Comunicación desarmada y desarmante

La comunicación debe ser desarmada y desarmante, evitando palabras violentas que hieran y promoviendo la paz. En la Jornada Mundial de las Comunicaciones, recordamos el llamado a usar los medios para el bien, siguiendo el ejemplo de Jesús y el Papa.

1 de junio de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
Comunicación

Para la mentalidad europea es muy difícil de entender que haya países en los que portar armas sea legal. Aquí no disparamos balas, pero sí nos creemos con el derecho a disparar palabras. Dirán que hay mucha distancia entre una cosa y la otra, pero yo no las veo tan lejos.

Todos tenemos experiencia de que hay palabras que matan, hay publicaciones en redes sociales que destrozan a las personas; hay artículos periodísticos que buscan humillar, pisotear, ridiculizar o desprestigiar; hay entrevistas en radio y televisión que solo pretenden hacer espectáculo, acorralar y hacer sonar un gran «zasca» a alguien. Y no me refiero, obviamente a la necesaria función social de la prensa de ser vigilante de los poderes denunciando las injusticias y a los injustos, sino a quien hace del linchamiento un show con el fin de ganar dinero, influencia, seguidores o, lo que es peor, por puro placer. 

Quienes así actúan, se refugian en el derecho a la libertad de expresión, pero, en mi opinión, sus razones están tan pervertidas como las de la asociación del rifle cuando alega el derecho a la legítima defensa para promover el uso de armas de fuego desde la infancia. Toda carrera armamentística se justifica por la necesidad de defenderse, de armarse más que el enemigo y, así, llamamos «disuasivo» al arsenal nuclear disponible capaz de destruir el planeta y asolar la humanidad sin necesidad de que caiga un meteorito como el que acabó con los dinosaurios. 

Que la violencia verbal puede acabar en violencia física en determinadas circunstancias lo sabe cualquiera que tenga un poco de calle. Por eso me preocupa que haya quien use los medios de comunicación, sobre todo si se definen como católicos, para insultar, difamar y sembrar cizaña. ¿No entienden el alcance de sus actos, la reacción en cadena que provocan y el escándalo que llegan a producir?

No podría haber sido más claro Jesús cuando condenó seriamente esa actitud diciendo aquello de: «Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego». 

¿De verdad que uno se hace merecedor del infierno solo por llamar imbécil a alguien? ¡Vaya exageración! Algo de lo explicado anteriormente vería Jesús cuando lo dijo, porque lo que está en el corazón es lo que guía luego nuestros actos. 

El 1 de junio celebramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, coincidiendo con la solemnidad de la Ascensión del Señor, porque, antes de ascender al cielo, Él nos invitó a ser sus testigos «hasta el confín de la tierra» y los medios de comunicación tienen precisamente ese poder para llevar la Buena Noticia a todo el mundo. Usémoslos para el bien, tanto los profesionales que tenemos una responsabilidad, pues se nos ha entregado el gatillo en forma de teclado, micrófono o cámara; como los usuarios que tienen en sus mandos o en su barra de marcadores de favoritos la llave para dar o quitar la autoridad a quien hace mal uso de ese botón nuclear. 

Uno de los primeros mensajes del papa León XIV, iba precisamente en esta línea. Fue en el encuentro con los periodistas que habían cubierto el cónclave a quienes les dijo: «Desarmemos la comunicación de cualquier prejuicio, rencor, fanatismo y odio; purifiquémosla de la agresividad. No sirve una comunicación estridente, de fuerza, sino más bien una comunicación capaz de escucha, de recoger la voz de los débiles que no tienen voz. Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar la tierra. Una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una mirada distinta sobre el mundo y actuar de modo coherente con nuestra dignidad humana».

No nos llama, por tanto, el Papa solo a desarmar nuestras palabras en el sentido de cuidar de que no hieran a nadie sino, a lo que es mucho más difícil, a hacerlas desarmantes. ¿Y cómo se hace eso? Pues no devolviendo mal por mal, respondiendo con paz a quien pretende iniciar una batalla verbal, valorando lo bueno de quien puede no caernos del todo bien o puede estar en nuestras antípodas ideológicas… «La paz esté con todos vosotros». Este fue el primer saludo del recién elegido Papa desde el balcón de San Pedro. Ojalá seamos capaces de transmitirlo, siempre, «hasta el confín de la tierra».

El autorAntonio Moreno

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.

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