Familia

Pep Borrell: «El 100 % de la educación es que los hijos vean que su padre y su madre se quieren»

Entrevista a Pep Borrell, escritor y divulgador sobre relaciones de noviazgo y matrimonio y ponente de la I Jornada Foro de la Familia

Maria José Atienza·17 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 7 minutos

El sábado 18 de octubre, cientos de familias participarán en la I Jornada Foro de la Familia, un encuentro que busca reflexionar sobre el papel de la familia en la sociedad actual como espacio privilegiado de crecimiento humano, afectivo y educativo.

Uno de los “platos fuertes” de esta jornada será Pep Borrell. Este odontólogo, casado con Mercè y padre de 5 hijos, ha puesto a “Bailar en la cocina” a miles de matrimonios en todo el mundo y ha hecho de «cupido» de otras tantas a través de las redes sociales.

¿Su receta? Cosas pequeñas cada día para hacer feliz el camino del matrimonio y vivir el noviazgo para conocerse. Con él hemos hablado de cómo aprender a ser novios, de ser matrimonios ejemplares (y no sermoneadores) y de la felicidad en la relación conyugal.

¿Cómo ser maestros de nuestros hijos sin ser “padres profesores” en casa, dando lecciones todo el día? 

– Los padres damos ejemplo siempre. Damos ejemplo incluso cuando no queremos dar ejemplo. O sea, no solo damos ejemplo el día que nos proponemos ser “ejemplares”; ese sábado que te levantas, preparas el desayuno para todos, vamos a una excursión y, «¡guau!, ¡qué bien ha ido el día!» Sino, también cada día por la noche, cuando llegas hecho polvo, te sientas en el sofá y das un ejemplo horrible.

En demasiadas ocasiones, los matrimonios damos mucha más importancia a cómo queremos educar a los hijos y no nos tenemos presentes el uno al otro. Yo siempre digo que un abrazo a tu mujer delante de tus hijos, vale como cien abrazos a cada hijo.

Lo que ven los hijos no da lugar a dudas: que el papá y la mamá se quieran y los hijos lo vean, lo sienten, lo noten, eso es el 100 % de la educación. 

A veces nos obsesionamos con “hacer cosas”. Y lo que hay que hacer es vivir tranquilo, con mucha paz

Dicen que los jóvenes se casan cada vez menos. ¿Cree que ha recibido unas imágenes del matrimonio especialmente negativas? 

–Creo que muchas veces hablamos muy mal del matrimonio: ponemos ejemplos malos, hacemos chistes… ¡Cuántas veces ante una persona joven que se quiere casar no hemos dicho cosas como “¡No te cases!¡Aún eres muy joven!” o le hemos “dado el pésame”. Otra cosa es cuando decimos a nuestros hijos, de últimos cursos de colegio o primeros de carrera, cosas como: “ahora no te enamores, que tienes que estudiar”. Ellos tienen 16 o 18 años, las hormonas están a tope y ¡claro que se van a enamorar! 

Claro pero, ¡también tienen que estudiar! ¿Cómo conjugamos ambas cosas?

–Sin obsesionarnos y hablando con ellos. A veces nos centramos sólo en hablarles de sexualidad. No sólo en casa, ¿eh? también en colegios muy buenos. Llega un año que decirnos: “Vamos a hablar del tema”…, pero nos quedamos en las tuberías, en el funcionamiento y una cosa es la sexualidad y otra, muy distinta, es hablar de afectividad. Y nos cuesta más hablar de afectividad y es fundamental. Hay que hablar de afectividad a los niños.

Las series, las películas…, hasta las buenas, tratan esto muy mal y, ¿qué ocurre?, que encontramos cómo para amuchos chicos y chicas primero está el sexo y después ya, si acaso, nos conocemos. Para que sepan poner las cosas en su sitio hay que hablar. hay que decirles a los chicos y chicas de 15 o 16 años “Si. Te vas a enamorar, y no te preocupes. Es un «soufflé”, que pasa y podemos dar pasos en falso ….”. Son temas que tienen que ser de conversación recurrente en las familias.

