Recursos

En el 1700 aniversario del Concilio de Nicea

El autor realiza un análisis del documento publicado por la Comisión Teológica Internacional con motivo del 1700 aniversario del Concilio de Nicea.

César Izquierdo Urbina·20 de mayo de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Concilio de Nicea

Fresco del Concilio de Nicea en la Capilla Sixtina (Wikimedia Commons)

El 20 de mayo se cumplen 1700 años de la apertura del concilio de Nicea, considerado como el primer concilio ecuménico de la historia de la Iglesia. Con motivo de esta fecha, la Comisión Teológica Internacional (CTI) publicó a primeros de abril el documento “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador. 1700 años del Concilio Ecuménico de Nicea. 325-2025”.

La Comisión Teológica Internacional

Para hacerse cargo de la importancia de un documento como este, conviene recordar la naturaleza de la CTI. La CTI, instituida por el Papa san Pablo VI en 1969, se compone de un máximo de treinta “especialistas en ciencias teológicas de diferentes escuelas y naciones que se distingan por su ciencia, prudencia y fidelidad al magisterio”.

Los miembros de la CTI son nombrados por el Papa para formar parte de la Comisión durante un quinquenio renovable, y su misión consiste en “estudiar las cuestiones doctrinales de especial importancia, principalmente aquellas que se presentan como nuevas, para ayudar al Magisterio de la Iglesia, y en especial a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, en cuyo ámbito ha sido instituida” (Estatutos, art. 1).

Esto significa que los documentos de la CTI contienen una reflexión teológica que los miembros de la Comisión ponen al servicio del Magisterio de la Iglesia, sin ser ella misma magisterio oficial. Cuando esos documentos son aprobados por el Prefecto del Dicasterio de la Doctrina de la Fe, se hacen públicos y son accesibles a todos los interesados.

Partir del Concilio de Nicea

La CTI ya se había ocupado de cuestiones cristológicas en los documentos de 1979, 1981, 1983 y 1995. El documento actual parte de la enseñanza de Nicea y desde ella se refiere a varios aspectos del misterio cristiano como la creación, la Iglesia, la antropología, la escatología y, por supuesto, la doctrina sobre Dios Trinidad y sobre Cristo salvador.

Quizá por ocuparse de tantos asuntos, el documento final, fruto del trabajo de la subcomisión encargada de elaborar el texto y aprobada por el pleno de la CTI y por el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la fe, es muy extenso. En este sentido, el texto del Símbolo de Nicea (aunque se indica que tienen delante el símbolo niceno constantinopolitano del 381, que completa aspectos del de 325) y los cánones aprobados en el concilio que, en conjunto, constituyen un texto bastante breve, han servido como punto de partida para ofrecer una amplia reflexión sobre distintos aspectos centrales de la teología.

La estructura del documento

El documento se estructura en cuatro capítulos. El primero quiere ser una lectura doxológica del símbolo de cara a la cristología, la soteriología, la Trinidad, con la mirada puesta en la unidad de los cristianos. El segundo capítulo es de contenido patrístico y recorre también la liturgia y la oración cristiana. El tercero se propone mostrar que el acontecimiento de Jesucristo ofrece un acceso sin precedentes a Dios y supone una verdadera transformación del pensamiento humano.

Finalmente, en el cuarto y último capítulo se analizan “las condiciones de credibilidad de la fe profesada en Nicea con un acercamiento desde la teología fundamental, que pondrá al día la naturaleza y la identidad de la Iglesia como auténtica intérprete de la verdad normativa de la fe por medio del Magisterio, guardián de los creyentes, especialmente de los más pequeños y vulnerables” (n.5).

Dimensión intercultural del Concilio de Nicea

En el documento no se alude explícitamente a la acusación de helenización del cristianismo. Con este término se referían algunos teólogos protestantes al proceso de formulación dogmática utilizando términos provenientes de la filosofía griega, como –en el caso de Nicea- “ousía” y “homousios”. Según A. von Harnack, las fórmulas dogmáticas son una corrupción de la pureza del Evangelio.

La CTI, en cambio, se refiere positivamente al encuentro entre culturas que se dio en el concilio, a la “dimensión intercultural de la que Nicea es una expresión fundacional”. Esta dimensión se puede considerar también como un modelo para el período contemporáneo. Nicea se ha servido de categorías griegas como “ousía” de la que viene “homousios” para expresar la verdadera naturaleza divina del Hijo. “La Iglesia –se lee en el n. 89- se ha expresado en estas categorías griegas de manera normativa y .. por tanto, están unidas para siempre al depósito de la fe”.

Al mismo tiempo “en fidelidad a los términos propios de esa época y que encuentran allí su raíz viva, la Iglesia puede inspirarse en los Padres de Nicea para buscar hoy expresiones significativas de la fe en los diferentes lenguajes y contextos”. Y concluye: “Nicea sigue siendo un paradigma de cualquier encuentro intercultural y de la posibilidad de recibir o forjar nuevas formas auténticas de expresar la fe apostólica”.

El Concilio de Nicea y la obra salvadora de Cristo

Otra cuestión que aparece subrayada en el documento de la CTI es el aspecto soteriológico de la enseñanza del símbolo de Nicea. Es un aspecto muy digno de ser notado para evitar una consideración unilateral de la cristología como si pudiera existir separada de la soteriología, la obra salvadora de Cristo,.

La subcomisión de la CTI que ha elaborado el documento ha realizado un trabajo muy meritorio porque ha tratado de abarcar diversas cuestiones nucleares de la teología cristiana a través de la relación que pueden tener con la enseñanza de Nicea. La tarea no era fácil, porque los documentos de Nicea (el símbolo especialmente, pero también los cánones) son un texto breve, y no es posible acudir a las actas del concilio para contextualizar su enseñanza, porque no se conservan.

Pluralismo teológico

Al pretender llegar a conclusiones sobre distintos aspectos del misterio cristiano a partir de la reducida base documental de Nicea, es difícil no forzar en alguna medida el razonamiento teológico. Una mayor concreción del objeto, que supone delimitación del campo de análisis, seguramente hubiera permitido presentar un texto más breve y claro.

La lectura del documento que comentamos nos pone ante un texto teológico en el que sus autores exponen juicios de valor y explicaciones que reciben de otros teólogos (basta para ello mirar las referencias, en las notas, que sirven de fundamento a sus afirmaciones). Muestran en este sentido el legítimo pluralismo teológico. En algunos casos, sin embargo, se podría matizar más lo que se afirma. Pondré solo un ejemplo. En el n. 87 se lee que “el autor de los Hechos se inspira en la poesía épica de la Odisea para narrar los viajes de Pablo”; o que “ciertos pasajes del Nuevo Testamento llevan huellas de un vocabulario ontológico griego”, y en la nota se indica: “Por ejemplo, el ”egō eimi” del IV evangelio, o la terminología de Heb 1, 3 o de 2 Pe 1, 4”. La discusión que suscitarían afirmaciones de ese tipo estaría, sin duda, llenas de interés, pero me pregunto si el lugar más adecuado para ellas es un documento de la CTI que, aun no siendo expresión del magisterio, goza de una cierta autoridad oficial.

El autorCésar Izquierdo Urbina

Doctor en Teología. Profesor emérito de Teología Fundamental y Dogmática.

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica