Virgen, Madre y Esposa: no son ni mucho menos los valores que más se promueven en la mujer de hoy. Llama la atención, sin embargo, como miles de hombres y mujeres saldrán estos días cercanos al 16 de julio a rendir honores a quien mejor los representa: Ntra. Sra. del Carmen.
Parece mentira, pero es así. Pueblos y ciudades de todo el mundo celebran fiestas patronales, verbenas, procesiones marítimo-terrestres, novenas, triduos y todo tipo de celebraciones religiosas y civiles para conmemorar la fiesta de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que es su nombre original.
Además, el escapulario de la Virgen del Carmen es uno de los sacramentales más populares y son incontables los fieles que lo llevan y que se lo imponen cada año. Esos dos pequeños trozos de tela marrón unidos por dos cintas o cordones que se cuelgan al cuello, simbolizan en quien los porta vestir el hábito de María y, por lo tanto, la adhesión a su figura no solo externa, sino internamente.
Querer ser como María e imitarla en sus virtudes es lo que se quiere decir cuando se viste, aunque, claro, poca gente lo sabe y muchos lo llevan solo como una especie de amuleto.
Es curioso que las multitudes que admiran, según los conteos de «me gustas» en redes sociales, un modelo de mujer totalmente contrario al que representa María, como es el de la mujer empoderada, que vive para sí, libre de la carga de la maternidad y del vivir para otros, salgan luego a vitorearla y la tengan como referencia y apoyo en su vida diaria. Me recuerdan a esos adolescentes que se avergüenzan de su madre delante de sus amigos, por su forma de vestir o de hablar pero que, cuando uno de ellos les traiciona, corren a refugiarse en los consoladores brazos maternos que saben que nunca fallan.
Madre no hay más que una, y el Carmen representa, en el subconsciente colectivo de nuestro pueblo, esa madre que desde el más puro sentido biológico todos hemos necesitado. Alguien que haya vivido la virginidad, en el sentido de consagración y entrega total, pues durante nueve meses se consagró totalmente a nosotros. Fue la única persona del mundo que nos conocía, la que nos dio su oxígeno, sus nutrientes, la que nos llevaba con ella a todas partes y la que sufrió los dolores de parto por darnos la vida.
Madre no hay más que una, y el Carmen es imagen ancestral de la maternidad que todos necesitamos en el fondo de nuestra alma para sentirnos protegidos y cuidados. Ella es ese regazo en el que sentirnos seguros, ese oído inagotable en el que descargar nuestras penas, ese pecho en el que saciarnos y confortarnos, esa voz cálida con la que serenarnos…
La maternidad nos hace, además, miembros de una familia, de la gran familia humana. La Virgen del Carmen nos une a nuestros hermanos más cercanos y a la familia extensa que es la comunidad. La Virgen construye pueblo, ciudad, nación, universalidad.
Madre no hay más que una, y el Carmen nos habla de una esponsalidad absolutamente contracultural, pero importantísima para el desarrollo del ser humano. Una esponsalidad como la que propone la Iglesia a los matrimonios cristianos, que pasa por entregar literalmente la vida («me entrego a ti» se dicen ambos en la ceremonia), como ella hizo, siendo «esclava del Señor».
Ser esposa o esposo para toda la vida choca de bruces con el narcisismo que endiosa nuestra sociedad. Los esposos no se miran a sí, sino al otro. Al igual que las madres humanas rompen su tendencia natural a sobreproteger a los hijos, aliándose con otra autoridad distinta a la de ella –la del padre– para romper el cordón umbilical y encontrar una referencia que fije los límites; María siempre señala a su hijo, que es Dios mismo, diciéndonos: «haced lo que Él os diga».
Las fiestas del Carmen nos reconcilian con lo más íntimo de nuestro ser humanos que es precisamente ser divinos. María es ese ideal de mujer Virgen, Madre y Esposa, así con mayúsculas, que es tan difícil de promover hoy en día en voz alta, porque el gran dragón del Apocalipsis se ha empeñado en perseguirla y en «hacer la guerra al resto de su descendencia» (Ap 12, 13-18).
María, del Carmen o de cualquier otra advocación con la que nos dirijamos a ella, es, en fin, una mujer admirada no de forma superficial como el modelo actual de mujer, sino desde lo hondo como se verá estos días en calles y playas. María es única, porque Madre no hay más que una.
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.