De Salomé sabemos por los evangelios que era la esposa de Zebedeo, un patrón de pesca del lago de Genesaret, madre de dos apóstoles, Santiago y Juan, predilectos del Señor, que estuvo en el Calvario y que la mañana de la Resurrección fue a la tumba, junto con otras mujeres, a embalsamar el cuerpo de Jesús. Nos dicen, además, que tuvo la audacia de pedir a Jesús que en su reino se sentarán sus hijos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Además, podría ser ella la hermana de la Virgen María, título que disputa con María de Cleofás. Sobre este particular no tenemos documentación suficiente para dar una respuesta definitiva, lo máximo que alcanzamos es a hacer algunas conjeturas de su congruencia.
Qué nos dice el Nuevo Testamento
En el evangelio de san Juan 19, 25 leemos “junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena”. Como lugares paralelos en los sinópticos, tenemos en el Calvario, según Mateo 27, 56: “estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo”; y según Marcos 15, 40: “estaban María Magdalena y María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé”.
Todos ellos como presente en el Calvario, nombran a María Magdalena. Por otra parte, es común identificar a María, mujer de Cleofás, con María, la madre de Santiago y José, e igualmente, a Salomé con la madre de los hijos de Zebedeo. Por el contrario, la madre de Jesús, no es citada en los sinópticos y aparece sólo en Juan 19, 25, sin nombrarla.
Cabe preguntarse ¿quién es esa “hermana de su madre?, porque no consta que María tuviera una hermana. El término griego empleado es adelphè, con el que se designa a la hermana natural de unos mismos padres o bien, de uno sólo. Sin embargo, en el griego bíblico podría designar también a un pariente próximo, ya que en arameo el término “hermano” tiene una extensión lingüística mayor que en griego, por lo que cabría una simple relación de parentesco. Y también, ¿de cuántas mujeres se habla en el texto de Juan?, de cuatro, o de tres. En Mateo y Marcos tenemos tres mujeres, pero ninguno de los dos nombra a la madre de Jesús. Y si la hermana de la madre de Jesús era Salomé, ¿por qué san Juan omite su nombre?
Como resumen, de la lectura de los evangelios, en la crucifixión acompañaron a Jesús un grupo de mujeres que le seguían desde Galilea, entre las que se destacan su madre y otras tres, María Magdalena, María de Cleofás y Salomé. La citada por Juan como “hermana de su madre” bien podrían ser Salomé o María de Cleofás.
Qué nos dicen los comentaristas
En los comentarios exegéticos de Juan 19, 25 es común sugerir dos lecturas posibles, sin inclinarse por ninguna de ellas. Podría leerse: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás y María Magdalena”, es decir, cuatro mujeres. O bien, tres mujeres, “junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás y María Magdalena”. Ambas lecturas del texto serían válidas. De aceptarse la primera, es unánime que esa mujer innominada no puede ser otra que Salomé, la madre del “discípulo amado”. De acuerdo con la segunda, María de Cleofás sería prima hermana o bien cuñada de la Virgen María.
“La Biblia de Jerusalén” se limita a señalar en nota a pie de página, que la hermana de María sería “o Salomé, madre de los hijos de Zebedeo o, uniendo esta designación a la que sigue, “María, mujer de Cleofás”.
En el “Comentario a la Sagrada Escritura Verbum Dei” sobre Juan 19, 25 se lee: “el balance de esta enumeración inicial nos lleva a distinguir no tres, sino cuatro mujeres junto a la cruz de Jesús. El punto discutido es si “la hermana de su madre” es María de Cleofás o es otra prima de nuestra Señora. La predilección general por el anonimato y la reticencia que manifiesta Juan sugerirían que, al tratarse de lo segundo, deberíamos identificarla con Salomé, su propia madre, la cual estuvo ciertamente en el Calvario aquel día”.
En el Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, en la voz “Salomé”, se dice: “se ha deducido que Salomé era la mujer de Zebedeo (cf. Mt 20,29). Algunas veces se la identifica también con la hermana de la madre de Jesús (cf. Jn 19, 25)”.
