a una única familia, la familia de Dios, el cual nos acompaña y nos protege como pueblo suyo. Juntos, como hebreos y como católicos, estamos llamados a asumir nuestras responsabilidades hacia esta ciudad, aportando nuestra contribución, sobre todo espiritual, y favoreciendo la resolución de los diversos problemas actuales”, ha continuado el pontífice. Francisco ha aludido después a la cuestión teológica de la relación entre cristianos y hebreos, repitiendo que hay un ligamen inescindible que une a estas dos comunidades de fe: “Los cristianos, para comprenderse a sí mismos, no pueden dejar de referirse a las raíces hebreas, y la Iglesia, aun profesando la salvación a través de la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad de la Antigua Alianza y el amor constante y fiel de Dios por Israel”.
Dirigiendo luego la mirada a las tragedias contemporáneas, el Papa ha recordado que “allí donde la vida está en peligro, estamos llamados aún más a protegerla. Ni la violencia ni la muerte tendrán nunca la última palabra ante Dios, que es el Dios del amor y de la vida”. Las ultimas palabras de saludo han sido para recordar la Shoah y los sesi millones de víctimas: “El pasado nos debe servir de lección para el presente y para el futuro”.
Jornada Mundial de los Migrantes: “Garantizar asistencia y acogida”
Migrantes: esta palabra ha resonado en el Vaticano en muchas ocasiones al inicio del nuevo año. En la basílica de San Pedro, 6.000 migrantes y refugiados han participado en una Misa en su jubileo.
No se trata sólo de que en el segundo domingo del mes de enero se haya celebrado la Jornada Mundial dedicada a los migrantes o los refugiados, que por otra parte ha adquirido un significado muy especial en este Jubileo dedicado a la Misericordia. A los migrantes –y a la misericordia–, por ejemplo, ha dedicado el Papa Francisco algunos pasajes del discurso dirigido al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, al que ha recibido en el Vaticano precisamente con ocasión del nuevo año. Una cita en la que los Pontífices suelen referirse a la situación de diferentes áreas del mundo, trayendo también a la memoria los viajes apostólicos que ha realizado a diversos países en los meses precedentes.
Grave emergencia
Refiriéndose, concretamente, al fenómeno migratorio, el Santo Padre ha querido reflexionar con los embajadores sobre la “grave emergencia” a la que asistimos, sobre todo para intentar “discernir sus causas, plantear soluciones, y vencer el miedo inevitable” que la acompaña. Una emergencia masiva e imponente, que además de Europa se presenta también en diversas regiones asiáticas y el norte y el centro de América.
El Papa ha hecho suyo “el grito de cuantos se ven obligados a huir para evitar las indescriptibles barbaries cometidas contra personas indefensas, como los niños y los discapacitados, o el martirio por el simple hecho de su fe religiosa”. Y, además, se oye “la voz de los que escapan de la miseria extrema, al no poder alimentar a sus familias ni tener acceso a la atención médica y a la educación, de la degradación, porque no tienen ninguna perspectiva de progreso, o de los cambios climáticos y las condiciones climáticas extremas”.
Ante semejante escenario, tan triste y “fruto de una ‘cultura del descarte’ que pone en peligro a la persona humana, sacrificando a hombres y mujeres a los ídolos del beneficio y del consumismo”, Francisco ha alentado a no “acostumbrarse” y ha planteado “un compromiso común que acabe decididamente” con esa cultura. Empezando por todos los esfuerzos para detener aquel tráfico que “convierte a los seres humanos en mercancía, especialmente a los más débiles e indefensos”. Hay que ser conscientes, en efecto, de que muchas de aquellas personas “jamás habrían dejado su propia patria si no se hubieran visto obligados a ello”. Entre ellas hay también “multitud de cristianos que, cada vez más en masa, han tenido que abandonar durante los últimos años su propia tierra, en la que han vivido incluso desde los orígenes del cristianismo”.
“Gran parte de las causas que provocan la emigración se podían haber ya afrontado desde hace tiempo”, ha explicado sin ambages el Santo Padre. Por consiguiente, “antes de que sea demasiado tarde”, hay que poner en marcha “planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia”: ayudar a la integración de los migrantes en los países de acogida, y al mismo tiempo favorecer –con políticas sociales y respetuosas de las culturas a las que están dirigidas– el desarrollo de los países de proveniencia.
Francisco ha hecho luego referencia a aquel “espíritu humanista” que siempre ha caracterizado al continente europeo, y que hoy vacila ante la oleada migratoria: “No podemos consentir que pierdan los valores y los principios de humanidad, de respeto por la dignidad de toda persona, de subsidiariedad y solidaridad recíproca, a pesar de que puedan ser, en ciertos momentos de la historia, una carga difícil de soportar”. En definitiva, el Papa se ha dicho convencido de que Europa, también recurriendo a su patrimonio cultural y religioso, tiene la capacidad de “encontrar un justo equilibrio entre el deber moral de tutelar los derechos de sus ciudadanos, por una parte, y, por otra, el de garantizar la asistencia y la acogida de los emigrantes”. Basta con que lo quiera.
Jornada Jubilar del Migrante
Como decíamos, el 17 de enero se ha celebrado en todo el mundo la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que, en el contexto del Año Santo de la Misericordia, ha sido vivida también como Jubileo de los Migrantes. En esta ocasión, más de 6.000 migrantes y refugiados provenientes de regiones de Italia, en particular del Lacio, y pertenecientes al menos a 30 nacionalidades y culturas diferentes, han participado en el Ángelus en la plaza de San Pedro con el Papa Francisco.
El Santo Padre se ha dirigido a ellos con estas palabras: “Queridos migrantes y refugiados, cada uno de vosotros lleva en sí una historia, una cultura de valores preciosos; y a menudo, por desgracia, también experiencias de miserias, de opresión, de miedo. Vuestra presencia en esta plaza es signo de esperanza en Dios”. Luego les ha exhortado: “No os dejéis robar la esperanza y la alegría de vivir, que nacen de la experiencia de la divina misericordia, también gracias a las personas que os acogen y os ayudan”.
A continuación, los migrantes han atravesado la Puerta Santa de la basílica de San Pedro y han participado en la Santa Misa presidida por el cardenal Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes.
Al pie del altar había sido levantada la llamada “cruz de Lampedusa”, realizada por un carpintero del lugar con restos de las barcazas que han transportado prófugos hasta esa isla italiana situada al sur de Sicilia: una verdadera “puerta de Europa” que desde hace muchos años viene acogiendo a los que huyen de las guerras a través del mar. La cruz quiere recordar a tantos náufragos, no pocos de ellos niños, que han perdido la vida en el Mediterráneo en los últimos años, y desde hace algunos meses ha iniciado una especia de “peregrinación” por las parroquias de Italia. Otro gesto que ha caracterizado la celebración se centraba en las Sagradas Formas distribuidas durante la Comunión, donadas por detenidos, muchos extranjeros, de la cárcel de Opera (en Milán).
“La Iglesia siempre ha contemplado en los migrantes la imagen de Cristo. Además, en el Año de la Misericordia, somos interpelados a redescubrir las obras de misericordia y, entre las corporales, está la llamada a acoger”, ha recordado el cardenal Vegliò en la homilía de la Misa.
Luego, refiriéndose al fenómeno de la migración, ha recordado que “este auténtico éxodo de pueblos no es el mal, sino el síntoma de un mal: el de un mundo injusto, caracterizado en muchos lugares por conflictos, guerra y pobreza extrema”. Por tanto, “la experiencia de los migrantes y su presencia recuerdan al mundo la urgencia de eliminar las desigualdades que rompen la fraternidad y la opresión que constriñe a dejar la propia tierra”.
Refiriéndose después a la integración, Vegliò ha explicado que ésta “no implica ni una separación artificial ni una asimilación, más bien da la oportunidad de identificar el patrimonio cultural del migrante y reconocer sus dones y talentos para el bien común de la Iglesia”: “nadie debe sentirse superior al otro, sino que todos deben percibir la necesidad de colaborar y contribuir al bien de la única familia de Dios”.
