Evangelio

Perseverar en la oración. Domingo XXIX del tiempo ordinario (C)

Joseph Evans nos comenta las lecturas del domingo XXIX del tiempo ordinario (C) correspondiente al día 19 de octubre de 2025.

Joseph Evans·16 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

La parábola gráfica y expresiva que Jesús nos cuenta hoy —la viuda que exige justicia al juez injusto— nos muestra cuánto desea Nuestro Señor que perseveremos en la oración. El juez no es un hombre bueno. Para Él, la viuda es una molestia, pero precisamente porque ella no deja de importunarlo, decide darle lo que quiere solo para tener un poco de paz. Jesús nos dice: “sed molestos, seguid llamando, seguid pidiendo”. Si un hombre malo le da a la mujer la justicia que ella quiere, cuánto más nos dará Dios lo que le pedimos si le clamamos día y noche.

De esto se desprenden dos lecciones: en primer lugar, Jesús está hablando de justicia, algo que realmente necesitamos. La mujer no está molestando al juez para que le compre un par de zapatos nuevos. Dios nos escuchará si le pedimos lo que realmente importa. Por mucho que le insistamos a Dios, si realmente no necesitamos algo, es posible que no lo obtengamos. Y entonces tendremos que clamar día y noche.

A veces nos quejamos de que Dios no nos escucha, pero eso puede ser porque pedimos sin convicción. Rezamos unas cuantas oraciones tibias y luego nos quejamos de que Dios no nos responde. La mujer llamaba a la puerta del juez todos los días. Si queremos algo y es importante, debemos insistir. Pedir mucho, todos los días, muchas veces al día. Eso es la verdadera oración.

Por último, hay dos frases de Nuestro Señor que parecen contradecirse entre sí. Él habla de que Dios parece tardar en respondernos, pero también dice que Dios nos responderá rápidamente. ¿Cómo conciliamos ambas cosas? Cualquier intento de respuesta debe considerarse dentro del contexto más amplio de la acción de Dios en el mundo. En este momento hay personas que sufren injusticias. Dios no parece responder a sus oraciones; ni a nuestras oraciones por ellos. Pero también es cierto que Dios ha corregido muchas injusticias. Pensemos en tantos avances en materia de derechos humanos en nuestra sociedad. Nuestra propia experiencia personal nos dice que ningún problema dura para siempre.

Dios escucha nuestras oraciones y responde rápidamente. Puede que no siempre nos dé la solución que queremos o que se nos ocurre. A veces, más que resolver un problema, nos ayuda a resolvernos a nosotros mismos. Nos ayuda a ser mejores personas en ese problema, creciendo en virtud y confianza en Él. Dios siempre nos da una parte de su santidad. Ese es el mayor regalo de todos, la justicia interior para actuar y pensar correctamente, hacia Dios y hacia los demás, sean cuales sean las circunstancias exteriores. Al esforzarnos por ser justos en nuestro interior, contribuiremos a crear una sociedad más justa a través de nuestra acción social y, sobre todo, de nuestra oración constante.

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica