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I.H. (Inteligencia Homilética)

La IA se ha convertido en una herramienta para que los sacerdotes preparen las predicaciones. Sin embargo, plantea riesgos, ya que la verdadera homilía requiere un acto espiritual, oración y encarnar el Evangelio.

Manuel Blanco·21 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos

Todo periodista se enfrenta alguna vez al “síndrome de la página en blanco”. Paralelamente, el desafío de todo predicador consistiría en tener qué decir; en saber explicar la Palabra de Dios y compartirla; acertar de lleno con el mensaje principal del Evangelio sin quedarse en blanco… La brevedad, la concisión, el mover vidas, corazones, forman parte de este reto. Una mezcla de sudor frío y tremenda ilusión caracterizan los apuros y las ansias de quienes exprimen sus cerebros para trasladar bien a otros la Buena Nueva. Divertida paradoja: cuando se trata de escribir acerca de los riesgos y las ventajas que tiene el empleo de la IA (Inteligencia Artificial), el primer impulso es recurrir a “ella” para ver qué opina del tema, cómo lo aborda. Algo así como “buscar” antes que “pensar”. De todos modos, nada que no se hubiese hecho antes, aunque de modo más rudimentario: acercarse a las enciclopedias, a los libros o a los sabios para organizar ideas y contemplar enfoques enriquecedores. 

Creo que el sueño de un predicador mediocre sería amanecer tomando un café y preguntándole al ordenador central de su casa “domótica” por una buena homilía. El cine nos ha advertido sobre la “rebeldía” de algunos “cerebros” artificiales (por ejemplo, el “Hal” de Odisea 2001). Y aunque nos presentó a honestas y leales “inteligencias” robóticas al servicio del ser humano (como el ingenio “Tars” de Interstellar), no podemos esperar de ellos un “acto espiritual” como el que supone “predicar”. 

Los tres propósitos clásicos de la comunicación (informar, entretener y persuadir) no son ajenos al Evangelio, ni al propio estilo de Jesús. Pero el Señor no es un empresario que busca el rendimiento y la eficacia, sin más. Desea irrumpir en la vida personal por amor, no para captar adeptos, ni convencer de que los productos que vende son los mejores y es necesario adquirirlos. Cuando Jesús llega al oyente, además de su poderoso y verdadero mensaje, convence con la propia vida; es creíble y toca el corazón. 

Un sacerdote elaboró su guión a partir de varias fuentes “sanas”. Luego se lo pasó a un feligrés joven y algo “al margen” de la Iglesia, pero experto en las nuevas tecnologías. Con aquel material le preparó una presentación bonita, con imágenes, plástica y ordenada; incluso destacando lo principal y marginando lo accesorio… Quedó vistoso y pedagógico. ¡Y hasta le compuso una curiosa melodía con la que condensar el tema, ideal para memorizarla pequeños y grandes! 

Porque la IA tiene esa ventaja de rapidez, acotamiento, ilustración… Resume sin perder la esencia. Da con las preguntas habituales que centran el tema, ayudando así a no divagar o a estar “fuera” de la realidad. Aporta contexto y modos prácticos de responder. Concreta. Cuando se le pide una anécdota que ejemplifique lo tratado, suele aproximarse bastante (aporta una historia genérica de la que luego el predicador puede servirse; en ocasiones, la concreta, si “encuentra” una que alguien haya elaborado o utilizado antes). A la IA hay que alimentarla bien, aunque sí, constituye un acceso directo y rápido a multitud de contenidos, comentarios y homilías en recopilación.

A la hora de predicar bien hay pocos atajos. La mera “eficiencia” es idolatría. Se necesita comprender a Jesús: qué piensa, qué siente, qué haría… y por qué. Eso es orar. El vértigo del buen predicador es tener que hablar de algo Sublime, Puro, Omnipotente, sabiéndose salpicado por el propio pecado, sin fuerzas, sin ciencia… sin suficiente gracia de Dios. Pero ésta le persigue. Él busca el fuego inextinguible de la Verdad. No expone, ¡proclama! Concibe “titulares” apropiados, porque los “recibe” de dentro. La máquina ha leído millones de textos; pero sin hacerlos carne, sin el alma.

Actualmente, un ave de mal agüero sobrevuela el nido de los contenidos: la manipulación. Existen portales que tratan de “blindarse” ante esto. Pensar y formarse siguen siendo imprescindibles. Así como la humildad y el arrepentimiento. El predicador que encarna el Evangelio, lo porta como el moreno de quien ha estado expuesto al sol vitamínico.

La IA es herramienta: no se le puede entregar el corazón ni delegarle ciegamente la tarea del sermón, la catequesis, la plática… Jesucristo persuade porque es digno de confianza. A la Iglesia se le pide mucha o toda de esa integridad transformadora del Espíritu Santo, Autor Principal.

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