En cuanto a los demás citas jubilares, ya ha sido anunciado que el 22 de febrero se celebrará el dedicado a la Curia romana, a la Gobernación de la Ciudad del Vaticano y a todas las demás instituciones vinculadas a la Santa Sede. A las 10,30 el Santo Padre celebrará la Santa Misa en la basílica de San Pedro.
El Jubileo de los Adolescentes tendrá lugar del 23 al 25 de abril. Prevé, entre otras cosas, una fiesta en el estadio Olímpico de Roma y, al día siguiente, la Santa Misa con el Papa Francisco en la plaza de San Pedro. Esta convocatoria dirigida a los adolescentes servirá de introducción al Jubileo de los Jóvenes, que tendrá lugar con la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, en el mes de julio. No por casualidad el Papa ha querido dedicar un Mensaje específico también a los muchachos, a los que ha explicado que el Año Santo “es una ocasión para descubrir que vivir como hermanos es una gran fiesta, la más hermosa que podamos soñar”. Dirigiendo un pensamiento a quienes sufren en situaciones de guerra, pobreza extrema y abandono, Francisco ha exhortado a los muchachos a no perder la esperanza y a no creer en “las palabras de odio y terror que se repiten a menudo; por el contrario, construid nuevas amistades”.
Los viernes de la Misericordia
Al inicio del Jubileo se había explicado que, durante algunos viernes, el Papa Francisco daría testimonio de los signos concretos de la Misericordia.
Después de haber abierto la Puerta Santa del albergue de Caritas situado junto a la estación Termini de Roma –que desde hace casi treinta años realiza actividades de escucha, acogida, acompañamiento y reinserción social de personas marginadas, ofreciéndoles hospitalidad nocturna y comida caliente– en las semanas pasadas ha visitado “por sorpresa” una casa-familia en la periferia de Roma, donde se alojan unas 30 personas ancianas. Luego ha acudido a Casa Iride, único centro de Europa que acoge a siete personas en estado vegetativo asistidas por sus familiares. Signos de gran valor en favor de la vida humana y de la dignidad de toda persona, sea cual sea el estado en que se encuentre.
Cuando todo se mueve. Joseph Ratzinger en el “Informe sobre la fe”
La historia del Concilio Vaticano II está bastante hecha, con una enorme acumulación de materiales. La historia del posconcilio está sin hacer y es muy difícil, de una complejidad inabarcable.
Juan Luis Lorda·9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 7minutos
El Concilio Vaticano II supuso una renovación profunda para la Iglesia, pero también desató una crisis inesperada. Joseph Ratzinger, en Informe sobre la fe, analizó cómo el entusiasmo inicial dio paso a confusión y tensiones. Este artículo examina con serenidad ese proceso, sus luces y sombras, y la necesidad de un discernimiento fiel a la verdadera intención conciliar.
Es necesario todavía tiempo para que la mirada se serene y también para que aflore a la superficie el material representativo. Además, es necesaria cierta distancia histórica para adquirir objetividad y no convertir la historia en un juicio. Solo se trata de aprender.
La complicación se debe a que pasaron dos cosas a la vez y con dimensiones universales. Fueron años de auténtica renovación y, al mismo tiempo, de auténtica crisis. De renovación profunda y de crisis profunda también. Los fermentos del Concilio deberían haber suscitado una ola de autenticidad, de fidelidad al espíritu y de evangelización. Y la suscitaron. Pero también suscitaron, sorprendentemente, una ola de confusión, de crisis de identidad y de crítica literalmente despiadada. Parece mentira que las dos cosas pudieran darse a la vez; y sin embargo, es exactamente lo que pasó.
La deriva
Por eso, hacen falta dos metáforas para describir el proceso, una feliz y otra infeliz. Para la parte feliz, sirve cualquier metáfora de renovación. Para la infeliz, es más difícil encontrar una imagen adecuada.
Por recoger el famoso título de von Balthasar, la Iglesia hizo un esfuerzo auténtico para derribar sus bastiones. Cambió completamente su actitud apologética, se abrió más al mundo para evangelizarlo, y entonces sucedió algo inesperado. Resultó que los bastiones eran como diques. Y, al abrir brechas, entró mucha más agua de la que se esperaba y todo empezó a moverse. La imagen del flotar parece adecuada, porque las cosas no se movieron con orden y dirección, sino que, sencillamente, se pusieron a la deriva con las enormes inercias propias de una institución tan gigantesca como la Iglesia católica. Y en esa misma medida se volvieron ingobernables.
Con cierta ingenuidad se pensó que bastaba la buena voluntad y unas inspiraciones de fondo para que las cosas llegaran naturalmente al puerto previsto. Por eso, al principio y desde altas instancias se metió cierta prisa. También se alentó la creatividad y espontaneidad. Y, muy pronto, las autoridades intermedias se inhibieron o se vieron desbordadas por la iniciativa de los sectores más jóvenes o más sensibilizados.
Todos los aspectos de la vida de la Iglesia, reclamados por la puesta al día posconciliar, se empezaron a mover: lo mismo la catequesis que la enseñanza de la teología, las celebraciones litúrgicas, la disciplina del clero, de los seminarios y de las órdenes y congregaciones religiosas. Primero se movieron lentamente, como soltando amarras y desprendiéndose alegremente de viejas trabas. Pronto los procesos se aceleraron y desbordaron los cauces previstos.
Una grave cuestión pastoral
El clima vivido en el seno del Concilio, que fue de comunión eclesial, no logró expandirse serenamente por la Iglesia. Y el mensaje del Concilio tampoco se expandió con los acentos y subrayados que los Padres conciliares habían señalado. Aquella enorme asamblea conciliar, con sus inevitables ritmos lentos en la discusión y toma de decisiones, quedó rápidamente sobrepasada por la iniciativa de minorías, generalmente jóvenes, que se empeñaron en aplicar inmediatamente los supuestos deseos del Concilio según la idea que se habían hecho de ellos.
¿Cómo se habían hecho esa idea? Esa pregunta es la clave de la cuestión. Sin duda, influyeron mucho los medios de comunicación, que informaron en directo sobre el Concilio y transmitieron una imagen y unas prioridades de acuerdo con su propio modo de entender las cosas y sus propias expectativas. También influyeron algunos expertos que lograron aparecer como los auténticos depositarios del espíritu del Concilio, a veces, independientemente y por encima de la letra de los documentos y del espíritu de los que lo hicieron realmente.
Paradójicamente el Concilio, que quería ser pastoral, tuvo este enorme e inesperado problema pastoral. El mensaje no se transmitió por los cauces propios del gobierno de la Iglesia, más bien lentos, sino por los rápidos cauces de la comunicación general y de las revistas eclesiásticas. Y, de esa manera, llegó completamente transformado, incluso antes de que se aprobaran los documentos y, por supuesto, mucho antes de que se generaran las normativas oficiales para aplicarlos. Lo que se suponía que quería el Concilio se empezó aplicar inmediatamente y se quiso realizar inmediatamente la utopía.
Informe sobre la fe
Los efectos de la deriva son conocidos y no es necesario insistir: pronto se produjeron numerosas crisis personales en sacerdotes y religiosos. Se secularizaron o se cerraron universidades, colegios y hospitales católicos. En los movimientos apostólicos se originó una especie de desbandada. Y la práctica religiosa descendió notablemente en todos los países de Europa, empezando por Holanda.
En 1985, en una famosa entrevista con el periodista italiano Vittorio Messori, titulada Informe sobre la fe, el entonces cardenal Joseph Ratzinger decía: “Resulta incontestable que los últimos veinte años han sido decisivamente desfavorables para la Iglesia católica. Los resultados que han seguido al Concilio parecen oponerse cruelmente a las esperanzas de todos, comenzando por las del Papa Juan XXIII y, después, las de Pablo VI. Los cristianos son de nuevo minoría, más que en ninguna otra época desde finales de la antigüedad”.
