El cielo de Roma ha amanecido encapotado. A la misma hora en que los cardenales hacían su ingreso en la basílica vaticana, caía una llovizna fina. En muchos lugares esta lluvia simboliza la gracia del cielo, un derramarse de bendiciones. Los purpurados han empezado el día participando en la Misa “pro eligendo pontifice”, que se ha celebrado a las diez de la mañana en San Pedro. La ceremonia ha estado presidida por el decano, Giovanni Battista Re, ante la presencia de cientos de fieles.
Tras el fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril, los cardenales han estado durante las últimas dos semanas reunidos en las llamadas congregaciones generales. En ellas ha habido un intercambio de pareceres y opiniones sobre el estado actual de la Iglesia y el mundo, así como momentos dedicados a la oración y al discernimiento en los que se han perfilado los atributos del próximo pontífice. Hoy llegan con los deberes hechos al cónclave, la reunión en la cual elegirán al Papa número 267 de la Iglesia católica. Algún prelado aseguraba que ya tenía claro a quién iba dirigido su voto; otros se han mostrado más reservados.
La única actitud justa y necesaria
La homilía de esta eucaristía es un momento notorio, pues resume el trabajo de los días previos y señala el itinerario que seguirá la votación, que comienza esta tarde alrededor de las cuatro y media en la capilla sixtina, donde serán encerrados los cardenales tras la histórica fórmula del “extra omnes”.
En sus palabras Re ha recordado el protagonismo del Espíritu Santo, que continúa guiando a la Iglesia como hizo tras la Ascensión de Cristo y en la espera de la Pentecostés, según se lee en los Hechos de los Apóstoles: “todos perseveraban unidos en la oración junto con María, la Madre de Jesús (cfr. Hch 1, 14). Es precisamente lo que también nosotros estamos haciendo a pocas horas del inicio del cónclave, bajo la mirada de la Virgen colocada al lado del altar, en esta Basílica que se eleva sobre la tumba del apóstol Pedro”.
Estos días los cardenales habían solicitado expresamente a todos los católicos que les acompañaran con su oración: “Notamos como todo el pueblo de Dios está unido a nosotros con su sentido de fe, su amor al Papa y su confiada esperanza”.
El decano, con una gran potencia de voz sorprendente en un hombre de 91 años, ha recordado que “estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo, para implorar su luz y su fuerza, a fin de que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil, complejo y atormentado”.
Ante la complejidad del tiempo que nos ha tocado vivir, “rezar, invocando al Espíritu Santo, es la única actitud justa y necesaria, mientras los cardenales electores se preparan a un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial, y a una decisión de gran importancia; un acto humano por el cual se debe abandonar cualquier consideración personal, y tener en la mente y en el corazón sólo al Dios de Jesucristo y el bien de la Iglesia y de la humanidad”.
Amor, comunión y unidad
Si hubiera que resumir la homilía en tres palabras, serían amor, comunión y unidad. En su comentario a las lecturas y al Evangelio de la Misa, en el que se ha leído el mandamiento nuevo que Jesús dio a sus apóstoles en la Última Cena -y que viene a ser el “quid” de toda la doctrina cristiana-, ha apuntado Re: “De los textos litúrgicos de esta celebración eucarística nos llega, por tanto, una invitación al amor fraterno, a la ayuda mutua y al compromiso por la comunión eclesial y la fraternidad humana universal”.
Frente a la lógica de la polarización que domina el discurso público, el mensaje constante de estos días, expresado como un deseo y una intención, ha estado también presente: “Entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión: comunión de todos los cristianos con Cristo; comunión de los obispos con el Papa; comunión entre los obispos. No una comunión autorreferencial, sino dirigida totalmente a la comunión entre las personas, los pueblos y las culturas, velando para que la Iglesia sea siempre ‘casa y escuela de comunión’.
También es fuerte la llamada a mantener la unidad de la Iglesia en la senda trazada por Cristo a los Apóstoles. La unidad de la Iglesia es querida por Cristo; una unidad que no significa uniformidad, sino una firme y profunda comunión en la diversidad, siempre que se mantenga en plena fidelidad al Evangelio”.
Sucesor de Pedro, no de Francisco
Los 133 cardenales que elegirán al próximo pontífice han señalado que, si bien pretenden una continuidad con el legado del Papa Francisco, a quien buscan es a un sucesor del pescador de Galilea: “La elección del nuevo Papa no es una simple sucesión de personas, sino que es siempre el apóstol Pedro que regresa”.
Re, que por edad no forma parte de los electores, ha apelado a la fuerza simbólica que tiene la imagen del Juicio Final con la que Miguel Ángel decoró la capilla sixtina, donde tiene lugar la votación. Un Jesús Juez que recuerda, en palabras de Dante, “la responsabilidad de poner las ‘soberanas llaves’ en las manos adecuadas”.
“El Espíritu Santo”, ha concluido, “en los últimos cien años nos ha dado una serie de Pontífices verdaderamente santos y grandes”. Y ha invitado a rezar para que “nos regale ahora un nuevo Papa según el corazón de Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad”.
El mundo espera mucho de la Iglesia
Antes de acudir a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, el decano ha reiterado: “Recemos para que Dios conceda a la Iglesia el Papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios”.
Re ha cerrado con un mensaje de esperanza, en sintonía con el año jubilar, y una mirada de porvenir: “El mundo de hoy espera mucho de la Iglesia para la tutela de esos valores fundamentales, humanos y espirituales, sin los cuales la convivencia humana no será mejor ni portadora de bien para las generaciones futuras”.
El semblante de los cardenales electores es hoy serio y reflexivo. Entre ellos es muy probable que se encuentre el futuro Papa que guiará a la Iglesia en el segundo cuarto del siglo XXI. La vidriera de Bernini que asoma en el ábside, sobre la cátedra de San Pedro, y que representa al Espíritu Santo en forma de paloma, es quizá un consuelo y un recordatorio de que no estará solo en esta tarea.