Natalia Barcáiztegui dice que hay que vivir el presente para que, en el futuro, no tengamos que arrepentirnos del pasado.  

En este sentido, ¿no cree que el gap generacional es muy grande? ¿No hemos pasado de la razón al corazón sin equilibrar?

–Sí. Antes vivíamos en una sociedad que era muy racionalista. Se preguntaba el por qué de algo y la respuesta era “porque lo digo yo, o porque lo dice la Iglesia…”. De esto, hemos pasado a una sociedad totalmente emotivista y sensacionalista en la que las cosas se hacen porque apetece, porque lo siento o dejo de sentir. La sociedad de hoy te dice que “sientas” y que cuando “dejes de sentir… a por otra cosa”, u otra relación sentimental.

Los sentimientos son importantes pero la razón también es importante. Yo insisto mucho en esto en mis charlas de afectividad. Me vienen muchos jóvenes que me dicen “me he enamorado de uno/a que no me conviene nada… Yo les digo “like” ¿Por qué? Porque ese chico o chica está pasando por la cabeza un sentimiento muy fuerte y eso es muy importante, es un discernimiento. 

No te puedes enamorar de una persona que no te atraiga, ni al revés. Hay gente que te dice “hay uno que me convendría mucho, pero no me gusta”… ¡Estos son los temas que tenemos que hablar en la familia! 

¿Cómo se empieza a hablar de esto con los hijos adolescentes? 

–Hay que “ponerse en situación”, preguntarles qué piensan, por ejemplo, de enamorarse por ejemplo, de alguien muy guapo pero muy superficial, como lo vivirían… Ver cómo respiran, hablar del tema, que sea una cosa de conversar, sin obsesiones, sin sermones. 

Los padres no tenemos que dar sermones nunca, lo que tenemos que hacer es ser el ejemplo, ser muy coherentes.  

Pep Borrell con su esposa, Mercè, y sus hijos

A ser novios, ¿cómo se aprende?  

–Nuestra sociedad confunde el noviazgo con el matrimonio. Y se viven noviazgos que son como matrimonios en miniatura. Hay mucha gente que basa el noviazgo exclusivamente en un “me siento bien, me lo paso bien”, y como me siento bien y me lo paso bien, me lo voy a pasar bien siempre. Y ahí está el gran error, en que se queman las etapas. 

En la multiplicación matemática se dice que el orden de los factores no altera el producto. Pues en la afectividad es todo lo contrario: el orden de los factores altera mucho el producto. 

La mayoría de inputs que llegan a los más jóvenes altera el orden de los productos: primero el sexo y luego, si acaso, el conocimiento personal. Lo veo incluso en gente muy bien formada. 

Muchos jóvenes me hablan de sus relaciones y yo les pregunto: “¿Salís?¿Sois novios?” y responden: “Bueno, nos hemos besado. Nos hemos visto tres veces y nos hemos besado”,… eso no es ser novios. No se han dicho ni lo que sienten el uno por el otro. 

Es muy importante explicar qué es un noviazgo: un noviazgo sirve para conocerse. Un noviazgo es para dejarlo. Yo siempre digo, en el noviazgo, o te casas o lo dejas. En el noviazgo, es fundamental conocerse muy bien y no quemar etapas. Son muy importantes las etapas del noviazgo: La atracción, el enamoramiento, el discernimiento. 

Nadie puede decir, un sábado por la noche, “hoy me voy a enamorar”, porque esto no lo controlas en el fondo, lo que sí puedes decir un sábado por la noche es “hoy me voy a meter en la cama con el primero que encuentre”. Son cosas distintas. Te enamoras cuando te enamoras. 