Las grandes esperanzas y horizontes abiertos por el Concilio Vaticano II dieron paso a una insatisfacción aguda y a una crítica amarga, tanto de los sectores que esperaban mucho más como de los que se quejaban de los cambios; y esto provocó mucha desunión.
Sigue el cardenal Ratzinger: “Los Papas y los Padres conciliares esperaban una nueva unidad católica y ha sobrevenido una división tal que –en palabras de Pablo VI– se ha pasado de la autocrítica a la autodestrucción. Se esperaba un nuevo entusiasmo, y se ha terminado con demasiada frecuencia en el hastío y en el desaliento. Esperábamos un salto hacia delante, y nos hemos encontrado ante un proceso progresivo de decadencia que se ha desarrollado en buena medida bajo el signo de un presunto ‘espíritu del Concilio’, provocando de este modo su descrédito”.
En aquella entrevista, realizada durante su breve descanso veraniego en el seminario de Bressanone, el cardenal Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hizo uno de los discernimientos más agudos sobre la crisis, que todavía se lee con provecho. En su día causó cierta incomodidad, pero quedará como un libro representativo de una época.
Necesidad de discernir
¿Dónde estaba el mal? ¿Por qué no se habían producido los frutos esperados? Es difícil valorarlo. Y también es difícil saber si la crisis se hubiera producido de todas formas, con los enormes cambios sociológicos del desarrollo económico y, especialmente, con la irrupción de la televisión en todos los hogares, auténtica revolución cultural y de costumbres, reto ante el que la evangelización de la Iglesia no estaba y en gran parte no está todavía preparada.
Quizá hubiera sido preferible un tempus más lento y una aplicación más gradual. Las instituciones que se impusieron calma atravesaron mejor el temporal, lo mismo que las diócesis y los países donde, por diversos motivos, la aplicación se ralentizó. Especialmente los países del Este, que no estaban para experimentos, y muchos países de África y Latinoamérica, donde los imperativos pastorales de cada día y la escasez de clero exigían mucho realismo.
Pero hay que ser claros. Como decía el cardenal Ratzinger: “En sus expresiones oficiales, en sus documentos auténticos, el Vaticano II no puede considerarse responsable de una evolución que –muy al contrario– contradice radicalmente tanto la letra como el espíritu de los padres conciliares”.
El examen de conciencia de Tertio millennio adveniente
Juan Pablo II quiso hacer un primer balance al cumplirse los veinte años de la clausura del Concilio y reunió un Sínodo extraordinario (1985). Y, al acercarse el fin del milenio, quiso destacar la importancia que tenía para la Iglesia el Concilio Vaticano II y, al mismo tiempo, lo que quedaba pendiente. La Carta apostólica Tertio millennio adveniente hacía un resumen de las aportaciones del Concilio.
“En la Asamblea conciliar, la Iglesia, queriendo ser plenamente fiel a su Maestro, se planteó su propia identidad, descubriendo la profundidad de su misterio de Cuerpo y Esposa de Cristo. Poniéndose en dócil escucha de la Palabra de Dios, confirmó la vocación universal a la santidad; dispuso la reforma de la liturgia, ‘fuente y culmen’ de su vida; impulsó la renovación de muchos aspectos de su existencia tanto a nivel universal como al de las Iglesias locales; se empeñó en la promoción de las distintas vocaciones cristianas: la de los laicos y la de los religiosos, el ministerio de los diáconos, el de los sacerdotes y el de los Obispos; redescubrió, en particular, la colegialidad episcopal, expresión privilegiada del servicio pastoral desempeñado por los Obispos en comunión con el Sucesor de Pedro. Sobre la base de esta profunda renovación se abrió a los cristianos de otras Confesiones, a los seguidores de otras religiones, a todos los hombres de nuestro tiempo. En ningún otro concilio se habló con tanta claridad de la unidad de los cristianos, del diálogo con las religiones no cristianas, del significado específico de la Antigua Alianza y de Israel, de la dignidad de la conciencia personal, del principio de libertad religiosa, de las diversas tradiciones culturales dentro de las que la Iglesia lleva a cabo su mandato misionero, de los medios de comunicación social” (Tertio millennio adveniente, n. 19).
Cuatro preguntas para discernir
Entre los temas que le parecían merecer un examen, señalaba: “El examen de conciencia debe mirar también la recepción del concilio, este gran don del Espíritu a la Iglesia al final del segundo milenio” (n. 36). Y hacía cuatro preguntas más concretas, que recorren las grandes encíclicas conciliares y señalan los puntos más significativos, según la mente del Papa Juan Pablo II.
-“¿En qué medida la Palabra de Dios ha llegado a ser plenamente el alma de la teología y la inspiradora de toda la existencia cristiana, como pedía la Dei Verbum?”;
–“¿Se vive la liturgia como ‘fuente y culmen’ de la vida eclesial, según las enseñanzas de la Sacrosanctum Concilium?”;
–“¿Se consolida, en la Iglesia universal y en las Iglesias particulares, la eclesiología de comunión de la Lumen gentium, dando espacio a los carismas, los ministerios, las varias formas de participación del Pueblo de Dios, aunque sin admitir un democraticismo y un sociologismo que no reflejan la visión católica de la Iglesia y el auténtico espíritu del Vaticano II?”;
–“Un interrogante fundamental debe también plantearse sobre el estilo de las relaciones entre la Iglesia y el mundo. Las directrices conciliares –presentes en la Gaudium et spes y en otros documentos– de un diálogo abierto, respetuoso y cordial, acompañado sin embargo por un atento discernimiento y por el valiente testimonio de la verdad, siguen siendo válidas y nos llaman a un compromiso ulterior” (n. 36).
Con la letra y el espíritu del Concilio
Por su parte, en Informe sobre la fe, el cardenal Ratzinger aconsejaba: “La lectura de la letra de los documentos nos hará descubrir de nuevo su verdadero espíritu. Si se descubren en esta su verdad, estos grandes documentos nos permitirán comprender lo que ha sucedido y reaccionar con nuevo vigor. Lo repito: el católico que con lucidez y, por lo tanto, con sufrimiento, ve los problemas producidos en su Iglesia por las deformaciones del Vaticano II, debe encontrar en este mismo Vaticano II la posibilidad de un nuevo comienzo. El Concilio es suyo; no de aquellos que –no por casualidad– ya no saben qué hacer con el Vaticano II”.
Los tiempos de crisis aguda felizmente han pasado y se han convertido en tiempos de Nueva Evangelización, deseada por el Concilio, propuesta en esos términos por san Juan Pablo II, alentada por Benedicto XVI y encauzada hoy por el Papa Francisco. Mucho se debe a la acción del Papa Juan Pablo II; y también al discernimiento que hizo su sucesor, Benedicto XVI. Entretanto, Informe sobre la fe forma parte de la historia.
Un balance ecuménico a los 50 años de la Unitatis redintegratio
Concluida la semana de oración por la unidad de los cristianos, un balance del momento ecuménico actual muestra el crecimiento de evangélicos y pentecostales, y la ocasión que brindará en 2017 el quinto centenario de la ruptura de Lutero para el diálogo con los protestantes.
9 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
Acaban de cumplirse 50 años del decreto de ecumenismo del Concilio Vaticano II Unitatis redintegratio, y tal vez sea una buena ocasión para hacer un balance del momento que vivimos, tal como hizo en primavera el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, en el Centro Ecuménico Padre Congar de Valencia.
La historia reciente es larga. Tras los acercamientos a cristianos de otras confesiones por parte de los Papas del siglo XIX, el movimiento ecuménico surgido sobre todo entre los protestantes dio sus frutos: el concilio lo calificó como consecuencia de la “acción del Espíritu Santo”. Juan XXIII quiso un concilio para promover la reforma y la unidad de la Iglesia, Pablo VI continuó en esta dirección y el decreto de ecumenismo estableció los “principios católicos”. Es decir, la unidad entre ecumenismo y eclesiología: Unitatis redintegratio se encuentra unido a la Constitución Lumen gentium y al decreto Orientalium Ecclesiarum. De esta forma, los parámetros del diálogo ecuménico quedan expuestos con total claridad.
