Enseñanzas del Papa

La educación: ruta de las estrellas

En su Carta apostólica y en los encuentros del Jubileo educativo, León XIV propone una educación  que supere reduccionismos funcionalistas y forme “constelaciones educativas”, capaces de iluminar un mundo marcado por la incertidumbre.

Ramiro Pellitero·1 de diciembre de 2025·Tiempo de lectura: 7 minutos

Todos sabemos que la educación es un tema importante y difícil. ¿Cuáles serían los acentos y las prioridades en una educación de inspiración cristiana? ¿Cómo lo ve el Papa León XIV?

El tránsito del mes de octubre al de noviembre tuvo, en cuanto a las enseñanzas del Papa, un marcado carácter educativo. En primer lugar, la publicación de la Carta apostólica sobre la educación Diseñar nuevos mapas de esperanza, con ocasión del 60 aniversario de la declaración conciliar Gravissimum educationis. Días después se celebró el jubileo del mundo educativo.

“Diseñar nuevos mapas de esperanza” 

Con ocasión del LX aniversario de la Declaración conciliar Gravissimum educationis, el Papa ha publicado la carta apostólica Diseñar nuevos mapas de esperanza (27-X-2025).

En ella explica que la educación es el “tejido mismo” de la evangelización (cfr. 1. 1). Es una “obra coral” de la entera comunidad educativa. “La educación cristiana es una obra coral: nadie educa solo. La comunidad educativa es un ‘nosotros’ en el que el docente, el estudiante, la familia, el personal administrativo y de servicio, los pastores y la sociedad civil convergen para generar vida”. Y observa León XIV: “Este ‘nosotros’ impide que el agua se estanque en el pantano del ‘siempre se ha hecho así’ y la obliga a fluir, a nutrir, a regar” (3. 1).

En nuestro mundo complejo, la educación de inspiración cristiana, con su propia identidad, es tanto o más necesaria que en la época del Vaticano II. Es como una brújula (en el surco abierto por la declaración Gravissimum educationis) para navegar en la nueva urgencia educativa (causada por las guerras, las migraciones, las desigualdades y las diversas formas de pobreza). Al mismo tiempo, es como una de las expresiones más altas de la caridad cristiana (cfr. 1. 3).

La educación, y especialmente la educación de inspiración cristiana, es una tarea de amor (3. 2). Y tiene la responsabilidad de reconstruir la confianza (4. 3). 

Una visión antropológica integral

La tradición educativa de los cristianos tiene una historia larga, dinámica y viva (cfr. 1. 2, 1. 3). Hoy también debe renovarse sobre el centro de una visión integral de la persona, y con el presupuesto de la relación entre fe y razón, sin olvidar los aspectos afectivos y sociales, pues la verdad se busca en comunidad. Es fundamental la escucha de las preguntas y el diálogo. Y no caben los reduccionismos funcionales.

“No hay que separar el deseo y el corazón del conocimiento: significaría romper a la persona” (3. 1); “Una persona no es un ‘perfil de competencias’, no se reduce a un algoritmo predecible, sino que es un rostro, una historia, una vocación” (4. 1).

La pedagogía católica presupone una visión antropológica integral con visión cristiana (antropología cristiana: un humanismo integral que incluye la responsabilidad social, la contemplación espiritual y también de la belleza creada, promoviendo estilos de vida sostenibles).

La formación cristiana supera, por tanto, visiones funcionalistas y utilitaristas, excesivamente dependientes del mercado laboral y de las finanzas; pide el discernimiento de las situaciones de las personas y sus circunstancias y promueve la fraternidad entre los pueblos (cfr. 4. 2.)

Se requiere educar en la relación entre fe, cultura y vida, en colaboración con las familias (los padres y madres son los primeros educadores, y el Estado debe respetar el principio de subsidiaridad). Igualmente necesario es el testimonio cristiano de los profesores, así como su formación permanente en sus distintos aspectos científico, pedagógico, cultural y espiritual (cfr. 5. 2, 5. 3).

