Evangelio

La barca de Pedro. Tercer domingo de Pascua (C)

Joseph Evans nos comenta las lecturas del tercer domingo de Pascua (C) correspondiente al día 4 de mayo de 2025.

Joseph Evans·1 de mayo de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

Jesús está en la orilla (Jn 21, 4). Es la orilla de la eternidad: después de su Resurrección vive en una nueva dimensión. Pero sólo en la orilla, porque aún no ha regresado plenamente a su Padre (véase Jn 20,17). Es ese tiempo intermedio del que nos hablan los Hechos de los Apóstoles: “Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, aparciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios” (Hch 1, 3). Puede revelar y ocultar su gloria a voluntad – “los discípulos no sabían que era Jesús”-, como hizo con María Magdalena junto al sepulcro y con los discípulos de Emaús.

Se trata de la segunda pesca milagrosa de Cristo. La primera (Lc 5, 1-11) condujo a la llamada de los apóstoles y, en particular, de Pedro, mientras que este episodio conduce a la consagración de Pedro como pastor universal (Jn 21, 15-18). Es una nueva llamada, también a la abnegación total (vv. 18-19).

Jesús se dirige a los discípulos como “hijos”. Uno con el Padre (Jn 10, 30) y con el Espíritu que nos conduce a la filiación divina (Rm 8, 14-17), está jugando con ellos a un juego divino como un padre amoroso juega con sus hijos. Sabe muy bien que no tienen peces y que dentro de unos segundos les concederá, milagrosamente ¡153 grandes! Cristo ha resucitado para hacernos hijos e hijas de Dios en él, verdaderos hijos de Dios ahora (1 Jn 3, 2), pero esta realidad sólo la sentiremos plenamente, la viviremos, cuando por fin podamos cruzar el arriesgado “mar” de esta vida y llegar a la tierra firme de la vida eterna en el cielo (ver Ap 4, 6; 15, 2).

Pero para cruzar este mar y sobrevivir en sus aguas tormentosas debemos estar en la barca de Pedro, la nueva arca de salvación como lo fue en su tiempo la de Noé. Debemos ir a pescar con Pedro (Jn 21, 3) -es decir, el Papa- compartiendo tanto sus éxitos como sus fracasos. Sólo en la barca de Pedro podemos estar seguros (Mc 4, 35-41). Como muestra la primera lectura de hoy, Pedro nos guía en nuestro testimonio fiel de Cristo, y aunque tengamos que sufrir por ello, estamos “contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre” (Hch 5, 41). Y nos guía en el camino hacia Cristo (Jn 21, 7).

Pero todos nosotros, a nuestra pequeña manera, recibimos una parte de la autoridad de Pedro: también nosotros, como padres, buenos amigos o almas consagradas a Dios en el celibato, debemos apacentar los corderos y cuidar y apacentar las ovejas que nos han sido confiadas.

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