El Vaticano II enseñó que existen “elementos de eclesialidad” en otros cristianos no católicos, pero a la vez que la Iglesia de Cristo “subsiste” en la Iglesia católica (LG 8; UR 4.5). Unitatis redintegratio describe magistralmente la situación eclesiológica de los distintos cristianos que no están unidos a Roma. Por un lado, considera verdaderas Iglesias (particulares) a las Iglesias de oriente que no reconocen el primado del Papa, y admira su tradición espiritual y litúrgica. Por otro lado, aprecia el amor a la Escritura de los protestantes, pero advierte que han perdido la sucesión apostólica y, con ella, la mayoría de los sacramentos (UR 22). Por eso reciben el nombre de “comunidades eclesiales”. En este caso, tendrían pendiente resolver no solo lo que se refiere al primado, sino también al episcopado. A la vez, propone la búsqueda de la comunión en la colaboración y cooperación sociales, en el diálogo teológico y en la oración y la conversión, verdaderos motores del diálogo ecuménico. Son estas las tres dimensiones en las que ha de desarrollarse todo ecumenismo.
Juan Pablo II ratificó estos principios en la encíclica Ut unum sint (1995) y mostró la cercanía a Roma de las Iglesias orientales, tanto católicas como ortodoxas. La Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación (1999) supuso un hito y un punto de partida para el diálogo teológico no solo con luteranos y metodistas (que la han suscrito), sino también con reformados. Benedicto XVI promovió el diálogo teológico con ortodoxos en el Documento de Rávena (2007), que estudió el modo de ejercer el primado tal como fue vivido en el primer milenio de la cristiandad, cuando todos los cristianos estaban todavía unidos. La defensa de la creación y del medio ambiente ha sido también un buen punto de encuentro entre los distintos cristianos, si bien debe llegar también a cuestiones morales y bioéticas. Con el motu proprio Anglicanorum coetibus (2009), el actual Papa emérito apuntó una posible vía de solución a la cuestión de defectus ordinis para las comunidades eclesiales que, por distintos motivos, hayan podido perder la sucesión apostólica. A la vez, quedaba sentada la necesidad de la comunión en la fe como paso previo a la unidad visible.
Con la llegada del nuevo milenio y de la globalización, el mapa ecuménico está cambiando. La Iglesia ha pasado de ser predominantemente eurocéntrica a “mundocéntrica”. Además, el rápido crecimiento de evangélicos y pentecostales ha obligado a la Iglesia católica a entablar conversaciones también con ellos. Por otra parte, el “ecumenismo de la sangre” –tal como lo ha llamado el Papa Francisco– ha planteado ciertas urgencias y cuestiones distintas a las planteadas anteriormente. Siguen siendo necesarias las tres dimensiones del diálogo: el llamado ecumenismo de las manos, de la cabeza y del corazón, esto es, en cuestiones de cooperación y justicia social, en el diálogo teológico, y en la promoción de la oración y la propia conversión. En los últimos tiempos, y en preparación al quinto centenario de la ruptura de Lutero con la Iglesia católica en 2017, se ha hablado de la necesidad de una Declaración conjunta en torno a los mencionados temas de la Eucaristía, el ministerio y la eclesiología.
Frente a un ecumenismo practicado en el pasado, donde la indiferenciación eclesiológica primaba sobre los demás principios (como en la Concordia de Leuenberg de 1973), es propuesta ahora una “diversidad reconciliada”, donde cada uno sabe dónde se encuentra respecto a los demás, a la vez que promueve el diálogo en el amor y la verdad. Los gestos y declaraciones de cercanía entre distintas confesiones cristianas se están convirtiendo en una feliz rutina. Al igual que sus predecesores, el Papa Francisco está demostrando que el ecumenismo constituye una de las prioridades de su pontificado. Tras el camino recorrido juntos, con la claridad de ideas aportadas por el concilio, el ardor misionero del pontificado actual, el testimonio de los mártires de todas confesiones y –sobre todo– con la acción del Espíritu, tal vez podrían venir interesantes novedades ecuménicas en los próximos años. Un verdadero momento ecuménico.
Por los caminos de Soria con el estandarte de la misericordia
Un grupo de peregrinos recorren los caminos de Osma-Soria portando un estandarte de la misericordia, para hacer presente a todos la bondad de Dios en este año jubilar. Una iniciativa singular, que estimula a abrirse a la misericordia divina y a dejarse cambiar por ella.
P. Rubén Tejedor Montón·7 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 5minutos
Un grupo de peregrinos recorren los caminos de Osma – Soria portando un estandarte de la misericordia, para hacer presente a todos la bondad de Dios en este año jubilar. Una iniciativa singular, que estimula a abrirse a la misericordia divina y a dejarse cambiar por ella.
Durante cuarenta años, el pueblo de Israel, arrancado de la esclavitud del faraón, se encaminó hacia la tierra prometida por Dios. En medio de sus luces y sombras, de sus pecados y heroicas gestas, los israelitas sintieron como ningún otro pueblo “la entrañable misericordia de nuestro Dios” (Lc 1, 78). Desde el principio, los cristianos tuvieron conciencia de ser el nuevo pueblo anunciado por los profetas. Así, lo que se dijo de Israel en el pasado, se dice ahora de la Iglesia: Pueblo de Dios (Tt 2, 14; cfr. Dt 7, 6), raza elegida, nación santa, pueblo adquirido (1 P 2, 9; cfr. Ex 19, 5; Is 43, 20-21), esposa del Señor (Ef 5, 25; Ap 19, 7; 21, 2).
Un nuevo pueblo que experimenta, ahora para siempre en virtud de la Sangre del Cordero derramada en la Cruz, que Jesucristo, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). “El amor de Dios se hizo visible y tangible en la vida de Cristo Jesús. Su Persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona gratuitamente. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión”, ha escrito el Papa al convocar el Año Santo de la misericordia (Misericordiae Vultus 8).
En estos antecedentes bebe la hermosa iniciativa que, desde nuestra diócesis de Osma-Soria, hemos puesto en marcha para este Año Santo de la misericordia. Nuestro Obispo, Mons. Gerardo Melgar Viciosa, nos ha pedido que vayamos “al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios” pues “a todos, creyentes y lejanos, debe llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros” (MV 5). Así nace la peregrinación diocesana del estandarte de la misericordia que, durante todo el Jubileo, recorrerá las tierras sorianas llevando el mensaje de esta Iglesia particular que “quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella” (MV 3).
600 kilómetros en 45 etapas
Se trata de un jirón procesional con la imagen de la Divina Misericordia y la frase “Jesús, en Ti confío”, que recorrerá a pie toda la diócesis oxomense-soriana hasta el mes de noviembre de 2016. En total serán más de 600 kilómetros de recorrido en 45 etapas, mediante las cuales la Iglesia que peregrina en estas tierras castellanas quiere recordar a todos “la infinita misericordia de Dios que no se cansa de perdonar”, como ha afirmado Ángel Hernández Ayllón, vicario episcopal de pastoral, que está coordinando esta iniciativa. Durante estos meses, en las localidades donde sea posible, se está invitando a que sean especialmente los jóvenes los que peregrinen con el estandarte. Así, medio centenar de parroquias y algunos santuarios diocesanos recibirán a los peregrinos que culminarán su peregrinación en la Villa episcopal de El Burgo de Osma tras haber recorrido todos los arciprestazgos de la diócesis.
Durante todo el Año, a semejanza de la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto, guiados por la columna de nube y fuego (cfr. Ex 13, 21), queremos ofrecer a toda la diócesis la guía extraordinaria de la misericordia divina que nos permite adentrarnos en el nuevo Mar Rojo, el océano de misericordia que nace del Corazón de Cristo, donde renacer cada día.