Desde el punto de vista de las instituciones educativas (hoy se requiere una mayor generosidad y altura de miras, al servicio de la sociedad y de la misión cristiana), se pide crecer en colaboración entre los distintos carismas educativos, con creatividad y espíritu de servicio, incluyendo el discernimiento de la tecnología, y dando la primacía a la maduración de la persona (cfr. 8. 1 y 8. 3).

“Esta constelación exige calidad y valentía: calidad en la planificación pedagógica, en la formación de los docentes, en la gobernanza; valentía para garantizar el acceso a los más pobres, para apoyar a las familias frágiles, para promover becas y políticas inclusivas” (10. 4).

Propone retomar (y ampliar) las prioridades del Pacto Educativo Global que lanzó el Papa Francisco, ampliando sus 7 objetivos (la atención especial a la persona, los niños y jóvenes, las mujeres, la familia, la acogida y la inclusión, la renovación de la economía y la política al servicio del ser humano, y el cuidado de la casa común) con otros tres, referentes a la vida interior o interioridad, la digitalidad humana y la educación para la paz (cfr. 10. 1 y 10. 3).

Formar “constelaciones educativas”

Durante este Jubileo de la esperanza, León XIV dirigió dos discursos a estudiantes y educadores, tuvo otro encuentro con miembros de universidades católicas y celebró la Misa en la que proclamó a san John Henry Newman doctor de la Iglesia y copatrono, con santo Tomás de Aquino de los educadores católicos. 

En el encuentro con los estudiantes (30-X-2025), con palabras de Pier Giorgio Frassati, les animó a una vida en plenitud: “Vivir sin fe no es vivir, sino ir tirando”. Hay que vivir además “Hacia lo alto”

Sobre el trasfondo de la figura de Newman, les invitó a configurar su vida en analogía con las estrellas: “La verdadera paz nace cuando muchas vidas, como estrellas, se unen y forman un diseño. Juntos podemos formar constelaciones educativas que orienten el camino futuro”

Y apuntó: “Desde siempre, los viajeros han encontrado su rumbo en las estrellas”.También los estudiantes tienen estrellas o brújulas que les guían (padres, maestros, sacerdotes, buenos amigos, etc.). A la vez, están llamados, formando constelaciones de sentido con otros, a convertirse en “testigos luminosos para quienes les rodean”

Galileo descubrió muchas cosas mirando a lo alto. La educación, dice León XIV, es como “un telescopio que les permite (a los estudiantes) mirar más allá, descubrir lo que por sí solos no verían. No se detengan, pues, a mirar el teléfono y sus rápidos fragmentos de imágenes: miren al cielo, miren hacia lo alto”.

Se detuvo el Papa en los tres nuevos objetivos que ha añadido para el Pacto Educativo Global, en parte por petición de los jóvenes mismos: la vida interior, la educación digital y la educación para la paz. Vida interior: “No basta con tener un gran conocimiento científico, si luego no sabemos quiénes somos y cuál es el sentido de la vida. Sin silencio, sin escucha, sin oración, incluso las estrellas se apagan. Podemos saber mucho del mundo e ignorar nuestro corazón”. Como enseña san Agustín, educar para la vida interior significa “escuchar nuestra inquietud, no huir de ella ni atiborrarla con lo que no sacia”. “Nuestro deseo de infinito es la brújula que nos dice: ‘No te conformes, estás hecho para algo más grande’, ‘no te conformes con ir tirando, ¡vive!’”.

Respecto a la tecnología, les exhortó a saber usarla con sabiduría sin dejar que ella misma les utilice; cultivar la inteligencia emotiva, espiritual, social y ecológica; y construir espacios de fraternidad y creatividad. Y la educación de la paz se logra rechazando la violencia y la vulgaridad, y promoviendo la dignidad de todos.

