El padre Andrés Esteban López Ruiz es un exorcista de la archidiócesis de México. Forma parte de la Asociación Internacional de Exorcistas y, además de ser miembro de la secretaría de habla hispana de esta asociación, se encarga de la formación permanente de otros sacerdotes exorcistas.
En esta entrevista con Omnes explica detalladamente los orígenes de la Nueva Era, los engaños a los que conduce y los motivos de esperanza que pueden tener los católicos frente a la expansión de este movimiento espiritual que, afirma el padre Andrés, “también ha afectado a las comunidades cristianas”.
¿Cómo definiría usted la Nueva Era?
– Se trata, en principio, de un movimiento espiritual surgido en la década de los 70 que tiene un sistema de creencias y de prácticas comunes pero que admite una gran cantidad de variaciones en cada lugar, en cada persona, en cada tiempo y en cada grupo.
Se puede ubicar en el campo de una cierta “religiosidad esotérica”, pero más apropiadamente conforme a su misma autocomprensión, como una “espiritualidad esotérica”. No es un “movimiento” en términos plenos pues se trata de un fenómeno cultural no unificado, descentralizado, difuso e informal.
Algunos se refieren a la Nueva Era como un “ambiente” en el sentido social, a modo de un cierto entorno cultural que implica algunas condiciones de creencias, de prácticas y de costumbres que influyen en la vida de diferentes personas, principalmente en los aspectos espirituales, religiosos y morales.
¿Cuáles son sus principales creencias?
– El sistema de creencias de la Nueva Era es un sistema complejo, no unificado, que tiene diferentes fuentes y expresiones. Estas son algunas de sus principales creencias:
La Nueva Era es una espiritualidad sincrética que combina elementos de diversas religiones y tradiciones espirituales con un énfasis en la experiencia subjetiva en términos de iluminación y divinización. En este sentido se puede ubicar como un tipo de neo-gnosticismo, en donde tienen la misma relevancia Cristo, Buda, Confucio y otros maestros iluminados.
Por otro lado, la Nueva Era implica un elemento espiritista fundacional y operativo, se cree en la comunicación con espíritus guías y maestros ascendidos, a veces con la apariencia de ángeles o seres de luz y frecuentemente se les invoca.
La Nueva Era tiene como punto central la creencia de que todo está compuesto de energía y que se puede interactuar con ella, siendo Dios la energía cósmica que constituye el mundo. Por ello, es una espiritualidad panteísta. Los espíritus guías son mediadores de sabiduría y de energía en este sistema cósmico que se presenta siempre como holístico.
La Nueva Era es esotérica, se busca el conocimiento oculto y la iluminación a través de prácticas ascéticas e iniciáticas de iluminación en las que intervienen siempre guías, maestros, gurús, etc. Se busca la conexión con los ciclos cósmicos y la revelación a través de los astros o de otros aspectos cósmicos. La interacción energética con el cosmos en términos de manipulación a través de ritos y elementos es la base de su componente mágico.
La Nueva Era tiene, entonces, un fuerte componente de práctica de la magia, se busca la curación y el bienestar a través de prácticas ocultas como las manipulaciones energéticas, pero también se busca el acceso a conocimientos ocultos a través de prácticas rituales.
Por último, aunque la Nueva Era es ecléctica e integra elementos de diversas religiones, se comprende a sí misma como una superación del cristianismo, que ha ido incorporando desde sus orígenes elementos religiosos diversos, principalmente del budismo, del hinduismo y, posteriormente, de algunas religiones indígenas y chamánicas. En este sentido es frecuente encontrar ideas como el “karma” o la reencarnación dentro de sus creencias. Este elemento de superación del cristianismo se expresó como el axioma del fin de la Era de Piscis que representaba al cristianismo y el inicio de la Era de Acuario que representaría un nuevo despertar espiritual de la humanidad.
¿Cómo surgió la nueva Era?