Jose Pedro Manglano en “Construir el amor” dice que el enamoramiento,  debe dejar ver al principio lo que debe ser el final. Es un flash que te hace decir “¡qué pasada!”, y ahora, ¡trabajatelo! Con esta persona, ¿te ves capaz de compartir tu vida? Habla los temas que hay que hablar, no quemes etapas, ten el matrimonio como objetivo. 

El matrimonio es el principio, no es el final. Vemos muchas parejas que son novios mil años, conviven otros 2.000 años más, se casan, y se separan a los pocos meses. ¿Cómo puede ser? Porque no se conocían. Porque, por ejemplo, había temas difíciles o importantes que, de novios que cada vez que lo hablaban, discutían y la solución fue no hablarlo. 

Y, ¿una vez casados? 

–En el matrimonio lo importante son las pequeñas cositas de cada día. Cuando te comprometes, dices “para todos los días de nuestra vida”. Esto es muy bonito. Yo no me comprometo a ser fiel todos los días de mi vida. O sea, hoy. No hace falta decir, “dentro de 20 años”. Hoy. Y tengo que ver qué he hecho hoy por la otra persona: ¿Le he querido? ¿Lo ha notado?

Para mí, el matrimonio son cosas muy pequeñas pero muy constantes. De vez en cuando tiene que haber un extraordinario, como en todo en la vida: una buena cena, un buen viaje, una escapada…. Pero esto no vale como solución.

Veo matrimonios que no van bien y dicen “necesitamos un viaje”. No. Si no vas bien, no necesitas un viaje. Si no vas bien, necesitas pararte, pensar… Porque si no vas bien y te vas de viaje, te vas a enfadar y va a ir fatal el viaje y te vas a gastar una pasta. ¿Qué puedes hacer? Preparar un desayuno especial, recoger una cosa que no has puesto tú….

Pep y Mercé

¿Qué pasa con quienes han entrado en una rutina “de aguante”?

Hay muchos matrimonios así. Y muchos que son matrimonios católicos y buenísimos, pero que no disfrutan, y es una pena. Siempre pienso que, cuando se mueran, san Pedro les dirá “Entra, pero eres tonto. Porque te lo hubieras podido pasar súper bien en la tierra y has estado haciendo el imbécil”.  Vuelvo a lo mismo: a las pequeñas cosas de cada día y al pararse, pensar, proponérselo y pedir ayuda si hace falta. 

José Fernández Castiella en “El matrimonio, la gran invención divina”, dice que el matrimonio no es una cuestión de tips, ni de consejos, es el firme convencimiento de amar a una persona con un amor que nos trasciende. Esto lo tienen claro muchas de esas personas que van aguantando, pero no disfrutan.

Dios pensó en nosotros como un hombre y una mujer y hay que pararse y pensar, que “en cristiano” quiere decir, rezar. Sacar el consentimiento y leérselo, aunque lleves 40 años casado; mirarnos más, ponernos más guapos para el otro, tener detalles de servicio. 

Vemos una nueva generación que, cada vez más, quiere estar preparada para el matrimonio y busca referentes ¿El futuro es mejor?

–Totalmente. San Juan Pablo II veía brotes de primavera, ¡yo veo bosques! Durante la semana soy dentista y el fin de semana lo dedico a esto y me escriben un montón de jóvenes.

No es verdad que los jóvenes no quieran comprometerse. Los hay que no, porque hay gente para todo. Pero hay muchos que sí quieren comprometerse y muchos que quieren hacer las cosas bien. Y éstos, que quieren hacer las cosas bien, están mucho más convencidos que los de mi edad, los que tenemos 60 años. Porque en aquella época todo mundo pensaba igual, o lo parecía, como por inercia.

Lo que veo es que a los jóvenes el mundo se les ha hecho pequeño. Piensan que van a encontrar a un príncipe azul que no existe. Tienen sus miedos y además vivimos una vida muy cómoda, en la que todo se hace realidad en un click… y el tema del amor es un tema complejo.

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