Recordar que Dios derrocha misericordia
La parroquia de Ágreda, en la víspera de la inauguración del Año Santo, recibió en el Monasterio de las Madres Concepcionistas el estandarte de la misericordia que permaneció en la localidad hasta el 12 de diciembre. Ese día, el primer de la peregrinación, se llevó hasta la vecina localidad de Ólvega. El grupo partió desde el templo parroquial pasadas las 10 de la mañana, tras haber tenido una oración de bendición y envío. Medio centenar de niños, adolescentes y adultos, con uno de los párrocos de Ágreda al frente, el joven sacerdote Pedro L. Andaluz Andrés, recorrieron rezando el Santo Rosario los casi 11 kilómetros que separan Ágreda de Ólvega; “Fue emotivo ofrecer cada misterio, desgranar las avemarías y las letanías a la Virgen dándole gracias a Dios por su amor misericordioso”. En la puerta de la parroquia olvegueña fueron recibidos por el párroco, Jesús F. Hernández Peña, y numerosos fieles. En palabras de los asistentes, la experiencia fue “preciosa, muy emotiva, y nos preparó el corazón para acoger el amor de Dios” en las cercanas fiestas navideñas.
El esquema de cada etapa de la peregrinación es similar: oración para preparar los corazones marcando el sentido de la etapa antes de comenzar a caminar; parada, a mitad del camino para descansar, compartir impresiones y tomar un sencillo refrigerio; seguido del rezo del Santo Rosario que prepara la llegada al destino donde, siempre con los sacerdotes respectivos a la cabeza, los fieles de la parroquia reciben a los peregrinos y se unen en oración de acción de gracias a Dios “porque es eterna su misericordia” (Sal 136).
En nuestra diócesis hemos sentido en lo más hondo del corazón las palabras del Papa Francisco que nos recuerda cómo “la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” y nos exhorta a que “todo en su acción pastoral esté revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia” (MV 10).
Fruto de este deseo de recordar a nuestras gentes la presencia real de Dios en medio de nosotros, de ese Dios que mira a todos con amor (cfr. MV 8) y que siempre está dispuesto a derrochar su misericordia, ha nacido esta peregrinación.
En este Año Santo se nos invita a peregrinar a las Puertas Santas abiertas en la catedral de El Burgo de Osma y en la concatedral de San Pedro. Pero la Puerta Santa por excelencia, la del Corazón de Cristo abierto para todos y que muchos no conocen ni han atravesado jamás, nunca se cierra. Ni siquiera cuando acabe este tiempo de gracia y bendición que Dios ha regalado a su Iglesia. Muchos ni siquiera han oído hablar de ella. Muchos nunca han recibido la admirable y maravillosa noticia, corazón del Evangelio, de que Dios sale a buscar a todos sin excluir a nadie.
Por tanto, queremos que todos, incluso los más alejados, los más pecadores, por medio de este sencillo gesto de la peregrinación del estandarte puedan escuchar que “¡éste es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Éste es el tiempo para dejarse tocar el corazón” (MV 19). Así como los israelitas, amenazados de muerte por la picadura de las serpientes, quedaban curados al mirar el estandarte realizado por Moisés (cfr. Num 21, 4-9), así queremos que toda nuestra tierra soriana, tantas veces asolada por el salitre del pecado, quede sanada al contemplar la misericordia divina.
“La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es ‘viator’, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada […]; cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación. Esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio”, ha escrito el Papa (MV 14).
La peregrinación del estandarte quiere ser estímulo para la conversión; de este modo queremos que muchos se dejen abrazar por la misericordia de Dios y se comprometen a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con cada uno de nosotros.
El autorP. Rubén Tejedor Montón
Delegado episcopal de Medios de Comunicación Social (diócesis de Osma-Burgos).
Frente al aparente choque entre islam y occidente, el Papa llama a la fraternidad entre cristianos y musulmanes como camino para llegar a la paz. Así lo ha repetido en África.
27 de enero de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
“Cristianos y musulmanes somos hermanos”. Estas palabras de Francisco se han impuesto como una de las frases señeras de un viaje apostólico a África que ha logrado una vez más transformar completamente la geografía y situar la periferia en el centro del mundo. Un mensaje con un núcleo espiritual y también una provocación concreta sobre uno de los aspectos más complejos del cambio en que estamos inmersos: la relación entre cristianos y musulmanes. Una relación de parentesco, de fraternidad, para Francisco; pero que traiciona el terrorismo de matriz islamista que ha ensangrentado Europa. Nos hace preguntarnos por qué también se matan entre hermanos cuando no se reconocen hijos del mismo padre. La revolución francesa se revistió de la fraternité como de una eficaz bandera, pero en nombre de ella tantos hermanos acabaron en la guillotina.
La fraternidad que conduce a la paz invocada tan frecuentemente en tierras africanas por el Papa Francisco es, por el contrario, completamente distinta. Nace de reconocer en el otro, a uno que me conviene porque me aporta algo bueno. Exactamente lo contrario de la convicción que arma a los yijadistas, a los que impulsa a la búsqueda de una utopía violenta: imaginan un mundo exento de toda diversidad, porque dejan vivir sólo al que es idéntico a su idea sobre cómo se debe vivir. No admite la alteridad. Por ella quizá, si no se nace hermano, se podría llegar a serlo. Así lo testimonia quien educa en varios niveles: se llega a ser hermano o hermana, se descubre que hay algo de bueno para mí en el que está delante, por una educación paciente y audaz, que no es sinónimo de “instrucción”. Si aprender a leer y a hacer cuentas es fundamental, la educación útil de verdad es la integral: prevé el cuidado de la persona que pide ser acompañada a descubrir el gusto de vivir en plenitud, de emprender un camino con otros más allá de los confines de la tribu, de entrar en relación, confiarse y arriesgarse.
Licenciada en Letras Clásicas y doctora en Sociología de la Comunicación. Directora de Comunicación de la Fundación AVSI, con sede en Milán, dedicada a la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria en todo el mundo. Ha recibido varios premios por su actividad periodística.
Javier Anleu escribió en 2005 una serie de correos a Juan Pablo II. Tenía nueve años. Sus palabras confortaron al Papa en sus últimos días de vida.
Juan Bautista Robledillo·27 de enero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
Me he encontrado con una historia que contiene un fuerte mensaje muy apropiado para el Año de la Misericordia. Se trata del testimonio de un niño, Javier Anleu, cuyas palabras, escritas en una serie de correos enviados por él y su hermana a Juan Pablo II, confortaron al Papa en sus últimos días. Cuenta la madre de Javier que Juan Pablo II preguntaba a menudo si había llegado algún nuevo correo de sus “amiguitos de Guatemala”. El testimonio de este niño, ahora ya un joven, es un claro ejemplo del cariño que necesitan los enfermos. Este es el relato personal del protagonista:
“Mi nombre es Javier Anleu, y en el año 2005 tuve una de las experiencias que más me han marcado en mi vida: le escribí correos al que ahora es un santo, a Juan Pablo II. Tenía yo nueve años cuando Juan Pablo II fue hospitalizado del 1 al 10 de febrero del 2005. Como cualquier niño católico rezaba mucho por la salud del Papa.
Lo encomendábamos en casa con mis papás y mi hermana, y también en el colegio en la oración de las mañanas. Un día, con toda la inocencia de niño, le dije a mi mamá que le quería escribir al Papa. Mi mamá le comentó esto a su papá (mi abuelo materno) y él, entre sus amigos sacerdotes y religiosos, logró conseguir un correo y se lo dio a mi mamá. No sabíamos si éste correo era realmente el del Papa, pero mi hermana mayor, que en aquel entonces tenía doce años, y yo empezamos a escribirle. Mi hermana era muy formal al escribirle y se refería a Juan Pablo II como ‘Su Santidad’ y le trataba de ‘Usted’. Yo por otro lado, por ser un niño, le trataba como a un amigo y me dirigía a él como ‘Juan Pablo’ y hasta llegaba a tratarle de ‘tú’. Antes de mandar el primer correo mi mamá se escandalizó de la manera como yo le trataba, pero mi padre la tranquilizó diciéndole ‘estos correos nunca le van a llegar al Santo Padre. Deja que le escriba como si fuera un amigo de él’.
