Evangelio

Las pruebas de cada día. Domingo XXXIII del tiempo ordinario (C)

Joseph Evans nos comenta las lecturas del domingo XXXIII del tiempo ordinario (C) correspondiente al día 16 de noviembre de 2025.

Joseph Evans·13 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

Lo que el profeta Malaquías describe de forma resumida en la primera lectura de hoy, Nuestro Señor lo expone con mayor detalle en el Evangelio. El profeta anuncia un “día” “en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz”.

Es la destrucción total de todo mal y de todos los malhechores. Por el contrario, dice Malaquías, “pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra”. Para los malvados, el fuego de la destrucción; para los justos, ese mismo fuego divino que tiene poder para destruir actuará como un sol que calienta y sana.

Jesús nos dice más en el Evangelio y conecta deliberadamente dos cosas: profetiza la destrucción del Templo de Jerusalén (que realmente ocurrió en el año 70 d. C.) y mezcla esto con referencias a la destrucción del mundo al final de los tiempos. Explica que los justos se verán envueltos, al menos en parte, en este fuego. Será como un purgatorio, un fuego probador, aunque todavía en la tierra. Y así los cristianos serán perseguidos. “Os entregarán al suplicio y os matarán, y por mi causa os odiarán todos los pueblos”.

Nosotros también podríamos sentirnos tentados a sentir terror ante tanta agitación. Pero Nuestro Señor nos dice: “no os alarméis, porque todo esto ha de suceder, pero todavía no es el final”. La destrucción de Jerusalén fue un acontecimiento histórico y los primeros cristianos, atendiendo a la advertencia de Cristo, escaparon a tiempo. El fin del mundo y toda la agitación que lo acompañará es un acontecimiento futuro. Pero cada día los cristianos debemos enfrentarnos a pruebas e incluso a persecuciones por nuestras creencias; podemos sufrir odio por causa de Cristo, especialmente si defendemos la verdadera enseñanza moral.

Los profetas hablan del “día” del Señor, y también era un tema frecuente en las epístolas de san Pablo (por ejemplo, 2 Tim 1, 12.18; 4, 8). Los profetas lo veían como un día de juicio, de visita divina, en el que Dios castigaría a los malvados y recompensaría a los justos. Podría ser un acontecimiento histórico concreto, pero en última instancia sería el día final, el día del juicio final. Pero nosotros vivimos ese día todos los días. Todos los días somos puestos a prueba, y cualquier día podría ser el último, cuando nos presentemos ante Cristo: “Velad, porque no sabéis el día ni la hora” (Mt 25, 13).

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