– La Nueva Era tiene sus raíces en la espiritualidad esotérica y ecléctica del siglo XIX y principios del siglo XX. Autores como Emanuel Swedenborg, Franz Mesmer y Allan Kardec influyeron en la perspectiva espiritual de la Nueva Era.
Helena Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, es considerada una de las principales ideólogas de la Nueva Era. Su obra “La Doctrina Secreta» (1888) establece una unidad cósmica entre los astros, el universo, el alma humana y la naturaleza. Además, planteó las bases para un gnosticismo ecléctico y sincrético en donde se incorporan expresiones religiosas diversas que llamó la teosofía.
Blavatsky también promovió la práctica del yoga, la meditación y la invocación de espíritus guías. De hecho, gran parte de su obra fue inspirada y escrita por mediación de espíritus guías. Si bien reconocemos a Kardec como el padre del Espiritismo moderno, Blavatsky fue la gran impulsora de una nueva espiritualidad integradora de elementos mágicos, ancestrales y místicos en occidente, así como una de las principales promotoras de llevar las prácticas ascéticas del budismo a Europa.
Alice Bailey, discípula de Blavatsky y Besant, es considerada la «madre de la Nueva Era». Su obra “Tratado sobre los siete rayos» (1936-1951) establece los principios básicos de la Nueva Era, incluyendo la unidad cósmica, la comunicación energética entre el cuerpo y el alma, y la posibilidad de manipular la energía divina para la curación y la iluminación. Existe, para ella, una comunicación o conexión entre el cuerpo y el alma del hombre y el universo físico, a través de los 7 rayos que son fuerzas divinas universales asociadas al cuerpo humano y a diferentes zonas energéticas llamadas “chakras”.
La expresión Nueva Era se le atribuye a Alice Bailey, quien lo utilizó en algunas de sus obras como “Discipulado en la Nueva Era” (1944-1955), y que en 1937 fundó una asociación llamada “Lucis Trust” con el fin de preparar a la humanidad para un cambio radical mediante la gran invocación de la luz. En efecto, previamente Blavastky, Besant y luego Bailey habían expresado un rol fundamental de Lucifer en su comprensión cósmica, como un ángel de luz que se sacrificó para venir a ser iluminación para las almas en su despertar espiritual.
Su perspectiva cristológica, por el contrario, es la de “Maitreya” según la cual es el ser más elevado de energía cósmica que se ha manifestado en forma de Cristo y también de Buda, y que ha de venir nuevamente a seguirse manifestando. En este sentido, tomando la perspectiva gnóstica consideran que Lucifer es mediador de sabiduría espiritual y Cristo su manifestación en la carne.
¿La Nueva Era es compatible con el cristianismo?
– Las creencias de la Nueva Era son incompatibles con la fe cristiana fundada en la Revelación divina que reconoce a Dios como único Creador y Señor del Universo, a su Hijo Jesucristo como único mediador de salvación y al Espíritu Santo dador de la vida. El sincretismo, el panteísmo y la creencia en la energía se contraponen a las verdades de fe que profesamos, así como también las prácticas esotéricas y mágicas mencionadas se oponen a la virtud de la religión.
De esta manera las personas que empiezan a moverse en el ambiente de la Nueva Era van experimentando un cambio de mentalidad que gradualmente les hace perder la fe católica y envolverse en una serie de prácticas que terminan llevándolos a pecados graves contra el primer mandamiento como es el espiritismo, la idolatría, la magia, la hechicería, etc.
¿Cree que las prácticas mágicas de la Nueva Era abren la puerta al demonio?
