Evangelio

La existencia del purgatorio. Fiesta de los Fieles Difuntos (C)

Joseph Evans nos comenta las lecturas de la fiesta de los Fieles Difuntos (c) correspondiente al día 2 de noviembre de 2025.

Joseph Evans·30 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

En los países católicos, muchas personas acuden hoy al cementerio para rezar por sus seres queridos fallecidos. Tenemos la sensación de estar en comunión con ellos más allá de la muerte. Esta sensación también ha estado presente en culturas no cristianas a lo largo de los siglos, y diferentes civilizaciones han expresado su unión con los muertos de diversas maneras.

Pero lo que para los pueblos paganos no era más que una intuición, nos ha sido revelado explícitamente en la Iglesia. El mismo Antiguo Testamento ya mostraba conciencia de la vida después de la muerte. El Segundo Libro de los Macabeos habla de “la expiación por los muertos, para que fueran liberados del pecado” (2 Mac 12, 46). Y el Libro de la Sabiduría es consciente de que el destino de los justos y de los pecadores después de la muerte no es el mismo. “La vida de los justos está en manos de Dios, y ningún tormento los alcanzará (…) Están en paz (…) Los impíos, en cambio, serán castigados por sus pensamientos, pues despreciaron al justo y se apartaron del Señor” (Sab 3, 1. 3. 10).

Nuestros hermanos protestantes no suelen aceptar estos libros, porque Lutero tampoco lo hacía. Esto se debe en parte a que él no aceptaba la doctrina del Purgatorio, tanto por los numerosos abusos relacionados con esta creencia en su época (como la venta de indulgencias) como por su exagerado sentido de la fe. Él pensaba que la fe en Dios era todo lo que necesitábamos y que solo ella era nuestra salvación y purificación. 

Sin embargo, varios pasajes del Nuevo Testamento también nos sugieren la realidad del Purgatorio. San Pablo habla de un fuego purificador. En el “día” del juicio (privado al morir, público al final de los tiempos), “la obra de cada cual quedará patente, la mostrará el día, porque se revelará con fuego. Y el fuego comprobará la calidad de la obra de cada cual” (1 Cor 3, 13). Si hemos edificado sobre Cristo (solo las obras realizadas para Cristo, explícita o implícitamente, nos llevarán al Cielo), dice Pablo, este fuego revelará la calidad de las obras que hemos realizado. Utiliza las metáforas del “oro, plata, piedras preciosas, madera, hierba, paja” (v. 12). Las obras que son mera paja, de poca sustancia, serán quemadas. Las obras de oro sobrevivirán al fuego.

Y concluye: “Si la obra que uno ha construido resiste, recibirá el salario. Pero si la obra de uno se quema, sufrirá el castigo; mas él se salvará, aunque como quien escapa del fuego” (vv. 14-15). Así pues, Pablo tiene en mente un fuego salvador que pone a prueba las obras que hemos realizado, quemando las malas y purificando las buenas para prepararnos para el Cielo. Esto es el Purgatorio y, como enseña 2 Macabeos, nuestras oraciones tienen el poder de ayudar a liberar de pecado a las almas que se encuentran allí. Esta es la razón de la conmemoración de hoy y por la que la Iglesia dedica todo este mes a las almas, entre las que esperamos encontrarnos algún día.

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