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La humildad según san Benito: guía para vivir y amar hoy

En 'La libertad interior', Joan Chittister, inspirada en san Benito, nos invita a redescubrir la humildad no como teoría, sino como camino concreto de libertad interior y madurez en el amor a Dios y a los demás.

José Carlos Martín de la Hoz·14 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Benito

©Wikipedia

Hace muchos años, en 1979, el entonces cardenal Luciani de Venecia distinguía en un artículo sobre san Josemaría Escrivá de Balaguer entre una espiritualidad para laicos y una espiritualidad laical. La primera sería la de san Francisco de Sales y la segunda la de san Josemaría.

Lógicamente, no tiene sentido clasificar las espiritualidades en buenas o mejores, pero si conviene cerciorarse de estar proporcionando la espiritualidad adecuada al público que uno tiene delante cuando se imparte un medio de formación espiritual, pronuncia una homilía, o imparte una clase de catecismo.

La humildad, centro de la vida cristiana

En esta ocasión deseo referirme a un interesante trabajo de Joan D. Chittister acerca de la virtud de la humildad y más concretamente acerca de los grados de la humildad tal y como los describe san Benito en su célebre regla.

Es claro que la autora, religiosa de la abadía benedictina de Eric, Pennsylvania, bien conocida por sus numerosas obras de espiritualidad, lo que pretende sencillamente es aplicar las obras de san Benito, siglo VI, al Estados Unidos del siglo XXI, sin más dilaciones ni aclimataciones.

Por supuesto que nuestra autora lo que pretende es centrar a sus conciudadanos en la virtud de la humildad, que es clave para la santidad personal. Como afirmaban nuestros clásicos del XVI: “en la humildad está la verdad”.

De hecho, en los procesos de canonización lo primero y más importante es leer en la Positio acerca de la vida, virtudes y fama de santidad, cómo el siervo de Dios ha vivido en grado heroico la caridad, es decir, el amor a Dios, el amor a la Iglesia y el amor a todas las almas. No en vano el mandamiento de Jesucristo fue el mandamiento de la caridad. 

Pero, hay que reconocerlo desde el principio, a continuación, hay que leer el capítulo dedicado a la virtud de la humildad, no solo la virtud de la humildad teórica: su concepción, importancia, sentido y alcance. Si no, fundamentalmente cómo encajó los golpes y las humillaciones de la vida el siervo de Dios, es decir no la humildad teórica de los libros y manuales de teología espiritual, sino la vida real y concreta.

En ese sentido la autora después de exponer brevemente el caos de vida que llevamos e occidente, las múltiples y variadas ocupaciones, crisis y momentos de intensas subidas y bajadas se detiene para realizar el primer análisis certero de este trabajo: “Lo que realmente hemos perdido es la conciencia de quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el universo, y lo que ello significa en todo cuanto hacemos” (13).

La virtud de la humildad en este trabajo queda planteada desde el primer momento muy certeramente: hemos de estar bien centrados en el amor de Dios y de las almas. Con una clara convicción: maduramos en la medida en que amemos.

Enseguida, nos hablará del elemento práctico de la humildad, mediante la necesidad de un examen de conciencia certero y definido o sencillamente con la cartografía de nuestra existencia. 

Para ser humildes hace falta saber localizar la soberbia en el mapa existencial: donde anida el amor propio, la falta de rectitud de intención o los deseos ocultos del egoísmo y de la superficialidad.

Para eso nuestra autora va a recurrir a los doce grados de la virtud de la humildad según san Benito. Primero, los enunciará según a un norteamericano le podría resultar más inteligible y después los volverá enunciar pero según el texto original. El resto del trabajo consistirá en hacerle esas doce preguntas o escalones a la sociedad americana de nuestro tiempo.

Ciertamente, hubiera sido más práctico resumirlo todo con la pregunta que sugería san Agustín para hacer el examen de conciencia todos los días de nuestra vida: “¿qué busco Señor cuando te busco? ¿Me busco a mí o te busco a Ti?”  (Confesiones, X, 6, 9).

Los grados de humildad según san Benito

Ahora volvamos a la regla de San Benito escrita en el año 520 y a sus grados de humildad para encontrar alguno de esos grados que puedan completar el examen de conciencia de san Agustín y ayudarnos a centrarnos en Dios y en los demás y posibilitar la acción de la gracia en nuestras almas y crecer en la humildad.

En primer lugar, conviene abrir el alma a la gracia para descubrir que Dios está dentro de nosotros (15) y desea, por el amor a Dios y a los demás, hacerse más fuerte y profundo en nuestro interior.

Inmediatamente hemos de descubrir el significado profundo del título del libro: la libertad interior consiste en hacer las cosas por amor. De esa manera, somos libres para amar porque la humildad nos ha sacado de la esclavitud del propio yo y nos ha abierto a la donación.

No podemos dejar de referirnos, a la afirmación del maestro Eckhart: la humildad y el amor son “el fruto de la nada”. Es decir, cuando nos vaciamos de nosotros mismos es cuando podemos afianzar el amor a Dios y a los demás.

Es importante la afirmación de san Benito en su paso quinto: “la humildad nos hace valientes. Una vez que sabemos quienes somos, mueren todas las falsas ilusiones de grandeza y todo el fariseísmo” (47).

Enseguida subrayará en los pasos séptimo y octavo, la eficacia para la humildad que aporta la donación incondicionada a Dios y a los demás. Es lógico. quien se vacía de sí puede llenarse de amor (59). Finalmente se referirá al despertar del alma para el amor: crecer en el amor (73).

Doce pasos hacia la libertad interior

Autor: Joan Chittister
Editorial: Sal Terrae
Páginas: 176
Año: 2005

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