– Estas prácticas constituyen objetivamente pecados graves que lesionan la relación del creyente con Dios. Por lo tanto, significan por sí mismas hechos siempre lamentables en el orden de la gracia, de la fe y de la caridad. Además, implican un oscurecimiento de la conciencia y la adquisición de una mentalidad mágica con graves repercusiones psíquicas y morales. Respecto a si además de estos daños se puede ocasionar un problema espiritual en el que el demonio pudiera ejercer una acción extraordinaria sobre la persona, como vejación, obsesión o posesión, es posible responder en sentido general lo siguiente:
La causa principal de la acción extraordinaria del demonio es el pecado contra el primer mandamiento, específicamente, la práctica del ocultismo en sus diferentes formas. Por lo tanto, la práctica mágica de la Nueva Era, como las curaciones energéticas, las invocaciones de espíritus o de ángeles, los rituales mágicos, los hechizos, la adivinación, entre otras, puede ser causa ocasional para que una persona resulte sometida a un dominio particular del demonio en el que sufra una acción extraordinaria por su parte.
De cualquier manera, en general, hay que evaluar la práctica en sí misma, el grado de involucramiento de la persona, la frecuencia y el tiempo de la práctica para poder responder con más precisión en cada caso. Normalmente no es lo mismo el riesgo que corre el que ya es operador de estas técnicas ocultas que el que ha participado ocasionalmente.
Cabe decir que uno de los principales problemas que enfrentamos en este campo a causa de la Nueva Era, es precisamente el hecho de que el influjo cultural de la Nueva Era llegó a normalizar las prácticas esotéricas.
¿Ha habido un aumento de casos de posesiones debido a las tendencias de la Nueva Era?
– Las creencias y las prácticas de la Nueva Era son un fenómeno ampliamente difundido que lamentablemente también ha afectado a las comunidades cristianas. En este sentido, ha aumentado cada vez más el número de personas que sufren diferentes afectaciones, en diferentes grados a causa de su participación en estos ambientes. Principalmente tenemos numerosos testimonios de personas que habiendo estado intensamente inmersas en estas prácticas han sufrido de diversas maneras algún tipo de acción extraordinaria del demonio, incluida la posesión.
¿Qué papel juega el exorcista ante los peligros de la Nueva Era?
– El sacerdote exorcista tiene un ministerio específico para atender a las personas que piensan pueden estar sufriendo la acción extraordinaria del demonio. Su primera tarea es acoger con caridad estas solicitudes para acompañar espiritualmente a los fieles a través del discernimiento, la oración y la enseñanza de la fe.
Cuando verifica con certeza moral la acción extraordinaria del demonio debe asistir a los fieles vejados mediante la celebración del Exorcismo Mayor durante el tiempo que sea necesario. En este sentido, el sacerdote exorcista juega principalmente un papel de discernimiento y de atención a los fieles que ya han sufrido estas consecuencias lamentables para asistirlos en su liberación.
Sin embargo, su papel no se reduce a esta atención específica, sino que puede también dar un testimonio equilibrado y ponderado de los errores y de los peligros de la Nueva Era en términos de prevención conforme a su misma experiencia.
¿Piensa que muchas personas que siguen estas prácticas están buscando lo mismo que aquellos que buscan la fe cristiana: una conexión más profunda con lo divino?
– Si bien estamos viviendo un cambio de época difícilmente podemos definir nuestros tiempos como tiempos del ateísmo. La época posmoderna, es una época de post verdad, de relativismo, de subjetivismo y de profundo emotivismo. Sin embargo, hay, en general en occidente, una búsqueda de elementos espirituales que no se ha apagado aún en las sociedades de antigua cristiandad. Así, aunque parezca que entramos en una época post-cristiana, las religiosidades vagas, difusas, eclécticas y sin compromisos morales serios parecen ir aumentando y cautivando a grandes cantidades de personas, especialmente a los jóvenes.
En este sentido, sí podemos afirmar que muchas personas buscan respuestas espirituales y profundas en nuevas formas de relacionarse con lo divino y que son fácilmente conducidas a la Nueva Era. Podríamos decir para estos casos que el corazón del hombre sediento de Dios busca corrientes de agua donde reposar y aunque no encuentran el manantial vivo de Dios en la Nueva Era, esta búsqueda es motivo de esperanza.
