El lema papal «In illo Uno, unum» («En aquel Uno, uno solo») escogido por León XIV representa una de las más profundas intuiciones de la tradición cristiana: la misteriosa unidad de los muchos creyentes en el único Cristo. Esta expresión, aparentemente sencilla, encierra una riqueza teológica extraordinaria que encuentra sus raíces más hondas en las Sagradas Escrituras y en la interpretación patrística, particularmente en la exégesis agustiniana del Salmo 127(128).
Del canto familiar a la visión eclesial: La relectura agustiniana
El Salmo 127(128), tradicionalmente clasificado entre los «Cánticos de las subidas», presenta en su texto original una hermosa descripción de la prosperidad que acompaña al hombre temeroso de Dios: su trabajo es fructífero, su esposa fecunda como parra abundante, sus hijos como renuevos de olivo alrededor de la mesa. Esta imagen idílica de la bendición familiar ha resonado durante siglos en la espiritualidad judía y cristiana.
Sin embargo, el genio teológico de San Agustín trasciende la interpretación literal para descubrir en este salmo una profunda prefiguración cristológica y eclesial. En sus Enarrationes in Psalmos, el obispo de Hipona propone una exégesis innovadora que transforma este cántico familiar en una visión profética de la Iglesia unida a Cristo.
Agustín comienza reconociendo la bendición del hombre temeroso del Señor que «come el fruto de su trabajo» y contempla a su «mujer como parra fecunda» y a sus «hijos alrededor de la mesa». No obstante, su interpretación da un giro decisivo al identificar a este «hombre» no como un creyente aislado, sino como «Cristo total:
Cabeza y Cuerpo». Esta identificación primordial constituye la clave hermenéutica que permitirá desplegar toda la riqueza simbólica del salmo.
La paradoja de la unidad: muchos y uno en Cristo
A partir de esta identificación cristológica, san Agustín desarrolla una de sus intuiciones más fecundas: aunque «somos muchos hombres», en realidad «somos un solo hombre» en Cristo. Esta paradoja de la pluralidad y la unidad simultáneas —»muchos cristianos y un solo Cristo»— encuentra su fundamentación en una exégesis gramatical del propio salmo, donde Dios utiliza el singular («comerás los frutos») para destacar que, a pesar de la pluralidad de los fieles, todos reconocen su unidad radical en una sola realidad divina.
Dimensiones conceptuales de la unidad en Cristo
La visión agustiniana sobre la unidad de los creyentes en Cristo se despliega en dos perspectivas complementarias que, aunque parten de enfoques lógicos distintos, convergen en la misma verdad teológica:
Unificación de la pluralidad en la singularidad de Cristo:
- Énfasis: Muestra cómo los «muchos» creyentes se integran para constituir «un solo ser» en Cristo.
- Lógica: De lo múltiple a lo singular —como ramas injertadas en un único tronco—, los fieles encuentran su unión en Él.
Identidad unificada derivada de Cristo:
- Énfasis: Destaca que los creyentes sólo adquieren su verdadera identidad al pertenecer a «un solo Cristo» (Cabeza y Cuerpo).
- Lógica: De lo singular a una pluralidad cohesionada —como células formando un organismo—, la singularidad de Cristo da cohesión al Cuerpo.
La distinción fundamental entre ambas perspectivas radica en que la primera partiendo de la pluralidad, sugiere la contención en Cristo; mientras que la segunda partiendo de la singularidad de Cristo, subraya la pertenencia y constitución mutua.
El fundamento bíblico de «In illo Uno, unum»
Esta concepción teológica no es una construcción arbitraria, sino que encuentra sólido fundamento en numerosos textos neotestamentarios que san Agustín integra magistralmente en su exégesis:
Unidad de muchos en un solo ser (Cristo):
- «Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo» (1 Co 12, 12).
- «Siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo…» (Rm 12, 5).
- «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gá 3, 28).
- «Un cuerpo, y un Espíritu…» (Ef 4, 4).
«Un solo Cristo» y «muchos son uno en Él»:
- «Por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo…» (1 Co 12, 13).