En las siguientes dos semanas le escribimos unos tres correos diciéndole que estábamos rezando por él. El 25 de febrero Juan Pablo II tuvo que ser operado de una traqueotomía y esto nos afectó mucho a mi hermana y a mí.
Cuando tenía cinco meses, mi abuela materna sufrió dos derrames cerebrales y quedó físicamente muy limitada; jamás recuperó la deglución, así que no puede hablar ni comer. Yo he vivido con el ejemplo de lucha de mi abuela y vi a lo largo de mi infancia cómo ella volvió a ser feliz aunque no puede hablar ni comer.
Creo que por eso me sentí tan identificado con Juan Pablo II, y a partir del 25 de febrero le escribía cada dos días. Le relaté la historia de mi abuela y cómo ella había superado la frustración de estar limitada físicamente, y le conté que ella era otra vez feliz. Mis mensajes al Papa eran de ánimo; yo quería convencerle de que se podía ser feliz aunque se tuvieran limitaciones. Cada vez que le escribía le decía lo mucho que le quería.
La última vez que vi a Juan Pablo II en la televisión fue el domingo de Resurrección, cuando salió a dar la bendición Urbi et orbi, cuando intentó hablar y no le salían las palabras. Ese momento me conmovió tanto que me eché a llorar. Le escribí contándole que lo había visto y diciéndole que entendía cómo se sentía; que yo seguía rezando mucho por él. Luego, el 2 de abril Juan Pablo II muere y mi tristeza fue enorme. Se había muerto un amigo mío.
Pasaron los días y a principios de mayo mi mamá recibió un correo de la Nunciatura Apostólica de Guatemala pidiendo que se pusiera en contacto con ellos. Cuando ella se presentó como mi madre, la secretaria de la Nunciatura sabía quiénes éramos mi hermana y yo. El nuncio apostólico de Guatemala, en ese entonces Monseñor Bruno Musaró, nos quería ver el 9 de mayo. No nos dieron ninguna explicación. Asistimos a la cita y el señor nuncio nos contó que Juan Pablo II había leído todos nuestros correos y se refería a nosotros como sus ‘amiguitos de Guatemala’. Nos entregó también un retrato del Papa y un rosario bendecidos por Juan Pablo II antes de su muerte. El retrato tenía la fecha del domingo de Pascua, 27 de marzo del 2005, y en él nos impartió la bendición apostólica.
Nunca imaginé que Juan Pablo II hubiera leído todos mis correos. La satisfacción más grande me llegó cuando el señor nuncio me comentó que aun cuando Juan Pablo II no podía hablar o estaba muy débil, su secretario le leía los correos, y que mi correo del 25 de febrero le había conmovido mucho al sentir que un niño guatemalteco de 9 años le estaba ayudando a pasar por sus momentos difíciles”.
El Arzobispado de Madrid suprime las tasas judiciales
La archidiócesis de Madrid ofrece también a quienes inician una causa de nulidad la posibilidad de asistencia jurídica gratuita.
Diego Pacheco·27 de enero de 2016·Tiempo de lectura: 2minutos
En plena sintonía con el deseo expresado en varias ocasiones por el Papa Francisco y sentando un claro precedente, el arzobispado de Madrid, con su arzobispo, Mons. Carlos Osoro, ha decidido iniciar la senda de la gratuidad de los procesos de nulidad matrimoniales –cuyo coste a veces ha escandalizado, un tanto injustamente, a algunos– y ha decidido suprimir todas las tasas judiciales que se perciben en el tribunal eclesiástico de Madrid para cubrir los gastos del proceso canónico que siguen las causas de declaración de nulidad matrimonial.
Mons. Osoro leyó al término de la Misa oficiada en la catedral de la Almudena con motivo de la Inmaculada Concepción el decreto que aplica en la archidiócesis el “motu proprio Mitis Iudex Dominus Iesus”, por el que el Papa Francisco aprobó el 8 de septiembre la reforma del proceso de nulidad matrimonial.
El decreto del arzobispo de Madrid dispone no sólo la supresión de todas las tasas judiciales en el Tribunal Eclesiástico Metropolitano de Madrid, sino también que se ofrezca a quienes acudan al tribunal la posibilidad de estar asistido en el proceso gratuitamente por un abogado. Eso sí, “quienes, no obstante, prefieran la asistencia particular de otro abogado, podrán hacerlo libremente, ateniéndose a las prescripciones vigentes en el Tribunal Eclesiástico Metropolitano de Madrid.Estos abogados particulares, para ser admitidos en el proceso, deberán estar incluidos en el elenco de letrados del tribunal, estar en posesión de una adecuada formación en Derecho Canónico, debidamente acreditada, preferentemente licenciatura o doctorado en Derecho Canónico, y sus emolumentos no deberían ser superiores a 2.500 € en el proceso ordinario y 1.000 € en el proceso más breve”.
Esta decisión del arzobispo de Madrid se complementa con la de invitar a quienes utilicen los servicios del Tribunal eclesiástico a ofrecer un donativo para colaborar así a su sí al sostenimiento. También los obispos de la provincia eclesiástica de Santiago subrayaron el 11 de diciembre la necesidad de eliminar los obstáculos que puedan encontrar los fieles para acceder a los tribunales de la Iglesia. Y recordaron que en las diócesis gallegas se concede la gratuidad total o la reducción de tasas en los procesos de nulidad (en proporción que oscila desde el 25 al 75 %) atendiendo a la situación económica de las partes.
Nueva vía de solución al litigio de los “bienes de la Franja”
El nuevo íter viene dado porque la ejecución de las sentencias de la Signatura Apostólica son ya competencia de la Congregación para los Obispos.
Diego Pacheco·27 de enero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
Jorge Español, abogado de los ayuntamientos altoaragoneses de Berbegal, Peralta de Alcofea y Villanueva de Sijena, ha asegurado que, a tenor de las últimas noticias procedentes de la Santa Sede, parece que “en Roma se quiere dejar solucionado de una vez y para siempre” el contencioso sobre la devolución a las parroquias aragonesas de los denominados “bienes de la franja”. Se trata de113 piezas de arte quepertenecieron a la diócesis de Lérida hasta 1995, cuando se revisaron los límites episcopales y esas parroquias pasaron a depender de las demarcaciones aragonesas. Luego, en 1999 esas piezas quedarían depositadas en el Museo Diocesano y Comarcal de Lérida bajo la tutela de un patronato del que forman parte la Generalitat de Cataluña y otras instituciones catalanas.
Una sentencia en firme de la Signatura Apostólica en 2005 impuso la devolución de esas obras a las diócesis aragonesas, pero como su ejecución se viene demorando hasta la fecha, el alto tribunal eclesiástico ha abierto ahora una nueva vía canónica para resolver la cuestión: que la Congregación para los Obispos sea la que ejecute el fallo.
Esta nueva vía de solución se ha abierto según se afirma en una carta recibida por Español el 20 de noviembre y que viene firmada por Mons. Ilson de Jesús Montanari, secretario de la Congregación para los Obispos. En ella se señala que la ejecución de las sentencias y decretos del supremo tribunal vaticano en relación a los bienes de las parroquias “son ya competencia de la Congregación para los Obispos”. Mons. Montanari también envía una relación con los nombres y direcciones de dieciséis abogados canonistas autorizados para ejercer a través de esa nueva vía canónica.
Tras recibir esa misiva, Jorge Español acordó con la consejera de Educación y Cultura del gobierno aragonés, Mayte Pérez, convocar una reunión con los obispos de Barbastro-Monzón y Huesca para solicitarles que inicien esa nueva vía canónica y reclamen la ejecución de la sentencia de 2005.
La carta de Mons. Montanari es respuesta a la denuncia presentada por el letrado por la utilización de algunas de las piezas de la franja en una exposición. En esa denuncia también se decía que el ingreso del obispado de Lérida en el consorcio museístico citado se produjo de forma indebida.