Sin embargo, la mayoría de las personas que incurren en el ocultismo, aunque también en sus expresiones de la Nueva Era, lo hacen buscando un cierto bienestar que piensan les pueden proveer estas prácticas.
A veces es buscando la sanación o la curación de enfermedades físicas o psíquicas. En otras ocasiones es buscando beneficios económicos o ventajas sociales o amorosas. O puede que estén buscando información o conocimiento que les resulte útil para prever el futuro o tomar decisiones. En este sentido, vemos que la difusión del ocultismo siempre ha estado vinculada a un cierto egoísmo que desvincula a la persona de la fuente de su bienestar que es Dios.
Además, en la Nueva Era parece que se propone un camino justamente contrario, aunque seductor, las personas buscan un empoderamiento espiritual que les hace prescindir de una relación con Dios, sino más bien asumir un supuesto potencial divino con el que no necesiten de Dios. En otras palabras, el corazón del hombre también se endurece y busca saciarse inútilmente en su mismo ensimismamiento.
¿Cómo podemos diferenciar entre algo que realmente abre una puerta a la acción del demonio y un engaño?
– Es difícil diferenciar entre charlatanes y verdaderos operadores de lo oculto. Sin embargo, no es necesario siempre hacer esta diferenciación por cuanto ambos son nocivos para las personas. Razonablemente hay que evitar estos ambientes y estas personas en el sentido de involucrarse con ellos en sus prácticas.
Aun así, pienso que un criterio muy concreto es reconocer si en las prácticas involucradas hay verdaderos hechos que no pueden tener una explicación natural, entonces nos encontramos con elementos probablemente preternaturales o demoníacos, en los que posiblemente se puede sufrir la acción extraordinaria del demonio.
¿Cuál debe de ser la actitud de la Iglesia frente a las creencias y a las personas que practican la Nueva Era?
– La actitud y la respuesta de la Iglesia frente a estas creencias debe ser primeramente el anuncio gozoso del Evangelio de Jesucristo y la proclamación de la Palabra de Dios. Este ministerio profético acompañado de la enseñanza de la fe y de la adecuada catequesis es la mejor manera de iluminar al pueblo para conducirlo a la vida cristiana y también prevenirle de los males que involucra el apartamiento de Dios en el ocultismo. Esta enseñanza debe también ser capaz de responder a la problemática incesantemente cambiante de los tiempos, por lo tanto, también debe discernir e iluminar los peligros de la Nueva Era para los fieles.
Por otro lado, frente a la fascinación por las experiencias de lo oculto y el misticismo moderno debemos ser capaces de proponer la experiencia viva del encuentro con Dios mediante Jesucristo en el Espíritu Santo. Enseñar a los fieles el camino hermoso de la oración cristiana, la fuerza transformadora de los sacramentos y la libertad que contiene una vida de amor a Dios fecunda en frutos por la caridad, será siempre la mejor manera de cuidar el corazón de los sencillos.
Además, la Iglesia como madre compasiva debe de tener una actitud misericordiosa y acogedora para poder recibir a todas las personas que por diversos motivos se apartaron de la vida cristiana y cayeron en las trampas del ocultismo. Esta actitud requiere una paciencia probada que sepa explicar con calma las diversas cuestiones en las que la conciencia de los fieles se ha oscurecido y acompañar gradualmente una metanoia para llevar a las personas nuevamente al espíritu del Evangelio.
Respecto a las personas que viven inmersas en la Nueva Era convencidas de la verdad y de la eficacia de sus prácticas la Iglesia debe también ejercer un ministerio de intercesión, orando por ellas y dando un testimonio bello de las razones de nuestra esperanza, confiando en la gracia que suscita la conversión. Los testimonios que tenemos de conversiones de grandes liderazgos en la Nueva Era son también abundantes y nos muestran la necesidad de orar siempre y sin desfallecer los unos por los otros, especialmente por aquellos más extraviados, más confundidos y esclavizados por los engaños del mal.