En 1950, el científico Carl Djerassi logró sintetizar en México un derivado de la progesterona con dos características revolucionarias: era un anovulatorio muy potente y era resistente a la digestión, lo que permitió su administración por vía oral ―una vía de administración muy funcional para las usuarias―.
Sin embargo, cuando Djerassi comenzó a trabajar con esta hormona, el control de la natalidad no era su objetivo. Prueba de ello es que en su autobiografía confesó: «Ni en nuestro sueño más salvaje (…) lo imaginamos»; así como, citando a Bernard Shaw, escribió también: «La ciencia está siempre equivocada: nunca soluciona un problema sin crear diez nuevos».
En este sentido, hacia el final de su vida, en su último artículo científico, publicado en la revista Science en 1990, nos dejó en herencia el desafío de enseñar a las mujeres a reconocer su ovulación de un modo fácil y asequible (él hablaba de la posibilidad de unas «barras» que informaran del estado hormonal). Verdaderamente consciente de que, después de la Revolución sexual, el mundo había cambiado, Carl Djerassi insistió en dejar de lado su invento apostando por el reconocimiento de la fertilidad, lo que hoy se conoce como «Reconocimiento Natural de la Fertilidad».
Con este sentir, Carl Djerassi no admitió ser reconocido como el inventor de la píldora; él se autodenominó «la madre de la píldora»; y a Gregory Pincus, «el padre de la píldora». Y es que, en la década de los 50, otros dos científicos, Gregory Pincus y John Rock, aprovecharon el invento de Djerassi y, con el apoyo económico de la activista Margaret Sanger y la filántropa Katherine McCormick, desarrollaron los ensayos clínicos ―en poco tiempo, con dosis muy altas y sin mucha información― entre mujeres puertorriqueñas.
Así, en 1960, en EEUU, la farmacéutica G.D. Searle & Company comercializó Enovid®, la primera píldora anticonceptiva legalmente disponible en el mundo. Con ello, se abrió para la mujer una vía anticonceptiva hormonal muy funcional.
Controversias sobre los efectos secundarios de la píldora
En la década de los 70, la comercialización de la píldora avanzó a la par que las controversias sobre sus efectos secundarios en algunas de las usuarias. Es por ello que, desde entonces, empezaron a desarrollarse formulaciones con nuevas combinaciones y dosis hormonales más bajas, a la vez que se aconsejaba la temporalidad del tratamiento.
Hoy por hoy, la estela de los efectos colaterales de la píldora persiste: disminución de la lívido, cefaleas y migrañas, náuseas y vómitos, sangrado irregular, aumento de peso, retención de líquidos, cambios de humor…
Una revisión de Williams et al. en el año 2021 refiere algunos de estos efectos y, sobre todo, otros más adversos, como, por ejemplo, el incremento del riesgo de:
- transmisión de VIH;
- enfermedades cardiovasculares;
- progresión diabética;
- depresión y otros desórdenes emocionales ―mucho más acentuados entre adolescentes―;
- cáncer del cuello del útero, cáncer de endometrio; cáncer de mama ―este último también recogido en un estudio más reciente de la Universidad de Oxford en Plos Medicine (2023); y todos ellos más acentuados en mujeres con antecedentes familiares en estos cánceres.
Respecto a algunos de estos efectos adversos, el estudio identificó una información sesgada a las mujeres usuarias en la prescripción facultativa.
A pesar de estos efectos, la píldora anticonceptiva cumple 65 años
Como podemos intuir, incluso sin considerar el desorden antropológico que la píldora ha provocado —en la mujer, en el varón y en la pareja—, la anticoncepción hormonal, vista únicamente desde la perspectiva de la biología femenina, induce un estado fisiológico artificial que, en ciertos casos, puede derivar en un estado patológico.
A pesar de todo, la píldora anticonceptiva sigue cumpliendo años: en este aniversario ha alcanzado los 65. Según datos de Zapata et al., publicados en 2021, en todo el mundo 254 millones de mujeres entre 19 y 45 años —casi un 14% del total— la utilizan. Vemos que la píldora avanza en su camino, indiferente a lo que deja tras de sí; y su consumo sigue presentándose como parte de un derecho… con cara, pero sin cruz.
Farmacéutica. Experta en Educación Afectivo Sexual.




