Evangelio

La vida cristiana como asunción al Cielo. Solemnidad de la Asunción (C)

Joseph Evans nos comenta las lecturas de la Solemnidad de la Asunción (C) correspondiente al día 15 de agosto de 2025.

Joseph Evans·12 de agosto de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

“En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa…” O más literalmente: “María, habiéndose levantado en aquellos días, fue…”. María se levantó, fue elevada por la gracia de Dios en su interior: se elevó a un nivel aún mayor de entrega y generosidad y corrió a ayudar a su prima anciana. Su asunción, su ser llevada a cotas cada vez más altas de amor, ya estaba actuando en ella.

La asunción de María continuó en su Magnificat: humillándose, Dios la exaltó. Y luego fue elevada a nuevas alturas de amor por los tres meses que pasó cuidando de Isabel.

Satanás arrastra del cielo a la tierra: “y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra”. María, llena de gracia y plenamente abierta a la gracia, es elevada de la tierra al Cielo. La Escritura nos deja entrever la gloria de María en el Cielo: “Se abrió en el cielo el santuario de Dios… Un gran signo apareció en el cielo”. La forma en que se representa a María la muestra como la cima, la corona de la creación, la expresión más plena de su gloria: “Una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.

La vida cristiana es una ascensión gradual al Cielo, o mejor dicho, una asunción, porque Dios nos lleva por su gracia. A diferencia de Cristo, que es Dios, nosotros no tenemos el poder de ascender, de llevarnos a nosotros mismos hasta allí. La humildad de María -no había en ella ningún peso de orgullo- facilitó que Dios la llevara hacia sí. La fe, la humildad y el servicio amoroso, inspirados en nosotros por el Espíritu Santo, son los “vientos” en los que Él nos lleva.

Pero como María en la tierra, y como parte de la Iglesia (la mujer del Apocalipsis es a la vez María y la Iglesia), sufrimos los ataques constantes de Satanás, que quiere devorarnos. “Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz” (la vida nueva es una forma de asunción, de superación constante de la muerte por parte de la humanidad: por eso Satanás se opone desesperadamente a ella).

A la mujer se le dieron “las dos alas de la gran águila” -otra sugerencia de asunción, de ser llevada más alto- para escapar de la serpiente. La serpiente actúa en la tierra; el Espíritu-águila nos lleva a las alturas del Cielo. Con María, en sus brazos o en la cola de sus vestiduras cósmicas, también nosotros somos llevados a Dios. Y en la resurrección de la carne, también nosotros disfrutaremos de nuestra propia “asunción”, no al nivel de María, pero gloriosa igualmente.

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