Evangelio

Adviento, el despertador de la Iglesia. Domingo I de Adviento (A)

Vitus Ntube nos comenta las lecturas del domingo I de Adviento (A) correspondiente al día 30 de noviembre de 2025.

Vitus Ntube·27 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

El Adviento ya está aquí. Con él, comenzamos un nuevo año litúrgico. El Adviento es el despertador de la Iglesia. Viene a despertarnos a todos y recordarnos que algo nuevo está comenzando. Este es el mensaje central de las lecturas de hoy. Encontramos palabras como éstas, repetidas: “En los días futuros”, “momento”, “tiempo”, “hora”, “ahora”, “despierta”, “día”. Todas señalan un nuevo comienzo.

San Pablo dice a los Romanos: “Comportaos así, reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca.” Y en el Evangelio, Jesús afirma: “Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”.

La Iglesia nos invita a asumir dos actitudes al comenzar este tiempo: la vigilancia y la atención. Se nos invita a despertar de nuestro sueño, de la rutina, de la tibieza, de la indiferencia y prepararnos para lo que nos espera. Despertar exige dejar de lado las cosas que pertenecen a la noche y al sueño: el pecado, los malos hábitos, los vicios…, y, más bien, revestirnos de las obras de Cristo. Dejemos los pijamas, por decirlo así, y pongámonos la armadura de la luz. Pero no basta con despertar. También debemos velar, ser como el centinela, estar listos porque alguien viene.

El tiempo litúrgico de Adviento celebra la venida de Dios en dos momentos. En primer lugar, la Iglesia reaviva nuestra expectativa de la segunda venida de Cristo, su retorno glorioso; luego, a medida que se acerca la Navidad, nos llama a fijar la atención en la primera venida que tuvo lugar en la historia. Pero no termina aquí. La Iglesia también nos invita a una vigilancia, a crecer en sensibilidad y delicadeza para percibir la presencia escondida de Cristo en la realidad cotidiana. La verdad es que el Señor viene continuamente a nuestras vidas. Así como Jesús dijo a los discípulos que la venida del Hijo del Hombre sería como en los días de Noé, en medio de comer y beber, casarse y formar una familia, en medio de las actividades ordinarias.

La hora inesperada se oculta en la hora ordinaria. Está escondida en las actividades cotidianas. Mantente despierto y prepárate, porque la Eternidad ha entrado en el tiempo, ha entrado en nuestra historia, el ahora eterno en el ahora temporal, y cada momento encierra la posibilidad de un encuentro con Él. Lo que se dirigió a los discípulos ahora se dirige a todos, porque cada uno puede ahora encontrarse con Dios que viene.

El Adviento es por excelencia un tiempo de esperanza y alegría. Nuestra esperanza y nuestra alegría tienen un nombre y un rostro: Jesucristo. El Adviento nos prepara para encontrarnos con Él en la Navidad, al final de los tiempos y en cada momento de la vida cotidiana.

Cristo viene, la Alegría viene, la Esperanza viene. Los días futuros anunciados por el profeta Isaías se convertirán en realidad. Isaías, poeta y visionario, llamado “el Shakespeare de los profetas” (o si se prefiere, el Cervantes, Dante o Goethe), nos cuenta una de sus visiones en la primera lectura: un futuro de esperanza y alegría. Mientras la Iglesia concluye el año jubilar de la esperanza, el Adviento nos recuerda que la esperanza sigue viva.

El despertador de la Iglesia está sonando, no lo apaguemos. Dejemos los pijamas y mantengámonos despiertos para recibir a Cristo que viene en cualquier momento y, de modo especial, en la Santa Misa.

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