La unión con el Papa es tan importante que este año la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán tiene prioridad sobre el domingo normal. Porque Nuestro Señor nos dijo “quien a vosotros escucha, a mí me escucha” (Lc 10, 16) y Pedro es, en palabras de santa Catalina de Siena, el “dulce Cristo en la tierra”, el representante de Nuestro Señor. Recordemos que la Basílica de Letrán, y no la Basílica de San Pedro, es la catedral del Papa. Esta última es solo la iglesia personal del Papa, casi como su capilla, ¡por enorme que sea! Así pues, la Basílica de Letrán representa la sede de la autoridad del Papa como obispo de Roma. Cada catedral expresa la autoridad del obispo y en cada diócesis celebramos el aniversario de la dedicación de esa catedral como expresión de nuestra unidad con el obispo. Hoy, en toda la Iglesia, celebramos la dedicación de la Basílica de Letrán como signo de nuestra unión con el Papa que, aunque es pastor universal, es también obispo de Roma.
La basílica es considerada “Madre y Cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo”, lo que cobra aún más sentido si recordamos que está dedicada a san Juan Bautista y cuenta con un baptisterio enorme, ¡más grande que muchas catedrales! El bautismo fue nuestro nacimiento en Cristo y en la Iglesia, y Juan, por supuesto, fue el gran bautizador que incluso bautizó a Cristo, aunque solo para que Nuestro Señor le concediera su gracia a él y a nosotros. Desde el Bautismo de Cristo en el Jordán, por el poder que Nuestro Señor dio a esas aguas, la gracia divina de alguna manera “fluye” hacia todas las aguas bautismales en todos los lugares y a lo largo del tiempo. Así que la fiesta de hoy nos habla de nuestra unión con el Papa y la Iglesia y de cómo, a través del Bautismo, la Iglesia actúa como una madre para darnos a luz en Cristo.
Pero las lecturas de hoy nos dan una advertencia. Nunca debemos abusar de los espacios sagrados que Dios nos da para encontrarnos con Él. Unidos a Cristo, que es el verdadero Templo de Dios, el verdadero lugar donde Dios se encuentra con el hombre, nosotros mismos debemos ser templos vivos de Dios (1 Cor 3, 16-17). Dios también utiliza edificios materiales para que podamos tener un lugar físico al que acudir como comunidad, pero esos edificios deben ser siempre casas de oración y nunca reducirse a lugares de trueque y comercio. Jesús no lo tolerará, como muestra el Evangelio de hoy. Quizás podríamos aprovechar también esta fiesta para reflexionar si realmente respetamos nuestras iglesias y las vemos no como meros centros comunitarios, sino como lugares de oración y adoración a Dios.