M. Rey Martínez, en “El Apóstol Santiago y la Virgen María”, nos dice que los pareceres de los exégetas se dividen. Así, J. Leal, después de mantener que “la hermana de María” se identificaba con Salómé, se decanta porque lo sea María de Cleofás, mientras que el Padre Lagrange, habiéndose mantenido largo tiempo vacilante, se decide por Salomé. Para otros, se trata de un tema insoluble, al ser el texto de san Juan ambiguo. Para Rey Martínez el que Salomé sea la citada es clave para entender dos pasajes de los evangelios, como son la petición de Salomé a favor de sus hijos y la entrega en la Cruz de su madre al apóstol Juan. En “Salomé, en tiempos de Cristo”, J. Fernández Lago, reafirma esa opinión, por la luz que da al leer esos pasajes, para los que sería difícil encontrar otra explicación plausible, por lo que, si no se puede hablar de certeza, al menos sí de muy fuerte probabilidad.
En una nota a pie de página sobre este texto joánico, G. Ricciotti en su “Vida de Jesucristo” comenta que “se ha discutido muchísimo si esta lista incluye cuatro o tres mujeres, es decir si María (esposa) de Cleofás debe considerarse una continuación del precedente hermana de la madre de él, o si designa una mujer distinta. La antigua versión siriaca enumeraba aquí cuatro mujeres, lo que parece más probable, entre otros motivos, por el de que María de Cleofás, de haber sido hermana de la madre de Jesús, habría tenido el mismo nombre que ella”. De esta opinión es también M. Rey Martínez, alegando que la construcción rítmica de Juan 19, 25 exige una estructura de dos a dos mujeres, las primeras innominadas, las segundas con su nombre, para no quedar truncada.
En la literatura católica, al tratar de Salomé o de sus hijos, no es infrecuente que se aluda a la posibilidad de que fueran parientes de Jesús, así lo vemos, por ejemplo, en la Enciclopedia de la Religión Católica, en las voces “Salomé” y “Parientes de la Santísima Virgen”. Sin embargo, en las voces de “Santiago” y “Juan” de esa misma obra, nada dicen de tal posibilidad. De igual modo, en El cristianismo y sus héroes”, que reúne una pequeña reseña de los santos del día, al tratar de Salomé, nos dice “era pariente cercana de la Santísima Virgen y mujer del Zebedeo, y de su matrimonio con éste fueron fruto los apóstoles Santiago y Juan, parientes también, por lo tanto, según la sangre, del Divino Salvador del mundo”. En la fiesta de san Juan, del 27 de diciembre, comenta que “a Salomé un vínculo estrecho de parentesco la unía a la familia de Jesús, y Juan tenía el honor de ser, según la carne, primo de Jesús. Así al menos lo dicen muchos padres de la Iglesia”. En cambio, en la fiesta de Santiago, el Mayor, se omite cualquier referencia a este parentesco.
La voz de “Juan el Apóstol” reseñada en Wikipedia (18.07.2025) señala que a partir del texto de Juan 19, 25, surge la pregunta de quién era la “hermana de su madre”. Raymond E. Brown en su obra La muerte de Mesías, ofrece un cuadro comparativo de las mujeres que aparecen en la escena de la crucifixión en los distintos evangelios, del que se podría inferir que Salomé era, no sólo la madre de los apóstoles Santiago y Juan, sino también la hermana de la madre de Jesús. Sin embargo, el mismo Brown y otros autores señalan que el riesgo de excederse en esa inferencia es evidente. Esta interpretación, añade, explicaría, desde un punto de vista meramente humano, por qué Jesús habría confiado el cuidado de su madre al Apóstol. Contra esta identificación se han dado muchas intervenciones, casi tantas como estudiosos las han examinado, lo que no es infrecuente en los estudios bíblicos. También se expone como posibilidad, siguiendo a Brown, de que Zebedeo fuera de familia sacerdotal, propietario de una empresa pesquera, suministradora de pescado a las familias del entorno del Templo de Jerusalén, y de las casas de Anás y Caifás, que Juan conocía bien. Se tendría así una relación de parentesco de María, madre de Jesús, con Salomé, madre de Santiago y Juan, y con Isabel, madre de Juan el Bautista, todas ellas descendientes de Aarón.
