Evangelio

La importancia de la oración. Domingo XVII del tiempo ordinario (C)

Joseph Evans nos comenta las lecturas del domingo XVII del tiempo ordinario (C) correspondiente al día 27 de julio de 2025.

Joseph Evans·24 de julio de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

El tema de las lecturas de hoy es muy claro: la importancia de la oración. En la primera lectura vemos la oración por los demás. Abraham reza para salvar a las ciudades a las que Dios amenazaba con destruir por su corrupción. Logró que Dios accediera a que si en esas ciudades había siquiera 10 hombres buenos, no las destruiría. Pero, ¿fue eficaz su oración? Parece que no, porque al final Dios destruyó las ciudades. ¿De qué sirve rezar si Dios no nos escucha? Pero, de hecho, las únicas personas buenas de la ciudad se salvaron, a saber, Lot, que era primo de Abraham, y su familia. Así que la oración de Abraham fue efectiva, pero no como él esperaba. Toda la gente buena de la ciudad se salvó. Esto nos ayuda a ver que Dios escucha nuestras oraciones, pero no siempre como esperamos.

En el Evangelio, Jesús nos enseña a rezar ante todo con su ejemplo. Al verle orar, los discípulos quisieron aprender a orar ellos mismos. Sin alardear, nuestro ejemplo de oración puede inspirar a otros a rezar. A continuación, Jesús enseña el Padrenuestro, la oración perfecta y el modelo de oración. Y para animarnos a perseverar en la oración, nos cuenta una hermosa parábola sobre un hombre cuya insistencia consigue finalmente que su amigo se levante de la cama para darle la comida que había venido a buscar.

Jesús nos anima aquí a rezar, a seguir llamando a la puerta de Dios. No tenemos nada que dar a los demás. Si queremos darles algo de valor, debemos acudir a Dios. Y luego Jesús pone tres ejemplos divertidos: “¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?”. Claro que no. Pues bien, si “vosotros, pues, que sois malos”, dice Jesús, “sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?”. El Espíritu Santo es el mejor don de todos: es Dios mismo, el don vivo, la persona-don. En el Espíritu Santo están todos los dones, cada don.

El mensaje es claro: recemos por los demás, seamos atrevidos, audaces, confiados, como Abraham, que rezaba por Sodoma y Gomorra. Recemos para salvar nuestra sociedad, nuestro país, o por la conversión de otros países. Dios quiere que pidamos, que seamos “molestos”, nos invita a importunarle. “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá”. Pero debemos confiar en la bondad de Dios. Si queremos dar cosas buenas a los demás, por pecadores que seamos, Él está aún más dispuesto a hacerlo.

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