San Francisco Caracciolo nació en Abruzzo (Italia) en 1563. Estudió teología en Nápoles y se ordenó sacerdote en 1587. De inmediato se dedicó a las obras de misericordia. Se unió al proyecto de fundar una nueva congregación (Clérigos Regulares Menores), de la que es considerado fundador. Por iniciativa suya se incluyó un cuarto voto de no aceptar dignidades eclesiásticas. Murió en Nápoles con los nombres de Jesús y de María en la boca. Fue llamado el santo de la Eucaristía. El Papa Pío VII le canonizó en 1807.
San Pedro de Verona, fraile dominico del siglo XIII, hijo de familia cátara, trabajó por erradicar la herejía. Murió martirizado por cátaros que le tendieron una trampa. Dice la tradición que al morir, con su sangre escribió el Credo, síntesis de su vida entregada y fidelidad a Cristo Crucificado a quien imitó y amó. Fue el primer mártir de la Orden de Predicadores, fundada por Santo Domingo de Guzmán.
Vivieron la fe en Dachau
Los beatos polacos Antonio Zawistowski, sacerdote, y el laico Estanislao Starowieyski, murieron martirizados por los nazis en 1942 y 1941. Antonio se ordenó sacerdote en 1906 y ejerció diversos cargos en su diócesis. Le detuvieron en noviembre de 1939, y ejerció el ministerio sacerdotal de forma clandestina en el campo de concentración de Dachau (Alemania).
Estanislao nació en Polonia el año 1895, se casó y tuvo seis hijos. Fue promotor del apostolado seglar en la Acción Católica, y mereció reconocimiento pontificio. Escapó del arresto de los soviéticos, pero en junio de 1940 le detuvieron los nazis. Murió en el campo de Dachau.