Sobre si fueron cuatro o tres las mujeres designadas en el evangelio de San Juan, caben las dos soluciones, o bien tenemos cuatro mujeres, que serían la madre de Jesús, que no es citada en los sinópticos, más las tres consignadas por Mateo y Marcos, por lo que “la hermana de su madre”, de la que no da el nombre, sería Salomé, o bien sólo tres, si Juan omite en absoluto la presencia de su madre, por lo que habría que aplicar el título de “hermana de María” a María de Cleofás. El hecho de que Juan no mencione el nombre de su madre estaría en consonancia con que omita siempre el suyo propio, refiriéndose a él mismo como “un discípulo” (cfr. Juan 1, 35, 2, 2, 13, 23, 18, 15, 19, 26-27, 20, 2 y 20, 8).
Nos podríamos extender ampliamente en las exposiciones de los diversos comentaristas, de los que no han tratado este tema, que son la mayoría, de los que la han expuesto sucintamente, y de los que han dado su parecer en un sentido u otro, pero manifestando siempre lo abierto de la cuestión, sin dar una respuesta resolutoria. Baste con lo dicho.
Qué nos dicen las fuentes de la patrística
La tradición de los primeros siglos de la Iglesia no presta atención a Salomé, madre de Santiago, ni al posible parentesco de sus hijos con Jesús. Hubo, sin embargo, un giro importante en torno a la figura de María de Cleofás, conforme la fe del pueblo cristiano iba descubriendo, con luz más firme, la virginidad perpetua de la Virgen María, por lo que había que dar una explicación a los varios pasajes de los evangelios en que aparece la madre de Jesús con sus hermanos, que en griego viene descritos con el término de adelphoi, que designa a hermanos de unos mismos padres o a la sumo de un mismo progenitor, aunque en hebreo y arameo no exista el término de “primo” como término de parentesco, por lo que se emplea la voz genérica de “hermano”. La pregunta era ¿quiénes eran los padres de los hermanos de Jesús?
Una primera explicación fue atribuir estos hermanos de Jesús a un matrimonio precedente de José, que enviudó después de tener varios hijos e hijas, antes de sus desposorios con María, ya anciano, como lo relatan los evangelios apócrifos de la infancia del Señor, empezando por el Protoevangelio de Santiago, del siglo II, seguido por numerosos autores eclesiásticos y por las iglesias bizantina y orientales. De aquí viene la tradicional figura de san José, anciano, en las representaciones pictóricas del Nacimiento de Jesús.
También hubo quienes sostuvieron simplemente que los hermanos de Jesús eran hijos de José y de María, ya que los evangelios siempre que hablan de ellos los encuentran a su lado. De esta opinión era Helvidio, autor del siglo IV. Como reacción, san Jerónimo escribió Contra Helvidio en defensa de la virginidad perpetua de la Virgen, argumentando que, en el griego bíblico, podría traducirse adelphoi también como parientes próximos, concluyendo que los “hermanos de Jesús”, Santiago, Simón, Judas y José, eran hijos de María de Cleofás, que según san Juan 19,25 sería la hermana de la madre de Jesús. Incluso, para reforzar este parentesco tenemos que en el Evangelio del pseudo-Mateo, posiblemente escrito en el siglo VII, se afirma que María de Cleofás, era hija de éste y de Ana, la madre de María, casada en segundas nupcias, después de enviudar de san Joaquín.
Otros vieron la solución por otra vía, apoyándose en que diversos autores, como Hegesipo, citado por Eusebio de Cesaréa en su Historia Eclesiástica, exponen que Cleofás era hermano de José, y por lo tanto el parentesco de sus hijos con Jesús, sería por esta vía paterna. Así María, madre de Santiago y de José, de que nos hablan Mateo y Marcos, y que identificamos con la María esposa de Cleofás, sería cuñada de María, madre de Jesús. Esta es la posición predominante en la tradición católica. Según esta explicación, la expresión “hermana de su madre” de Juan 19, 25 podría aplicarse a María de Cleofás, siendo su cuñada, por la ambivalencia de las expresiones semíticas del entorno familiar.
