Vaticano

Los fieles reunidos en San Pedro se rinden al nuevo Papa

La tarde del 8 de mayo, la Plaza de San Pedro ha vuelto a ser el escenario de un momento histórico. Así se ha vivido desde dentro la elección del nuevo pontífice.

Maria Candela Temes·8 de mayo de 2025·Tiempo de lectura: 5 minutos
Papa san Pedro

©CNS photo/Pablo Esparza

Sobre las seis y seis minutos de la tarde del jueves 8 de mayo un grito de alegría ha recorrido los alrededores de la Plaza de San Pedro. La multitud empieza a aplaudir, se lee la expectación en los rostros, comienzan las carreras y las prisas por atravesar los controles de seguridad, y los teléfonos móviles se alzan en dirección a la chimenea que desde hace unos días corona el techo a dos aguas de la Capilla Sixtina. El humo ¡por fin! es blanco. Habemus Papam!

Una masa humana que, desde ayer con el comienzo del cónclave, merodea por los alrededores, se arremolina en los accesos a la Plaza. Es una tarde de primavera, pero el calor estival pugna por hacer acto de presencia también. El radiante sol de poniente apenas deja contemplar el humo blanco de la fumata.

¿Quién será?

No se sabía si este cónclave sería más o menos largo. Estaba el deseo de lograr pronto un consenso, pero muchos cardenales electores no se conocían entre sí y pocos se aventuraban a predecir cuándo se lograría la mayoría de dos tercios, es decir, los 89 votos. Siguiendo lo vivido con Benedicto y Francisco, que fueron elegidos con 4 y 5 votaciones respectivamente, han bastado 4 escrutinios para que los cardenales se pongan de acuerdo y otorguen a la Iglesia un nuevo Papa.

Ondean en el recinto circundado por el colonnato de Bernini banderas de todos los países. Entre otras, de países de algunos de los cardenales electores, varios de los cuales han encabezado estos días las encuestas de papables: Filipinas, España, Chile, Portugal, Congo… Pronto surge la pregunta: ¿quién será? Unos italianos interrogan a unos sacerdotes mexicanos del Regnum Christi. Hay quien comenta que pensaba que sería mañana. Otros recuerdan la importancia de rezar.

Los rostros de los presentes irradian alegría. En una demostración de catolicidad, se ve a mayores y jóvenes, religiosos y familias, gente de todas las razas y procedencias. Reina una expectación grande. Las personas aplauden y gritan en arrebatos de entusiasmo, como quien abandona la orfandad y vuelve a tener un guía y padre. 

Sobre las 18.30 hace su aparición la banda del Vaticano, escoltada por la Guardia Suiza, que desfila tocando el himno pontificio. Se oyen gritos de: “¡Viva el Papa!”, “Dios es grande” y “Esta es la juventud del Papa”. El ambiente festivo aumenta por momentos. Alguien entona el himno mariano del Salve Regina.

Un Papa cerca de la gente

Natalia y Cristina han viajado desde España para estar en la fumata. Son de la parroquia de San Pascual Bailón en Valencia. Natalia trabaja en Cáritas y Cristina es voluntaria. Tenían mucha ilusión por vivir este momento en directo y su párroco las animó a venir en representación de la comunidad parroquial. “Llegamos ayer. Estuvimos en la primera fumata y hoy llevamos todo el día por los alrededores del Vaticano”, cuentan. Aseguran que no tienen en mente a ningún candidato: “Esto es imprevisible”. Y añaden: “Hay que rezar mucho por él, allanarle el camino con la oración. Si ya es complicada la labor de un párroco, ¡imagínate de un Papa!”.

¿Qué esperan del nuevo pontífice? Responde Natalia: “Trabajo en Cáritas, así que me gusta un Papa que esté muy cerca de la gente que más lo necesita, aunque también hace falta la parte espiritual de la Iglesia. Me gustaría que compaginara las dos cosas”. Dicen que querrían también que siga el legado de Francisco, “pero a la vez cada uno tiene su sello y va a aportar cosas diferentes”.

Annuntio vobis gaudium magnum!