Obispo de Barbastro-Monzón
Poco después de abrirse esta nueva vía de solución al conflicto, el obispo de Barbastro-Monzón, Mons. Ángel Pérez-Pueyo, ha asegurado que ya ha dado todos los pasos necesarios para que la diócesis de Lérida devuelva los bienes histórico-artísticos de las parroquias de la zona oriental de Aragón: “Me he dirigido a todos y cada uno de los entes y de las personas que entendía podrían ayudar y hacer converger todas las sinergias para que los bienes, que son propiedad de esta diócesis, puedan realmente ser devueltos”.
También ha señalado que coincidió con el obispo de Lérida, Mons. Salvador Giménez, en la última Asamblea Plenaria de la CEE, y que la relación de ambos es cordial. “Entre nosotros no va a haber ninguna dificultad, pero tendrá que haber una instancia superior que sea la que dé la orden de que se ejecute la sentencia, que ya es favorable a nosotros”.
Estamos en esa línea de buscar los cauces de convergencia para que se ejecute la sentencia”, comentó.
En otro orden de cosas, algunos han resaltado como circunstancia providencial en el caso que Mons. Juan José Omella, ahora arzobispo electo de Barcelona y miembro de la Congregación de Obispos, fuera también hace años obispo de Barbastro, lo cual le permite contemplar este contencioso desde ambas perspectivas: la aragonesa y la catalana.
A la espera de su devolución, los bienes de la franja siguen en el Museo Diocesano y Comarcal de Lérida.
Plan Pastoral 2016-2020 de la CEE. Para poner a la Iglesia en estado de misión
Los obispos quieren aprovechar el nuevo Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española para poner a la Iglesia en estado permanente de misión.
Enrique Carlier·27 de enero de 2016·Tiempo de lectura: 3minutos
A través del nuevo Plan Pastoral del que se ha dotado la Conferencia Episcopal Española (CEE), que viene explicado en un texto titulado “Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo”, los obispos españoles van a impulsar en los próximos cinco años (2016-2020) una auténtica y permanente transformación misionera de la Iglesia en España. Quieren, además, que la CEE sea instrumento para que las Iglesias particulares de España se constituyan en esa “Iglesia en salida” que propone el Papa Francisco en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium. Por eso, el episcopado español ha decidido que la CEE, este órgano de comunión y coordinación de los obispos de la región eclesiástica española, pase en 2016 –precisamente cuando cumple 50 años de existencia– por una especie de ITV o revisión misionera.
Mons. Juan José Omella, arzobispo electo de Barcelona, insistió en la presentación del nuevo Plan Pastoral que se trata de “coger a la Iglesia en España, darle el impulso evangelizador que quiere el Papa y ponerla en estado permanente de misión”. Advirtió también que el objetivo “no era diseñar la estrategia de la CEE para tratar de imponer el catolicismo en nuestra sociedad”, sino “compartir con todos el gozo del Evangelio”.
Mirada compasiva a la realidad
El texto de presentación del Plan describe en su primera parte la mentalidad más extendida hoy en la sociedad española. Ahí los obispos ofrecen un diagnóstico bastante realista y crudo sobre la situación socio-cultural de España. Destacan como rasgos más característicos la poca valoración social de lo religioso; la exaltación de la libertad y del bienestar material por encima de todo; el predominio de una cultura secularista, que se plasma en una aconfesionalidad del Estado entendida hoy como laicismo; el predominio de un gran subjetivismo y relativismo que olvida a Dios y oscurece la conciencia personal ante las cuestiones trascendentales; y, como consecuencia, la aceptación de una cultura del “todo vale”, donde el hombre se convierte en medida de todas las cosas, deforma las normas morales y todo lo juzga en función de sus intereses.
“Lamentamos estos males de la sociedad, pero ni somos ni queremos ser profetas de calamidades; por eso llamamos a la conversión, con realismo y confianza. Queremos cambio y regeneración; no sólo de los métodos, sino también de las actitudes”, señaló Mons. González Montes, obispo de Almería, al desarrollar esta parte del texto del Plan Pastoral. Animó luego a “convertir esas dificultades en oportunidades para un mayor vigor apostólico” y, como sugiere el Papa Francisco, a “proponer la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Cristo, muerto y resucitado”.
Cinco etapas
Mons. Ginés García Beltrán comentó la segunda parte del Plan Pastoral en el que se ofrecen propuestas concretas y se baja al terreno práctico de lo que se va a hacer en estos cinco años a través de los diversos organismos y actividades de la CEE.
El Plan, que tendrá cinco etapas –una para cada uno de los próximos años–, dará comienzo con una jornada de ayuno y oración el 22 de enero. A ella está convocado todo el episcopado español para hacer examen de su responsabilidad en la tarea evangelizadora.
Todo el año 2016 estará dedicado a que los diversos órganos de la CEE reflexionen sobre las exigencias actuales de la evangelización en España. En definitiva, durante este año el objetivo del Plan será poner a los órganos, servicios y actividades de la Conferencia en estado de revisión y de conversión apostólica. Y con ocasión de su medio siglo de existencia, está prevista la celebración de un congreso internacional que profundice en las dimensiones teológica, canónica y pastoral de las conferencias episcopales.
El segundo año del Plan, 2017, estará dedicado a la dimensión comunitaria y a la corresponsabilidad de todos al servicio de la evangelización. El año 2018 se centrará en la Palabra de Dios. Se revisarán las actitudes, comportamientos y actividades de la Iglesia con relación al anuncio de la Palabra a fin de ofrecer propuestas adecuadas en orden a la evangelización y al fortalecimiento de la fe. En realidad, todas las etapas del Plan van encaminadas a ofrecer ayuda a quienes están más dedicados al servicio de la transmisión de la fe, como son sacerdotes, profesores, catequistas y padres de familia.
En 2019 el Plan se centrará en la reflexión sobre la liturgia, de manera que se promueva una revitalización de la celebración del Misterio cristiano y, con ello, de toda la vida cristiana.
Finalmente, el Plan Pastoral se cerrará en 2020 con un año dedicado a la dimensión caritativa de la Iglesia. En él se procurará contribuir a la revitalización del ejercicio de la caridad en diócesis, parroquias y comunidades. También se fomentará el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia y, de manera especial, de la última encíclica del Papa, Laudato si’.
En ese último año de vigencia del Plan Pastoral, y como colofón del mismo, se llevará a cabo un nuevo examen sobre cómo se está llevando a cabo la evangelización en España en el transcurso de un congreso pastoral de ámbito nacional.
Treinta años de enseñanza concertada. Un bien necesario
La enseñanza concertada ha cumplido en este curso treinta años de provechosa y eficaz complementariedad con el sistema público de centros educativos, lo cual ha supuesto un enorme ahorro económico para el Estado. Sin embargo, mientras en el País Vasco, Navarra o Madrid los centros concertados gozan de gran libertad de actuación y planificación, en otras comunidades, como Andalucía, se ven sometidos a un excesivo control.
Rafael Ruiz Morales·27 de enero de 2016·Tiempo de lectura: 5minutos
En España hay más de ocho millones de niños escolarizados. De ellos, el 25,4 % están matriculados en un centro de iniciativa privada con financiación pública. O lo que es lo mismo: uno de cada cuatro alumnos españoles están formándose en un centro de educación concertada. Si sumamos luego el personal docente, el no docente y la repercusión positiva que ejercen sobre sus familias, se puede afirmar que son más de dos millones de personas las que, directa o indirectamente, se benefician de este sistema.
Sin embargo, este recurso, que tan ventajoso y eficaz se ha demostrado a lo largo de los treinta años que lleva instaurado, va encontrándose cada vez más sujeto a diversas contingencias, marcadas fuertemente por el ámbito geográfico en que se desarrolle. Así, mientras en comunidades como País Vasco, Navarra o la Comunidad de Madrid, los centros concertados gozan de notoria libertad de actuación y planificación propias, en otras latitudes, como en Andalucía, se encuentran sometidos al férreo control y a la vigilancia omnipresente de la Administración autonómica.