Consistencia de que Salomé sea pariente de María
De todo lo anterior podemos concluir que no hay argumentos probatorios para afirmar que María y Salomé fueran parientes, pues no consta de manera explícita ni en la Sagrada Escritura y ni en la tradición. Sin embargo, que Salomé fuera pariente de María, y que, por tanto, Santiago y Juan lo fueran también de Jesús, daría luz sobre diversos hechos narrados por los evangelios:
- La cercanía y confianza del joven Juan con el Bautista, y la invitación de Jesús a permanecer con él (cfr. Juan 1, 26-39) aquel día en su morada, en el inicio de su vida pública, facilitada al tener los tres vínculos de parentesco.
- La presencia probable de Santiago y Juan en las bodas de Caná, de la que nos da noticia únicamente el evangelio de Juan en su capítulo 2, en el que estaban también invitados, además de María y Jesús, sus discípulos, que no pueden ser otros que los hijos de Zebedeo, que se explicaría si todos ellos pertenecieran a un mismo entorno familiar, asentado en Galilea.
- La petición de Salomé a Jesús, narrada en Mateo 20, 20-28 y Marcos 10, 35-45, de que sus dos hijos se sienten en su Reino, uno a su derecha y otro a su izquierda, en su lógica y valoración, depende de cuál fuera la posición de Salomé con respecto a Jesús, si de una pariente próxima que avalase sus pretensiones, o de una extraña, lo que las haría del todo improcedentes, por muy grande que fuera su cariño de madre. De ser primas, por el contrario, la petición no carecería de una motivación humanamente razonable.
- La entrega que Jesús hizo en la cruz de su madre al discípulo amado, para su custodia legal, que sería poco comprensible si María y Juan no tuvieran vínculos de parentesco, postergando a parientes de la rama paterna, del núcleo de los “hermanos del Señor” que aparecen a menudo junto a ella; y que Juan la acogiera en su casa (cfr. Juan 19, 27) con lo que este acto significaba en una sociedad de tipo patriarcal. A esto se puede añadir que al dejar Jesús a su madre al cuidado del “discípulo amado”, la pondría también junto a Salomé, su “hermana”, lo que le sería de gran consuelo, como lo fue durante el embarazo del Señor, la compañía de su prima Isabel.
- El ingreso de Pedro en la casa de Anás, que se relata en Juan 18, 15-17, gracias al “otro discípulo” que era conocido del sumo sacerdote y que habló con la portera, que sabía incluso el nombre del criado, Malco, al que Pedro cortó la oreja. Esta confianza se explicaría si sus padres, de familia sacerdotal, fueran proveedores habituales de pescado a las casas de Anás y Caifás, aprovechando sus viajes frecuentes a Jerusalén y el joven Juan fuera bien conocido del servicio de la casa.
Ciertamente, no podemos afirmar con certeza que Salomé fuera hermana de María, entendido como pariente próxima, y sus hijos Santiago y Juan, por tanto, lo fueran de Jesús. Sin embargo, de serlo, estos textos citados quedarían resaltados con una luz particular que ayudaría a una mayor comprensión, como piezas de un puzle que encajan a la perfección para darnos un cuadro en el que todas las piezas alcanzarían a dar una visión coherente del conjunto.
En cualquier caso, el tema del parentesco con Jesús de los “hijos del trueno”, no tuvo un interés particular para la primitiva comunidad cristiana, que nada nos dice del particular. En cambio, los evangelios sí que exponen quiénes son los verdaderos parientes de Jesús, porque “todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mateo, 12, 50 y paralelos, Marcos 3, 35 y Lucas 8, 21). Los vínculos de la carne tienen su importancia, pero son ampliamente superados por los del espíritu, en los que todos somos hijos de un mismo Padre y hermanos en Jesucristo. El vínculo sobrenatural sobrepasa al natural, que queda empequeñecido y de un valor anecdótico, frente a una realidad de orden superior.
Santa Salomé tiene dedicada en Santiago de Compostela una iglesia construida en el siglo XII, para honrarla como madre de Santiago el Mayor. Su fiesta es el 22 de octubre, que se celebra con una liturgia aprobada por el Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, del 28 de agosto de 1762. En los textos litúrgicos no se alude al tema aquí tratado, del posible parentesco de Salomé con María, madre de Jesús.