- «Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo…» (1 Co 12, 27).
- La oración sacerdotal de Jesús: «Para que todos sean uno… en nosotros» (Jn 17, 20-21).
- «Reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo…» (Ef 2, 16).
La Iglesia como familia espiritual: símbolos nupciales y fraternos
Continuando con su interpretación, Agustín desarrolla el símbolo eclesial de la esposa y madre fecunda: la Iglesia, como esposa mística de Cristo, engendra continuamente nuevos hijos en la fe. Los «hijos alrededor de la mesa» expresan la comunión sacramental y espiritual de los creyentes. De este modo, el Salmo 127(128) se transforma en una visión anticipada de la communio sanctorum: una familia espiritual, bajo la cabeza única que es Cristo, donde «los muchos» participan de «un solo» y forman un solo cuerpo bendecido.
Esta metáfora familiar resulta especialmente significativa porque establece un vínculo entre la experiencia cotidiana del hogar —tan central en el salmo original— y la realidad sobrenatural de la Iglesia. La mesa familiar se convierte en símbolo eucarístico, la fecundidad conyugal en imagen de la evangelización, y la bendición doméstica en prefiguración de la gracia eclesial.
La teología del lema papal
El lema escogido por León XIV, «In illo Uno, unum«, no constituye simplemente una expresión poética o una fórmula devocional. Se trata de una afirmación teológica precisa con profundas raíces bíblicas y patrísticas. Esta frase declara solemnemente que la unidad de los cristianos no es una mera cooperación estratégica o afinidad moral, sino una unión ontológica en Cristo, por quien y en quien todos son uno:
- En Cristo somos reconciliados (Ef 2,14).
- En Cristo somos injertados (Rom 11,17).
- En Cristo somos un solo cuerpo (1 Cor 12,12-27).
- En Cristo, todos son uno (Gál 3, 28).
La elección de un salmo sapiencial-familiar como fuente de inspiración para expresar una visión eclesial de comunión es característicamente agustiniana. Sin embargo, la adopción específica de este salmo por parte de León XIV como base para su lema
papal constituye una relectura espiritual que subraya la dimensión doméstica, encarnada y cotidiana de la unidad cristiana: no se trata de una abstracción teológica, sino de una bendición que ha de vivirse en la carne, en la familia concreta que es la Iglesia.
La coherencia agustiniana con la Escritura
La teología de San Agustín logra unir armónicamente ambas perspectivas sobre la unidad en Cristo:
- La unidad orgánica en Cristo Cabeza (1 Co 12; Rm 12; Ef 4).
- La unión personal y sobrenatural por gracia (Gá 2, 20; Jn 17).
- La obra del Espíritu Santo en la communio sanctorum (1 Co 12, 13; Ef 2, 18).
- La superación de divisiones sociales y étnicas (Gá 3, 28; Col 3, 11).
De este modo, la integración de muchos creyentes en Cristo y la identidad que de Él deriva son dos caras de la misma realidad: la Iglesia como Cuerpo viviente bajo la única Cabeza, reconciliada y transformada en «aquel uno» que es Cristo.
Conclusión: Un mensaje para nuestro tiempo
El Salmo 127(128), interpretado a la luz de la visión agustiniana y recogido en el lema papal «In illo Uno, unum», nos ofrece una profunda visión eclesial: los muchos creyentes, en toda su diversidad, se unen misteriosamente en el Uno que es Cristo. Esta herencia bíblica y patrística es la que nos propone León XIV con su lema pontificio: una espiritualidad de comunión arraigada en la unidad del Cuerpo de Cristo.
En nuestros tiempos marcados por la fragmentación social, el individualismo y las divisiones eclesiales, este lema nos recuerda que la verdadera bendición consiste en vivir y reconocernos como miembros de un solo Cristo. La exégesis del Salmo 127(128) se convierte así en una invitación espiritual a redescubrir el misterio de unidad que constituye el núcleo mismo de la identidad cristiana: siendo muchos, somos uno en Aquel que es el Uno.
Doctor en Derecho Canónico