Aunque puedan analizarse distintas causas y motivos, quizás el origen de ellos sea el concepto, errado o acertado, que manejan los distintos gobiernos regionales, que se adentra en el propio debate social. Porque no todos los sectores sociales han asimilado qué es y cuál es el sentido de la presencia de la enseñanza concertada en nuestro sistema educativo.
Y es que su encaje no se encuentra en el derecho a la educación, recogido en el artículo 27 de la Constitución Española. No porque la escuela concertada no participe y contribuya a llevarlo efectivamente a cabo, sino porque su fundamento último no es otro que dar cumplimiento al reconocimiento constitucional de la libertad de enseñanza, y “garantizar el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. De tal modo, la enseñanza concertada no está diseñada para ser un elemento subsidiario de la educación de iniciativa pública, y para dar respuesta a la demanda que ésta no sea capaz de asumir. La relación entre ambas ha de ser, siempre y en todo lugar, de complementariedad.
El sostenimiento público de dichos centros, por tanto, velará porque todos aquellos padres que desean una enseñanza determinada para sus hijos gocen en igualdad de condiciones de su derecho a elegir, más allá de condicionamientos económicos. De tal modo, hablar de la escuela pública como un modelo excluyente y prioritario, según los términos usados por ciertos sectores, partidos y plataformas, supone, a todas luces, un atentado contra la libertad de enseñanza, en tanto que plantea tácitamente la erradicación del principio básico de la elección, esto es, la preexistencia de distintas opciones por las que poder decantarse.
Siendo esta necesaria complementariedad la teoría o el ideal, hay lugares en los que, sin embargo, se atropella sistemáticamente. En Andalucía, como ejemplo señero, es constante la marginación y el sitio en torno a los centros concertados, a los que poco a poco se va ahogando a través de la eliminación de líneas, en favor de los centros públicos, a pesar de que las familias de los alumnos siguen optando de forma masiva por matricular a sus hijos en los primeros. Ante este hecho, desde la educación concertada se solicita, una y otra vez, sin obtener respuesta favorable, que se tenga en cuenta la demanda real de los padres, y se atiendan de forma real y eficaz sus solicitudes.
El pulso por mantener su ideario
Otro campo de batalla donde determinados centros concertados han tenido que batirse el cobre ha sido en el de la educación diferenciada. En 2009, la Administración andaluza puso como condición sine qua non para el mantenimiento del concierto educativo de diez centros la admisión de alumnos de ambos sexos. Ante esta injerencia, sobre la que se intentó negociar sin alcanzar ningún acuerdo, la Federación Andaluza de Centros de Enseñanza Privada, que integra tanto a centros sostenidos con fondos privados como públicos, interpuso recurso contencioso-administrativo a fin de que se anularan las órdenes dictadas, por considerarlas ilegales e injustas. Y aunque el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía falló a su favor, la situación de incertidumbre generada resultó, a todas luces, inaceptable e inapropiada en el marco del funcionamiento deseable y conveniente de un Estado de Derecho.
A este respecto, y trabajando en la prevención de escenarios similares, la Ley de educación vigente, la LOMCE, se muestra concisa, afirmando que “no constituye discriminación la admisión de alumnos y alumnas o la organización de la enseñanza diferenciadas por sexos” y que “en ningún caso la elección de la educación diferenciada por sexos podrá implicar para las familias, alumnos y alumnas y centros correspondientes un trato menos favorable, ni una desventaja, a la hora de suscribir conciertos con las Administraciones educativas o en cualquier otro aspecto”.
Este marco legislativo, en principio, debería ser suficiente para contener la tentación de la Administración de imponer a golpe de rodillo los postulados ideológicos de los grupos políticos que la sustentan. Pero, para que ello fuese eficaz, el fundamento básico sería la correcta traslación de la normativa nacional a los distintos ordenamientos autonómicos. Punto inicial éste que, a tenor de lo contemplado en la práctica diaria, no acaba de cimentarse.
Una situación legislativa ambigua
La LOMCE, ciertamente, no se ha implantado en todo el territorio nacional ni al mismo tiempo, ni con el mismo alcance. En el caso andaluz, la correspondiente ley de Educación que debía adaptar la LOMCE a la organización regional, no ha llegado nunca. En su lugar, vienen dictándose decretos e instrucciones puntuales que no sólo desvirtúan el propósito de la ley nacional, sino que creaun clima general de descoordinación e imprecisión que dificulta la planificación de los centros.
Esa improvisación continuada ha desembocado, en el presente curso 2015-2016, en la paradójica circunstancia de que se hayan comenzado a impartir ciertas asignaturas sin los correspondientes libros de texto, porque la vaguedad de las indicaciones recibidas no es suficiente, lógicamente, para extraer un currículum coherente.
El ámbito educativo vive así una permanente sensación de inestabilidad que, como se reconoce desde la inmensa mayoría de instancias, debe encauzarse dentro de la lógica, el sentido común y la utilidad, cuanto antes.
Una financiación insuficiente y desigual
Capítulo aparte sería la financiación de los centros concertados que, si bien presenta también aquí sensibles diferencias por Comunidades Autónomas, en muchos casos no llega a cubrir los gastos reales, además de presentar una notoria diferencia con la educación pública. De hecho, la media en España sitúa la inversión por alumno de la concertada en unos 3.000 euros, frente a los 5.700 euros de la pública. Supone, según los datos presentados en el 42 Congreso Nacional de Enseñanza Privada, una diferencia del 48,12 % en el cómputo nacional. Por comunidades, encabezan la diferencia entre pública y concertada la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana y Andalucía, con un 53,31 %, un 53,77 % y un 26,90 % de diferencia, respectivamente. Donde menos diferencia existe es en el País Vasco, con un 36,85 %; en Asturias, con un 37,04 %, y en La Rioja y Navarra, ambas situadas en torno al 40 %.
Así, en muchos casos, la viabilidad económica de estos centros se salva por la existencia de muchos docentes religiosos y religiosas, cuyos reducidos salarios repercuten íntegramente en las arcas del centro, y ayudan a equilibrar las cuentas a través de la reinversión.
La urgencia de un pacto educativo
Por todos estos aspectos, la enseñanza concertada pide, como el mejor camino para superar todos estos obstáculos y variables, alcanzar cuanto antes un necesario pacto educativo, que marque unas directrices concretas, y que sirva de paraguas ante la actitud de acoso que viven en muchos puntos de la geografía nacional. Es cierto que el discurso público de muchos partidos políticos, abiertamente excluyente, los descalifica para la apertura de una negociación posterior, si bien siempre permanece viva la esperanza de que, más allá de la pancarta, las autoridades públicas, llegado el momento, tengan la altura de miras, el sentido común y la voluntad suficiente para atajar una problemática cuya solución redundaría, sin ningún género de dudas, en beneficio de la elevación del sistema educativo español en su conjunto, y del trabajo colectivo en pro del bien común.
Para ofrecer las mejores experiencias, utilizamos tecnologías como las cookies para almacenar y/o acceder a la información del dispositivo. El consentimiento de estas tecnologías nos permitirá procesar datos como el comportamiento de navegación o las identificaciones únicas en este sitio. No consentir o retirar el consentimiento, puede afectar negativamente a ciertas características y funciones.
Funcional Siempre activo
El almacenamiento o acceso técnico es estrictamente necesario para el propósito legítimo de permitir el uso de un servicio específico explícitamente solicitado por el abonado o usuario, o con el único propósito de llevar a cabo la transmisión de una comunicación a través de una red de comunicaciones electrónicas.
Preferencias
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para la finalidad legítima de almacenar preferencias no solicitadas por el abonado o usuario.
Estadísticas
El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos.El almacenamiento o acceso técnico que se utiliza exclusivamente con fines estadísticos anónimos. Sin un requerimiento, el cumplimiento voluntario por parte de tu proveedor de servicios de Internet, o los registros adicionales de un tercero, la información almacenada o recuperada sólo para este propósito no se puede utilizar para identificarte.
Marketing
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para crear perfiles de usuario para enviar publicidad, o para rastrear al usuario en una web o en varias web con fines de marketing similares.