Por fin, tras una hora de espera, se abren los ventanales del balcón y hace su aparición en la logia vaticana el cardenal Dominique Mamberti, protodiácono y, por tanto, encargado de anunciar el nombre del nuevo pontífice. Se hace un silencio solemne y escuchamos las esperadas palabras, que habían resonado por última vez hace 12 años: “Annuntio vobis gaudium magnum… habemus Papam!”. Su anuncio es acogido con una explosión de aplausos y vítores de “¡Viva el Papa!”. A continuación, escuchamos por primera vez el nombre: Robert Francis, llamado Leone XIV, cardenal Prevost.

Los periodistas presentes en la plaza despliegan sus dossiers con el elenco y la biografía de los cardenales elegibles. Pronto empieza a correr la información. Prevost es americano, nacido en Chicago, agustino, no es Trump pero sí su paisano, misionero en Perú, Prefecto del Dicasterio de los Obispos… de 69 años.

La gente reunida en la plaza empieza a gritar: “¡Leone! ¡Leone!”. El padre David, que es norteamericano, comenta que Prevost lleva muchos años fuera de Estados Unidos y vino a Roma hace un par de años convocado por Francisco. “No es un nombre para nadie en Estados Unidos”, señala categórico.

Primeras palabras de León XIV

Poco antes de las siete y media, el nuevo Papa se asoma al balcón de la basílica vaticana. Su semblante es sonriente, saluda emocionado. Acompañan su aparición la música de las bandas y las aclamaciones de los fieles: ¡Leone! ¡Viva el Papa! Tanto la elección de nombre –Leon XIII fue el Pontífice de la Doctrina Social de la Iglesia- como sus primeras palabras son una declaración de intenciones: “¡La paz sea con vosotros!” Es el saludo de Jesús resucitado y un “deseo de paz para el mundo”. Y prosigue: “Esta es la paz de Jesús resucitado, desarmada y desarmante, humilde, proveniente de Dios, que nos ama a todos”.

Dirige un recuerdo lleno de aprecio a su predecesor, el Papa Francisco, y comenta que proseguirá la bendición que nos dio el Domingo de Pascua en esa misma plaza, “con una voz débil pero valiente”. El nuevo Papa, el número 267 de la Iglesia católica, llena su primera intervención de palabras como diálogo, paz, tender puentes, ser misioneros, sinodalidad, brazos abiertos… que señalan ya la ruta que marcará su pontificado.

Luego se presenta a sí mismo ante los fieles: “Soy un hijo de San Agustín. Con vosotros soy cristiano y para vosotros soy obispo”. Tras dirigir un saludo especial a la iglesia de Roma, en un italiano fluido, empieza a hablar en español para saludar a su querida diócesis de Chiclayo en el Perú. Recuerda que hoy es el día de la súplica a la Virgen de Pompeya -cuya devoción está muy extendida en Italia- y juntos rezamos un Avemaría. A continuación, el Papa León XIV imparte por primera vez la bendición a la urbe y al mundo.

De “We can’t believe it!” a “¡Es peruano!”

Banderas de Estados Unidos y de Perú se adivinan en la Plaza. Elina, de California, apenas puede creer lo que acaba de ocurrir. “Ahora sí que tenemos que hacer a América grande de nuevo, pero en un sentido espiritual”, sugiere esta joven que se presenta como católica practicante, dando un giro de palabras a la icónica expresión de su presidente.

Jesús, que proviene de Ica, en Perú, está radiante de felicidad. “¡Él es peruano!”, enfatiza al hablar del nuevo Papa, “aunque ahora es de todos, de toda la Iglesia”. Margarita, también peruana, comenta que Prevost une en sí a las dos Américas.

El nuevo Papa se despide acompañado de los cardenales, que contemplaban la escena en los balcones adyacentes. Los fieles también se van marchando con el buen sabor en los labios. Los comentarios que se oyen expresan opiniones muy diversas: “Se va a sentir más el pinche Trump”, comenta un chico joven, latino. “Primero un jesuita y ahora un agustino”, dice una religiosa a su compañera de hábitos. “¡Eres partícipe de una cosa histórica!”, le espeta un joven italiano a su amigo. Hoy nos iremos a dormir con la sensación de la tarea hecha, la misión cumplida: ¡tenemos Papa! No sabemos si León XIV pegará ojo. Recemos por él.

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