Con la llegada de junio se acerca el comienzo del apetecido y deseado verano, y se activa el reto anual de llenar los casi tres meses de vacaciones de nuestros hijos con todo tipo de actividades: campamentos urbanos o campestres, clínics de fútbol, días con los abuelos en la playa o el pueblo… Pero además de entretenerlos podemos aspirar y conseguir que realicen actividades educativas y formativas de impacto en familia, si tenemos en cuenta dos cosas: elegirlas bien y prepararlas con un poco de tiempo.
Experiencias educativas positivas en el lugar de veraneo
Si nos quedamos en nuestra vivienda habitual o si viajamos (antes de llegar al lugar de veraneo), podemos aprovechar para buscar museos, castillos, yacimientos arqueológicos, iglesias… y preparar una buena explicación para que la visita resulte enriquecedora e impactante. La clave está en que previamente los adultos nos empapemos con lecturas, podcasts o vídeos de personas conocedoras del lugar, para crear un relato adaptado a las características de nuestros hijos, en función de su edad y gustos. Quizá haya varios relatos si nos juntamos varias familias con hijos de edades variadas, explicadas por varios adultos en varios grupos, si es que no hay guías.
Es importante generar grandes expectativas e ilusión por la visita. Para los hijos que les gusta comunicar, y les es connatural, les podemos animar a que tras la explicación hagan un vídeo como un youtuber o un audio como un podcaster para mandar a la familia. A otros se les puede invitar a escribir una noticia para un blog, o un capítulo de un libro casero. En todo caso cuando uno cuenta lo que ha aprendido demuestra que sabe y consolida lo aprendido. Porque narrar lo visto, ya sea presencialmente o a través de cualquier medio, ayuda a memorizar, disfrutar y a aprender a comunicar adecuadamente.
Antes de que llegue esta fase en la que nuestros hijos cuentan lo aprendido, tiene que haber una fase previa en la que haya impacto en su cerebro. Por dos motivos, por lo impresionante que es lo que visitamos y por cómo les exponemos lo que van a ver, generando un contexto adecuado.
Ejemplos concretos
Pongamos un ejemplo, aunque podría ser otro cualquiera. En la Galería de las colecciones Reales -junto al Palacio Real-, hay una gran sala de proyecciones donde se puede ver un vídeo de la historia de la muralla de Madrid, en un momento determinado se ilumina el interior de una cristalera que hay en lateral de sala y puedes contemplar un trozo auténtico de la muralla, que se encontró durante la construcción del edificio, esto para un niño o para alguien que quiere aprender supone algo impactante. No solo porque ves algo auténtico en el lugar donde se construyó sino porque hay una explicación que lo contextualiza.
En el mismo lugar, pero en otra sala, puedes ver los ricos y espectaculares rostrillo, corona y aureola de la Virgen de Atocha. Si antes de contemplar esta maravilla, los padres o abuelos del menor —espectador— le han contado la historia de cómo el cura Merino intentó atentar contra la reina Isabel II cerca de la basílica de Atocha, y cómo ella, al salir ilesa, interpretó lo ocurrido como un milagro de la Virgen y donó las joyas que llevaba para crear esta obra de arte, entonces la experiencia cobrará mayor sentido. Ese contexto histórico-emocional favorecerá un aprendizaje más profundo y duradero.
Todos estos aprendizajes tienen que relacionarse con lo aprendido antes en la escuela, en casa o en otros ámbitos. Pero en todo caso el verano es un gran momento para tener estas experiencias.
Para lograr que un hijo lea
La lectura es una gran manera de configurar nuestra familia, respetando el modo de ser de cada uno de nuestros hijos, ya que la lectura es una actividad autónoma, que nace de la iniciativa de cada uno y se realiza de manera individual. Pero el ejemplo de los padres y de los hermanos mayores influye mucho a la hora de comenzar y dar continuidad a esta actividad intelectual en nuestros pequeños. Además los progenitores, como referentes que son, pueden ayudar a programar las lecturas más adecuadas para cada uno de sus hijos. También son fundamentales los padres para crear unas condiciones adecuadas en el hogar y en la familia. Generar un ambiente de lectura familiar y buenos lectores demanda tiempo, asesoramiento de buenos lectores, pero sobre todo querer de verdad que nuestros hijos alcancen esta buena afición.
Puede parecer algo utópico para los tiempos que corren, pero el que se lo propone y pone los medios consigue un adecuado ambiente lector en casa. ¿Cómo? Adecuando algún rincón o lugar de la casa para que sea agradable leer un largo rato, estableciendo momentos en el día para leer en familia y conseguir que haya silencio apagando la TV, consola y tablets,… y conseguir un silencio interior que facilite conseguir un ambiente propicio para la lectura. Pero elegir un buen libro requiere tener referencias, revistas de literatura o webs que sugieran libros para leer, ya sean actuales, clásicos de la literatura infantil, obras clásicas adaptadas por edades… pero es algo que no se improvisa.
Hay dos herramientas fundamentales para generar buenos lectores y un buen ambiente que invite leer: la visita de una librería vistosa y a una buena bibliotecas que desaten la “concupiscencia lectora”.
Ir a una librería grande, con expositores que muestren una gran variedad de libros, con portadas coloridas y autores sugerentes genera el deseo por la lectura. Igual que una buena biblioteca invita a leer y a disfrutar de diferentes títulos, facilitando su lectura gracias al sistema de préstamo. Una visita habitual a la biblioteca del barrio y a la librería en familia son experiencias altamente impactantes que dejan huella si se hacen con tiempo.