Interioridad, unidad, amor y alegría 

Al día siguiente (31-X-2025), el Papa mantuvo un encuentro con los educadores provenientes de todo el mundo. “Gracias a la luminosa constelación de carismas, metodologías, pedagogías y experiencias que representan, y gracias a su compromiso “polifónico” en la Iglesia, en las diócesis, en congregaciones, institutos religiosos, asociaciones y movimientos, ustedes garantizan a millones de jóvenes una formación adecuada, manteniendo siempre en el centro, en la transmisión del saber humanístico y científico, el bien de la persona”

Con referencia a san Agustín, señaló a los educadores cuatro aspectos fundamentales para la educación cristiana: la interioridad, la unidad, el amor y la alegría, como “puntos cardinales” de su tarea.

Interioridad: “La verdad no circula a través de sonidos, muros y pasillos, sino en el encuentro profundo entre las personas, sin el cual cualquier propuesta educativa está destinada al fracaso”, y esto es importante, tanto para los maestros como para los discípulos. Unidad en Cristo y en los centros educativos, donde compartir el saber es un gran acto de amor. Alertó ante el riesgo de que la inteligencia artificial contribuya al aislamiento de los estudiantes en sí mismos. Y sobre todo animó a un amor concreto: “En el ámbito formativo, entonces, cada uno podría preguntarse cuál es su compromiso para captar las necesidades más urgentes, qué esfuerzo realiza para construir puentes de diálogo y de paz, incluso dentro de las comunidades docentes; cuál es su capacidad de superar prejuicios o visiones limitadas; cuál su apertura en los procesos de coaprendizaje; y qué empeño pone en responder a las necesidades de los más frágiles, pobres y excluidos. Alegría: porque “la alegría misma del proceso educativo es plenamente humana”.

El mismo día 31 de octubre, el Papa se reunió con miembros de las universidades católicas de América Latina y el Caribe. Les pidió crear espacios de encuentro entre fe y cultura: “La propuesta de la educación superior católica no es otra que buscar el desarrollo integral de la persona humana, formando inteligencias con sentido crítico, corazones creyentes y ciudadanos comprometidos con el bien común. Y todo esto, con excelencia, competencia y profesionalidad”.

Como “haces de luz en el mundo”

Finalmente, el 1 de noviembre el Papa celebró la Misa en la solemnidad de todos los santos, clausurando el jubileo del mundo educativo y proclamando a san John Henry Newman Doctor de la Iglesia. Este santo habrá de servir de inspiración a tantas generaciones “con un corazón sediento de infinito, dispuestas a realizar, por medio de la investigación y del conocimiento, aquel viaje que, como decían los antiguos, nos hace pasar ‘per aspera ad astra’, es decir, a través de las dificultades (hasta las estrellas)”.

En esta solemne ocasión, el sucesor de Pedro manifestó su deseo de repetir a los educadores y a las instituciones educativas: “Brillen hoy como haces de luz en el mundo (Filipenses 2, 15), gracias a la autenticidad de su compromiso en la investigación coral de la verdad, a su coherente y generoso compartir, a través del servicio a los jóvenes, particularmente a los pobres, y en la experiencia cotidiana de que ‘el amor cristiano es profético, hace milagros’” (Dilexi te, 120).

En su homilía, León XIV presentó el camino de las Bienaventuranzas, y propuso trabajar juntos, “paraen palabras del Papa Franciscoliberar al ser humano de la sombra del nihilismo, que es quizás la plaga más peligrosa de la cultura actual, porque es la que pretende borrar la esperanza” (Discurso 21-XI-2024).

Evocando la oración “Luz amable” de Newman, propuso el Papa Prevost: “Contemplemos y señalemos esas constelaciones (las grandes razones de la esperanza), que transmiten luz y orientación en nuestro presente oscurecido por tantas injusticias e incertidumbres”.

También siguiendo a Newman, presentó la educación como tarea de ayudar a cada persona a descubrir su vocación y misión: “Estamos llamados a formar personas, para que brillen como estrellas en su plena dignidad”. Dicho de otra manera, ayudar a todos a ser santos. “Y la santidad se propone a todos, sin excepción, como un camino personal y comunitario trazado por las Bienaventuranzas”. Eso es –dijo– por lo que el Papa reza: “que la educación católica ayude a cada uno a descubrir su vocación a la santidad”.

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